Leía un libro el Anacoreta y constantemente movía la cabeza en señal de desaprobación. Se le acercó con curiosidad el discípulo:
- Hay personas - le dijo el Anacoreta - que buscan seguridad en la religión. Para ellos es un conjunto de obligaciones, de tradiciones, de dogmas. Una teología. Algo que cohesiona la comunidad...O bien la reduce a un pequeño clan o grupo.
Cerró el libro:
- Y esto no está mal, pero... no es la verdadera religión.
Miró a lo lejos y prosiguió:
- Eso, en realidad, es una traición al verdadero concepto de religión que viene de re-ligare, de unir. Unir al hombre con Dios. Hacer trascender al hombre "más allá". Cuando la reducimos a ritos, creencias y obligaciones, nos quedamos en el "más acá". Matamos a la religión toda su trascendencia. Deja de ser una espiritualidad...
Miró a los ojos al discípulo y dijo:
- Por eso la religión está tan desacreditada. Porque la hemos traicionado...
Regresaban ambos solitarios de asistir a misa en la población más cercana e iban comentando las lecturas:
- Siempre recordaré a un predicador que escuché en mi juventud - decía el Anacoreta - comentando el evangelio de la Transfiguración. Decía que existen tres clases de personas. Aquellas que se "figuran", es decir se creen ser lo que no son. No han profundizado en su ser. Pero también están las que se "desfiguran". Estas intentan aparentar lo que no son. Queriendo engañar a los demás, acaban engañándose a sí mismas. Y quedan las terceras, que son las que nosotros deberíamos ser. Las que se "transfiguran". Las que día a día intentan mejorar, crecer... en nuestro caso, intentar transfigurarnos en Cristo. Otros intentarán hacerse Uno con el Universo...
Siguió andando en silencio un buen rato y luego añadió:
- Y si uno lo medita bien, posiblemente ambas cosas son lo mismo....
"Llegó así a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob había dado en herencia a su hijo José.Allí estaba el pozo que llamaban de Jacob. Cerca del mediodía, Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo.Los discípulos habían ido al pueblo a comprar algo de comer. En esto una mujer de Samaria llegó al pozo a sacar agua, y Jesús le pidió:
– Dame un poco de agua.
Pero como los judíos no tienen tratocon los samaritanos, la mujer le respondió:
– ¿Cómo tú, que eres judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?
Jesús le contestó:
– Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
La mujer le dijo:
– Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es muy hondo: ¿de dónde vas a darme agua viva?Nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo, del que él mismo bebía y del que bebían también sus hijos y sus animales. ¿Acaso eres tú más que él?
Jesús le contestó:
– Los que beben de esta agua volverán a tener sed;pero el que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré brotará en él como un manantial de vida eterna.
La mujer le dijo:
– Señor, dame de esa agua, para que no vuelva yo a tener sed ni haya de venir aquí a sacarla.
Jesús le dijo:
– Ve a llamar a tu marido y vuelve acá.
– No tengo marido – contestó ella.
Jesús le dijo:
– Bien dices que no tienes marido,porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es tu marido. Es cierto lo que has dicho.
Al oir esto, le dijo la mujer:
– Señor, ya veo que eres un profeta.Nuestros antepasados los samaritanos adoraron a Dios aquí, en este monte, pero vosotros los judíos decís que debemos adorarle en Jerusalén.
Jesús le contestó:
– Créeme, mujer, llega la hora en que adoraréis al Padre sin tener que venir a este monte ni ir a Jerusalén.Vosotros no sabéis a quién adoráis; nosotros, en cambio, sí sabemos a quién adoramos, pues la salvación viene de los judíos.Pero llega la hora, y es ahora mismo, cuando los que de veras adoran al Padre lo harán conforme al Espíritu de Dios y a la verdad. Pues así quiere el Padre que le adoren los que le adoran.Dios es Espíritu, y los que le adoran deben hacerlo conforme al Espíritu de Dios y a la verdad.
Dijo la mujer:
– Yo sé que ha de venir el Mesías (es decir, el Cristo) y que cuando venga nos lo explicará todo.
Jesús le dijo:
– El Mesías soy yo, que estoy hablando contigo.
En esto llegaron sus discípulos. Se quedaron sorprendidos al ver a Jesús hablando con una mujer, pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería o de qué hablaba con ella.La mujer dejó su cántaro y se fue al pueblo a decir a la gente:
– Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Mesías?
Entonces salieron del pueblo y fueron adonde estaba Jesús.Mientras tanto, los discípulos le rogaban:
– Maestro, come algo.
Pero él les dijo:
– Yo tengo una comida que vosotros no sabéis.
Los dicípulos comenzaron a preguntarse uno a otros:
– ¿Será que le han traído algo de comer?
Pero Jesús les dijo:
– Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar su trabajo. Vosotros decís: ‘Todavía faltan cuatro meses para la siega’, pero yo os digo que os fijéis en los sembrados, pues ya están maduros para la siega.El que siega recibe su salario, y la cosecha que recoge es para la vida eterna, para que igualmente se alegren el que siembra y el que siega.Porque es cierto lo que dice el refrán: ‘Uno es el que siembra y otro el que siega.’Yo os envié a segar lo que vosotros no habíais trabajado. Otros fueron los que trabajaron, y vosotros os beneficiáis de su trabajo.
Muchos de los que vivían en aquel pueblo de Samaria creyeron en Jesús por las palabras de la mujer, que aseguraba: “Me ha dicho todo lo que he hecho.”
Así que los samaritanos, cuando llegaron adonde estaba Jesús, le rogaron que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días,y muchos más fueron los que creyeron por lo que él mismo decía.Por eso dijeron a la mujer:
– Ahora ya no creemos solo por lo que tú nos contaste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo".
"De entre las muchas interpretaciones de que este texto puede ser objeto, nos vamos a fijar en dos, muy elocuentes hoy día: la de la superación de la religión y la apertura al diálogo interreligioso.
Está de moda el diálogo interreligioso en la teología y en el cristianismo en general. La situación del mundo actual no sólo lo posibilita sino que lo hace inevitable. El mundo actual está “barajado’ religiosamente. A diferencia del pasado, en el mundo actual las sociedades son plurales, cultural y religiosamente. Las migraciones, los intercambios de todo tipo, y la misma «mundialización», hacen que todas las religiones se encuentran hoy diariamente con las demás, mientras que durante milenios vivieron prácticamente aisladas, tan distantes, que cómodamente podían pensarse a sí mismas como únicas.
Jesús no vivió en un contexto religiosamente plural, como el nuestro, pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes entre Galilea y Jerusalén. Este episodio simbólico del evangelio de Juan nos permite representarnos el comportamiento de Jesús respecto a este pueblo que, si bien no era propiamente de “otra religión”, era considerado más distante incluso, por ser tenido como hereje, o cismático.
Jesús dialoga con la samaritana, y por propia iniciativa. Juan no nos lo presenta como a la defensiva, o sólo respondiendo. La iniciativa original, el acercamiento al diálogo es de Jesús.
Puede ser importante destacar que Jesús dialoga interreligiosamente porque tiene un transfondo de «teología pluralista de las religiones», como podríamos decir en lenguaje actual, con evidente anacronismo. No es primero el diálogo, y después la teología de las religiones, sino al revés: porque se tiene una visión abierta de la relación entre las religiones, es por eso por lo que se puede dialogar interreligiosamente.
«¿Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín?», le pregunta la samaritana. O sea, más claramente, ¿cuál es la religión verdadera? Y Jesús tiene una respuesta verdaderamente revolucionaria, que todavía no han asimilado los teólogos del pluralismo religioso. Jesús no dice que Jerusalén o Gartizín resulten opciones inválidas (religiones falsas), pero sí dice que quien quiera ir más al fondo («los verdaderos adoradores») no va a tener que ir ni a un lugar ni a otro, no van a tener que vivir con una u otra religión, sino «en espíritu y en verdad», es decir, adentrándose verdaderamente en la «religación» profunda.
Es una respuesta revolucionaria: las religiones son relativas, hay algo más allá de ellas, a cuyo servicio están todas –o debieran estarlo–. No hay una religión concreta que sea absoluta, a la que todas las demás debieran ceder el paso. La única religiosidad absoluta (la
“única religación verdadera”) es la «adoración en espíritu y en verdad», más allá de cualquiera de las religiones.
Un autor como Thomas Sheehan (The First Coming: How the Kingdom of God Became Christianity, Random House 1986), sostiene que la novedad de Jesús consiste en la abolición de todas las religiones, de forma que podamos redescubrir nuestra relación con Dios («religación») en el mismo proceso de la creación y de la vida, en la historia. Puede asustar semejante afirmación, pero sólo de entrada. Pensándolo bien, recordaremos que Jesús no «fundó» la Iglesia (es ésta la que se fundó después, y se fundó en Jesús). Jesús siempre se mantuvo judío, y nunca pensó en fundar otra religión, sino en todo caso en superarla. ¿Habrá sido el cristianismo una dimidiada inteligencia de lo que Jesús quería, aquello que luego cristalizó en el siglo IV en medio de los enormes condicionamientos históricos de aquella época marcada por un imperio en decadencia? ¿Será que hoy, en medio de una grave crisis de las religiones y particularmente de las instituciones religiosas, se nos presenta una nueva y mejor oportunidad de entender y poner en práctica el mensaje de Jesús? No sabemos, pero la «vuelta a Jesús» que se ha venido dando en las últimas décadas, nos invita a reflexionar y discernir con humildad, y a buscar con paciencia.
Se extiende y se cita cada día más la distinción entre «religión y religación»... y aparece como más importante la segunda, la «religación» -sin atarla demasiado a la etimología de la palabra-, mientras que la religión, las religiones, no serían más que formas concretas diferentes que esa dimensión profunda del ser humano ha adoptado en una determinada época de la historia. Lo importante -es obvio- no son las formas, sino el contenido que vehiculan, la dimensión profunda a la que responden. ¿Y quién nos dice que esa dimensión profunda de «religación» no puede asumir otras formas diferentes, o que no las está asumiendo ya, y que eso que llamamos «crisis de la religión» no sea más que una transformación hacia las formas que la religación va a adoptar en el próximo futuro? Probablemente la crisis de la religión va a ser -o está siendo ya- la mejor oportunidad de la religación, de la espiritualidad" (Koinonía)
Aquella mañana, el Anacoreta, mientras meditaba, no cesaba de sonreír. Cuando acabaron la meditación, el discípulo intrigado le preguntó:
- ¿Por qué estabas tan contento mientras meditabas? ¿En qué meditabas?
El Anacoreta miró feliz a su discípulo y respondió:
- Supongo que en lo mismo que tú: en el evangelio del día: "Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados. No condenéis y no seréis condenados. Perdonad y se os perdonará. Dad y os darán. Recibiréis una medida generosa y abundante. La medida que uséis la usarán con vosotros".
El discípulo siguió sin entender nada.
- Reía viendo la cara que pondrán aquellos que han pasado su vida juzgando a los demás...Reía porque la medida que Dios utilizará con nosotros es amplísima.
-¿?
- Sí, Dios es un Dios desmesurado. Cuando Jesús multiplicó los panes y los peces sobraron un montón de cestos...Cuando hizo la pesca milagrosa, por poco se hunde la barca. Cuando convirtió el agua en vino, hizo tal cantidad, que los invitados debieron acabar debajo de la mesa...No juzgues, acepta a todo el mundo y...fíate de la desmesura del Señor...
Aquel día, el discípulo se dirigió ante el Anacoreta y puso a sus pies todo el sufrimiento del mundo. Luego, con tristeza, le preguntó:
- ¿Dónde están aquí los cestos de panes y peces? ¿Dónde los litros de vino de Caná?
Se entristeció el Anacoreta y guardó silencio un buen rato, antes de responder:
- Siempre me he hecho esta pregunta. Es más, siempre se la hago a Dios cuando utilizo la oración de imprecación. En la Biblia hay dos momentos, un mito y un cuento, en los que se intenta dar respuesta a esta pregunta. El mito responde que el mal entra en el mundo por causa del orgullo del hombre: cuando quiere ser como Dios, cuando se cree Dios. Es entonces cuando comete los más grandes horrores. El cuento es el libro de Job. Desmonta esa horrible creencia de que el mal es castigo de Dios. En Job encontramos claramente a Dios enfrentado al argumento usado por los que utilizan el poder en la religión, para mantener al hombre atenazado por el sentido de culpabilidad. Pero el libro de Job no da la respuesta de por qué entra el mal en el mundo. Dios, en esa conversación final, ametralla a preguntas a Job. Este no puede sino responder: "Es cierto, hablé sin entender...Te conocía sólo de oídas". Pero ¿sabes lo que más me impacta del libro de Job?
- ¿?
- Job se queja de que el mal que le sucede no tiene sentido. ¿Por qué? Y los tres amigos defienden a Dios. Dan mil razones para excusar a Dios del mal. Y Dios, cuando toma la palabra, a los que ataca y deja por los suelos, es a esos tres "defensores" de Dios, no a Job que se quejaba.
Guardó unos instantes de silencio y luego, vehementemente, dijo:
- Yo, ante este problema me siento una pulga; un gusano...nada. Reconozco que no hay respuesta. Reconozco que no lo entiendo. Pero...pienso que como Job sólo puedo callar. Y como no puedo dejar de amarlo, confío en que Él sabe lo que se hace - miró a los ojos a su discípulo y añadió - Eso es la Fe. No una certeza, sino un caminar vacilante en la noche con una lámpara de barro en las manos. Dejarse caer en sus brazos, aunque no entienda nada de nada...
Trenzaban hojas de palmera para fabricar un cesto. El Anacoreta dijo:
- Fabricar cestos es cuestión de paciencia. En nuestra sociedad hemos perdido la paciencia, la capacidad de aguardar. En realidad la paciencia es la esperanza.
Siguieron trenzando.
- Una amiga mía me dijo un día que la Esperanza no existía. Que esperar era un error. Y yo me pregunto, ¿cómo podemos vivir sin esperar? El poder esperar a pesar de todo, aunque el sufrimiento nos abrume, es nuestra última posibilidad de vivir y de hacerlo con dignidad.
Miró al discípulo y añadió:
- Aunque no logremos el objetivo, el esperar ya vale la pena porque nos ha permitido luchar. Ya lo decía Kavafis en el "Viaje a Ítaca". El fin del viaje es Ítaca, pero lo importante es, que en el viaje, con tantas experiencias, nos hemos enriquecido. La esperanza es ese viaje. Porque la esperanza verdadera es activa.
Y siguió trenzando el cesto, que por cierto, le salía bastante mal....
El cuervo les había traído unos panes. A aquella persona no la llamaban así despectivamente, sino en recuerdo de aquel cuervo que, según la leyenda, llevaba cada día un pan a San Antonio en el desierto.
Comían tranquilamente bajo la palmera, cuando el Anacoreta dijo:
- Somos compañeros.
El discípulo lo miró con cara de decir: por dónde sale este ahora...
El Anacoreta sonrió y explicó:
- La palabra compañero deriva del latín. De "cum" y de "panis": "cum panis". Es decir, con el pan. Es compañero el que comparte el pan. Y eso significa mucho más. Es compartir experiencia, sentimientos, la vida...Esta es la gran fuerza de la Comunión: compartimos el pan y Cristo se hace uno con nosotros. Ese compartir es la esencia del cristianismo.
Siguió comiendo y al poco rato dijo:
- No sólo e ha de compartir el pan. Hemos de ser pan para los otros. Cristo se nos hizo pan...