viernes, 31 de enero de 2025

EL FRUTO


 
Jesús dijo también: “Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra en la tierra: que lo mismo si duerme que si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero brota una hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha."
También dijo Jesús: “¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo; pero, una vez sembrada, crece y se hace mayor que cualquiera otra planta del huerto, y echa ramas tan grandes que hasta los pájaros pueden anidar a su sombra.”
De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas como estas y hasta donde podían comprender. No les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo aparte.

Nosotros queremos conseguir las cosas al instante. Sin embargo el Reino es aquella cosecha que, desde la siembra hasta la cosecha, se desarrolla con tiempo y silenciosamente.
Nosotros creemos que la evangelización se consigue con grandes acciones y estructuras. Jesús lo compara a un grano de mostaza, algo muy pequeño. Porque quien hace crecer es Dios, no nuestros actos y méritos.

"El evangelista Marcos nos hace comprender que la llegada del Reino no se realiza de una manera prodigiosa acabando con todas la injusticias y desigualdades. Jesús no piensa así.  La irrupción del Reino es una acción gratuita de Dios.
Dos parábolas sencillas de comprender en la cultura agraria de Galilea. Hoy podríamos decir que son parábolas “para tiempos de crisis” en los tiempos que nos ha tocado vivir.
La primera viene a decir que el Reinado de Dios crece, tiene una fuerza, una vitalidad y una energía, en sí mismo y por sí mismo, que, no solo se mantiene, sino que sobre todo crece y crece, sin que nos demos cuenta y mientras que nosotros llevamos nuestra vida diaria.
La parábola del Reino como un grano de mostaza es la crítica más dura, que se puede hacer, a las ambiciones de grandeza que suelen acompañar a personas e instituciones. El Reinado de Dios es, y será siempre, como una cosa pequeña, casi insignificante que pasa inadvertida. Y de ahí, de la pequeñez, es de donde brota y crece la realización del Reino.
Hemos de aprender a construir un mundo mejor sembrando gestos pequeños de bondad, compasión, solidaridad. No vale el desaliento sino firmeza de mantenerse como los pequeños, los que no cuentan, los niños, los últimos. Estos lo que enseñó Jesús."
(Salvador León cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 30 de enero de 2025

ILUMINAR



 También les dijo: “¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama? No, una lámpara se pone en alto, para que alumbre. De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a ponerse en claro. Los que tienen oídos, oigan.”
También les dijo: “Fijaos en lo que oís. Con la misma medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros, y os dará todavía más. Pues al que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.”

Si tenemos Luz, es para iluminar a los demás, para iluminar al mundo.
Nos puede sorprender la afirmación de que quien tiene más recibirá más y al que tiene poco se le quitará lo poco que tiene. Jesús no está hablando de dinero, de propiedades, ni siquiera de cualidades. Jesús habla de Luz, de Amor. Cuanto más amemos más recibiremos. Como más misericordiosos seamos, más misericordia recibiremos. Cuanto más generosos seamos, más generosidad recibiremos.

"Siguen teniendo actualidad las parábolas de Jesús porque son atractivas, cautivadores, novedosas, atrayentes. Con pocas palabras invitan a la genta a “entrar” en el Reino de Dios y a construir con paciencia y esperanza un mundo más diferente, más fraterno. Tal como lo quiere Dios.
El Reino, como Jesús mismo, no es para quedarse escondido, en secreto, sino para ser vivido, proclamo y testimoniado. Jesús huye de las cosas escondidas y que quedan en secreto, no quiere que nos convirtamos en una secta, en un mundo separado.
Con frecuencia repetía: “Quien tenga oídos para oír, que oiga” “Si se esconde algo es para que se descubra si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz”. Jesús viene a decir que no tengamos nada que ocultar, que seamos transparentes, que todos vean y palpen nuestra forma de vivir y ésta mueva a los demás a creer en los que nosotros creemos y a vivir como nosotros vivimos. Tenemos que saber valorar el gran don que es la luz del Evangelio y rendir los dones que hemos recibido.
Para seguir a Jesús hay que “tener oído”, escuchar su mensaje, abrir el corazón y sintoniza con Él. Así se empieza a ser cristino."
(Salvador León cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 29 de enero de 2025

SEMBRADORES DE ESPERANZA

 


En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»
Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Él les dijo: «A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen.»
Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

Nosotros somos tierra, pero también debemos ser sembradores. No olvidemos que Jesús nos envió por todo el mundo a anuncia la Buena Nueva. Igual que el Padre siembra sabiendo que hay semillas que no fructificarán, también nosotros no debemos buscar el éxito humano. Además, la semilla queda oculta bajo tierra y no sabemos dónde está hasta que germina. El que siembra ha de tener esperanza. Nuestra siembra un día dará fruto. 

"¿Cuál es mi actitud ante la Palabra de Dios?: receptiva, impermeable, acogedora, superficial, honda, gozosa, constante, inquieta… ¿Qué tipo de tierra soy frente a la semilla que el Señor quiere sembrar en mi vida?: abierta, cerrada, hostil, seca, fértil…
El sembrador siembra la semilla para que dé el máximo fruto posible, pero esto no siempre ocurre y algunas semillas se pierden ¡Qué alegría cuando la semilla se convierte en grano abundante en la espiga!
Jesús contó la “parábola del sembrador” para explicar que el evangelio no se puede acoger de cualquier manera ni puede fructificar en cualquier vida. Pero quería también mostrar con qué confianza trabajaba él para construir un mundo nuevo. Sabía que muchas veces su trabajo se echaba a perder, pero sabía también que sería fecundo en muchas vidas.
Muchas veces tus desvelos de una madre, los esfuerzos de un educador, el trabajo en la comunidad parroquial o entre vecinos, te parece un fracaso:  ¿No necesitas trabajar con la confianza de Jesús? . Como apostilla J.A. Pagola: “Lo nuestro no es cosechar éxitos, conquistar la calle, dominar la sociedad, llenar las iglesias, imponer nuestra fe religiosa. Lo que nos hace falta son sembradores de esperanza”. Jesús nos dejó la parábola del sembrador, no la del cosechador”"
(Salvador León cmf, Ciudad Redonda)

martes, 28 de enero de 2025

LA FAMILIA DE JESÚS

 

En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenia sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».


Cumplir la voluntad del Padre es pasar a formar parte de su familia, nos dice Jesús. Ayer nos decía que Dios lo perdona todo. esto nos hace no perder la esperanza y creer que Dios se conforma con que "intentemos" cumplir su voluntad. Somos débiles y debemos reconocerlo. Pero Él es misericordioso. No lo dudemos: formamos parte de su Familia.

"Este relato se encuentra en los tres evangelios sinópticos (Mt 12,46-50; Mc 3,31-35; Lc 8,19-21). Lo que indica que las comunidades primitivas concedieron importancia a lo que aquí se quiere transmitir. Jesús ha venido como mediador de la reunión de los hijos e hijas de Dios para que el ¡Abbá! sea ¡Abbá! de todos.
Jesús no reconoce como familia suya a quienes no hacen la voluntad de su Padre Dios. Jesús no desprecia los vínculos de sangre, pero sí subraya que son insuficientes para formar parte de su nueva familia. María pertenece a la nueva familia de Jesús: es su madre y también su discípula. De ella tenemos que aprender a ser “madres, hermanos y hermanas” de Jesús en su nueva familia.
Todos los que buscan y hacen la voluntad de Dios forman parte de la gran familia de Dios.  En los evangelios, cumplir “la voluntad de Dios” es anteponer a todo lo demás “el amor al Padre y al prójimo”. Unidos a Dios nos hacemos más hermanos. ¿Nos sentimos hermanados y comprometidos mutuamente? ¿Buscamos la voluntad de Dios sen nuestras vidas?  En el Padre Nuestro no pedimos que nos ayude a hacer la voluntad de Dios, sino que esta voluntad se haga en nosotros. María nos da el ejemplo: “Hágase en mí, según tu Palabra”"
(Salvador León cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 27 de enero de 2025

EL MAL

 

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:
«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres:
los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Los letrados y fariseos acusan a Jesús de expulsar el mal con el mal. No saben ver que está lleno del Espíritu. Por eso no tienen perdón. Dios lo perdona todo, como Jesús cura todo mal. Pero si no lo aceptamos, si además lo acusamos de maligno, no podemos ser perdonados. No podemos ver el mal en lo que está lleno de bien, en el que es el Bien.

"Letrados y fariseos quedan alarmados por la actuación de Jesús. ¿Qué está sucediendo con el aquel nuevo profeta que tanto atractivo ejercía sobre el pueblo? La reacción de alarma se disparó ante las cosas que hacía y decía Jesús.  Ellos estaban convencidos de que eran los responsables de la verdad absoluta, que nunca se podía poner en cuestión.
¿Qué hicieron los escribas? Impedir el mal que procedía de Jesús atribuyendo sus curaciones al poder del jefe de los demonios.
Los letrados se niegan a reconocer la novedad del Espíritu, que actúa por cauces que no son los que ellos establecieron “oficialmente”. Como Jesús se sale de esos cauces, concluyen que el Espíritu no actúa en él y sí actúa por los caminos que ellos han establecido. Se cerraron a la sorpresa, pusieron límites a la acción del Espíritu. ¿Caemos nosotros en esa tentación?
El pecado contra el Espíritu consiste en no reconocer la acción de Dios allí donde se manifiesta. Las altas autoridades del templo permanecieron en su ceguera para no acoger ninguna novedad del Espíritu y desautorizar a Jesús.
El año jubilar que hemos iniciado es una llamada a peregrinar en esperanza, a estar atentos, a escuchar la Palabra, a captar la acción de Dios en la historia: “Aquel día los sordos oirán las palabras de un libro; liberados de las tinieblas, lo ojos de los ciegos verán” (Is 29,18)
¿Qué espero de este año jubilar?  ¿Tenemos los cristianos una “visión de esperanza” para este mundo o, por el contrario, el cristianismo se ha fundido de tal modo con nuestra sociedad que compartimos las ambigüedades y contradicciones de esta y ya no tenemos ningún mensaje de esperanza que ofrecer a nuestros contemporáneos?"
(Salvador León cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 26 de enero de 2025

LA MISIÓN DE JESÚS

 


Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

Jesús nos describe su misión. Dice claramente que viene a curar, a librarnos del mal  y de todo tipo de esclavitud. Si queremos ser sus discípulos debemos intentar hacer lo mismo. Con su Gracia lo conseguiremos. Si nos buscamos a nosotros mismos, no.

"Hoy celebramos el “Domingo de la Palabra de Dios”. El Papa Francisco instituyó este domingo con la intención de que se celebrara todos los años el tercer domingo del Tiempo Ordinario en su carta apostólica, con forma motu proprio, “Aperuit illis” (AI), de 30 de septiembre de 2019. Este Domingo ha sido instituido en respuesta a un deseo del Pueblo de Dios trasladado al Papa de muchos modos.
El hambre de la Palabra que experimenta el Pueblo de Dios no ha disminuido, como tampoco lo ha hecho el anhelo de trascendencia de la humanidad. Es el deseo por Aquel totalmente Otro que trasciende del todo nuestro ser, por Aquel al que anhelamos, lo que explica la institución de este Domingo. Porque sabemos que cuando acogemos la Palabra, su poder recreador restaura nuestra afinidad con Dios, que puede haberse perdido por muchas razones, entre ellas la propia falta de fe o el escándalo causado por el proceder de otros.
El Papa desea que este Domingo de la Palabra sea un día dedicado a la celebración, la reflexión y la divulgación de la Palabra de Dios. Dedicar a la Palabra de Dios un día determinado del año litúrgico puede ayudar a que la Iglesia experimente de nuevo cómo el Señor Resucitado abre para ella el tesoro de su Palabra y la capacita para que proclame sus insondables riquezas ante el mundo. Y las lecturas de hoy son una invitación para todos a la reflexión y a la revisión de nuestra relación personal con la Palabra de Dios.
“No estéis tristes ni lloréis”. Lo de juntarse, escuchar la Palabra y meditarla es algo que se hacía ya hace muchos años. Y, en esta ocasión oímos como el pueblo, que durante muchos años no había conocido la ley, al descubrirla, rompe a llorar, porque entienden que se han apartado mucho del camino que Dios les había marcado. De repente, fueron conscientes de lo mucho que se estaban perdiendo. Pero la respuesta del profeta es clara: “No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza”. Lo importante es la reacción ante la oferta de un estilo nuevo de vida, que devuelve al pueblo la condición de elegidos, de hijos predilectos de Dios. Ellos lo sintieron de verdad. A lo largo de muchos años, en el destierro, en el desierto y al llegar a la Tierra Prometida.
Al contemplar esta escena, nos podemos preguntar cómo vivimos nuestras celebraciones. ¿Es el día del Señor, el domingo, una fiesta? ¿Sentimos que el Señor continúa hablando, acompañando y guiándonos con su Palabra? Esa debería ser la fuente de nuestra alegría. ¿O vamos a Misa como a un entierro, a regañadientes, pensando en otras cosas y mirando el reloj continuamente, por si se ha parado?
Y sigue san Pablo reflexionando sobre los carismas. La semana pasada, sobre la diversidad de los mismos, y ésta sobre la importancia de estos dones que el Señor regala a su Iglesia. Todos son complementarios, todos son necesarios. En el camino de la sinodalidad, cada persona puede encontrar su lugar. Y, aunque hay ministerios más significativos que otros, por la función que desempeñan, especialmente lo relacionado con la predicación de la Palabra, para que el mundo crea, todas las personas merecen el mismo respeto, derivado de la condición y dignidad de hijos de Dios.
Es que la Iglesia de Jesús no es como las asambleas en Grecia, donde sólo podían participar los varones. Nuestra Iglesia es más rica, porque también las mujeres y los niños tienen un lugar importante. Basta recordar a los pastorcitos de Fátima o a Bernardette de Lourdes. A partir de sus experiencias, han surgido centros importantes de espiritualidad. Un factor importante para tener en cuenta. Cómo ganaríamos todos, si cada uno pusiera sus dones a disposición de los demás. Porque los carismas son para servir a los demás, no para lucirse uno mismo.
Y llegamos al Evangelio, que nos recuerda para qué vino al mundo Jesús: para “evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”. Lo del año jubilar ya viene de lejos, parece. Nada nuevo bajo el sol.
Jesús vino a traernos su Buena Nueva, a devolvernos la libertad, la vista, a posibilitarnos la reconciliación con Dios. La fe en Cristo nos permite ver la vida y los acontecimientos con distintos ojos; poder mirar de otra manera a las personas y los sucesos de la vida. Poder escuchar, ver, ser libre, sentirnos en paz con Dios y con los hermanos, dentro de la Iglesia, son elementos que deben estar siempre presentes en la vida de todo creyente en Jesús.
El Espíritu de Dios, que estaba sobre Jesús, desciende también sobre cada uno de nosotros, cuando nos abrimos a él. El mensaje es claro, hay que ponerse a vivirlo. Reavivemos el apetito para escuchar la Palabra de Dios, que nos posibilita sentir esa liberación. Que ella sea fuente de luz y de consuelo en nuestra vida."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 25 de enero de 2025

IR POR TODO EL MUNDO


 
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»


Jesús nos pide de ir por todo el mundo anunciando la Palabra, la Buena Nueva. Si lo hacemos en su nombre realizaremos cosas increíbles. Hablar lenguas nuevas: nos haremos audibles por todos. Cogeremos serpientes y beberemos venenos mortales: podremos acercarnos al mal  teniendo poder sobre él. Y podremos curar a los que estan enfermos, de cuerpo y, sobre todo, de espíritu. 

"No sé muy bien por qué todos damos por sentado que Pablo se cayó del caballo cuando tuvo ese encuentro misterioso con Jesús que le recriminaba su persecución a los cristianos. Tanto es así que en nuestra lengua ha quedado la expresión “caerse del caballo” o “caerse del burro”, vehículo de transporte un poco más humilde. Pero la verdad es que en la Biblia no se dice por ningún lado que Pablo fuese ni a caballo ni en burro en aquel camino a Damasco. Lo único que se dice es que se cayó.
Fuerte debió ser la caída porque su vida cambió radicalmente. Lo que era negro se le hizo blanco y viceversa. El ortodoxo fariseo perseguidor de los cristianos se convirtió en apóstol de Jesús. Atendiendo a lo que dicen los Hechos de los Apóstoles y las cartas que se le atribuyen, es a Pablo al que le tenemos que agradecer que el mensaje de Jesús saliese de los estrechos límites del mundo judío de la época y se extendiese por todo el mundo romano de aquel tiempo e incluso más allá. Y los seguidores de Jesús pasaron de ser un grupúsculo heterodoxo judío a ser iglesia, comunidad de creyentes, en la que todos tienen cabida porque “ya no tiene importancia ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque unidos a Cristo Jesús, todos sois uno solo” (Gal 3,28).
Hoy celebramos su conversión pero no debería ser motivo solo para admirarnos del cambio radical de vida que asumió Pablo a partir de aquella “caída”. No basta con dar gracias a Dios por habernos regalado en Pablo al apóstol que llevo el mensaje de Jesús hasta las fronteras del mundo conocido de entonces. Todo esto está bien. Y es bueno que lo hagamos. Pero diría que este día nos invita a nosotros a dar un paso adelante en el camino de nuestra conversión.
Como Pablo tuvo que dejar los caminos en los que se sentía seguro para dar un nuevo rumbo a su vida, quizá también nosotros tengamos que dejar las seguridades de siempre para encontrarnos con el Jesús real y auténtico, el que nos habla al corazón desde los evangelios, y comenzar a caminar por caminos de fraternidad, de justicia, de amor, de perdón."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 24 de enero de 2025

LAS TRES MISIONES

 


En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.
E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios:
Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.

Jesús nos sigue llamando hoy para estar con Él, para anunciar la Palabra y para librar a los demás de todo mal. De nosotros depende seguirle o no. El camino no es fácil, pero no lo hacemos solos. Él está con nosotros.

"El evangelio de hoy nos relata la elección de los que le iban a seguir. Y de entre ellos escoge a doce, los doce apóstoles con tres misiones concretas: estar con él, enviarlos a predicar y expulsar demonios. Se entiende que iban a ser sus colaboradores más cercanos. Lo que hoy llamaríamos el núcleo duro de aquel movimiento difuso que fueron los seguidores de Jesús durante el tiempo de su ministerio público.
De esas tres misiones la más sencilla era la primera: estar con él. Jesús no quiere hacer el camino solo. Ya desde el principio quiere una comunidad, un grupo con el que compartir dolores y penas, con los que poder hablar y vivir y comer, con los que poder ir haciendo realidad el reino de que hablaba, con los que también poder ir compartiendo esa especial relación con su Padre que era el centro de su mensaje. Las otras dos misiones son importantes también: predicar, o lo que es lo mismo, anunciar el Reino de Dios.  Y la última, pero no la menos importante, expulsar a los demonios que esclavizan a las personas y les impiden realizarse en plenitud de libertad.
Es bueno que tengamos presentes estas tres misiones porque son las que marcan el camino a cualquier seguidor de Jesús: estar con él, anunciar el reino y liberar a los que sufren porque cualquier causa. En cada época se hará de una manera concreta pero la esencia debe ser la misma. Los cristianos no estamos para establecer normas y leyes. Tampoco estamos para excluir y condenar a los “malos”. Lo nuestro es acoger, abrir puertas, tender la mano, liberar, compartir la vida. Todo desde ese estar con Jesús, que es lo primero y fundamental.
Una última precisión: Jesús no hizo una elección muy buena. Le salieron rana la mayoría de los elegidos. De hecho, en el momento de la cruz todos salieron corriendo. Nosotros no somos mejores. Como dice Pablo llevamos “este tesoro en vasijas de barro” (2Cor 4,7) para que brille la gracia de Dios. Conclusión: los cristianos no somos mejores que nadie pero se nos han encomendado esas misiones y no podemos menos que intentar realizarlas."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 23 de enero de 2025

TÚ ERES EL HIJO DE DIOS

 


En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

Jesús viene para curar, para salvarnos. Curiosamente son los más despreciados, los endemoniados, los que lo reconocen. Necesitan la salvación; por eso lo reconocen. Nosotros a veces no sabemos ver a Jesús porque nos creemos puros, buenos, perfectos. Es desde la humildad que se encuentra a Jesús.

"En los días anteriores hemos visto que el enfrentamiento entre las autoridades religiosas y Jesús ha ido subiendo de nivel. Tanto que en el evangelio de ayer se decía al terminar que los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con Jesús. A tanto llegó el enfrentamiento que Jesús se tuvo que retirar de las ciudades y pueblos por los que iba a la orilla del mar, como dice el evangelio. Se entiende que es el mar de Galilea, un gran lago que atraviesa la región.
Pero si fariseos y herodianos se habían enfrentado con Jesús, y Jesús con ellos, el pueblo llano no entendía de esas discusiones sobre normas y leyes abstrusas. El pueblo lo único que entendía era que en Jesús se abría un camino a la esperanza para los que sufrían a causa de la enfermedad o los espíritus inmundos. Así que las gentes se dijeron que si Jesús no iba a pasar por sus ciudades y pueblos, ellos se acercarían a él. Tantos fueron y de tantas partes que los discípulos temieron que le fuera a estrujar el gentío.
Aquella gente sencilla no entendía más que lo que veía. Les importaba poco la ortodoxia de las leyes. Les importaba que con Jesús sus males, sus sufrimientos, sus dolores, podían llegar a su fin y tenían la oportunidad de comenzar una nueva vida. No es poco. ¿Qué nos hace falta para poder seguir adelante en el camino de la vida sino alguien que nos dé esperanza? A veces, no hace falta siquiera que se nos pasen milagrosamente los dolores o las dificultades. Basta con que recobremos a esperanza. Ni siquiera nos hace falta ver la luz a la salida del túnel. Es suficiente con que creamos firmemente que el túnel tiene salida, aunque no la veamos, Solo con eso ya nuestro caminar se hace más firme y somos más capaces de soportar los dolores del camino.
Es tiempo de mirar a Jesús, de levantar la cabeza y de volver a caminar llenos de fe., como hicieron todas aquellas gentes de que habla el evangelio. El cambio, el Reino, es posible. Tenemos que ser, como nos propone el lema de este año jubilar, “Peregrinos de la Esperanza”, aunque en medio del túnel no alcancemos todavía a ver la salida."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 22 de enero de 2025

LA VERDADERA LEY

 


En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada:
«Levántate y ponte ahí en medio».
Y a ellos les pregunta:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:
«Extiende la mano».
La extendió y su mano quedó restablecida.
En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

Como ayer, la ley vuelve a cegar a los fariseos. Para ellos es más importante que la persona. Jesús lo dejó claro ayer. La ley está hecha para el hombre, para ayudarle, para protegerlo. el hombre no está hecho para la ley. El bien del hombre pasa por encima de la ley.

"Otra vez tenemos la misma historia. Un hombre enfermo. La presencia de Jesús. Y los otros, los fariseos, los escribas, todos a los que les importaba mucho más la ley que cualquier otra cosa, vigilando cada paso, cada gesto, cada palabra, de Jesús para ver le pillaban en falta. A Jesús le seguía demasiada gente, su mensaje era revolucionario, simplemente porque en lugar de preocuparse por la ley se preocupaba por el bien de las personas. Y eso era peligroso porque podía subvertir el orden social.
Da la impresión de que Jesús está ya cansado de tanto vigilarle y seguirle. Hay una frase en el texto evangélico que llama verdaderamente la atención y que, incluso, nos muestra una imagen de Jesús diferente de la habitual: Dice el texto que Jesús echó “en torno una mirada de ira, dolido por la dureza de su corazón”. Jesús enfadado, Jesús airado, Jesús que ya no tiene recursos para tratar de convencer a fariseos y escribas, de que lo que él esta haciendo es lo único que puede hacer Dios: dejar de preocuparse por cumplir leyes y normas y atender solo al bienestar de sus hijos e hijas. Y, como no tiene más argumentos, hace lo único que le interesa: curar al hombre de la mano paralizada, devolverle a la vida. Porque un hombre con la mano paralizada no podía trabajar, no podía alimentar a los suyos ni a sí mismo. No le quedaba más remedio que situarse al margen y vivir de la mendicidad. Por eso Jesús hace mucho más que curarle la mano, le convierte de nuevo en persona.
Nosotros, los seguidores de Jesús, debemos tener muy presente que para Jesús es mucho más importante el bien de las personas que el cumplimiento de las normas. Frente a los que hacen un problema fundamental si hay que comulgar en la mano o en la boca, si hay que ponerse de rodillas en a consagración o no, si… nosotros debemos recordar que lo importante es salvar a las personas, crear fraternidad y justicia, abrir la mano para compartir lo que tenemos. Esto es lo fundamental. Aquello puede estar bien, podemos dialogar sobre ello, puede hablar diversidad de opiniones. Pero lo fundamenta no es discutible. Y debería ser la primera preocupación para todos nosotros."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 21 de enero de 2025

ALABAR, NO ACUSAR



 Sucedió, que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.
Los fariseos le preguntan:
«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
Él les responde:
«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?».
Y les decía:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».

Muchas veces hacemos como los fariseos. Nos empeñamos en buscar los defectos de los demás. Es inútil que hagan muchas cosas buenas, casi todas, nosotros buscamos el defecto para criticarlo. Son nuestros defectos los que debemos mirar para corregirlos y no los de los demás. De los otros debemos mirar las cosas buenas para imitarlos.

"Si tuviera que poner un título al texto evangélico de hoy sería algo así como “El eterno dedo acusador”. Ahí están los fariseos que parece que no tienen más que hacer que fijarse en lo que hacen Jesús o sus discípulos para encontrar el agujero, el fallo, el incumplimiento, la imperfección y señalarla.
Algunos parece que han entendido así la vida cristiana. Recuerdo a uno de mis formadores en el seminario. Decía a menudo que en un tejido lo normal es que todo estuviese bien confeccionado. Y lo que había que hacer era señalar el fallo, lo que estaba mal. Lo otro, todo el resto que estaba bien, pues no había nada que decir sobre ello. Era lo normal que estuviese bien. Y esto lo aplicaba a la vida espiritual. Si cometíamos un fallo, una imperfección, eso había que señalarlo para que se corrigiese. Lo demás, todo el resto que se hacía durante el día y que estaba bien hecho (el trabajo, la oración, el estudio…) no había nada que decir porque lo normal era que estuviese bien. Pero no había ninguna razón para alabar todo eso que estaba bien hecho. Y sí la había para criticar, censurar, señalar, corregir, lo que se había hecho mal por mínimo que fuese. ¡Toda una forma de entender el seguimiento de Jesús! Era el reino de la misericordia transformando en el reino de la intolerancia, la condena y la culpabilidad. Porque ¿quién es totalmente perfecto? Y por supuesto no había que alabar nada en el otro no fuera a ser que se enorgulleciese y cayese en un mayor pecado.
Los fariseos podían haber ocupado mejor su tiempo en mirar a todas las cosas buenas que hacía y decía Jesús. Pero, agarrados a la ley, preferían señalar lo que ellos creían que era un fallo, que en el texto evangélico de hoy ni siquiera lo era. Sólo era un signo de libertad porque no somos ni podemos ser esclavos de la ley sino seguidores de Jesús. Como tal, vivimos en el reino de la misericordia, la comprensión, la paciencia, el perdón, la reconciliación.
Propuesta para hoy: que tal si, en lugar de buscar los fallos de nuestros hermanos y hermanas, nos dedicamos a alabar a Dios por las cosas buenas que hacen y, sin miedo, alabarles también a ellos por esas cosas."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 20 de enero de 2025

LA VERDADERA PENITENCIA

 


En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:
«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.
Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

La verdadera penitencia es dedicar nuestra vida al prójimo: amar. Ayudar al que no tiene nada, al enfermo, al que está solo, al inmigrante, al hambriento...Pensar en el otro antes que en nosotros. Esta es la verdadera penitencia. La penitencia del que tiene a Jesús con él.
 
"Hay personas, incluso creyentes cristianos, que se empeñan en hacer de la fe en Jesús algo triste, difícil, sacrificado. Incluso hay creyentes que se sienten y viven como amenazados por Dios. Es como si la condenación eterna estuviese ahí siempre amenazando. Es como si Dios, el Padre-Abbá de Jesús estuviese jugando con nosotros, siempre vigilante para pillarnos en el más mínimo error para castigarnos y condenarnos.
Las personas que viven así su relación con Dios, necesitan hacer continuamente sacrificios, ayunos, penitencias. Porque a saber las meteduras de pata que habrán cometido sin darse cuenta, que habrán podido ser una ofensa para Dios… Y ya sabemos que éste, Dios, no perdona fácilmente si no se le ofrecen sacrificios y penitencias continuas y montones de avemarías, padrenuestros, rosarios y trisagios.
Se me hace que los fariseos y los discípulos de Juan que aparecen en el Evangelio de hoy son de ese estilo. Pero Jesús no va por ahí. Sus caminos son diferentes. Jesús está anunciando el reino y el reino es reino de vida. El Abbá de Jesús, el padre de todos, no es un juez ni un policía. No es ese ojo que siempre está vigilando lo que hacemos (como tantas veces se le ha representado en nuestras iglesias y como a veces le pensamos en nuestras mentes). El Abbá de Jesús es padre que quiere reunir a sus hijos en torno a la mesa de la fraternidad. Es padre siempre dispuesto a perdonar, a acoger, a abrirnos las puertas de la esperanza, a darnos la oportunidad de un nuevo comienzo.
Por eso, entre los cristianos no tienen mucho sentido los ayunos ni las penitencias. El mejor ayuno y la mejor penitencia es abrir la mano al hermano, ejercer la reconciliación, el perdón y la misericordia. Eso tiene mucho más sentido que darnos golpes en la espalda con la disciplina o privarnos de esta o de la otra comida. Jesús está con nosotros y eso hay que celebrarlo. Y no hay otra forma de celebrarlo que haciendo fiesta con los hermanos y hermanas sin dejar que nadie se quede fuera. Porque en el reino entramos todos."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 19 de enero de 2025

HACED LO QUE ÉL OS DIGA

 


En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».
Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

María se nos muestra hoy como intercesora. Se había acabado el vino, todavía no era la hora de Jesús, pero ella le dice a los criados que hagan lo que les pida Jesús. Y Jesús obra el milagro.
María sigue diciéndonos hoy que hagamos lo que Él nos diga. Sólo así transformaremos el dolor en alegría, la tristeza en gozo y la muerte en vida. Debemos esforzarnos en nuestros momentos de oración por saber qué es lo que Él nos pide. Y luego debemos esforzarnos por hacer su voluntad. Esto cambiará nuestra vida. Él no nos pedirá nada difícil: llenar unas jarras de agua. Lo difícil lo realizará Él: convertir el agua en vino. Debemos tener absoluta confianza en Él.

"(...) El Evangelio nos habla de una boda que, por la falta de vino, podía haber acabado mal para los novios. La vergüenza de no haber calculado bien sus necesidades, quedando en ridículo ante sus invitados. No sabemos mucho de ellos, porque aparece sólo el marido, y al final, pero seguro que ese día quedó grabado en su memoria.
Una boda es siempre una fiesta. Es que Jesús estaba a las duras y a las maduras. Sabe hacerse presente en las alegrías y en las penas. ­En todas las situaciones y en todos los lugares humanos. Está en Caná y está en Betania. También, por tanto, en los momentos festivos de la vida; también en medio de nuestras alegrías terres­tres. No es un Dios cascarrabias. No quiere que estemos siempre renunciando a lo bueno de la vida. Él, como Creador, nos ha dado los alimentos para nutrirnos, con sabores variados, para que los podamos gustar.
También sabe hacerse presente en los momentos de dolor: el mismo evangelio de san Juan nos refiere la presencia de Jesús en Betania, donde acababa de morir Lázaro, el hermano de Marta y María. El Señor es Aquel que puede dar un vuelco a las situaciones desesperadas por que atravesamos. Cambia el agua el vino; la tristeza en alegría; el sufrimiento en gozo; el destierro en vuelta a la patria. La muerte, en vida. Ese será el último signo de Jesús narrado por el cuarto evangelio, que va haciendo una revelación progresiva. Y el de hoy es el primer signo: va a ser en Caná, en este banquete de bodas, donde va a empezar, según el evangelista Juan, a dar señales de quién es Él.
En Caná se reveló el poder transformador, salvador de Jesús, así como la necesidad de la fe y la obediencia en la relación con Él. Nos invita a confiar en su providencia y a seguir sus indicaciones, sabiendo que puede convertir los escenarios más difíciles en momentos de bendición y de gracia.
Este milagro sobre el que reflexionamos tuvo lugar por la mediación de la Virgen María. Ella estaba atenta a lo que sucedía, e intercedió ante su Hijo. Gracias a ella, llega la hora de Jesús, su misión se empieza a realizar. “Haced lo que Él os diga”. Con ese gesto, nos marca cómo debe vivir también la Iglesia: con los ojos abiertos, atentos a lo que pasa alrededor, suplicando por los demás, orando a Dios por los que pasan apuros, por los que sufren. Y con fe, sabiendo que Él siempre escucha, aunque a veces parezca que no.
Es un buen día hoy para pedirle al Señor que nos haga fieles administradores de los carismas que nos ha dado, siempre atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor, siempre disponibles, confiando, y todo para mayor gloria de Dios y salvación de los hermanos. Amén."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 18 de enero de 2025

NI JUZGAR NI CLASIFICAR

 


En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Nosotros juzgamos y clasificamos. Jesús busca la oveja perdida. Nosotros condenamos. Jesús perdona siempre. Tras dos mil años de cristianismo seguimos distinguiendo entre buenos y malos y dedicándonos a los buenos. Seguimos sin entender que debemos amar a todos y que Jesús prefiere llamar a los pecadores porque lo necesitan más.

"Es sorprendente el texto evangélico de hoy: Jesús se dedica a frecuentar las malas compañías. Hay muchas personas que acuden a él. Y Jesús recibe a todos, con todos habla, a todos enseña. Pero a la hora de elegir a uno para que forme parte de sus discípulos, los que le seguían más de cerca, los que realmente estaban con él, elige precisamente a Leví, el que estaba sentado en el mostrador de los impuestos, uno de los odiados colaboracionistas del poder romano, uno de esos con los que los buenos judíos no se habrían sentado nunca y que, si se hubiesen cruzado con uno de ellos por la calle, se habrían pasado a la otra acera con tal de ni siquiera saludarlo o rozarlo.
Y cuando Jesús se va a comer con algunos de los que le escuchan, va precisamente a la casa de Leví, con éste y con sus amigos, todos publicanos y pecadores, todo gente de mal vivir. Todo gente que era excluida de la buena sociedad judía.
Es que en el evangelio, Jesús nos muestra que, si queremos ser sus seguidores, el juego más importante al que podemos jugar en la vida es el juego de incluir, de no dejar a nadie fuera por malo que sea. El Reino es para todos. El amor del Padre es para todos. No hay excepción. No hay pecado tan grave que pueda excluir de ese amor de Dios.
Desgraciadamente, hay muchos en nuestro mundo, cristianos y no cristianos, que juegan al juego de excluir. Estos son los que van pasando lista y van borrando a gente de su lista. A unos por su color, a otros por sus ideas políticas, a otros por su sexo, a otros por su comportamiento, a otros porque me parece que son una amenaza para su estilo de vida. El problema es que al final se quedan solos. Y su soledad no se parece en nada al Reino. Jugar a excluir nos aleja del Reino y nos aleja de Dios.
Hoy, como siempre, si queremos ser fieles a Jesús, tenemos que jugar al juego de incluir, de acercarnos a todos para atraerlos, para hacer comunidad y familia con ellos. Hoy, como siempre, tenemos que trabajar para que nadie se quede fuera de la esperanza y del amor de Dios. Porque Jesús no vino a excluir sino a incluir y acoger, también a los pecadores, a los malos…"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)