domingo, 15 de enero de 2017

SALVADOR DE TODOS


"Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo:
- ¡Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo.’ Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel le conozca.
Juan también declaró:
- He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo ya le he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios."

Juan, en este texto nos da tres ideas clave.
El Bautista llama a Jesús cordero que quita el pecado del mundo. Lo presenta como una víctima que con su sangre salva al mundo. Sólo con esta idea, llegamos al error de considerar que Dios necesita sangre, la de su Hijo, para salvar al mundo. Dios es un Dios de amor, que envía a su Hijo a salvarnos, a hacerse uno de nosotros para así, hacernos hijos suyos. 
Jesús, además de con su muerte, nos salva bautizándonos con el Espíritu. El Espíritu Santo es el gran olvidado de nuestra espiritualidad. Pero Jesús, en la Última Cena lo promete a sus discípulos. Y la Iglesia, la Comunidad de todos los que siguen a Jesús, nace el día de Pentecostés, con la bajada del Espíritu sobre los apóstoles. La vida pública de Jesús empieza con el Espíritu en el Jordán. La Comunidad cristiana, la Iglesia, empieza con el Espíritu descendiendo sobre los discípulos. El Espíritu que debemos pedir y que debemos seguir si queremos ser verdaderamente cristianos.
Jesús viene a salvarnos a todos. No hay una élite. No existen unos elegidos. Todos somos sus elegidos y Jesús llama a la puerta de todos. A nosotros nos corresponde responder.



sábado, 14 de enero de 2017

¿QUIÉNES SON LOS LLAMADOS?


 "Después fue Jesús otra vez a la orilla del lago. La gente se acercaba a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo:
– Sígueme.
Leví se levantó y le siguió.
Sucedió que Jesús estaba comiendo en casa de Leví, y muchos cobradores de impuestos y otra gente de mala fama estaban también sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Unos maestros de la ley pertenecientes al partido fariseo, al ver que Jesús comía con todos ellos, preguntaron a los discípulos:
– ¿Cómo es que vuestro Maestro come con los cobradores de impuestos y con los pecadores?
Jesús los oyó y les dijo:
– No necesitan médico los que gozan de buena salud, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."

Hoy Jesús llama a Leví, Mateo, un cobrador de impuestos. Un colaborador de los romanos y un corrupto. No sólo lo llama, sino que come con él y sus amigos también corruptos. Esto escandaliza a los fariseos, a los "buenos". Jesús les responde que Él ha venido a llamar a los pecadores.
Nosotros seguimos dividendo la sociedad entre buenos y malos. Nosotros, evidentemente, nos incluimos entre los buenos y consideramos malos a los que no piensan o no son como nosotros. Este es nuestro error; porque todos somos "malos". Todos necesitamos redención, todos necesitamos que Jesús nos llame y coma con nosotros.
Si hacemos una Iglesia de perfectos, nos equivocamos. La Iglesia es pecadora. Su santidad viene de la santidad de Jesús, no de la nuestra. Nuestra Iglesia ha de tener las puertas abiertas y acoger a todo el que necesita ser curado. Todos estamos llamados a entrar en ella y con más razón los pecadores. Él vino a este mundo y dio su vida por los que necesitamos médico, no por los sanos.

viernes, 13 de enero de 2017

¿QUÉ NOS PARALIZA?


"Algunos días después volvió Jesús a entrar en Cafarnaún. Al saber que estaba en casa, se juntaron tantos que ni siquiera cabían frente a la puerta, y él les anunciaba el mensaje. Entonces, entre cuatro, le llevaron un paralítico. Pero como había mucha gente y no podían llegar hasta Jesús, quitaron parte del techo encima de donde él estaba, y por la abertura bajaron en una camilla al enfermo. Cuando Jesús vio la fe que tenían, dijo al enfermo:
– Hijo mío, tus pecados quedan perdonados.
Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados pensaron: “¿Cómo se atreve este a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Nadie puede perdonar pecados, sino solamente Dios.” Pero Jesús se dio cuenta en seguida de lo que estaban pensando y les preguntó:
– ¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados quedan perdonados' o decirle: 'Levántate, toma tu camilla y anda'? Pues voy a demostraros que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados.
Entonces dijo al paralítico:
A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
El enfermo se levantó en el acto, y tomando su camilla salió de allí a la vista de todos. Así que todos se admiraron y alabaron a Dios diciendo:
– Nunca habíamos visto nada semejante."

Ayer Marcos nos presentaba a los marginados, a los despreciados, en la figura del leproso. Hoy nos encontramos con el paralítico. Ante la sorpresa de todos, antes de hacerlo andar le perdona los pecados.
Es el mal el que nos paraliza. Nuestros pecados no nos dejan movernos por el camino del bien, siguiendo a Jesús. Necesitamos el perdón para poder andar.
Los "religiosos" se escandalizan de que Jesús perdone los pecados. Es entonces cuando le dice que se levante y tome su camilla. El perdón de Jesús es curar al hombre. El perdón de Jesús es el que hace que el marginado deje de serlo, el paralítico comience a actuar y el ciego sepa ver a Dios presente en el otro.
Si queremos andar, si no queremos ser paralíticos ante la vida, debemos pedir perdón de nuestros egoísmos, de nuestra falta de amor. Porque es esto lo que de verdad nos paraliza.

jueves, 12 de enero de 2017

ACERCARSE AL "LEPROSO"


"Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo:
– Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
Jesús tuvo compasión de él,ñ le tocó con la mano y dijo:
– Quiero. ¡Queda limpio!
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho:
– Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.
Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había nadie; pero de todas partes acudían a verle."

En Israel los leprosos eran marginados. No podían entrar en las ciudades. No podían tocar a nadie. Debían anunciar su presencia con una campanilla. Eran "impuros".
Aquel leproso se acerca a Jesús y le pide que lo limpie. Jesús, contra todas las normas, lo toca. Y al instante quedó limpio.
Hoy debemos reflexionar sobre a quien consideramos "leprosos" en nuestra sociedad. Quiénes son los marginados, los rechazados. Aquellos de los que huimos. Si nos consideramos discípulos de Jesús, es a ellos a los que debemos acercarnos. Es a ellos a los que debemos tocar. Es a ellos a los que debemos limpiar. Y los "limpiaremos", acogiéndolos, escuchándolos, amándolos. Rechazar a alguien, evitar su contacto, es condenarlo a la exclusión. Acercarse con el corazón abierto, es la forma de hacer de ellos personas "limpias", nuevas.  

miércoles, 11 de enero de 2017

TODO EL MUNDO TE BUSCA


 "Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Se lo dijeron a Jesús, y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al momento se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos.
Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, llevaron ante Jesús a todos los enfermos y endemoniados, y el pueblo entero se reunió a la puerta. Jesús sanó de toda clase de enfermedades a mucha gente y expulsó a muchos demonios; pero no dejaba hablar a los demonios, porque ellos le conocían.
De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar apartado. Simón y sus compañeros fueron en busca de Jesús, y cuando lo encontraron le dijeron:
– Todos te están buscando.
Él les contestó:
– Vayamos a otros lugares cercanos a anunciar también allí el mensaje, porque para esto he salido.
Así que Jesús andaba por toda Galilea anunciando el mensaje en las sinagogas de cada lugar y expulsando a los demonios."

Jesús sana a la suegra de Pedro. El pueblo lleva ante Jesús a todos los enfermos y endemoniados. Jesús los cura a todos. De madrugada sale de la ciudad para orar en un lugar apartado. Cuando los discípulos le encuentran, le dicen que todo el mundo le está buscando. No es de extrañar. Jesús se ha hecho próximo a los hombres. Se acerca a ellos. Los toma de la mano y los levanta.
Esta debería ser también la forma de ejercer nuestra función de discípulos. Acercarnos a los que sufren. darles la mano. Levantarlos.
Y como Jesús, no quedarnos cómodamente donde ya hemos curado a todos, sino irnos a otros lugares donde hay otras personas que nos necesitan. Como Jesús, debemos hacernos cercanos a todos. Principalmente de los que sufren, de los más olvidados, de los que están solos.

EL ANACORETA Y HACERSE NIÑOS


Tras rezar vísperas, el Anacoreta y su joven seguidor, se pusieron a preparar la cena. El joven comentó:
- Siempre me dices que debo ser como un niño, sin embargo todos los demás me dicen que debo madurar y ser un adulto. 
Sonrió el anciano y respondió:
- Ser como un niño no es lo mismo que el infantilismo, que la falta de madurez.
Probó si la sopa estaba bien de sal y prosiguió:
- Ser como un niño significa saber mirar a los demás con cariño y transparencia. Es saber confiar en los demás. Ser como un  niño, es no perder la capacidad de soñar. Compartir con generosidad y ser humilde y sencillo. Ser como un niño en nuestra vida espiritual, es saber descansar en el regazo de Dios.
Y empezaron a poner la mesa...