Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.
"Terminado el tiempo de Navidad, comenzamos con la vida diaria. Terminaron las fiestas, las grandes celebraciones. Y comienza lo que en la liturgia de la Iglesia se llama el tiempo ordinario. Día a día la iglesia nos va proponiendo el Evangelio, la buena noticia. Éste se convierte en una especie de lluvia generosa que inunda, o debería inundar, todos los rincones de nuestra vida. No solo los domingos y las fiestas sino también los días de entre semana, las noches, las tardes, las mañanas aburridas…
Porque el centro del anuncio de Jesús está ahí y es lo más importante: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”. El Reino de que habla Jesús es un nuevo mundo, una nueva forma de relacionarnos las personas, unos con otros, y con Dios, que ya no es el juez acosador y castigador sino el padre que quiere a sus hijos e hijas, que desea su vida y su bienestar.
Con este anuncio comenzamos la semana y tantas semanas que va a haber a lo largo del año. Se trata de creer que realmente hay algo nuevo entre nosotros, una nueva oportunidad, un nuevo comienzo. Se trata de asumir que, aún siendo lo que somos, Dios cree en nosotros y tenemos la posibilidad de empezar de nuevo. Ya sabemos cómo somos y lo que damos de sí, conocemos nuestras miserias, nuestras pequeñeces, nuestros egoísmos, nuestras miopías que tantas veces nos impiden ver más allá de nuestra nariz, nuestro ombligo, nuestros intereses. Y así y todo, Dios, el del Reino, está con nosotros y en Jesús nos abre un nuevo futuro, una nueva esperanza. Podemos cambiar, podemos mejorar, podemos hacer reino donde tantas veces hemos creado violencia y dolor.
No solo eso. Dios cuenta con nosotros para anunciar ese reino nuevo, esa nueva esperanza: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombre”. La llamada a aquellos pescadores para que dejaran todo y lo siguieran, resuena hoy en nuestros oídos. También nosotros nos debemos convertir en anunciadores del reino con nuestras palabras y nuestros actos, con el testimonio de nuestra vida."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
"Veniu amb MI. i us faré pescadors d'homes"
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