Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió, sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la Escritura.
Ahora voy a ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he comunicado tu palabra; pero el mundo los odia porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.
Seguimos con la despedida de Jesús. Le pide al Padre que seamos uno. La unidad es algo por lo que debemos luchar los cristianos.
Nos manda a anunciar la Palabra a todo el mundo. Y hacerlo con alegría. Jesús desea que nuestra vida esté llena de Amor y de entrega.
"Jesús se está despidiendo, va a dejar a sus Discípulos, pero se preocupa por ellos. Le ora al Padre para que sean uno. En conformidad con Su mensaje, no pide que les vaya bien – porque el discípulo no es más que su Maestro – o que vivan sin problemas. He aquí hay algunos puntos para la meditación.
Jesús pide por la unidad de sus discípulos: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, así como nosotros». Unidos en el afecto y en los trabajos, según el modelo de unidad del Padre y del Hijo. En si vida terrenal, el mismo Jesús los protegía y orientaba. «Mientras estaba con ellos, los protegía en tu nombre que me diste, y los he cuidado». Ahora, el cuidado debe ser mutuo y apoyados en el Espíritu Santo.
También ora por la alegría de los discípulos: «Pero ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan mi alegría completa en ellos». Con mucha fe, mirando al futuro con esperanza, para poder llevar la Buena Nueva a todos. Y alegres, a pesar de la oposición que van a encontrar. Les advierte sobre el odio del mundo: «Les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, así como yo no soy del mundo». Es decir, vivir contra corriente, y ser fieles a pesar de todo. Porque tenían una gran obra que hacer para la gloria de Dios, y el beneficio de todos los hombres.
Jesús no pide que los discípulos sean sacados del mundo, sino que sean protegidos del mal: «No te pido que los saques del mundo, sino que los cuides del maligno». Oró al Padre para que los protegiera del mal, los librara de ser corrompidos por el mundo y para que pudieran resistir los embates del pecado y las tentaciones. Para que pudieran pasar a través del mundo como así fuera un territorio hostil, pero con decisión.
Y para para poder vivir así, hay que ser santo. También ora por la santificación de los discípulos: «Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad». El aroma de santidad se siente, se extiende y puede sentirse. “Olor de santidad” se lee en algunas biografías de santos. Es la llamada para cada creyente.
Por fin, destaca su misión y la relación entre él y el Padre: «Así como tú me enviaste al mundo, yo los he enviado al mundo… Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad». En resumen, Jesús ora por la unidad, protección, alegría y santificación de sus discípulos, subrayando su relación con el Padre y su misión en el mundo."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)
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