Algunos estaban hablando del templo, de la belleza de sus piedras y de las ofrendas que lo adornaban. Jesús dijo:
– Vienen días en que de todo esto que estáis viendo no quedará piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido!
Preguntaron a Jesús:
– Maestro, ¿cuándo ocurrirán esas cosas? ¿Cuál será la señal de que ya están a punto de suceder?
Jesús contestó: Tened cuidado y no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘Ahora es el momento’, pero no los sigáis. Y cuando oigáis alarmas de guerras y revoluciones no os asustéis, pues aunque todo eso tiene que ocurrir primero, aún no habrá llegado el fin.
Siguió diciéndoles: Una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otro; en diferentes lugares habrá grandes terremotos, hambres y enfermedades, y en el cielo se verán cosas espantosas y grandes señales de amenaza.
Mirando nuestra sociedad puede parecer que ya han llegado los últimos tiempos. En realidad, estas desgracias siempre han sucedido; pero en estos tiempos nos enteramos de todo lo que ocurre, aunque sea muy lejos de nosotros, y casi al instante de suceder. No debemos perder la esperanza. Jesús nos señala que debemos pasar por muchas dificultades. Que lo que existe, por bello que sea, un día será destruido. Pero también nos dice que no nos dejemos engañar. Sólo en Él tenemos esperanza y no en falsos profetas. Todo puede ser destruido menos Jesús, que venció a la muerte.
"Estas cosas tienen que pasar antes de la victoria. Pero no aterrorizarse podría no ser posible. Porque las cosas que estamos viendo —guerras, divisiones, invasiones, persecución a la fe— son como para dar bastante terror. La situación del mundo no es nada halagüeña. Corrupción, mentira, engaños, persecuciones, guerras, el hambre como arma política, las catástrofes naturales. Y hacia adentro, rencillas internas, rencores del pasado, competición y envidias. A veces podría parecer que el Halloween que se celebró a principios de mes, con sus horribles y feísimas imágenes se quedó corto. Los monstruos presentes, mucho más reales y peligrosos, producen un verdadero pavor. Y leer a Daniel en estas circunstancias refuerza el sentido de apocalipsis final y de acontecimientos terroríficos.
Por otro lado, la visión del gigante con pies de barro de Daniel, que produce espanto, también podría dar un poco de risa: nos asegura que nada ni nadie tienen suficiente poder como para no romperse. Nos podemos reír de ese poder tan efímero. Al final, toda la maldad y la fealdad de lo que nos rodea, parece decir Daniel, se pulverizarán. Y esto quizá sea la mejor razón para no aterrorizarse. Pero esta seguridad no vendrá sin perseverancia. Para perseverar hace falta mirar, una y otra vez al gigante pulverizado para recordar quiénes somos y qué esperamos. Para perseverar hay que mantener una difícil calma alimentada por la oración y el esfuerzo diario por hacer el bien. Para perseverar hay que mirar alto y lejos. Y hay que mirar también bajo y cerca para celebrar el bien que tenemos al lado de las personas de nuestro alrededor que sencilla y tercamente siguen viviendo en verdad. No es que se vaya a negar la realidad dolorosa, terrible y profundamente preocupante; pero sí aferrarse a la belleza, la verdad y la bondad que son Dios mismo, trabajando para sembrar un poco de esa verdad y belleza en medio de tanta fealdad y mentira."
(Carmen Fernandez Aguinaco, Ciudad Redonda)
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