jueves, 21 de agosto de 2025

TODOS ESTAMOS INVITADOS



Jesús se puso a hablarles otra vez por medio de parábolas. Les dijo:
El reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete para la boda de su hijo. Envió a sus criados a llamar a los invitados, pero estos no quisieron acudir. Volvió a enviar más criados, encargándoles: ‘Decid a los invitados que ya tengo preparado el banquete. He hecho matar mis novillos y reses cebadas, y todo está preparado: que vengan a la boda.’ Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a sus tierras, otro a sus negocios y otros echaron mano a los criados del rey y los maltrataron hasta matarlos. Entonces el rey, lleno de ira, ordenó a sus soldados que mataran a aquellos asesinos y quemaran su pueblo. Luego dijo a sus criados: ‘Todo está preparado para la boda, pero aquellos invitados no merecían venir. Id, pues, por las calles principales, e invitad a la boda a cuantos encontréis.’ Los criados salieron a las calles y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y así la sala del banquete se llenó de convidados.
Cuando el rey entró a ver a los convidados, se fijó en uno que no iba vestido para la boda. Le dijo: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí, si no vienes vestido para la boda?’ Pero el otro se quedó callado. Entonces el rey dijo a los que atendían las mesas: ‘Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes.’ Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.

Todos estamos invitados al banquete de bodas. Todos estamos llamados al Reino. Pero podemos caer en mil excusas para no asistir. Pero el Padre no se resigna y hace salir por todos los caminos a sus enviados, para que inviten a todo el mundo. Buenos y malos. TODOS estamos invitados. Sólo se nos exige el vestido de bodas. Es decir, se nos exige que sepamos amar. El AMOR es el vestido que nos permitirá entrar en el Reino.

"Nada hay más exigente que el amor. Porque el amor, por su propia naturaleza, pide responder con amor. Si no, no has entendido nada. Y si lo vives, has logrado la vida.
Así pasaba en tiempo de Jesús. El Evangelio nos habla de la alianza que Dios quiere hacer con su pueblo, simbolizada en una boda; y de cómo muchas veces el pueblo rechazó esa alianza, apartándose de Dios. En los mismos tiempos de Jesús, algunos le aceptan, pero muchos le rechazan… Incomprensiblemente, no quieren participar de esa fiesta. Pero no por ello Dios rompe su alianza, sino que la abre más allá del pueblo elegido, a todos los pueblos de la tierra: los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. Porque el amor de Dios es gratuito. Y cuando se acepta, es capaz de cambiar el corazón. Pero una vez que se entra en la lógica de la alianza, no vale cualquier tipo de respuesta. Hay que “vestirse de fiesta”, es decir, responder al amor con amor. Amor auténtico, gratuito y generoso.
Así pasa en nuestro tiempo: muchas veces vivimos entretenidos con tantas cosas, sin atender a lo único importante, el amor. El amor que Dios nos da gratuitamente, para acogerlo, revestirnos de él, y llevarlo a los demás. Todo lo demás, es relativo.
Dios no va a dejar de amarnos porque no le correspondamos. El problema es para nosotros, que nos perdemos lo más grande de la vida. Porque el amor pide responder con amor. Y un amor de calidad. Si no lo vives, quedas fuera de la fiesta. Si lo empiezas a vivir, comienzas a lograr la vida.
Gracias, Señor, por tu amor gratuito, generoso, desinteresado.
Que viva abierto a ese amor, como María.
Que no me entretenga con lo superfluo
y que me centre en lo importante:
vivir de tu amor, para poder amar, de verdad, a mis prójimos."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 15 de agosto de 2025

MARIA INAUGURA LA "IGLESIA EN SALIDA"

 


Por aquellos días, María se dirigió de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se movió en su vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte, dijo Isabel:
– ¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Tan pronto como he oído tu saludo, mi hijo se ha movido de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!
María dijo:
“Mi alma alaba la grandeza del Señor.
Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava,
y desde ahora me llamarán dichosa;
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
¡Santo es su nombre!
Dios tiene siempre misericordia
de quienes le honran.
Actuó con todo su poder:
deshizo los planes de los orgullosos,
derribó a los reyes de sus tronos
y puso en alto a los humildes.
Llenó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Ayudó al pueblo de Israel, su siervo,
y no se olvidó de tratarlo con misericordia.
Así lo había prometido a nuestros antepasados,
a Abraham y a sus futuros descendientes.”
María se quedó con Isabel unos tres meses, y después regresó a su casa.

El padre claretiano Fernando Torres nos muestra a María practicando la Iglesia en salida. María es nuestro modelo y nos señala el camino del la Iglesia y del verdadero cristiano: la salida de nosotros mismos hacia los más necesitados. La entrega a los demás.

"El Papa Francisco hablaba mucho de la “Iglesia en salida”. Era una expresión un poco extraña pero todos entendimos muy bien lo que quería decía. Pues bien, el texto evangélico de este día en la fiesta de la Asunción de María, creo que nos puede servir como un buen ejemplo práctico de lo que es una “Iglesia en salida”.
Según lo relata Lucas en su Evangelio esta visita de María a su prima Isabel acontece inmediatamente después de la anunciación, del momento en que Dios se hace presente a María y le anuncia que va a tener un hijo. María se podía haber quedado en contemplación mística, dejándose llenar por lo que había sido el anuncio del ángel, sintiéndose llena de gracia, recogida en sus pensamientos y sensaciones. Pero no hace eso. En el anuncio del ángel se había incluido la noticia de que su prima Isabel, ya anciana, también había concebido y estaba embarazada. Así que lo que hace María es exactamente lo contrario de lo que se podía esperar. En lugar de quedarse ensimismada en lo suyo, deja su pueblo, sale al camino, y se dirige al lugar donde vive Isabel para estar con ella, acompañarla y ayudarla. Eso es precisamente lo que el Papa Francisco quería decir al hablar de la “Iglesia en salida”.
María es modelo y madre de la Iglesia. Y precisamente es modelo en este salir de sí para acercarse al otro y atenderlo en su necesidad. Es modelo en no quedarse ensimismada en sus oraciones y meditaciones, en la contemplación de la gracia, sino en salir a los caminos a encontrarse con los necesitados, sean del color, religión, sexo, nacionalidad, cultura, lengua que sean, para echar una mano, para atenderlos.
Una Iglesia que se centra en sí misma, en sus celebraciones, en sus cantos, en su pureza y en sus rituales, es exactamente lo contrario a una “Iglesia en salida”. De María podemos aprender a este no pensar en primer lugar en nosotros y en nuestras necesidades sino a descentrarnos, a poner al otro y sus necesidades en primer lugar y servirlo. Porque para servir a los hermanos estamos. Y un cristiano que no sirve, no sirve para nada."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 14 de agosto de 2025

PERDONAR SIEMPRE



En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: «Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.» El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: «Págame lo que me debes.» El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.» Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: «¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?» Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros m¡ Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

Jesús nos pide que debemos perdonar siempre. Porque Dios nos perdona siempre. En algunas paredes de las ciudades o de las carreteras alguien a escrito: "ni olvido ni perdón". Todo lo contrario de lo que hoy nos pide Jesús. Entiendo lo de no olvidar. Cuesta hacerlo cuando nos han hecho daño. Pero, por mucho que nos cueste, siempre hemos de perdonar. Si perdonamos, también nosotros lo seremos. ¡Cuantas guerras y violencia provienen de no saber perdonar! La venganza es lo contrario del perdón. No actuemos como el criado de la parábola, que tras ser perdonado en lo mucho, se vuelve exigente en lo poco. Si amamos de verdad, lo lógico será que perdonemos.
 
"Si las matemáticas que aprendí de pequeño siguen funcionando la diferencia entre las cuentas que hace Pedro y las que hace Jesús en la cuestión del perdón son enormes. Las siete veces de Pedro se convierten para Jesús en cuatrocientas noventa veces. ¡Qué barbaridad! Es que Jesús cuando se pone a exagerar no hay quien lo pare. O, quizá, pensándolo mejor, y pensando sobre todo, en las veces que cada uno de nosotros hemos metido la pata y acudido a nuestro Padre Dios para pedir perdón, igual es que Jesús se quedó corto. Porque, ¿cuándo nos ha negado Dios el perdón? Me da la impresión de que hemos sobrepasado con creces esa cifra mágica de cuatrocientas noventa veces que dijo Jesús. Es decir, que en realidad Jesús no exageró en absoluto cuando dijo esa cifra. Solamente nos pidió que hiciésemos con nuestros hermanos y hermanas lo mismo que hace Dios con nosotros. Ni más ni menos. Y nunca llegaremos a ser tan generosos en el perdón como lo es Dios. Por mucho que lo intentemos.
Para confirmarlo, Jesús cuenta una historia a su querido Pedro. Es la historia del rey que perdona a uno de sus vasallos una deuda enorme, inmensa. Le deja ir porque se compadece de él y de su familia. Pasa que luego el vasallo se encuentra con un compañero que le debe a él dinero. Una nimiedad, unos céntimos, nada en comparación con lo que el vasallo debía al rey. Pero he aquí que el vasallo no perdona a su compañero. Exige el pago de la deuda y, al ser imposible, manda a su compañero a la cárcel. ¡Qué injusticia! Al que le habían perdonado tanto no es capaz de perdonar una miseria.
Pues aplíquese la historia a cada uno de nosotros. Estamos salvados por puro amor de Dios. No por méritos nuestros sino, repito, por puro amor y generosidad de Dios. Y aún así somos capaces de andar preguntando cuantas veces tenemos que perdonar a nuestro hermano. ¡Qué poca vergüenza! Ensanchemos el corazón y apliquemos a nuestros hermanos la misma misericordia y el mismo perdón que Dios usa con nosotros."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 13 de agosto de 2025

JESÚS NOS PIDE DIALOGAR

 


Si tu hermano peca, habla con él a solas para moverle a reconocer su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a una o dos personas más, porque toda acusación debe basarse en el testimonio de dos o tres testigos. Si tampoco les hace caso a ellos, díselo a la congregación; y si tampoco hace caso a la congregación, considéralo como un pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma.
Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo.
Además os digo que si dos de vosotros os ponéis de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo os lo dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

El inicio de este evangelio varía según las traducciones. unos dicen "...si tu hermano peca...". Otros "...si tue hermano te ofende...". Lo que está claro y Jesús nos lo repitió varias veces, es que no debemos juzgar. No somos nadie para juzgar al otro. Por eso nos pide que dialoguemos con él.
 
"El texto evangélico de hoy comienza con una frase de Jesús que me hace temblar. Dice Jesús que “si tu hermano peca…” y sigue con diversas consideraciones sobre lo que hay que hacer. No discuto las consideraciones que hace Jesús. ¡Faltaría más! Pero me hace temblar esa primera fase. La razón es sencilla: ¿Cómo puedo yo estar seguro de que mi hermano ha pecado?
Puedo estar seguro de que ha hecho algo que objetivamente está mal hecho. Pero de ahí a afirmar, a estar seguro, de que ha pecado, con todo lo que significa cometer un pecado, hay mucho trecho. En la moral más tradicional quedaba claro que para cometer un pecado mortal es necesario que haya materia grave (no vale cualquier fruslería), que haya pleno consentimiento o, dicho de otra manera, plena voluntad de hacer lo que se hace, siendo consciente de lo que se hace y que haya pleno conocimiento, que sepa que lo que estoy haciendo es pecado mortal. Si no sé lo que hago o lo hago sin darme cuenta, no hay pecado. Esto que se aplica al pecado mortal, se aplica a cualquier pecado. Tenemos que ser conscientes de lo que hacemos y quererlo hacer para poder decir que hemos cometido un pecado.
Está claro que estas condiciones suceden en la conciencia de cada persona. Por eso, repito, puedo estar seguro de que lo que veo hacer a mi hermano/a es algo grave o leve, es algo que no está bien hacerlo, pero de ahí a afirmar que es un pecado hay mucho camino. Es dar por supuesto que conozco el interior de la persona, sus motivaciones más profundas. Ese es un campo en el que hay que ser muy prudente.
Por eso, hay que ser muy cauteloso a la hora de juzgar a mis hermanos/as. Porque no llegamos nunca a conocer bien el interior de su conciencia, de sus razones, de sus motivaciones. Y ese es el campo donde hay que aplicar la misericordia, la misma misericordia que Dios tiene conmigo y mis muchas limitaciones. Eso no significa que no haya que corregir pero siempre desde la comprensión y la misericordia. Nunca desde el juicio fustigador, duro o crítico."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 12 de agosto de 2025

HACERNOS COMO NIÑOS

 


En aquella misma ocasión se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron:– ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos? Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo:
– Os aseguro que si no cambiáis y os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es aquel que se humilla y se vuelve como este niño. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

No despreciéis a ninguno de estos pequeños. Pues os digo que sus ángeles en el cielo contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las otras noventa y nueve en el monte e irá a buscar la extraviada? Y si logra encontrarla, os aseguro que se alegrará más por esa oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Del mismo modo, vuestro Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños.

Jesús nos pide, para pertenecer al Reino, hacernos como niños. No es un elogio al infantilismo. Es la imagen de quien se abandona, como un niño, en los brazos del Padre. Es la imagen de quien quiere aprender, avanzar, crecer... Es la imagen de la sencillez, del que se deja encontrar cuando se extravía. Cuando nos hacemos como niños, Jesús está en nosotros.

"Lo del reino de los cielos es otra cosa. Nada que ver con nuestra forma habitual de pensar. Nada que ver con nuestros miedos. Es que la misma pregunta de los discípulos ya dice mucho sobre la forma de pensar de los que hacen la pregunta. En realidad, a poco que nos pongamos en la perspectiva de Jesús, la pregunta es ridícula. La pregunta se hace desde nuestro mundo, desde esta forma de pensar anquilosada que nos ha llevado a lo largo de la historia a un conflicto tras otro, que nos hace pensar siempre en las relaciones entre las personas situando a unas arriba y a otras abajo. En la perspectiva del reino, la pregunta es simplemente ridícula, sin sentido.
El reino de los cielos es una reino hecho de fraternidad e igualdad. Solo hay un padre, uno que está por encima y ese es Dios. Los demás somos todos iguales, todos hermanos y hermanas, todos a la misma altura. Todos sentados a la misma mesa. La pregunta por quién es el más importante en el reino demuestra claramente los discípulos no habían entendido nada. Pero nada de nada. Y viendo como iba a seguir la historia, está claro que les costó entenderlo y que hoy mismo nos sigue costando entenderlo.
El reino es reino de igualdad y fraternidad, es una familia, la familia de los hijos e hijas de Dios. Y, por eso, es un reino de justicia. Y, por eso, la prueba, la auténtica prueba de que nos movemos en esa dimensión del reino consiste en que los últimos sean los primeros. Los más débiles, los más pobres, los más ineptos, los niños, los ancianos, los enfermos, los que sufren, los más débiles, todos estos que son los últimos en nuestro mundo, son los primeros en el reino. Cuando los tratamos como los primeros, cuando los servimos y atendemos, entonces es cuando el reino se está haciendo presente en medio de nosotros. Porque el Padre no quiere que se pierda ni uno de los más pequeños. Porque todos son sus hijos queridos."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 11 de agosto de 2025

¿ENTENDEMOS A JESÚS?



Mientras andaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo:
– El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero al tercer día resucitará.
Esta noticia los llenó de tristeza.
Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a ver a Pedro, y le preguntaron:
– ¿Tu maestro no paga el impuesto para el templo?
– Sí, lo paga – contestó Pedro.
Luego, al entrar Pedro en casa, Jesús se dirigió a él en primer lugar, diciendo:
– ¿Qué te parece, Simón? ¿A quiénes cobran impuestos y contribuciones los reyes de este mundo: a sus propios súbditos o a los extranjeros?
Pedro contestó:
– A los extranjeros.
– Por lo tanto – añadió Jesús –, los propios súbditos no tienen que pagar nada. Pero, para que nadie se ofenda, ve al lago y echa el anzuelo. En la boca del primer pez que pesques encontrarás una moneda que será suficiente para pagar mi impuesto y el tuyo. Llévatela y págalos.

"El texto evangélico de hoy tiene dos partes que parecen muy diferentes y sin conexión. En la primera Jesús de camino con sus discípulos les explica una vez más lo que va a ser su futuro inmediato. Al Hijo del hombre, a él mismo, le van a entregar en manos de los hombres y lo van a matar. Probablemente la mención final de la resurrección es un añadido posterior. O, en caso de que sean palabras de Jesús, lo más probable es que los discípulos no entendieran lo que Jesús quería decir. Era una novedad demasiado novedosa para que entrase en sus mentes. Por eso se entiende que se pusieran muy tristes. Del futuro de Jesús dependía su futuro. Y si Jesús moría, ellos se habían equivocado de líder y de profeta.
En la segunda se nos plantea un tema muy diferente: el pago de los impuestos. Actualmente en la mayoría de los países todos los ciudadanos están obligados al pago de los impuestos. Ni el rey ni el presidente de la república está exento. Pero no era así en tiempo de Jesús. De hecho, los ciudadanos romanos estaban exentos del pago de impuestos. Sólo los habitantes de las naciones dominadas, conquistadas, colonizadas, controladas por los romanos pagaban impuestos. A eso es lo que se refiere Jesús cuando dice que los reyes del mundo no cobran impuestos a sus hijos, sólo a los extraños. Jesús que se siente ciudadano del reino, hijo de Dios, entiende que él no debería pagar. En el reino no hay impuestos y todos son hijos e hijas. En el reino no hay extraños. Pero ya se da cuenta Jesús de que el reino todavía no es una realidad. El reino está viniendo. Ya está pero no se ha cumplido definitivamente. Por eso termina pagando.
En el fondo estas dos partes están muy unidas. Jesús se mueve, por así decir, en otra dimensión. No pertenece ya a este mundo. El es ciudadano del reino de Dios. Por eso y nada más que por eso los hijos de los hombres lo van a matar. Porque no quieren aceptar esa nueva realidad que es el reino. Y por eso, aunque en el reino no hay impuestos, todavía hay que pagarlos. Pero no será así en el reino. Claro que para llegar al reino hay que pasar por la Pasión/Pascua. Quizá entonces los discípulos entenderán lo que significa eso de que “resucitará al tercer día.”"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 10 de agosto de 2025

¿ESTAMOS A PUNTO?

 

No tengáis miedo, pequeño rebaño, que el Padre, en su bondad, ha decidido daros el reino. Vended lo que tenéis y dad a los necesitados; procuraos bolsas que no envejezcan, riquezas sin fin en el cielo, donde el ladrón no puede entrar ni la polilla destruye. Pues donde esté vuestra riqueza, allí estará también vuestro corazón.
Estad preparados y mantened vuestras lámparas encendidas. Sed como criados que esperan que su amo regrese de una boda, para abrirle la puerta tan pronto como llegue y llame. ¡Dichosos los criados a quienes su amo, al llegar, encuentre despiertos! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se dispondrá a servirles la comida. Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a medianoche o de madrugada. Y pensad que si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría que se la abrieran para robarle. Estad también vosotros preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperéis.
– Señor, ¿has contado esta parábola sólo para nosotros, o para todos?
Dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y atento, a quien su amo deja al cargo de la servidumbre para repartirles la comida a su debido tiempo? ¡Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, encuentra cumpliendo con su deber! De verdad os digo que el amo le pondrá al cargo de todos sus bienes. Pero si ese criado, pensando que su amo va a tardar en volver, comienza a maltratar a los demás criados y a las criadas, y se pone a comer, beber y emborracharse, el día que menos lo espera y a una hora que no sabe llegará su amo y lo castigará. Le condenará a correr la misma suerte que los infieles.
El criado que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni le obedece, será castigado con muchos golpes. Pero el criado que por ignorancia hace cosas que merecen castigo, será castigado con menos golpes. A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más.

" (...) Estar preparado significa tener bien dispuestas las cuentas espirituales. Sabemos que las cuentas corrientes no significan nada para Dios. Lo verdaderamente importante es cómo somos, no lo que tenemos. Y ahí, jóvenes y mayores, laicos y religiosos, podemos elegir. Podemos conformarnos, pararnos en lo que somos, y no ir más allá, o podemos intentar, en el día a día, ser algo mejores. Una sonrisa al saludar a la familia, no gritar en el trabajo, comprensión hacia los demás, pensarlo dos veces antes de enfadarnos, revisar nuestra generosidad y nuestro compartir, ver cómo está nuestra relación con Dios, la frecuencia en la recepción de los sacramentos, sobre todo Eucaristía y Reconciliación…
Pedro, que era un poco así, pregunta a Jesús que si lo que ha dicho lo dice por ellos, por los discípulos, o por todos. Seguro que se quedó algo escamado. Pero Pedro escuchaba a Jesús, aunque muchas veces no le entendiera. Nosotros también hemos escuchado las palabras de Jesús. Podemos pensar que no van con nosotros, o podemos empezar, hoy mismo, a ser más santos. Y ser más santo significa estar más cerca de Dios, y, por lo tanto, ser más felices.
La imagen del castigo severo con que concluye el pasaje refleja la situación histórica de los tiempos de Jesús, cuando era corriente castigar severamente y a veces con crueldad al siervo que no cumplía con su deber. Los responsables del bien común se han desviado, han hecho mal uso de su poder. Hoy sabemos que el Señor no castiga a nadie; por eso la imagen quiere solamente subrayar cuán despreciable es el comportamiento de estos guías de comunidades, de estos líderes que, teniendo todo a su favor, habiendo conocido mejor que los otros la voluntad del Señor, se comportan de manera miserable. Su responsabilidad es mayor.
Nosotros también tenemos una responsabilidad, Sabemos el camino. No hay que hacer grandes cosas. Basta con dar un pasito para empezar. Y los ejemplo de Cristo y de los santos nos iluminan. Y María, la Madre, intercede por nosotros. No nos olvidemos de que no sabemos el día ni la hora. Mañana puede ser tarde. Donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón. ¿Dónde está el tuyo? ¿Querremos ponernos en marcha, cambiar algo en nuestra vida, si es necesario?"
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)