lunes, 5 de octubre de 2020

EL ANACORETA Y LA UNIDAD

 


El discípulo limpiaba su escudilla de barro en la fuente. Le resbaló de las manos, cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. El joven esperaba que el Anacoreta se disgustara, pero su reacción fue aprovechar el suceso para sacar una enseñanza:
- ¿Ves? En el suelo sigues teniendo la escudilla, pero rota en mil pedazos. Ya no sirve para nada. A nuestra sociedad le pasa algo semejante. Estamos divididos por mil cosas. Razas, colores, partidos políticos, gustos, poder adquisitivo, idiomas...Corremos el riesgo de no servir para nada.
Reflexionó unos instantes y concluyó:
- No se trata de que seamos todos iguales. La diversidad es una riqueza. Se trata de que estemos unidos. Fíjate que cada trozo de la escudilla es diferente, pero todos juntos forman una escudilla con la que podemos comer. Cada uno, desde su diferencia, ha de contribuir a formar una sociedad unida, fraterna, que trabaje por el bien de todos. Esa es la unidad positiva...Unidad, no uniformidad.

domingo, 4 de octubre de 2020

LA VIÑA DEL SEÑOR

 


En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: "Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?" Le contestaron: "Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos." Y Jesús les dice: "¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos."

Muchos grupos fanáticos consideraban que la salvación de Israel era la única meta de la historia. Jesús cuestionó duramente esta manera de pensar, por superficial y excluyente. Por eso, muchos líderes sectarios, tanto de derecha como de izquierda, consideraron que Jesús era una amenaza.
Para Jesús, el Reino de Dios estaba abierto a todos los seres humanos «de buena voluntad», o sea, todas las personas que tengan como valor primero de su vida el Amor y la Justicia. Porque, como dice esa maravillosa canción litúrgica (el salmo 71 musicado por Miguel Manzano), el Reino es «Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia, Amor». Por eso es por lo que no eran importantes para Jesús las diferencias raciales, de género, o de cualquier otro tipo accidental: todas las personas «de buena voluntad», todas las que estén dispuestas a vivir la solidaridad fraterna, están invitadas. Y Jesús no sólo propuso esto, sino que lo realizó con su práctica.
Esta manera de actuar y de pensar le acarreó profundos y agudos conflictos con los grupos religiosos y políticos de la época, incluso con sus propios discípulos. Para los hombres ortodoxos, esta apertura del Reino de Dios a los extranjeros, a los enfermos (impuros) y a las pecadoras... era absolutamente impensable. Más aún, ellos consideraban que, fuera de Israel y de su particular religión, no había salvación para nadie. Se consideraban «propietarios» del Reino de Dios.
Jesús los desafía abiertamente, y por medio de esa comparación con la viña, les muestra que la ortodoxia recalcitrante no conduce a la salvación. El profeta de Galilea se burla de las pretensiones privatizadoras de los ortodoxos, y les muestra que Dios entrega el Reino a aquellas comunidades que viven el amor y la justicia. El Reino no es propiedad privada de nadie ni de ningún grupo en particular. Nadie lo tiene asegurado a título de una raza o religión concreta.
Toda la vida y ministerio de Jesús es compromiso con la vida. Sus acciones y palabras convocan a todos a compartir su vida en la nueva realidad humana y mundana que la construcción del Reino va provocando: sus obras poderosas, su acogida hacia los excluidos, el anuncio de la utopía de Dios que abre nuevos horizontes de esperanza en el corazón de los pobres. Éstos y otros signos son manifestaciones de la voluntad del Padre que envía a Jesús para que los hijos e hijas «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10) y que, por ello, invita a celebrar el retorno del hijo «que estaba muerto y ha vuelto a la vida» (cf Lc 15,32).
Las denuncias de Jesús, por otra parte, nos indican que el mensajero del Dios de la Vida no puede permitir que el ser humano esté permanentemente torturado por experiencias de muerte. Queremos que nuestra vida y nuestro ministerio sean una confesión y un testimonio de nuestra fe en el Dios «que ama la vida» (Sab 11,26). Como seguidores de Jesús sabemos que esta vida se manifiesta y goza en plenitud cuando se pone totalmente al servicio del Reino (cf Mt 10,39).
Jesús, el ‘Hijo del hombre’, está dispuesto a dar su vida en rescate por todos (cf Mt 20,28). Nadie le quitó la vida; él la entregó libremente. De él hemos aprendido que ser buen pastor es desvivirse por el rebaño, dar la vida por los hermanos (cf Jn 10,11). En este momento debemos sumarnos a tantos cristianos y cristianas que en los últimos años han optado por servir a la vida, aun a riesgo de perder o complicar la suya propia. Al hacerlo, prolongamos la mejor tradición cristiana, confiados en la intercesión de nuestros hermanos y hermanas mártires. (Koinonía)


sábado, 3 de octubre de 2020

QUE EL POBRE ME TRANSFORME



Cuando me aseguren que el mundo es un asco y no se ve la solución, y el fracaso de no poder hacerme a mi mismo vuelva mi corazón resentido y duro, haz Señor,
QUE LA MANO EXTENDIDA DEL POBRE ME DEVUELVA LA TERNURA.

Cuando el afán por obtener poder me haga servil y adulador, haz Señor,
QUE LA INDEPENDENCIA DEL POBRE ME DEVUELVA LA LIBERTAD.

Cuando el provecho como único valor de las personas me haga calculador y me hiele las entrañas, haz Señor,
QUE EL "DIOS SE LO PAGUE" DEL POBRE ME DEVUELVA LA ALEGRÍA DE LA GRATUIDAD.

Cuando la lucha prepotente por ser el primero me haga ser agresivo y desconfiado, haz Señor,
QUE LA IMPOTENCIA DEL POBRE ME DEVUELVA LA PAZ.

Cuando el tener me haga olvidar el ser, haz Señor,
QUE LA HUMANIDAD ROBADA AL POBRE ME DEVUELVA LA DIGNIDAD.

Cuando la seguridad, hecha un absoluto me vuelva instalado y miedoso, haz Señor,
QUE EL VIVIR AL DÍA DEL POBRE ME DEVUELVA EL GUSTO POR EL RIESGO EPERANZADO.

Cuando, para ser reconocido y ensalzado haga ley común del engaño y la mentira, haz Señor,
QUE EL CLAMOR DEL POBRE ME DEVUELVA LA VERDAD.

viernes, 2 de octubre de 2020

EL ANACORETA Y CONOCER A DIOS



Aquel hombre se lamentaba ante el Anacoreta de que había dedicado toda su vida al estudio de la teología y reconocía que no conocía a Dios. El anciano le hizo sentar bajo la palmera, le ofreció agua de la fuente y le dijo:
- A Dios no se le conoce con el estudio. Para el hombre Dios no es un objeto, es una experiencia. Si no ayudas, si no eres solidario, si no sabes perdonar, si no te desvives por los demás...no puedes conocer a Dios; porque Dios es Amor.
Le miró fíjamente a los ojos y concluyó: 
- Sólo através del Amor, experimentando el Amor, podemos llegar a Dios.

jueves, 1 de octubre de 2020

LA ALEGRÍA DE LA SOLIDARIDAD


 Señor Jesús, tu no hiciste gala de tu condición divina, al contrario, la compartiste con nosotros. Enséñanos a compartir con los otros lo que somos y lo que tenemos.

Danos la alegría de ser solidarios.

Señor Jesús, tu nos comunicaste todo lo que habías oído del Padre, y compartiste con nosotros la tierra, la humanidad, tu propia Madre. Enséñanos a poner al servicio de los otros nuestros conocimientos y nuestras cualidades, y a hacer más abierta la sociedad.

Danos la alegría de ser solidarios.

Señor Jesús, tu quisiste compartir con nosotros la alegría y el dolor, el hambre y la sed, el trabajo y la muerte...Enséñanos a compartir, a participar, a aceptarnos los unos a los otros y a darnos nosotros mismos.

Danos la alegría de ser solidarios.

Señor Jesús, que nos enseñaste a nombrar "padre nuestro" a tu propio Padre. Enséñanos a compartir también con los otros la oración y la fe.

Danos la alegría de ser solidarios.

Señor Jesús, que te hiciste pobre y te dedicaste sobre todo a los pobres, haciendo de su evangelización el signo de tu presencia salvadora, y que para entrar en el Reino nos pides que seamos pobres y acojamos a los pobres. Enséñanos a compartir, con toda clase de pobres, nuestra pobreza y la verdadera riqueza que es la comunión contigo y entre nosotros. Enséñanos a dar y a recibir, conscientes que nadie es tan pobre que no tenga nada para dar ni tan rico que no tenga nada para recibir.

Danos la alegría de ser solidarios. 

miércoles, 30 de septiembre de 2020

EL ANACORETA Y LOS ÁNGELES

 


Desayunaban la leche de la cabra, cuando el discípulo preguntó:
- Ayer celebramos San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Pero, ¿qué son realmente los ángeles?
El Anacoreta, como de constumbre, no respondió inmediatamente. Dejó a un lado el cuenco de leche y dijo:
- No sabemos nada de la naturaleza de los ángeles. La Biblia los nombra y nos habla de su actuación. Un ángel es siempre un enviado de Dios. A veces son mensajeros, otros protectores. Pero siempre son seres que nos hacen el bien de parte de Dios.
Volvió a guardar silencio. Luego sonrió y añadió:
- Todos, en nuestra vida, hemos tenido alguien que no conocíamos y que nos ha ayudado, nos ha consolado, nos ha orientado...Y ¿sabes lo más importante? Nosotros también podemos ser ángeles para los demás. Si nos acercamos con amor, si intentamos ayudar, si alargamos la mano a un desconocido...somos un ángel para él.
Y se acabó el cuenco de leche de cabra... 

martes, 29 de septiembre de 2020

EL ANACORETA Y LA VERDADERA CARIDAD




Después de cenar y antes de rezar Completas, el Anacoreta y su joven discípulo, hablaban mientras contemplaban la puesta de sol. El Anacoreta dijo:
- Amor y Caridad son dos palabras que utilizamos mucho los cristianos; pero corremos el riesgo de que se queden sólo en palabras. Fíjate, por ejemplo, en el comportamiento de Europa con los inmigrantes. Los confinamos. Los demonizamos. Hay quien los tacha de delincuentes. Otros de culpables de la pandemia...Pero sólo unos pocos los ayudan de verdad.
Guardó unos momentos de silencio y prosiguió:
- Amamos a los que nos gustan. Ayudamos a los que creemos de los nuestros. Pero Jesús era el Buen Pastor que abandonaba las 99, para ir en busca de la oveja perdida. (En nuestro tiempo nos quejamos del dinero empleado en ayudar a los inmigrantes, que nosotros destinaríamos a los autóctonos). 
Volvió a guardar silencio y añadió:
- Y nosotros no valemos por lo que sabemos, lo que tenemos...sino por lo que amamos. Y debemos amar sin límites. El único límite deben ser nuestras posibilidades.
Miró por última vez la ténue luz que quedaba en el horizonte y concluyó:
- La verdadera caridad, el verdadero amor, es entregarse totalmente a los demás. Lo demás son simples palabras...
Y se fueron a rezar Completas.