sábado, 10 de diciembre de 2022

JUAN Y ELÍAS

 

Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: "¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?" Él les contestó: "Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos." Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan, el Bautista.

Si queremos preparar el camino a Jesús, deberemos pasar dificultades, incomprensiones, críticas...Como Juan no seremos bien recibidos. El camino de Jesús no es fácil. Adviento es un tiempo para reforzarnos en ese seguimiento.

"Jesús identifica a Elías con Juan el Bautista que también fue «un profeta que se alzó como fuego cuyas palabras eran horno encendido». En esa línea profética, de igual manera Juan será rechazado, malinterpretado, condenado a muerte. Este destino del profeta es también el destino de Jesús y de quienes a lo largo de la historia han hecho eco de esa Palabra profética. Es interesante notar que a la mitad del Adviento aparecen estos rasgos de carácter pascual, invitándonos desde la entrega de la vida a generar esperanza de futuro. Para ser reconocido como Mesías salvador, Jesús pasa por la muerte, fidelidad que será recompensada con la Resurrección. No podremos disponernos para la celebración del “Emmanuel” si vivimos distraídos por la propaganda consumista y huimos del compromiso solidario con quienes no tienen oportunidad de vivir con dignidad. La encarnación de Dios se realiza en la periferia, lejos del poder de dominio y de toda clase de maldad. ¿Sabemos ubicar dónde y en quiénes se encarna Jesús hoy? " (Koinonía)

viernes, 9 de diciembre de 2022

BUSCAR NUESTRO CAMINO

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios."

Este evangelio le hace pensar en una monja, cuyo nombre no diré, pero todos la conocéis, que la critican porque siempre está fuera de su convento haciendo obras sociales, viajando a Ucrania, saliendo en los medios. Pero si estuviera encerrada en su convento, también la criticarían por no hacer nada. Dirían, qué hace rezando todo el día con las necesidades que hay en este mundo...
Creo que las dos cosas son importantes si respondemos a la llamada de Dios sobre nosotros. Se trata de cumplir su voluntad. De tenerlo en nuestro corazón, de escucharlo y seguirlo. Y es posible que si nos critican, sea una propia de que seguimos la voluntad de Dios.
 
"El evangelio de hoy deja en evidencia la radical incapacidad de los contemporáneos de Jesús para reconocer las posibilidades que ofrece su Buena Nueva; no dispuestos a la novedad, se han acostumbramos a un estilo de vida injusto y desigual. Jesús reprocha esa actitud cerrada a las nuevas relaciones que suscita el Reino. Así lo expresó también en la parábola de los invitados a la boda que se rehusaron a participar. Ahora compara a su generación con personas inconformes que ya no saben si lamentarse o divertirse pero nunca ser felices. Creo que Jesús repetiría su mensaje a esas personas que viven quejándose de todo y nunca están conformes con nada. Nosotros también corremos el riesgo de no abrazar la novedad que nos trae Jesús por estar distraídos en la sociedad de consumo. ¿Cuántas veces nos quedamos en la queja y el lamento, en la insatisfacción y la conformidad? Las palabras de Jesús quieren sacudir nuestra ingratitud. ¿Qué me impide dar valor a lo realmente importante? " (Koinonía)

jueves, 8 de diciembre de 2022

ALEGRÉMONOS CON MARÍA



 En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.


"Tanto María como José escuchan a los mensajeros de Dios. Hablan con ellos como si hablaran con Dios. Es esquema del “anuncio” a María es semejante a los anuncios del Antiguo Testamento relativos a Ismael, Isaac, Sansón y Samuel. Según Lucas, María es la “Hija de Sión”.
“Encarnarse” significa que algo espiritual «toma carne en» una realidad material, de ordinario frágil. La encarnación cristiana indica que Dios asume la condición humana, a saber: Comparte nuestra pobreza y acepta nuestra miseria, para elevarnos a su propia vida. Dios se encarna silenciosamente en el seno de María, mujer sencilla, perteneciente a una aldea desconocida, al otro extremo de Jerusalén y del Templo judío. María es invitada por Dios a estar alegre “en el Salvador”; es la “privilegiada”, la favorecida, la bienaventurada, porque es creyente y está abierta a la voluntad de Dios.
En el evangelio de Lucas, el diálogo con María comienza con la exhortación a estar alegre (v. 28). La alegría es, en la Biblia, una nota característica del cumplimiento de las promesas de Dios. Puesto que María recibe el favor de Dios, la expresión “llena de Gracia” reemplaza espontáneamente su nombre; así el alégrate, María se transforma en “alégrate, llena de gracia”. El Señor está de su lado: “ella ha encontrado su favor” (v. 30). Todo sucede bajo el amor libre y gratuito de Dios. La fe es el don que inaugura el diálogo; Dios confía en María, y esto, a su vez, la hace confiar en El, la convierte en creyente. No hay razón para el temor, sino más bien para la entrega (v. 30). El miedo es precisamente lo que se opone a la confianza en Dios. La mirada que el Señor pone en María le pide la fe. Gracias a su respuesta, la joven judía participa en la obra de Dios.
Lo anunciado será obra del Espíritu Santo, la sombra del altísimo la cubrirá (vv. 32 y 35). El don de la encarnación ocurre en la historia, es la síntesis de la fuerza del Espíritu y de la debilidad de María. Su hijo será grande y será llamado “Hijo del Altísimo” (v. 32). La misión de Jesús está marcada por esta responsabilidad, en ella se cumple el gran proyecto salvador de Dios (Ef 1). María es como la nueva Eva (Gen 3,20), nombre que parece significar vida, vitalidad; De ahí la expresión “madre de los vivientes”. Por todo eso, la maternidad de María más que un don personal es un don a toda la humanidad en María. Se trata de un carisma, en el estricto sentido del término, un don que se da a una persona para beneficio de la comunidad. Todo don exige de nosotros una tarea y una responsabilidad. Somos cristianos, formamos una Iglesia en función de otros. De aquellos a los que debemos testimoniar el amor de Dios en toda circunstancia." (Koinonía)

miércoles, 7 de diciembre de 2022

EL REMEDIO AL CANSANCIO

 

En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera."

El Hermano Adrià, educador de calle, apóstol de las prostitutas y delincuentes del Barrio Chino y el Raval de Barcelona, me confesó una noche: Suerte tengo de mis momentos de pregaria. Siempre que puedo, entro en una iglesia un ratito. He visto a muchos educadores de calle abandonar este trabajo, porque no podían más. Decían que estaban quemados. Y es que si no dedicamos unos momentos a Jesús, si no cargamos pilas con la oración, es muy difícil continuar.
Él es el remedio al cansancio y al agobio. En Él encontramos fuerzas y paz.
 
"Muchas situaciones de la vida y del mundo nos hacen experimentar el cansancio. Además, tanta injusticia y desigualdad en América Latina va agotando nuestra esperanza. Al sentirnos cansados nuestra mirada se vuelve pesimista y nos incapacita para reconocer que no todo está perdido. La Palabra de Dios durante este tiempo de Adviento quiere renovar en nosotros la confianza en el Señor. Isaías nos dice que es Dios mismo quien nos da su fuerza para levantarnos ante cualquier adversidad. Participar de esta gracia de Dios es lo que da alivio a las pesadas cargas que nos imponen los estilos de vida de la sociedad contemporánea; cuando Jesús invita a «cargar con su yugo» nos está recordando que la existencia puede ser vivida de manera más sencilla y sin tantas complicaciones, siendo tolerantes con nosotros mismos y las demás personas, caminando en humildad y sin tantas pretensiones. Pregúntate: ¿Qué correctivos puedes hacer para evitar el estrés y la irritabilidad? ¡Aprende a disfrutar de la vida! " (koinonía) 

martes, 6 de diciembre de 2022

NO PERECERÁ NINGUNO DE ESTOS PEQUEÑOS

 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños."

Dios no quiere que nadie se pierda. Como el pastor va detrás de la oveja extraviada y se alegra al encontrarla. Nosotros condenamos al que creemos obra mal. Él va detrás para recuperarlo y conseguir que se salve. Nosotros, en lugar de condenar, deberíamos rescatar. Ayudar con nuestro amor a que vuelve a los caminos de Dios.

"Estaba con un grupo de jóvenes adultos y surgió el tema del suicidio. Una mujer, católica apasionada, fue especialmente severa en su opinión sobre los que se suicidan. Quitarse la vida, decía, era un pecado muy grave que merecía el infierno. Le pregunté: "Imagina que tienes un hijo. Se suicida. Si tuvieras el deber de juzgarlo, ¿lo condenarías al infierno?". Se quedó callada un momento y dijo: "No, no lo haría". "Dios dice que aunque una madre se olvide de su hijo, él no se olvidaría de nosotros. ¿Estás segura entonces de que Dios condenaría así?" "Nunca lo había pensado así", dijo y se derrumbó. No sabemos cómo juzga Dios finalmente. Pero una cosa sabemos: El Padre de Jesús en el cielo no quiere que perezca ni uno solo de los pequeños." (Ciudad Redonda)

lunes, 5 de diciembre de 2022

LLEVARLOS A JESÚS

 


Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar.
Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo: "Hombre, tus pecados están perdonados."
Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: "¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?" Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: "¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir "levántate y anda"? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa." Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.
Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: "Hoy hemos visto cosas admirables."

El paralítico se salva por la fe de sus amigos, que hacen todo lo posible y lo imposible para ponerlo frente a Jesús. Modelo de lo que debe ser nuestro apostolado. Los escribas y fariseos no entienden el perdón de Jesús. Por eso Él les muestra, que el perdón nos hace caminar, destruye la parálisis que el mal provoca en nosotros.
 
"Jesús, con sus palabras y gestos, busca liberar a las personas de una religión que ha tergiversado la experiencia de Dios y ha convertido la religión en instrumento de control y manipulación. Creían que la enfermedad era un castigo por los pecados que la persona o sus padres habían cometido. Este bello relato de Lucas nos muestra como Jesús sana perdonando. Jesús, al ver la fe del paralítico y sus amigos, a quienes nada los detiene, perdona y sana para que no quede duda de la acción liberadora de Dios. Esto contrasta con la actitud de los fariseos y doctores de la ley que se aferran a unas leyes de pureza que condenaban a los enfermos de por vida. El Dios a quien esperamos se acerca a los excluidos del sistema político, económico o religioso. La auténtica espiritualidad cristiana nos lleva a cuidar y sanar la vida. ¿De qué necesito sanarme y liberarme?" (Koinonía)

domingo, 4 de diciembre de 2022

¿PREPARAR EL CAMINO? = CONVERTIRSE

 


Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos." Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: "Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos." Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: "¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga."

Preparar el camino es convertirse, cambiar nuestra vida. Esperar con la verdadera Esperanza: la del que no se queda pasivo, sino que actúa. Juan es la voz del que clama en el desierto. Hoy la voz llamando a la conversión también la encontramos en el desierto, que es pregaria y meditación. Oración sincera.  

"El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [reinado “de los cielos” dirá Mateo, con el pudor reverencial judío que evita «tomar el nombre de Dios en vano»] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad precientífica y apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas. Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (convertirnos), y es con ello como cambiamos este mundo... Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica de transformación del mundo y de su historia (una transformación venida de abajo y desde dentro). El reinado de Dios -la Utopía, para decirlo con un lenguaje más amplio e interreligioso- no es ni puede ser objeto de «espera» (como ante algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena). La esperanza es esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», pero no de manera pasiva, sino tratando de hacerla «tópica», de hacerla presente en el «topos», en el lugar y en el tiempo, aquí y ahora, en la Tierra, no en un cielo que no depende de nosotros.
Insistimos: otras religiosidades discurren por otro tipo de experiencia de lo sagrado –y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la pluriformidad de la religiosidad–, pero una vivencia espiritual específicamente judeocristiana es esta esperanza activa histórico-utópica comprometida. En este Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen." (Koinonía)