jueves, 17 de octubre de 2024

"DEJARNOS" CONVERTIR

 



¡Ay de vosotros!, que construís los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros antepasados. Con eso dais a entender que estáis de acuerdo con lo que vuestros antepasados hicieron, pues ellos los mataron y vosotros construís sus sepulcros.
Por eso, Dios dijo en su sabiduría: ‘Les mandaré profetas y apóstoles; a unos los matarán y a otros los perseguirán.’ Dios pedirá cuentas a la gente de hoy de la sangre de todos los profetas que fueron asesinados desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Sí, os digo que Dios pedirá cuentas de la muerte de ellos a la gente de hoy.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley!, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia, y ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que quieren hacerlo.
Cuando Jesús les dijo estas cosas, los maestros de la ley y los fariseos se llenaron de ira y comenzaron a molestarle con muchas preguntas, tendiéndole trampas para cazarlo en alguna palabra.

Jesús sigue imprecando a fariseos, escribas y maestros de la ley. Lo hace por algo en que también caemos nosotros. Hacemos grandes elegios tras su muerte  de personas a las que atacamos y criticamos en visa. No nos gustan los "profetas" y los "apóstoles", porque dejan a la vista nuestra miserias; porque nos piden que nos convirtamos. Una vez muertos, ya no pueden molestarnos y les erigimos monumentos.
No nos gustan tampoco los que piensan diferente de nosotros. Nos creemos poseedores de la verdad. Como más influyentes somos, más nos esforzamos por enmudecerlos.



miércoles, 16 de octubre de 2024

SER HONESTOS

 


¡Ay de vosotros, fariseos!, que separáis para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacéis caso de la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que se debe hacer, sin dejar de hacer lo otro.
¡Ay de vosotros, fariseos!, que deseáis los asientos de honor en las sinagogas y ser saludados con todo respeto en la calle.
¡Ay de vosotros, que sois como esas tumbas ocultas a la vista, que la gente pisotea sin darse cuenta!
Uno de los maestros de la ley le contestó entonces:
– Maestro, al decir esto nos ofendes también a nosotros.
Pero Jesús dijo:
– ¡Ay también de vosotros, maestros de la ley!, que cargáis a los demás con cargas insoportables y vosotros ni siquiera con un dedo queréis tocarlas.

Jesús se muestra muy duro con los fariseos y los maestros de la ley. Quiere hacerles ver que la justicia y el amor  Dios (que es amor al prójimo), son más importantes que los preceptos y los detalles nimios. Les quiere mostrar que lo importante es lo que somos realmente en nuestro interior y no las apariencias. Les quiere demostrar que son muy exigentes con los demás y nada con ellos mismos.
¿Qué nos diría hoy a nosotros? ¿Quizá que tenemos iglesias muy bellas, que vivimos en conventos monumentales, mientras muchos viven en barracas, favelas, o en campos de refugiados?¿Que bendecimos nuestra mesa copiosa antes de comer, mientras otros mueren de hambre?¿Que también ocultamos nuestros defectos y queremos que nos consideren importantes?¿Que exigimos a los demás lo que nosotros somos incapaces de hacer?
Si somos incapaces de ver esto, somos guías ciegos.  

martes, 15 de octubre de 2024

VAYAMOS A ÉL

  


Por aquel tiempo, Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.

La vida no es fácil. Ayer hicieron pública una encuesta en la que se pone de manifiesto que más del 50% de los europeos tienen dificultad para llegar a fin de mes. Si esto pasa en Europa, ¿cómo llegan a final de mes los que viven en países en guerra, o dominados por la sequía? El sábado asistí al entierro de la madre de una alumna de ESO del colegio. Una alumna en plena adolescencia, que además se siente incomprendida por sus compañeros. ¿Cómo se debe sentir ahora?
En el Evangelio de hoy Jesús nos dice: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar." No, no esperemos milagros. Los problemas de esas familias no se solucionarán por arte de magia. Pero si nos sentimos amados, y no hay amor más grande que el de Jesús, los problemas son menos problemas. Esto es una exigencia para nosotros. Si decimos que queremos seguir a Jesús, debemos intentar ser como Él. Es decir, amar como Él. El Amor de Jesús a los que sufren se ha de manifestar a través de nuestro amor. Esa es la carga que Jesús nos impone. Ligera, no porque sea fácil amar a todo el mundo, sino porque Él está con nosotros, nos acompaña y nos ayuda a amar. 

lunes, 14 de octubre de 2024

¿PEDIMOS SEÑALES?

 


La multitud seguía juntándose alrededor de Jesús, y él comenzó a decirles:
– La gente de este tiempo es malvada. Pide una señal milagrosa, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Porque así como Jonás fue señal para la gente de Nínive, así también el Hijo del hombre será señal para la gente de este tiempo. En el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es más que Salomón. También los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se convirtieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es más que Jonás.

Pedimos señales para creer. Sin embargo estamos rodeados de ellas: el sol sale cada día, la belleza de la naturaleza, la amistad, gente que hace cosas buenas...Y la señal de todas las señales: la Muerte y Resurrección de Jesús. Su entrega total a los Hombres, que es lo que nos lleva al Padre.

"Hay personas que piden “señales” de Dios para estar seguros de que algo es voluntad de Dios o, lo que sería un poco más osado, para probar su presencia o su existencia. Además de un atrevimiento, esto parece un poco ofensivo. ¿Tiene Dios que probar su propia existencia, o su presencia?
Pero, en su misericordia, Dios no deja de enviar signos. La sonrisa de alguien en un momento difícil; una mano amiga cuando más se necesita; un momento familiar de alegría y risa; un diagnóstico médico que hace preguntarse por dónde y cómo seguir viviendo. Un encuentro con alguien que da la palabra adecuada en el momento adecuado. A veces estos pequeños signos pueden pasar desapercibidos.
Por eso hoy, pedagógicamente, se invita a recordar el signo de los signos: el signo de Jonás. El signo al que apuntan todos los signos. ¡Nada menos que una ballena! Por si acaso no se veía bien. Una ballena que, con un surtidor de agua, devuelve al profeta a la vida. Pero el signo de Jonás, a lo que apunta a su vez en realidad es a un signo incluso mayor. Porque, incluso más grande que la ballena, aunque un poco menos “visible” y mucho más glorioso, es el signo de la Cruz y luego el de la tumba de Cristo. Un brotecillo de agua (no un surtidor de ballena) del costado de Cristo da a luz a la Iglesia. Una piedra rodada de una tumba inaugura una vida eterna para quienes acepten a este Señor resucitado. Los tres días de Jonás en el vientre de la ballena, en todo su dramatismo e imposibilidad, se quedan pequeños ante los tres días de la muerte de Jesús en la tumba. ¿Qué más signo nos hace falta que la certeza de vida para siempre? ¿Qué más signo haría falta que los brazos abiertos de Cristo en la Cruz que hablan a gritos de un amor inabarcable y tremendamente misterioso?
Cada día podremos encontrarnos signos innumerables de esperanza y de vida. Todos ellos, por muy pequeños que parezcan, apuntan al signo más grande que la ballena e infinitamente más eficaz que el surtidor de agua del cetáceo. Apuntan al agua y la Sangre que dan vida y vida eterna."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

domingo, 13 de octubre de 2024

DESPRENDERSE DE TODO

  


Cuando Jesús iba a seguir su viaje, llegó un hombre corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó:
– Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó:
– ¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios. Ya sabes los mandamientos: ‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no mientas en perjuicio de nadie ni engañes, y honra a tu padre y a tu madre.’
El hombre le dijo:
– Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven.
Jesús le miró con afecto y le contestó:
– Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego, ven y sígueme.
El hombre se afligió al oir esto; se fue triste, porque era muy rico.
Jesús entonces miró alrededor y dijo a sus discípulos:
– ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!
Estas palabras dejaron asombrados a los discípulos, pero Jesús volvió a decirles:
– Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
Al oírlo, se asombraron aún más, y se preguntaban unos a otros:
– ¿Y quién podrá salvarse?
Jesús los miró y les contestó:
– Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible.
Pedro comenzó a decirle:
– Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.
Jesús respondió:
– Os aseguro que todo el que por mi causa y por causa del evangelio deje casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras, recibirá ya en este mundo cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con persecuciones; y en el mundo venidero recibirá la vida eterna.

Este texto lo asociamos al seguimiento de Jesús en la Vida religiosa. Sin embargo se dirige a todos los cristianos. Si queremos seguir a Jesús, debemos dejarlo todo. El Amor, la entrega...pasan por delante de nuestras posesiones, intereses. Es dejarnos en los brazos de la Providencia, de la voluntad de Dios.

"(...) Jesús se encontró con muchas personas a lo largo de su vida. A algunos les hizo una invitación muy concreta: “ven y sígueme”. Las respuestas fueron muy diversas. Algunos lo dejaron todo, inmediatamente, y se fueron tras Él. Otros comenzaron el camino del seguimiento, pero, cuando llego el momento de la prueba, lo dejaron. Uno hubo que lo traicionó después de haber sido de su grupo, casi hasta el final. Y hoy el Evangelio nos recuerda la historia de ese joven que no dio el paso adelante, sino que se retiró con pena. El caso es que era una persona buena, “de Misa”, que cumplía la ley. Para sus contemporáneos, la riqueza, además, era señal de la bendición de Dios. Una recompensa por la honradez de su vida.
Es posible que hubiera oído hablar de Cristo, que quisiera conocerlo, y, con esa idea en la cabeza, se encaminó al encuentro del Maestro. Pero a veces hay que tener cuidado con lo que se desea. Se cumplió el sueño, se encontró con el Señor, pero, para su desgracia, al escuchar lo que Cristo le decía, se vino abajo. Todo de lo que estaba orgulloso, su religiosidad, su cumplimiento de las normas, su situación económica… Todo resultó ser insuficiente. Le faltaba lo más importante, poner a Dios en el primer lugar. Ese lugar estaba ocupado por su (gran) patrimonio. ¡Qué pena más grande!
Ese joven, al menos, tenía interés por saber cómo ganarse el Cielo. Cuántos cristianos, hoy en día, se conforman con vivir lo mejor posible, sin complicaciones, preocupados más por los bienes materiales que por los celestiales. No muchos se plantean lo que significa la Vida Eterna.
Al igual que al joven rico, falta mucha generosidad y valor para dar ese paso. Puede que haya miedo al fracaso. El diálogo de Pedro con Jesús: “Nosotros lo hemos dejado todo. ¿Qué recibiremos a cambio?” (Mt 19, 27-30), puede tener que ver con este miedo. No hay confianza en la Providencia divina, como la tuvo la viuda que echó su última moneda en el cepillo del templo. Hay que confiar más en las promesas de Dios que en nuestros temores.
Es la alternativa fundamental de nuestra vida: poner la confianza en Dios o poner la confianza en los bienes materiales. Ahí, de alguna manera, se prueba nuestra fe. Hace falta sentir que Dios es una realidad viviente en la que uno puede descansar su vida. Al final, Dios no se deja vencer en generosidad.
¿Nos hemos preguntado qué quiere Dios de nosotros? ¿Estamos haciendo todo lo que podemos para ser testigos de su reino? Dicho de otra manera, ¿qué me mueve en mi día a día?, ¿qué aspiraciones tengo yo, cristiano del s. XXI? Santa Teresa, cuya memoria celebramos el 15 de octubre, repetía con frecuencia: “¿qué mandáis hacer de mí?
El mundo en que vivimos nos va aislando poco a poco de Dios, hay muchas obligaciones, familiares y laborales y, muchas veces, no podemos hacer más que ofrecer un poco de nuestro tiempo, de vez en cuando, o de nuestro dinero, sobre todo cuando hay una desgracia o una necesidad concreta.
Quizá, como al joven rico, nos asustan las decisiones radicales, a la hora de vivir según el Evangelio. Hace muchos años, cristianos convencidos eran capaces de dejar su casa, su familia, su tiempo, incluso la vida, porque sabían que su mejor herencia era seguir al Señor. Esa era una riqueza que nunca se apolilla, ni se puede robar. De ahí salieron tantos mártires de los primeros siglos.
¿Y nosotros? Es posible que seamos como el joven rico, “buena gente”, formales, cumplidores… Eso no está mal. Pero lograr el Reino no es sólo cuestión de cumplir con una serie de normas litúrgicas. Hay que ser sinceros en la relación con Cristo, poniendo todo, especialmente los bienes materiales, en su justo lugar. Sin apegarnos a las cosas que pueden dar prestigio o poder, pero no dan la felicidad eterna, más bien nos quitan fuerzas, coherencia e ilusión en el vivir como hijos de Dios. Para llegar al Reino, no valen las reglas del sistema de mercado, porque en el Cielo no aceptan cheques. Allí se llega no por ser más o menos rico, sino por el uso, bueno o malo, que hayamos dado a nuestra mayor o menor riqueza.
Así que el Evangelio de hoy nos invita a pensar si necesitamos convertirnos, sobre si podemos hacer algo más que lo mínimo. A lo mejor hay algo más que podamos hacer, que no sea lo de siempre, lo fácil, lo que no nos compromete. A lo mejor lo que nos falta a nosotros es compartir nuestros dones, no solamente los materiales, con los demás. Vivir con Jesús, como Jesús, para poder encontrar la Vida Eterna, preocupándonos por el futuro y no únicamente por el momento presente.
Necesitamos el don de sabiduría, para descubrir lo que vale la pena de verdad y lo que es relativo; para saber lo que vamos a perder al morir, y lo que no podemos perder de ninguna manera. Tener un verdadero sistema de valores, y pedirle a Dios el desprendimiento y la generosidad para poder vivir el amor más radical, el que debería ser el Amor Absoluto de nuestra vida, Dios nuestro Padre y el Señor Jesús. Ese amor no engaña. Con la ayuda del Espíritu."
(Alejandro Carvajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 12 de octubre de 2024

SEGUIDORES COMO MARÍA



Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer gritó de en medio de la gente:
– ¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te crio!
Él contestó:
– ¡Dichosos más bien los que escuchan el mensaje de Dios y le obedecen!

Lo importante es escuchar y seguir el mensaje de Jesús. Como María considerarse esclavos de Jesús. Porque lo que está dicho en una frase, supone la lucha de cada día durante toda la vida. Supone la entrega total. Supone amar con todas nuestras fuerzas a Dios y a nuestro prójimo, aun creamos que es nuestro enemigo.

"En esta fiesta de Nuestra Señora del Pilar en la que homenajeamos a la Madre de Jesús la liturgia nos regala este texto evangélico en el que Jesús homenajea a su madre dando relieve al vínculo de la fe frente al vínculo de la carne y la sangre. Y es que ésta idea racial había sido para Israel una permanente raíz de malentendidos. Se vinculaba tanto la salvación con el hecho de pertenecer al pueblo elegido, que se caía en un nacionalismo religioso excluyente. Jesús anuncia un Dios para todos, sin exclusiones, al que se llega desde la fe, no reivindicando el «pedigree» religioso. El evangelio de Juan -en especial el episodio de la samaritana-, es prototípico al respecto.
Nosotros también podemos caer en ese riesgo. «Al cielo iremos los de siempre», decía una chiste del humorista Mingote, ironizando sobre esa actitud del creyente tradicional que se fía más de la herencia recibida y las costumbres adquiridas que de la auténtica respuesta personal.
Dios no es una ‘póliza de seguros’ que se pueda conseguir a cambio de cumplir ciertos ritos o mantener ciertas conductas. Quien se acerca a Dios así corre el riesgo de manipular hasta lo más sagrado en beneficio propio. Y puede ser que tenga todos los papeles en regla, pero lo más probable es que Dios le diga: «No te conozco». Pues lo que son medios para el encuentro con Dios los ha convertido en arneses y correas para sentirse seguro. Y lo que son vías para recibir la justicia salvadora los han transformado en sistemas para sentirse justo, para autojustificarse.
Este fue el conflicto religioso de fondo con los fariseos: El pasaje del fariseo y el publicano cuando oran en el templo nos indica por donde van las preferencias de Dios.
Por tanto, universalismo sin exclusiones, apertura, humildad de corazón, sentirse herederos de un don gratuito. Para que Jesús no tenga que volvernos a decir: «los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de los cielos…»"
(Ciudad Redonda)

viernes, 11 de octubre de 2024

EXPULSAR EL MAL




Después de que Jesús expulsara el demonio, algunos dijeron:
– Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos.
Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:
– Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín.
El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, anda por lugares desiertos en busca de descanso; pero, no encontrándolo, piensa: 'Regresaré a mi casa, de donde salí.' Al llegar, encuentra la casa barrida y arreglada. Entonces va y reúne otros siete espíritus peores que él y todos juntos se meten a vivir en aquel hombre, que al final queda peor que al principio.

Jesús, siguiendo su misión, acaba de expulsar un demonio de un hombre. En vez de admirarse, de agradecérselo, algunos comentan que lo hace en nombre del demonio, que Él está poseído de ese demonio.
No nos extrañemos que, a lo largo de la historia, muchos que han intentado hacer el bien, han sido incomprendidos y atacados. Nosotros mismos, si queremos seguir los pasos de Jesús, al hacer el bien  no debe extrañarnos la incomprensión, incluso la persecución. Lo que debemos tener claro es, que seguir a Jesús es hacer el bien, luchar contra el mal, erradicarlo, aunque esto haga que seamos incomprendidos y perseguidos. Es la manera de hacer presente el Reino en esta tierra.

"Si hay algo que nos fastidia es que nos saquen de nuestras casillas. Los psicólogos modernos dicen que todos tenemos una zona de confort. Se refiere al mundo de nuestras relaciones, al entorno habitual, a nuestras creencias. Se refiere al periódico que leemos habitualmente, a la radio que escuchamos. En general oímos opiniones que compartimos porque lo único que hacen es, como mucho, expresar de una manera nueva o diferente, lo que ya pensábamos. Nada nuevo. En esa zona nos movemos como pez en el agua. Nos sentimos cómodos. Lo que también dicen los psicólogos es que para crecer hay que salir de esa zona de confort, atreverse a hablar con gente diferente, a conocer lugares nuevos, a escuchar otras opiniones, a dejarnos sorprender y afectar por realidades nuevas. Es la única forma de crecer, de madurar como personas.
A los que escuchaban a Jesús y veían las cosas que hacía, todo aquello los descolocaba.  Podían haberse sentido interpelados por la acción de Jesús y pensar que allí podía haber quizá una presencia nueva y salvadora. Pero optaron por no salir de su zona de confort. Y buscaron  una solución. Si Jesús hacía esas cosas era porque él mismo estaba al servicio del jefe de los demonios. Es decir, aunque objetivamente lo que hacía Jesús era liberar a las personas del dominio del mal, ellos habían llegado a la conclusión de que eso no era más que un artificio. En realidad Jesús era el representante de Belcebú. De esa manera, ellos podían seguir tranquilos en su zona de confort, haciendo lo de siempre, sintiendo que controlaban perfectamente las relación de los hombres con Dios. No había ninguna necesidad de cambiar. Podían seguir con lo de siempre.
Jesús, si leemos atentamente y en serio el Evangelio, nos descoloca. Nos saca de nuestra zona de confort, nos invita a hacernos planteamientos nuevos, a buscar soluciones diferentes. No vale lo de siempre. El Reino nos habla de una nueva realidad. Si siempre hemos dicho que “ojo por ojo”, quizá sea tiempo de buscar caminos nuevos que nos lleven de verdad a la una mayor justicia y fraternidad. Quizá sea tiempo de pensar que no hay razón para que las cosas tengan que ser como siempre han sido y que tenemos posibilidad de cambiar, de mejorar, de ser mejores."
(Ciudad Redonda)