jueves, 28 de agosto de 2025

ESTAR EN VELA


 
Permaneced despiertos, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entended que si el dueño de una casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, permanecería despierto y no dejaría que nadie entrara en su casa a robar. Así también, vosotros estad preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperéis.
¿Quién es el criado fiel y atento, puesto por el amo al frente de la casa para dar a la servidumbre la comida a sus horas? ¡Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, encuentra cumpliendo con su deber! Os aseguro que el amo le pondrá al cargo de todos sus bienes. Pero si ese criado es un malvado, y pensando que su amo va a tardar comienza a maltratar a los demás criados, y se junta con borrachos a comer y beber, el día que menos lo espere y a una hora que no sabe llegará su amo y le castigará: le condenará a correr la misma suerte que los hipócritas. Entonces llorará y le rechinarán los dientes.

Jesús nos pide estar atentos. No sabemos qué día vendrá. En realidad Él se nos acerca cada día en el otro. En el pobre, en el perseguido, en el inmigrante, en el que necesita amor...
Esta es la atención que Jesús nos pide. La de saber encontrarle en nuestro prójimo, en los demás, en los más débiles.
Podemos estar ocupados en mil y una cosa que nos parecen muy importantes. Y quizá lo son, pero más importante es encontrarlo a Él y saberlo recibir. 

miércoles, 27 de agosto de 2025

SEPULCROS BLANQUEADOS

 


¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros blanqueados, hermosos por fuera pero llenos por dentro de huesos de muerto y toda clase de impurezas. Así sois vosotros: por fuera, ante la gente, parecéis buenos, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y maldad.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que construís los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos funerarios de los hombres justos, y luego decís: ‘Si hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros antepasados, no los habríamos ayudado a matar a los profetas.’ Con esto, vosotros mismos os reconocéis descendientes de aquellos que mataron a los profetas. ¡Acabad de hacer, pues, lo que vuestros antepasados comenzaron!

Los evangelios de estos días son muy duros. Fuera de la expulsión de los mercaderes del templo, nunca vemos a Jesús enfadado. No soporta que "utilicemos" la religión. No quiere que cuidemos las apariencias y nuestro corazón esté lleno de maldad. No quiere que exijamos a los demás, lo que nosotros somos incapaces de hacer. No quiere que utilicemos a Dios para dominar a los demás.
Si algo nos dicen estos evangelios, es que debemos ser sinceros. Que demos aceptarnos tal como somos, pecadores. Aceptando nuestra realidad, podremos pedir el perdón. 




martes, 26 de agosto de 2025

EL VERDADERO CUMPLIMIENTO

 


¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separáis para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacéis caso de las enseñanzas más importantes de la ley, como son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que se debe hacer, sin dejar de hacer lo otro. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que limpiáis por fuera el vaso y el plato, pero por dentro estáis llenos de lo que habéis obtenido con el robo y la avaricia. Fariseo ciego, ¡limpia primero el vaso por dentro, y así quedará limpio también por fuera!

A veces queriendo cumplir hasta el mínimo detalle, podemos olvidarnos de lo más importante. Podemos rezar mucho, ayunar, hacer penitencia...y olvidarnos de amar a Dios y de amar al prójimo.
Podemos estar, como decíamos ayer, más preocupados por las apariencias, que por amar de verdad. Si estar de rodillas o de pie, en la boca o en la mano...y olvidarnos del hermano que sufre, que no tiene nada...O tratamos injustamente a la gente. ¿Qué diría Jesús de nosotros?

"La mentira es como una capa de brillo artificial que oculta ponzoña. Y la ponzoña tiene una extraña propiedad de hervir hasta desbordarse por encima de la superficie hermosa. Una corrupción se tiene que tapar con otra y otra con otra. Mientras tanto, se trata, por todos los medios, de que lo de fuera parezca precioso, dulce, tierno y elegante. Engaña por un tiempo, quizá, pero al final, como es falso, empieza a cansar, pasa a ser sospechoso, y termina por descubrirse lo que había debajo. La hipocresía es gradualmente transparente.
A nuestro alrededor, continuamente vemos esa mentira, a nivel personal o colectivo. Y la ponzoña va brotando imparable como si estuviera hirviendo. Vemos a todas horas rostros en televisión que nos aseguran que ellos son buenos y todos los demás malísimos; pero ya no pueden por más tiempo ocultar la verdad. Y lo mismo ocurre a nivel personal; como una mentira lleva a otra, al final no se recuerda la primera y la bola explota. (...) "
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

lunes, 25 de agosto de 2025

GUIAS CIEGOS

 


Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que cerráis a todos la puerta del reino de los cielos. Ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que quisieran hacerlo.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que recorréis tierra y mar para ganar un adepto, y cuando lo habéis ganado hacéis de él una persona dos veces más merecedora del infierno que vosotros mismos.
¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: ‘El que hace una promesa jurando por el templo no se compromete a nada; el que queda comprometido es el que jura por el oro del templo.’ ¡Estúpidos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro o el templo por el que el oro queda consagrado? También decís: ‘El que hace una promesa jurando por el altar no se compromete a nada; el que queda comprometido es el que jura por la ofrenda que está sobre el altar.’ ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar por el que la ofrenda queda consagrada? El que jura por el altar, no solo jura por el altar sino también por todo lo que hay encima de él; y el que jura por el templo, no solo jura por el templo sino también por Dios, que vive allí. Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Dios mismo, que se sienta en él.

Jesús prefiere a los sencillos, a los pobres, incluso a los pecadores, antes que a los poderosos, a los que se creen perfectos, a los hipócritas. No soporta a los que abusan de los demás. Lo veremos en una serie de textos estos días. 
Debemos analizarnos y ver si hacemos lo que decimos, si ayudamos y amamos, si no somos guías ciegos. Sino somos hipócritas, que damos más importancia a las apariencias, que a lo que somos de verdad.
 
"Los reproches que lanza Jesús en el evangelio de hoy son toda una enmienda a la totalidad de una acción vacía, rutinaria e hipócrita. ¡Ay de vosotros! El “ay de vosotros” va dirigido a quienes se centran de tal manera en lo externo que pierden todo sentido del porqué están haciendo todo eso; y lo peor no es eso, sino que están seguros y confiados en que todas sus formalidades, rutinas y superficialidad, los llevarán a la salvación. Quedarse con la envoltura puede resultar brillante temporalmente, pero en el fondo hay un vacío profundo que al fin saldrá a la luz; es un vacío existencial disfrazado de felicidad, buenas obras y prestigio.
En contraste con esto, la carta a Tesalonicenses presenta una alabanza a la totalidad, resumida, simplemente en una línea que contiene las tres virtudes teologales:” Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor.” Pero no lo presenta en términos de brillo, prestigio o fama ante los demás, sino más bien en términos de esfuerzo. Las virtudes se practican, se trabajan. Aunque son obras de la gracia de Dios y del Espíritu Santo, son exigentes: esfuerzo, aguante. No se presenta la fe como algo estático, sino activo… es decir, con obras de oración, de justicia, de vida en Dios; ni es el amor simplemente un sentimiento romántico, sino un decidido esfuerzo de centrarse en Dios y hacer el bien: no es fácil muchas veces. Se dice, burlonamente, que se ama a la humanidad, pero no se soporta al individuo de al lado. Ni la esperanza es una ilusión algo boba de que las cosas van a ir bien. Eso se podría derrumbar estrepitosamente cuando las cosas ni van bien, ni hay ningún viso de que se arreglen. Porque la esperanza es algo mucho más fundamentado: es el aguante, el anclaje en Dios a pesar de todos los pesares. La esperanza de algo mucho más grande que no es temporal ni espacial, ni se basa en acontecimientos puntuales. La esperanza es la seguridad de que la salvación ya se ha cumplido en Cristo.
Se nos presenta, por tanto, todo un programa de conversión; las normas pueden estar bien y, como decían nuestras abuelas, “lo bien hecho bien parece”. Pero no hay que parecer solamente; hay que ser, desde dentro, firmes, buenos; llenos del Espíritu que nos ayuda en esas tres virtudes difíciles que son nada más y nada menos, que las que apuntan al corazón de Dios."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

domingo, 24 de agosto de 2025

LA PUERTA ESTRECHA

 


En su camino a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba. Alguien le preguntó:
– Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Él contestó:
– Procurad entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos querrán entrar y no podrán. Después que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, vosotros, los que estáis fuera, llamaréis y diréis: ‘¡Señor, ábrenos!’ Pero él os contestará: ‘No sé de dónde sois.’ Entonces comenzaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras calles.’ Pero él os contestará: ‘Ya os digo que no sé de dónde sois. ¡Apartaos de mí, malhechores!’ Allí lloraréis y os rechinarán los dientes al ver que Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas están en el reino de Dios, y que vosotros sois echados fuera. Porque vendrá gente del norte, del sur, del este y del oeste, y se sentará a la mesa en el reino de Dios. Y mirad, algunos de los que ahora son los últimos serán los primeros; y algunos que ahora son los primeros serán los últimos.

Para pasar por la puerta estrecha, debemos hacernos pequeños y dejar toda esa cantidad de cosas que creemos imprescindibles y que, en realidad, nos impiden crecer, avanzar, acercarnos a Jesús. No son las cosas que tenemos, ni muchas de las que hacemos, las que nos permiten llegar al Padre. Por eso, los que nos creemos buenos cristianos, porque hacemos muchas cosas que nos parecen espirituales, quizá nos llevemos una sorpresa al entrar en el banquete. 


"A todos nos preocupa el futuro. A los jóvenes, porque no saben lo que va a ser de ellos. A los mayores, porque han vivido mucho, y quisieran saber cómo será el final de sus días. En todas las épocas la humanidad se ha preocupado por la salvación, la vida eterna, la otra vida, lo que está más allá de la muerte. Algunos se inclinan por una repetición de la existencia, lo que se llama “reencarnación”. Otros piensan que el estricto cumplimiento de los deberes religiosos garantiza esta vida y la otra. Algunos más, consideran que solamente en su iglesia hay salvación. Finalmente, los menos, se preocupan por tener una vida ética que les permita descubrir el verdadero sentido de su existencia.
La preocupación por la salvación también formaba parte de las inquietudes populares en el tiempo de Jesús. El tema fundamental del evangelio de hoy responde a esto. La pregunta inicial remite a un problema de fondo: ¿Serán unos pocos los que se salven? La pregunta parte del supuesto de que la salvación está reservada sólo para el pueblo de Israel. Pero el billete de entrada no será el de ser “israelita”, sino el tener verdadera fe en Jesús, fe que lleve a practicar la justicia, porque para Dios no hay acepción de personas. Jesús rechaza satisfacer este tipo de curiosidad. En vez de la curiosidad, Jesús introduce el elemento sorpresa, la realidad de lo imprevisible y del esfuerzo para entrar por la puerta estrecha.
Los rabinos contemporáneos de Jesús no tenían sobre el tema una respuesta unánime. Algunos afirmaban que Yahvé acogería a todos los judíos en su Reino. Otros, exagerando la maldad de los hombres, enseñaban que la salvación estaba reservada a muy pocos. Más adelante, el Apocalipsis hablaría de ciento cuarenta y cuatro mil elegidos. Cifra claramente simbólica y escasa además frente al género humano.
Durante muchos años, los israelitas vivieron con la seguridad de la salvación. Eran el pueblo elegido por Dios, desde los tiempos de Abrahán, Isaac y Jacob. Y ahora, de repente, aparece el hijo del carpintero, a decirles que no todo está conseguido. Jesús les dice: no estéis tan seguros, porque vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Algo que hemos oído en el final de la primera lectura de hoy, del profeta Isaías, encontramos que “también de entre ellos escogeré a sacerdotes y levitas”. Seguramente en el pensamiento de Jesús está planteada la idea de la salvación universal.
Los invitados por Jesús a sentarse en el Banquete del Reino será un número inmenso de hombres que siempre han sido marginados, probablemente los que menos nos esperemos. Lo sorprendente de Jesús no sólo está en el número de los invitados al Banquete, sino también su proveniencia insólita: son los excluidos. Los que no cuentan. La realidad de estos invitados se pone en contraste con aquellos que presumen de tener los derechos y la categoría para participar: “hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”. A pesar de estos títulos, oirán que se les echa en cara: “No os conozco. No sé quiénes sois”.
De igual modo, existe el peligro de que los que se tienen por privilegiados porque han cumplido fielmente con los rezos, asisten a la eucaristía y practican los mandamientos de Dios y de la Iglesia, caigan en la cuenta de que el orden de participación en el banquete ha sido invertido, porque “hay últimos que serán los primeros y primeros que serán últimos”. La lógica de Jesús no es nuestra lógica. Nos cuesta entender. Dios siempre va más allá, y ve lo que nosotros no vemos, en lo profundo de los corazones. (...)
(...) ¿Quiénes son los últimos que serán los primeros? Tanto en la sociedad de Jesús como en la sociedad de hoy este grupo está bien definido: son los excluidos y arrinconados por razones económicas, sociales, políticas, culturales y religiosas. En esta sociedad el ser humano no tiene ningún valor por ser tal; él vale por lo que tiene, por el poder o por el saber.
Si no nos convertimos y dejamos a un lado nuestras falsas seguridades, ellos nos van a tomar la delantera en el Reino. La salvación para Jesús no es un asunto puramente pasivo. No podemos vivir de las rentas. Todos, mayores y pequeños, debemos cada día intentar superarnos, para ponernos en el camino que lo conduce al encuentro de Dios. Los casados, en casa; los consagrados, renovando su sus compromisos cada día. Todos. Porque, aunque Dios toma la iniciativa, es necesario estar dispuestos a aceptarlo.
Para poder pasar por una puerta estrecha, lo sabemos, solo hay una manera de hacerlo: hacerse pequeño. Quien es grande y grueso no pasa; puede intentarlo de muchas maneras, de frente o de perfil, pero no logrará pasar. Esto es lo que a Jesús le interesa que quede claro: no se puede ser discípulo suyo sin renunciar a ser grande, sin hacerse pequeño y servidor de todos.
La salvación tampoco es un asunto del mero cumplimiento de los deberes religiosos. El ser humano necesita examinar todas las dimensiones de su vida y ver si están orientadas hacia Dios. Si la mano derecha se levanta a Dios, pero la izquierda sólo está pendiente de las cosas de abajo, no tendremos las manos disponibles para abrazar al Padre. El corazón debe estar dispuesto hacia Dios y para con Dios. Ése debe ser nuestro tesoro.
La salvación no es un asunto exclusivo de los movimientos religiosos ni de las iglesias ni de grupos selectos. La salvación está abierta a toda la humanidad. Lo importante es que se busque la voluntad de Dios con actitudes de justicia, misericordia y solidaridad. Por esto, Jesús exhorta a sus oyentes a que se esfuercen por escoger el camino difícil: la puerta angosta de la justicia. Eso es lo que Dios quiere. Eso es lo que nos está pidiendo. Ojalá sepamos responder a esta llamada."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)


sábado, 23 de agosto de 2025

DECIR Y HACER.

 


Después de esto, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés. Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas. Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros.
Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo. Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.

Decir y hacer. Por desgracia muchas veces decimos pero hacemos lo contrario. Nos gusta, como a los fariseos, aparentar. Además queremos estar por encima de los demás. 
Jesús quiere que seamos sencillos. A nosotros nos gustan los títulos. Él nos pide que seamos humildes. Entonces seremos verdaderamente grandes.

"Qué fácil es “ponernos por encima” de los demás. Cuando sabemos algo más que otros, o si tenemos algo más de experiencia en algún aspecto de la vida… nos creemos superiores y tratamos a los demás como inferiores.
Eso les pasaba a muchos escribas y fariseos del tiempo de Jesús: se creían de primera categoría, mientras los demás serían de segunda clase. Y, además, se permitían “decir y no hacer”. Por eso Jesús los critica con dureza.
Ponerse por encima de otros es una tentación muy humana. También el decir y no hacer. El Espíritu del Señor viene en ayuda nuestra para darnos cuenta de estos peligros y evitarlos. Porque, como dijo el papa Francisco, la única forma legítima de mirar a alguien de arriba hacia abajo es para ayudarlo a levantarse. Y estamos llamados a la autenticidad, que es más que la coherencia: ser coherentes entre lo que decimos y hacemos siempre que podamos, y ser capaces, a la vez, de reconocer nuestras fragilidades. Porque nadie es perfecto. Y el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad.
Lo opuesto a ponerse por encima es “ponernos por debajo”, en sometimiento o dependencia. Y esto tampoco es cristiano. En Cristo somos hermanos, hijos de un mismo Padre, llamados a cuidar y hacer crecer la fraternidad y a cuidar nuestra casa común para nosotros y para las próximas generaciones. Ni por encima ni por debajo: mirándonos a los ojos, como nos mira el Señor.
Y, en caso de duda, ponerse al servicio de los demás, desde una libertad interdependiente: “el primero entre vosotros será vuestro servidor”. Porque “el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Señor Jesús,
ayúdame a mirar a los demás como tú les miras.
Y que pueda servir y desvivirme, desde la libertad,
contigo y como tú."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 22 de agosto de 2025

EL PRINCIPAL MANDAMIENTO

 


Los fariseos se reunieron al saber que Jesús había hecho callar a los saduceos. Uno de aquellos, maestro de la ley, para tenderle una trampa le preguntó:
– Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?
Jesús le dijo:
– ‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Y el segundo es parecido a este: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas.

Amar a Dios y al prójimo. Jesús nos dice que es lo mismo. Porque a Dios lo encontramos en el otro, en el más necesitado, el perseguido, el pobre y enfermo. A lo largo de la historia vemos, que los cristianos, lo hemos olvidado muchas veces. Examinémonos nosotros y veamos si realmente amamos a los demás. Si sabemos ver a Dios en el otro, incluso en aquel que nos cae mal.

"La sencillez y la astucia no tienen porqué estar reñidas. Así nos lo enseñó Jesús, y así lo vivió él.
En el evangelio de hoy, los fariseos quieren ser más que los saduceos, a los que Jesús “había hecho callar”. Por eso quieren poner a prueba a Jesús, con una pregunta en la que, supuestamente, ellos eran expertos: cuál es el mandamiento principal de la Ley.
La “Ley”, para los judíos, se refería principalmente a la Torá, los cinco libros atribuidos a Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). Esta Ley era considerada la base de su fe, revelación de la voluntad de Dios y guía para la vida religiosa y civil. Además de la Torá escrita, la Ley también incluía la tradición oral, interpretaciones y enseñanzas rabínicas que se habían transmitido a lo largo de generaciones. La Ley no solo incluía normas religiosas, sino también leyes civiles y morales, todas consideradas como un sistema unificado. Más que el actual concepto de “ley”, se vivía como “enseñanzas” para la vida, si bien su amplio desarrollo hacía que fuera algo complicado. Había maestros de la ley más estrictos, que exigían el cumplimiento riguroso de todas las normas, mientras que otros eran más abiertos, centrándose en lo más importante.La pregunta de los fariseos a Jesús tenía, pues, su peligro: según lo que respondiera, podían acusarlo de estricto o de laxo, o buscar el modo de criticarle. Por eso Jesús opta por una respuesta esencial, que va a lo fundamental, respondiendo con palabras tomadas de la misma Torá: lo más importante de la vida es amar al Señor con todo el corazón… y al prójimo como a uno mismo. Eso es cumplir la “Ley” y poner las bases para una vida humana digna. Desde el amor de Dios, que nos amó primero.
Sencillos y astutos: así estamos llamados a ser en nuestro mundo, que a veces desprecia nuestra fe, o que la lleva a extremos inhumanos. Como Jesús, recibiendo el amor del Padre, y dándolo cotidianamente a los demás. En ello está el secreto de la vida.
Gracias, Señor, por tu valentía:
respondes a quien te pregunta.
Gracias, Señor, por tu sencillez:
en ti no hay afán de venganza frente a quienes te atacan.
Gracias, Señor, por recordarnos lo más importante:
solo el amor salva.
Dame tu sabiduría, para vivir contigo y como tú."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)