sábado, 11 de enero de 2020

HIJO DE DIOS


"En aquel tiempo fue Jesús desde Galilea al río Jordán, a donde estaba Juan, para que este le bautizase. Al principio, Juan se resistió diciéndole:
– Yo tendría que ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
Jesús le contestó:
– Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo delante de Dios. 
Entonces Juan consintió. Jesús, una vez bautizado, salió del agua. En esto el cielo se abrió, y Jesús vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma. Y se oyó una voz del cielo, que decía: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido.”" 

En este evangelio se manifiesta la Trinidad. El Hijo que entra en el Jordán, el Espíritu que desciende sobre Él y el Padre que lo reconoce como su Hijo Amado. 
Jesús empieza su camino y nos hace también a todos hijos amados del Padre. Él, a lo largo de su vida nos irá mostrando al Padre, y, sobre todo, nos enseñará dónde lo podemos encontrar: en el otro, en el prójimo, en el pobre, en el sencillo, en el perseguido...
"El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiestamente la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: el cielo «se abre», desciende el Espíritu, y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios.
Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es un hecho fundamental del ser cristiano, pues tendría que ser la expresión de la
opción fundamental de la persona, opción que toma a la luz del ejemplo de Jesús y por la que se compromete a ser cristiano." (Koinonía) 



EL ANACORETA Y LA JUGUETERÍA


Paseaba un día el Anacoreta por las calles de la ciudad, cuando sintió renacer en él el niño que todos llevamos dentro y se detuvo ante el escaparate de una juguetería. Pero al poco rato su atenció se dirigió hacia un niño. Se le veía agitado. Se desplazaba de un lado a otro de la tienda de juguetes. Tomaba uno, otro...se le caían... Su padre impaciente exclamó:
- Bueno, ¿Qué es lo que quieres? Sólo puedes elegir un juguete. Decídete.
El niño no acababa de decidirse y acabó llorando.
Siguió el Anacoreta calle arriba mientras pensaba: "Lo mismo nos ocurre a todos. Mientras nuestros corazones sigan dudando entre sus muchos deseos, no podremos avanzar en la vida, no encontraremos la paz interior ni la verdadera felicidad. Nos pasamos la vida queriendo ser lo que son los demás; queriendo tener lo que tienen los demás; queriendo hacer lo que hacen los demás. Y olvidamos descubrir cuál es nuestra misión en la vida. El hombre que sabe elegir su camino y lo sigue sin dudar...ese es un hombre feliz".
Y siguió el Anacoreta su paseo por la ciudad. Nunca meditaba tan bien, como cuando regresaba a su cueva, tras pasearse entre sus hermanos. 

viernes, 10 de enero de 2020

EL ANACORETA Y LA PALMERA INUTIL


Ciertamente aquella palmera daba más pena que sombra. Y lo que era peor, no daba dátiles. Únicamente servía para trenzar algún cesto o una estera cada año. El anacoreta venía observando a sus discípulos, que miraban con malos ojos a la palmera. Un día los vió discutir un rato. Luego, con pasos decididos se dirigieron a él.
- Maestro, ¿por qué no cortamos esta palmera inútil? Apenas si da sombra, no tiene dátiles y con sus hojas pocas cosas podemos hacer. Vale más ir al oasis del oeste a recoger dátiles. ¿Por qué desperdiciar la poca agua que tenemos con este árbol inútil? En su lugar podemos plantar otro más productivo.
El Anacoreta guardó silencio. Por un momento pareció que por su cara pasaba una nube de tristeza. Luego, mirándolos profundamente dijo:
- ¿Por qué llamáis inútil a la palmera? Es una palmera macho. Aquí, sola en medio del desierto, olvidada de todos, esparce su polen al viento y gracias a ella se fecundan las palmeras hembra del oasis para dar dátiles.
Se paró un momento. Miró sonriendo a la palmera y añadió:
- ¡Cuántas personas dadas por inútiles son sin embargo la causa de que otros vivan! Si llamáis inútil a esta palmera, significa que no habéis entendido nada de nuestra vida en el desierto. ¿Acaso no somos inútiles a los ojos de los hombres? Sin embargo ellos están presentes en nuestro corazón, en nuestras oraciones, en nuestra vida... y, sin ellos saberlo, les ayudamos a vivir a seguir adelante.
Los discípulos bajaron sus cabezas avergonzados.
- Pero no os preocupéis. Yo tardé mucho en darme cuenta de la importancia de esta palmera.....
Y se retiró lentamente a su cueva...

jueves, 9 de enero de 2020

EL ANACORETA Y LA SINFONÍA


A causa de una tormenta de arena, ambos solitarios estaban refugiados en la cueva del Anacoreta.
Entonces dijo:
- Si todos tocáramos el mismo instrumento, el mundo sería muy aburrido.
El discípulo pensó que el Anacoreta, a veces, decía cosas muy raras. Además, en la cueva no había ningún instrumento musical.
- Es más - prosiguió el Anacoreta - pretenden que todos toquemos la misma nota. ¡Menudo dolor de cabeza!
El discípulo seguía interrogando con la mirada a su Maestro.
- Esto es lo que pretenden los poderosos de este mundo. Y cuando digo "poderosos" me refiero a todos: los que tienen el poder económico; los que tienen el poder religioso; los que tienen el poder político...Para ellos el ideal sería que todo el mundo tuviera un pensamiento único, las mismas reacciones, los mismos gustos y siguieran como corderos sus indicaciones.
Se detuvo un momento y añadió:
- La vida debería ser una sinfonía. Instrumentos diversos y notas diferentes que, entre todos, formáramos una bella melodía. ¿Te imaginas que el violín pretendiera que todos han de ser violines?... Y eso no es relativismo. Cada instrumento es importante y cada músico ha de amar el instrumento que toca. ¿Sabes cuál es el problema?
El discípulo no supo qué responder.
- Que todos aceptemos al mismo director de orquesta. Si descubriéramos a Dios, al Uno, al Trascendente..., no importa cómo lo llamemos cada uno de nosotros, podríamos tocar todos juntos la Gran Sinfonía de la Vida...
Y el Anacoreta volvió a guardar silencio...

miércoles, 8 de enero de 2020

EL ANACORETA Y LA MEJOR ORACIÓN


Aquella noche, el discípulo se acercó al Anacoreta y le preguntó:
- Maestro. He probado muchos métodos para meditar.  ¿Pero cuál crees tú que es el mejor?
El Solitario miró con simpatía a su discípulo y le dijo:
- La Oración no es otra cosa que estar conscientemente en la presencia del Señor. Cierto que empleamos unos momentos determinados para reforzar esa conciencia. Cierto que hay métodos que nos han legado místicos de todas las religiones...Pero el mejor método para rezar es hacer de todo momento, de todos los actos de nuestra vida, una oración.
Hizo una pequeña pausa y luego añadió:
- Vivir en presencia de Dios. Hacer todo lo que hacemos pensando que Él está con nosotros, que Él está en nosotros, lo convierte todo en oración y hace que, cuando dediquemos unos momentos a la Meditación, esta sea mucho más profunda.
Tomando por el brazo a su discípulo le dijo:
- Ya es tarde. Hemos de ir a dormir; pero antes de acostarte dile al Señor: "Acepta, te lo ruego, mi tiempo de descanso". Y convertirás esta noche silenciosa en una perfecta Oración...
Y ambos se retiraron felices a sus cuevas...

martes, 7 de enero de 2020

EL ANACORETA Y LOS CALCETINES


Preparaban los dos solitarios su frugal comida, cuando el Anacoreta dijo:
- A mi me pasa como a Chesterton. Cada mañana es Navidad. Cada día encuentro un regalo dentro de los calcetines.
- ¿Un regalo cada día?
- Sí. Cada día encuentro los pies dentro de los calcetines. Y si sigo mirando veo unas piernas...un cuerpo completo. Es mi primera oración: "Gracias , Señor, por mi cuerpo". No te fíes de los que desprecian el cuerpo o lo consideran un enemigo...
Sacó las acelgas del caldero y añadió:
- Y cuando ores no olvide tu cuerpo. Cuida la postura, baila, canta...Somos cuerpo y espíritu. Por eso hemos de alimentarnos y hemos de cuidar nuestra salud.
Y bendijo la mesa...

lunes, 6 de enero de 2020

UN DIOS PARA TODOS


"Jesús nació en Belén, un pueblo de la región de Judea, en el tiempo en que Herodes era rey del país. Llegaron por entonces a Jerusalén unos sabios de Oriente que se dedicaban al estudio de las estrellas, y preguntaron:
– ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrellad en el oriente y hemos venido a adorarle.
El rey Herodes se inquietó mucho al oir esto, y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén. Mandó llamar a todos los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Mesías. Ellos le respondieron:
– En Belén de Judea, porque así lo escribió el profeta:
‘En cuanto a ti, Belén, de la tierra de Judá,
no eres la más pequeña
entre las principales ciudades de Judá;
porque de ti saldrá un gobernante
que guiarái a mi pueblo Israel.’ 
Entonces llamó Herodes en secreto a los sabios de Oriente, y se informó por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. Luego los envió a Belén y les dijo:
– Id allá y averiguad cuanto podáis acerca de ese niño; y cuando lo encontréis, avisadme, para que yo también vaya a adorarlo.
Con estas indicaciones del rey, los sabios se fueron. Y la estrella que habían visto salir iba delante de ellos, hasta que por fin se detuvo sobre el lugar donde se hallaba el niño. Al ver la estrella, los sabios se llenaron de alegría. Luego entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre. Y arrodillándose, lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Después, advertidos en sueños de que no volvieran a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino." 

Mateo es el único evangelista que nos habla de los magos de oriente. Lo de reyes se les puso después. El mensaje que quiere transmitirnos es que la salvación es para todos. Jesús nació en Israel, pero para mostrarnos el Padre a todos; para salvarnos a todos. Mientras sus coetáneos no lo reconocían, otros pueblos lejanos, simbolizados por los magos siguen la estrella para adorarlo.
"El evangelio que leemos hoy, en la Fiesta de la «Epi-fanía» [manifestación], confirma este carácter universal de la salvación de Dios. Mateo expresa, por medio de este relato simbólico, el origen divino de Jesús y su tarea salvífica como Mesías, como rey de Israel, heredero del trono de David; para ello el evangelista no duda en ubicar con exactitud el lugar donde nació Jesús, Belén, para decirnos que con su presencia en la historia se estaría dando cumplimiento a las palabras de los profetas... Por otro lado, el rechazo de este nacimiento por parte de las autoridades políticas (Herodes) y religiosas (sumos sacerdotes y escribas) del pueblo judío y el gozo infinito de los magos, venidos de Oriente, anuncian desde ya ese carácter universal de la misión de Jesús, la apertura del Evangelio a los paganos y su llamado a formar parte de la comunidad cristiana. La Epifanía del Señor es la celebración precisa para confesar nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas (religiones), que actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual." (Koinonía)