miércoles, 31 de octubre de 2012

EL ANACORETA Y EL RESPETO AL OTRO


Vieron un escalofriante vídeo sobre la expulsión, en Brasil, de una tribu guaraní, los Kayapó, de su territorio y escucharon su terrible petición: "Decreten nuestra muerte colectiva. Queremos ser todos enterrados aquí." El joven seguidor comentó:
- Les dan otro lugar para vivir. ¿Por qué no lo aceptan?
El Anacoreta, tristemente, respondió:
- Porque para ellos su tierra es sagrada. Su vida está totalmente ligada a ella. Nuestra sociedad ha perdido el sentido del concepto "sagrado". Con la laicidad lo hemos querido borrar, pero, sagrado, también es un concepto laico. En la sociedad tienen que existir cosas sagradas, cosas intocables, cosas que hay que respetar. Si no, estamos abocados a la ley del más fuerte y al todo vale.
Suspiró y prosiguió:
- Nuestra sociedad parece que sólo conserva una cosa sagrada, el dinero. Le rendimos un culto idolátrico, a él y a lo que comporta; la tecnología, el poder...Y olvidamos que hay algo realmente sagrado, religiosa y laicamente: el hombre.
Volvió a suspirar con tristeza y añadió:
- ¿De qué nos sirve llenarnos la boca de la importancia del hombre, si queda en mera teoría? Respetarlo significa tener en cuenta sus necesidades, sus angustias, sus limitaciones, su culpabilidad. Hablar de la grandeza del hombre sin respetarlo, pisoteándolo, dominándolo, es una burla cruel. Si no entendemos los valores, la cultura, los deseos de los que son distintos a nosotros. Si no los respetamos, no podemos llamarnos cristianos.
Luego, mirando a los ojos del joven, concluyó:
- Si hacemos del dinero el objeto sagrado de la sociedad y además éste está acumulado en una tercera parte de la humanidad y dentro de esa tercera parte en 200 familias, la Declaración de los Derechos Humanos es papel mojado, letra muerta... 

martes, 30 de octubre de 2012

EL ANACORETA Y LA SANTIDAD


El joven seguidor dejó un libro en la estantería y exclamó:
- ¡Cada vez que leo la vida de un santo, veo más difícil la santidad!
Rió con ganas el Anacoreta y dijo:
- Hemos hecho de la santidad algo tan extraordinario, que ya no la deseamos por inalcanzable. ¿Por qué nos presentan esos santos que ya de pequeños eran perfectos?
Miró sonriendo a su seguidor y prosiguió:
- Jesús declara santos, bienaventurados, a los pobres, a los que lloran , a los perseguidos...Santo es el débil, el sencillo. Aquél que transparenta la presencia de Dios. La santidad se encuentra en la vida cotidiana. Santo es aquél que se reconoce pecador e intenta vivir en la Presencia de Dios a lo largo de su vida. Santo es el que intenta amar a todos, porque reconoce a Dios en todos... Santo es el que sabe levantarse cada vez que cae. La santidad es anónima y no alardea. Tenemos santos junto a nosotros, pero no sabemos verlos...

lunes, 29 de octubre de 2012

EL ANACORETA Y LA SOCIEDAD CRISTIANA


El predicador habló con fuerza sobre la creciente secularización de la sociedad, sobre la descristianización creciente. Su conclusión era que nuestra sociedad ya no era cristiana y que había que volver a cristinizarla. De ahí la urgencia de la Nueva Evangelización.
Al salir, el Anacoreta dijo a su joven seguidor.
- Una sociedad cristiana no es una sociedad regida por el clero, ni siquiera, una sociedad en que todos se declaran cristianos y van a la iglesia. Una sociedad cristiana es aquella que se rige por los valores de Jesús, los valores del Evangelio. Es decir, una sociedad basada en la fraternidad, en el compartir, en la solidaridad. Una sociedad en que todos se consideran hermanos. Una sociedad que no se basa en el dinero y en el poder. Una sociedad en la que priva el servicio sobre la jerarquía. 
Miró sonriendo al joven y añadió:
- Como puedes ver, nuestra sociedad no está dejando de ser cristiana. Nunca ha sido cristiana. Nos queda un largo y costoso camino por recorrer. Y debemos reconocer, que sociedades que no se creen, ni quieren creerse cristianas, lo son mucho más, que aquellas que creen serlo por derechos adquiridos.
Suspiró y concluyó:
- Aquel que se cree cristiano suele ser el que está más lejos de serlo. La sociedad cristiana es una utopía. Un horizonte que cada día debemos esforzarnos por alcanzar. Si reducimos lo espiritual, lo religioso a las oraciones, nunca lo alcanzaremos. Si sabemos ver a Jesús en todas las cosas, en todas las personas, en todas las circunstancias...vamos por buen camino. 

domingo, 28 de octubre de 2012

TIRAR LA CAPA...



"Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús de la ciudad seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oír que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar:
– ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
Muchos le reprendían para que se callara, pero él gritaba más aún:
– ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús se detuvo y dijo:
– Llamadle.
Llamaron al ciego y le dijeron:
– Ánimo, levántate. Te está llamando.
El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó:
– ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
– Maestro, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo:
– Puedes irte. Por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús."

Todos estamos ciegos hasta que no encontramos a Jesús. Bartimeo es nuestro modelo. Está ciego; sin embargo Jesús le dice que su fe lo ha salvado. ¿Dónde ve Jesús la fe en alguien que está ciego sentado junto al camino? Bartimeo no se contenta con pedir la vista. Arroja la capa, da un salto y grita a Jesús: ¡ten compasión de mí! Tres características que demuestran nuestra fe. Tres condiciones para poder ver.
Primero, arrojar la capa. Desprendernos de todo aquello que nos ata, nos retiene encerrados en nosotros mismos, nos impide creer.
Segundo, saltar. Libres ya de estorbos, tener la valentía de lanzarnos hacia lo que todavía no vemos, lo que desconocemos, confiando que al otro lado del salto está Él.
Tercero, reconocernos dignos de compasión. Darnos cuenta de que no somos nada, de que necesitamos su ayuda, de que estamos ciegos. En la tradición ortodoxa, los monjes utilizan la repetición de esta frase, acompasada a la respiración, como la forma de orar constantemente. Es la llamada Oración de Jesús, que encontraréis descrita en el libro "Diario de un peregrino ruso".
También hemos de considerar la actitud de los que le rodean. Primero protestan, quieren hacerle callar. Cuando Jesús lo llama, le ayudan, le dan ánimo. La Fe es una cuestión personal, pero necesita el apoyo de la comunidad. Todos somo responsables de alguna manera, de la fe de todos. Desgraciadamente, demasiadas veces somos un obstáculo para que los otros encuentren a Jesús.
Bartimeo recobra la vista y la consecuencia es clara: siguió a Jesús. El que realmente VE, no puede dejar de seguirlo. Toda su vida depende a partir de ese momento de Él.
¿Tenemos Fe? La respuesta es clara. Debemos examinarnos de si lo hemos abandonado todo, de si hemos saltado confiados, de si nos reconocemos imperfectos, necesitados, ante Él. ¿Realmente vemos?¿Le seguimos sin condiciones? Si realmente se nos han abierto los ojos sabremos encontrar a Dios en la belleza, en la sencillez, en la paz, en la armonía...Pero, también lo encontraremos en el dolor, en el sufrimiento, en la injusticia ajena...Y nuestro seguimiento implicará la lucha para que ese dolor, ese sufrimiento, esa injusticia desaparezcan. Pero hemos de empezar por tirar la capa...

viernes, 26 de octubre de 2012

EL ANACORETA Y EL JOVEN QUE NO QUERÍA HACERSE PREGUNTAS


Era un joven culto. Estaba acabando los estudios en teología. Por eso le extrañó mucho al Anacoreta oírle decir:
- Yo cuando leo un libro que me produce dudas, lo dejo inmediatamente. Yo hago caso a lo que me enseñan mis maestros y me dicen mis superiores.
El Anacoreta se acercó a él y le dijo:
- Me parece que cometes un grave error. Lo peor que podemos hacer es dejar de dudar, de hacernos preguntas, de buscar. Esa es la única forma de avanzar en nuestros conocimientos y en adquirir verdaderas certezas. Negarse a reflexionar, agarrase al principio de autoridad, es condenarse a la pasividad frente a la vida.
El joven replicó:
- Sí, pero no puedo despreciar la experiencia de mis mayores.
El anciano lo miró con simpatía y contestó:
- Todos los maestros han sido alumnos y no se han convertido en meros repetidores. Porque se hicieron preguntas, porque dudaron de lo que le enseñaron, avanzaron y descubrieron nuevas cosas.
Se de tuvo un momento y concluyó:
- No te pido que caigas en la duda permanente. Te pido que no te quedes encerrado en tu verdad. Que reflexiones y busques la parte de verdad, que seguro tiene, aquél que piensa muy distinto a ti. Es un buen ejercicio dar la vuelta a lo que creemos y mirarlo desde el lado contrario. Haz de hacerte preguntas. Interrogando sobre tus dudas conseguirás avanzar en la verdad...  

jueves, 25 de octubre de 2012

EL ANACORETA Y EL CIELO


El Anacoreta y su joven seguidor contemplaban una magnífica puesta de sol otoñal. El anciano exclamó:
- ¡Qué mal interpretamos el cielo! Cuando rezamos Padre nuestro que estás en el cielo...no estamos hablando de un lugar. Si Dios estuviera en el cielo sería inferior a él, porque estaría contenido en él. El cielo es un símbolo del mismo Dios. Dios no está, Dios es. Ese cielo que nos cubre es el símbolo de ese Dios que nos protege, que está sobre nosotros. El cielo está sobre todas las cosas, en todos los lugares. Y no hay más cielo en un sitio que en otro. No hay más cielo en el templo que en la oficina. Dios está en todas partes...
Miró sonriendo al joven seguidor y concluyó:
- Por eso decimos que al morir vamos al cielo. No vamos a un lugar. Vamos a hacernos uno en Dios...