martes, 18 de abril de 2023

EL SOPLO DEL ESPÍRITU

 


No te extrañes si te digo: ‘Tenéis que nacer de nuevo.’  El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son todos los que nacen del soplo del Espíritu.
 Nicodemo volvió a preguntarle:
– ¿Cómo puede ser eso?
 Jesús le contestó:
– ¿Tú, que eres el maestro de Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y somos testigos de lo que hemos visto; pero no creéis lo que os decimos. Si no me creéis cuando os hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo vais a creerme si os hablo de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre ha de ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Ayer teníamos que nacer de nuevo. Hoy Jesús concreta más. Hemos de nacer del soplo del Espíritu, es decir, del Amor. Jesús baja del Cielo para mostrarnos al Padre. Es su entrega  la que nos lleva al Padre. Es el Amor el camino que debemos seguir para encontrarlo. Y lo veremos en los más pobres, necesitados, enfermos, niños, débiles, perseguidos....

lunes, 17 de abril de 2023

NACER DE NUEVO


 
 Un fariseo llamado Nicodemo, hombre importante entre los judíos, fue de noche a visitar a Jesús. Le dijo:
– Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios a enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces si Dios no está con él.
Jesús le dijo:
– Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le preguntó:
– Pero ¿cómo puede nacer un hombre que ya es viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez dentro de su madre para volver a nacer?
Jesús le contestó:
– Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de padres humanos es humano; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes si te digo: ‘Tenéis que nacer de nuevo.’ El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son todos los que nacen del Espíritu.


Jesús le dice a Nicodemo que debe nacer de nuevo. Nos lo dice a todos. Cada mañana, si nos ponemos en manos del Espíritu, nacemos de nuevo. Los religiosos empezamos el día con la oración y la meditación. Si no se convierte en una rutina, esto nos ayuda a nacer cada día de nuevo. Los seglares deberíais buscar, cada mañana, aunque sólo sean cinco minutos, ese momento para nacer de nuevo. Cada día debemos "ponernos las pilas" espiritualmente. Se nos presenta un día para entregarnos, para amar, para servir a los demás. Cada día debemos nacer de nuevo, nacer en el Espíritu.

"Estos días de Pascua celebramos la resurrección de Jesús. Pero también algo más. En torno a la Pascua, en torno a la muerte y resurrección de Jesús, se produce otro acontecimiento enormemente importante: el nacimiento de la iglesia. Los discípulos de Jesús que habían formado grupo en torno a él y que se habían dispersado cuando llegó el momento de la pasión, se vuelven a reunir. Ahora los convoca una experiencia nueva en su vida. No saben muy bien como expresarlo pero sienten, saben, están convencidos, que Jesús está vivo. 
Han sentido su presencia en su Galilea natal, allá donde escucharon por primera vez su voz. No es un fantasma. No da miedo. Más bien les ha hecho sentir lo contrario. Se han sentido vivos, muy vivos. Y han sentido en su corazón el recuerdo vivo de todo lo que pasaron con Jesús. Sus palabras se han hecho nuevas en sus mentes y en sus oídos. Ahora todo tiene sentido. Jesús está vivo. Y ellos ya no son como ovejas perdidas en la noche, asustados y atemorizados, buscando cada uno volver a la seguridad de su pueblo natal.
Se han vuelto a reunir, se han mirado a los ojos unos a otros. Y han visto en los ojos de los otros la confirmación de lo que cada uno ha experimentado: Jesús está vivo. La buena nueva del Reino se convierte ahora en una urgencia como no la habían sentido nunca. Jesús está vivo. Es verdad. Se siente como si hubieran nacido a una nueva vida. No tiene sentido volver a la barca y a las redes, ni al telonio, ni a sus antiguas profesiones. Se siente familia en torno a Jesús. Se reúnen para compartir el pan –como hizo Jesús con ellos tantas veces en su vida y sobre todo en aquella última cena que todos recuerdan– y para hacer memoria de sus palabras y de las historias que les contaba. Ahora lo entienden todo mejor.
Así nació la Iglesia. Un grupo de hombres y mujeres sintieron, conocieron, creyeron que Jesús estaba vivo. Y en torno a ese recuerdo y a esa presencia se constituyó la iglesia, la primera comunidad cristiana. 
Es posible que Nicodemo estuviese con ellos. Se acordaría de aquella conversación que tuvo una noche con Jesús. Entonces no entendió lo que significa nacer de nuevo. Ahora era diferente. Como si se le hubiese abierto el entendimiento y el corazón de golpe. Jesús estaba vivo. Sentía la presencia fuerte de su Espíritu. Y sentía que aquel Espíritu era para toda la humanidad. A la vez nació la Iglesia y nació la misión. Fue el primer fruto de la Pascua." (Ciudad Redonda, Fernando Torres cmf.)

domingo, 16 de abril de 2023

SABER MIRAR



 Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana,i los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos.j Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

–¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo:
– ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros.
Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió:
– Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.
Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después le dijeron los otros discípulos:
– Hemos visto al Señor.
Tomás les contestó:
– Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo creeré.
Ocho días después se hallaban los discípulos reunidos de nuevo en una casa, y esta vez también estaba Tomás. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, y poniéndose en medio de ellos los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Luego dijo a Tomás:
– Mete aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, sino cree!
Tomás exclamó entonces:
– ¡Mi Señor y mi Dios!
Jesús le dijo:
– ¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!r
Jesús hizo otras muchas señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en él.

"El grupo de los discípulos está en una casa con las puertas cerradas.
Cerrados a la luz, incapaces de asomarse (enfrentarse) a la vida, al «y ahora qué»?.
Atascados en sus recuerdos, tristezas y añoranzas.
Hablando en voz baja cuando fuera imprescindible decir algo, sin mirarse a los ojos.
Incomunicados, aunque estuvieran juntos.
Un fracaso rumiado iba echando raíces amargas en el corazón.
La noche era oscura (por dentro y por fuera), no se esperaban un final así,
un final en el que tenían mucho de qué avergonzarse.
¡Qué mal lo hicimos!  ¡Ojalá hubiéramos reaccionado de otra manera!
Se sentían culpables ¡y sin remedio!
No podían ni imaginarse que pudiera llegar una luz nueva, al amanecer del primer día de la semana.
No se habían enterado todavía de que había ocurrido algo inmenso, maravilloso, 
esperanzador, que lo cambiaría todo para siempre.
Es estar cerrados al diálogo, dándole vueltas a «lo que me ha pasado a mí»,
a lo que he hecho o lo que me han hecho, cerrados al encuentro con los otros, 
no querer saber nada de nada ni de nadie;
cerrados a la reflexión sobre lo que ha pasado sin intentar encontrarle algún sentido.
No saber qué hacer, ni a dónde ir, ni qué decir.
con la desconfianza ante todo lo que ocurre alrededor?
Motivos no nos faltan: 
el miedo a volver a ilusionarme y a soñar, para no llevarme un nuevo chasco,
el miedo a quedarme solo, a no tener fuerzas, a fracasar...
Allí habían compartido muchas comidas con Jesús, y en especial la Última Cena. 
Allí resonaban todavía -aunque sin comprenderlas ni creerlas del todo- las últimas palabras de Jesús: 
«tomad y comed», «vosotros sois mis amigos, y doy la vida por vosotros»,
«amaos como yo os he amado», «sed mi cuerpo», «bebeos mi vida»,
«haced lo mismo que yo he hecho, en memoria mía»...
«Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces»
«¿no habéis podido velar siquiera una hora conmigo?»
Pero estaban juntos. Aunque faltara alguno, ¡estaban juntos! 
Al menos eso todavía les duraba: la unión, el grupo de compañeros
que el Maestro había ido construyendo con tanto esfuerzo.
¡Se tenían unos a otros!
Y su nueva vida -su Pascua- es contagiosa, se extiende, se reparte, se multiplica.
Si él ha salido de la oscuridad, también la luz tiene que llegar a los suyos.
Si él ya no está encerrado, es porque sabe cómo hacer saltar todos los cerrojos y pestillos.
Y los hace saltar también en el Cenáculo.
donde habíamos escuchado atentamente sus palabras,
donde habíamos comido y bebido con Él. 
En el lugar donde los hermanos se reúnen y se encuentran.
Y con su luz toca nuestra oscuridad, alivia y da sentido a nuestro sufrimiento,
a la experiencia del fracaso, al desconcierto por lo que nos ha pasado.
En medio de nuestros fracasos y en medio de la comunidad. 
En medio de nuestra vida y de nuestras inquietudes.
No está esperando que le vayamos a buscar. 
Es él quien viene, seguramente cuando ni siquiera lo esperábamos,  cuando le creíamos perdido para siempre.
Que nuestros errores no son insalvables, si él pone en ellos su misericordia.
Lo tendrá que hacer  muchas veces, porque la tristeza, las sombras y el miedo
se adueñan de nosotros muchas veces.
Y al pacificarnos nos hace capaces de pacificar y reconciliar a otros.
El demonio de la violencia y del fracaso no tiene nada que hacer ante su paz.
El círculo vicioso de la venganza y la culpa ha quedado roto,
y gracias a él también nosotros lo podemos romper.
Y ese corazón herido por odios, resentimientos y enemistades puede volver a amar, 
y amar más, más fuerte, más intensamente, más generosamente.
Sorprendente responsabilidad: Dios nos ha perdonado
para que vayamos repartiendo a otros el perdón
porque ese perdón que el Señor nos ofrece tiene también que desbordarse, extenderse. 
el don de su Espíritu, de Él mismo.
Luego nos hará ver sus llagas, heridas y sufrimientos, que son las señales de su amor:
Esas manos abiertas, llenas de ternura, dispuestas a tomar las nuestras.
Ese costado abierto, por el que se desborda el amor como una fuente inagotable.
Nos invita a tocar las llagas, para que veamos que el dolor puede ser transformado,
y porque no estuvo bien alejarnos mientras él sufría en la cruz.
Nos invita a tocar las llagas, porque sólo palpando con nuestras propias manos
el sufrimiento de los hombres, podremos darnos cuenta
de que siguen abiertas, sangrantes hoy... en el cuerpo de sus hermanos.
PODEMOS PEDIRLE HOY AL RESUCITADO:
en nuestras cosas, se empiece a escuchar el rumor de la vida,
para que dejemos de ser tan incrédulos, y nos atrevamos a decir
no que tú eres Dios y Señor, sino «mi Señor y mi Dios».
Contigo en medio, irá cambiando el rostro de cada comunidad, de toda la Iglesia.
Con el Espíritu estaremos dispuestos a salir a la calle, y «armar lío»
Llevaremos en los pies un anuncio misionero, gozoso;
en las manos, dones para repartir e intercambiar gratuitamente;
en los ojos, mucha alegría y atención para descubrir
los pequeños signos y gestos de vida salpican cada día;
con las manos entrelazadas, mucha solidaridad hacia dentro y hacia fuera;
en la boca cantares de alabanza a tu misericordia;
en la mochila, un encargo tuyo: ofrecer alternativas a un mundo injusto;
en el corazón, un susurro de adoración: “Señor nuestro y Dios nuestro”.
y comeremos juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón.
Así seremos bien vistos de todo el pueblo, 
y día tras día el Señor seguirá agregando al grupo a los que se vayan salvando
(aunque siempre nos faltará algún Tomás que anda...
!Dios sabe dónde y hasta que él quiera encontrarle, al octavo día!)
al ver que nadie pasa necesidades. Y que damos testimonio con mucho valor.
Entonces habremos conseguido la victoria sobre el mundo con nuestra fe en el Resucitado.
Estar "con las puertas cerradas” es todo un símbolo.
¿No vivimos a veces nuestra vida y nuestra fe como escondidos,  con el miedo atenazándonos por dentro,
El miedo que me hagan daño ¡otra vez!, el miedo a que me juzguen mal,
¿No nos va dejando la vida un poso de escepticismo y desesperanza? 
¡Ah, pero están en un lugar bien significativo! En el Cenáculo. 
«No os dejaré solos», «mi paz os doy», 
Pero también, como clavadas en el alma, aquellas otras palabras de advertencia:
«Cuando sea herido el pastor, se dispersarán las ovejas». «Uno de vosotros me va a entregar».
Se sentían tan encerrados y enterrados como su maestro en el sepulcro.
Jesús entra y abre las puertas. Igual que abrió las puertas de su sepulcro.
A menudo Jesús nos encuentra en el mismo lugar donde le abandonamos.
Y se pone ahí, en medio, que es donde siempre ha querido estar.
Y lo primero que hace es pacificarnos. Hacernos descubrir que no está todo perdido.
Y también perdonar y pedir perdón. 
Todo esto será posible cuando recibamos, como un soplo de aire fresco,
Entra Jesús, para que en nuestra comunidad, en nuestras casas,
Acudiremos al templo todos unidos, celebraremos la fracción del pan 
Y nos mirarán todos con mucho agrado,  al ver que nadie pasa necesidades. Y que damos testimonio con mucho valor.
Entonces habremos conseguido la victoria sobre el mundo con nuestra fe en el Resucitado."

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf


sábado, 15 de abril de 2023

ID POR TODO EL MUNDO

 


Jesús, después de resucitado, al amanecer el primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. Ella fue y lo comunicó a los que habían andado con Jesús, que entonces estaban tristes y llorando. Al oirle decir que Jesús vivía y que ella le había visto, no la creyeron.
 Después se apareció Jesús, bajo otra forma, a dos de ellos que caminaban dirigiéndose al campo. Estos fueron y lo comunicaron a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron.
 Más tarde se apareció Jesús a los once discípulos, mientras estaban sentados a la mesa. Los reprendió por su falta de fe y su terquedad, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: “Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia.


Jesús nos pide que vayamos por todo el mundo. Oímos muchas veces que la Fe es algo personal, que la religión se debe vivir particularmente. Jesús nos dice todo lo contrario. Hemos de ir a todo el mundo. Hemos de celebrarlo comunitariamente. La Eucaristía es una Cena, no algo privado. Hemos de ir por todo el mundo entregándonos, amando, predicando que el Reino es Amor.

"En este sábado, Jesús nos regala dos últimos mensajes que se refieren a nuestro compromiso misionero:
Id al mundo entero. Un seguidor de Jesús traspasa los límites del espacio y del tiempo porque empieza a vivir en clave de resurrección. El mandato de ir al mundo entero inaugura en nosotros un talante de apertura universal. La resurrección elimina todas las barreras étnicas, culturales, económicas, religiosas que los hombres hemos construido para acotar este mundo. Pensemos en el significado de estas palabras en este comienzo del tercer milenio, en el que vivimos una etapa de globalización. El mundo entero se ha convertido en la “aldea global”. Esto no significa que tengamos que ir de un sitio para otro, o que estemos todo el día conectados a internet. Significa que hemos tomado conciencia de que todos formamos parte de la red de hijos e hijas de Dios, y de que todo lo que sucede en este mundo tiene que ver conmigo. El mundo entero está concentrado en cada uno de nosotros y en el pequeño mundo de nuestro entorno. La novedad está en contemplar esto con ojos de universalidad. A los ecologistas les gusta decir aquello de “Piensa globalmente y actúa localmente”. Quizá es una manera de traducir la universalidad cristiana que se inaugura con la resurrección de Jesús.
Predicad el evangelio a toda la creación. En este “diálogo de vida” cada vez más amplio, somos invitados a reconocer las huellas del Resucitado dondequiera que se encuentren, sobre todo, en las manos y los pies traspasados. Donde hay una mujer o un hombre que sufre, allí contemplamos el rostro del Cristo que prolonga su pasión. No hay diálogo cuando no hay experiencia que compartir, cuando todo se reduce a un intercambio de frases vacías o de fórmulas protocolarias. La experiencia que nosotros proponemos es la del evangelio de Jesús, porque no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído. La resurrección nos abre a un diálogo universal, pero no a un universo vacío. Hablar de Jesús con el lenguaje de la propia vida es algo a lo que no podemos renunciar" (Ciudad Redonda)

viernes, 14 de abril de 2023

¡ES EL SEÑOR!



 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del lago de Tiberias. Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de Jesús. Simón Pedro les dijo:

– Me voy a pescar.

Ellos contestaron:
– Nosotros también vamos contigo.
Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada.
 Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que fuera él. Jesús les preguntó:
– Muchachos, ¿no habéis pescado nada?
– Nada – le contestaron.
Jesús les dijo:
Echad la red a la derecha de la barca y pescaréis.
Así lo hicieron, y luego no podían sacar la red por los muchos peces que habían cogido. Entonces aquel discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro:
– ¡Es el Señor!
Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se lanzó al agua. Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca, arrastrando la red llena de peces, pues estaban a cien metros escasos de la orilla. Al bajar a tierra encontraron un fuego encendido, con un pez encima, y pan. Jesús les dijo:
– Traed algunos peces de los que acabáis de sacar.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo:
– Venid a comer.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.


A veces es de noche en nuestra vida, pero el Señor está ahí. Nos cuesta reconocerlo, sobre todo si nos quedamos lamentándonos sin hacer nada. Hemos de echar las redes, entregarnos a los demás, e inmediatamente lo reconoceremos y sabremos que Él siempre ha estado, está y estará a nuestro lado.

"¿Qué sintió Pedro cuando en medio de la noche reconoció a Jesús? Su grito ¡Es el Señor! se parece al estremecimiento que nosotros podemos sentir cuando, en la dura brega de la vida, intuimos que el Señor está, aunque no nos habíamos dado cuenta. Está:
  • En las personas que están pendientes de nosotros y cuyo amor sólo se nos hace patente cuando han desaparecido.
  • En la comunidad cristiana que, con todo el peso de sus limitaciones, nos ofrece el pan de la Palabra y de la Eucaristía.
  • En los que, sin alardes publicitarios, han comprendido que ya es hora de arrimar el hombro para que se abra camino la justicia.
  • En los que son fieles a su vocación matrimonial o consagrada sin que nadie lo vaya a saber jamás.
  • En los que, pudiendo ganar más a base de mentir, se mantienen en la verdad.
Este Señor, que parece un fantasma, pero que es una presencia luminosa en medio de la noche, nos dice hoy:
Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. Seguid faenando, no renunciéis a asumir vuestras responsabilidades. Atreveos a ir un poco más lejos de donde estáis, a responder a algún nuevo desafío. De muy diversas maneras, durante el tiempo pascual, se nos invita a ir siempre más allá, como si la resurrección de Jesús nos proporcionara ese plus de audacia que necesitamos para vivir. La búsqueda constante de lo más fácil, de lo más cómodo, de lo más razonable, es el camino más directo a la tumba, la senda más antipascual, porque es como negarse a aceptar lo que ha sucedido el primer día de la semana.
Traed de los peces que acabáis de coger. Otra vez la llamada a aportar ese poco que ha sido fruto de nuestra búsqueda, de nuestro trabajo. Nuestras solas fuerzas no nos conducen a la experiencia de la vida, pero sin esfuerzo, sin el riesgo de lanzarnos mar adentro, tampoco reconocemos al Señor. Los mensajes de esta primera semana de Pascua combinan siempre el don y la búsqueda, la gracia del Señor que se hace visible y el esfuerzo de sus amigos y amigas que escrutan sus huellas por todas partes." (Ciudad Redonda)

jueves, 13 de abril de 2023

MIRAD MIS MANOS Y MIS PIES

 


Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan.

Todavía estaban hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:

– Paz a vosotros.
Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo:
– ¿Por qué estáis tan asustados y por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
Al decirles esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó:
– ¿Tenéis aquí algo de comer?
Le dieron un trozo de pescado asado, y él lo tomó y lo comió en su presencia. Luego les dijo:
– A esto me refería cuando, estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía que cumplirse.
Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras,  y les dijo:
– Está escrito que el Mesías tenía que morir y que resucitaría al tercer día; y que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

Jesús nos sigue mostrando sus llagas. Los pobres, los perseguidos, los enfermos, los inmigrantes, los olvidados...esas son sus llagas. Y nos las muestra para que tengamos cuidado de ellas. También nuestros sufrimientos lo son, pero de esas es Él quien las cuida. 

"Hemos llegado al ecuador de la semana grande. Sigamos pacientemente acogiendo las palabras que el Resucitado pone en nuestros oídos:

Paz a vosotros. El saludo “shalom” sintetiza todo lo mejor que nosotros podemos desear: la salud, la integración personal, la armonía con las personas, con la naturaleza, con Dios. El Resucitado no nos promete la prosperidad o el triunfo, sino la paz, la posibilidad de vivir todo desde el centro. Paz no significa que encajen todas las piezas de nuestra puzzle, sino que podamos contemplar todo, incluyendo los sinsabores y sufrimientos, con los ojos compasivos de Dios. El hombre o la mujer que acogen el don de la paz son pacificadores sin tener que militar en ningún grupo pacifista.

¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Creemos en la primavera porque vemos los brotes de vida en las yemas de los árboles. Creemos en la mariposa porque vemos que de la crisálida sale un ser hermoso con alas multicolores. Creemos en el día porque cada mañana el sol vuelve a asomarse. ¿Cuáles son los signos para creer en la presencia del Resucitado? ¿Hombres y mujeres que, a pesar de sus limitaciones, entregan su vida? ¿Personas que superan una depresión? ¿Por qué nos resulta más fácil percibir los signos de la muerte que los de la vida? ¿Por qué somos capaces de criticar todo lo que va mal y nos cuesta tanto agradecer lo que hace que el mundo funcione un día más?

Mirad mis manos y mis pies. La alegría que nos regala el Resucitado no es el goce superficial de quien recorre un camino llano. Sus manos y sus pies conservan las huellas de los clavos. La suya es una victoria sobre la muerte. Quizá nunca acabamos de experimentar una alegría profunda porque no miramos de frente la huella de sus heridas. Creemos que seremos más felices huyendo de las personas que sufren, maquillando nuestros propios dolores. Jesús nos invita a reconocerlo en el hueco de los clavos. En ese “mirad” encontramos una clave para no entender la alegría pascual como una huida sino como una cercanía mayor a los crucificados: las personas difíciles de nuestro entorno, los que atraviesan cañadas oscuras.

¿Tenéis algo que comer? El Resucitado nunca nos resuelve la vida automáticamente, como esos echadores de cartas que prometen el oro y el moro. Cuenta lo que cada uno somos y tenemos. Más aún, quiere compartir ese poco de pan y de pescado que nosotros laboriosamente hemos conseguido. Tu poder multiplica la eficacia del hombre -canta el himno litúrgico- y crece cada día entre sus manos la obra de tus manos." (Ciudad Redonda)


miércoles, 12 de abril de 2023

SABERLO RECONOCER


Dos de los discípulos se dirigían aquel mismo día a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban hablando de todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. Pero, aunque le veían, algo les impedía reconocerle. Jesús les preguntó:
– ¿De qué venís hablando por el camino?
Se detuvieron tristes, y uno de ellos llamado Cleofás contestó:
–Seguramente tú eres el único que, habiendo estado en Jerusalén, no sabe lo que allí ha sucedido estos días.
 Les preguntó:
– ¿Qué ha sucedido?
Le dijeron:
– Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él fuese el libertador de la nación de Israel, pero ya han pasado tres días desde entonces. Sin embargo, algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro y no encontraron el cuerpo; y volvieron a casa contando que unos ángeles se les habían aparecido y les habían dicho que Jesús está vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres habían dicho, pero no vieron a Jesús.
Jesús les dijo entonces:
– ¡Qué faltos de comprensión sois y cuánto os cuesta creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado?
 Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas.
Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse, diciendo:
– Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche.
Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció. Se dijeron el uno al otro:
– ¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?
 Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos. Estos les dijeron:
– Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan.

"En este Miércoles de Pascua nosotros somos los discípulos de Emaús. Nosotros somos los dimisionarios tristes y ofuscados. A nosotros se nos regalan estos mensajes:
¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? El Resucitado es un terapeuta que quiere ayudarnos a viajar hasta nuestras raíces. Ayer nos preguntaba por las razones de nuestro llanto. Hoy quiere saber lo que nos traemos entre manos. ¿Cuáles son nuestras preocupaciones actuales? ¿A qué estamos prestando atención? ¿Qué o quién ocupa nuestros intereses, nuestro tiempo? ¿De qué solemos hablar con las personas de nuestro entorno? ¿Por qué razón nos levantamos cada mañana?

¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Ese “era necesario” nos trae de cabeza. ¿Cómo puede ser “necesario” el sufrimiento”? ¿Qué valor puede tener la muerte? Cuando llegamos a estos límites, se alza siempre la señal que parece decirnos: “Callejón sin salida. Dé la vuelta”. Y, sin embargo, en este misterioso “era necesario” se esconde el proyecto de amor de Dios hacia el mundo, la razón que da sentido a nuestras noches oscuras.

¿Cómo podemos reaccionar ante las palabras del Resucitado? Tal vez haciendo nuestras las de los discípulos de Emaús:

Quédate con nosotros. El Resucitado siempre aparece en el camino de nuestra vida, pero siempre hace ademán de seguir adelante. Este estar sin ser visto, esta presencia ausente, esta cercanía distante, alimenta nuestro deseo, provoca nuestra búsqueda. Sólo puede decir “quédate” quien ha sido tocado y anhela la posesión total: “¿A dónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido? Hay algo en nuestra fe que es siempre un “no sé qué que queda balbuciendo”. (Ciudad Redonda)

¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Las brasas de nuestras vida están, a menudo, cubiertas con las cenizas del cansancio, el aburrimiento, la desesperación. ¿Cómo encender lo que parece completamente extinguido? ¿Cómo podemos poner en danza nuestra vida? ¿De dónde brota el fuego interior? ¡De la palabra de Jesús! Cada día, cuando nos acercamos al evangelio, somos como ese mendigo que estaba sentado junto a la puerta Hermosa del templo. Pedimos la limosna de la luz, de la alegría. Quizá no aspiramos a grandes destellos. Nos conformamos con la ración diaria que puede mantener el fuego interior. Jesús nunca la niega a quienes la piden con fe." (Ciudad Redonda)