martes, 20 de mayo de 2025

LA PAZ DEL AMOR

 


Os dejo la paz. Mi paz os doy, pero no como la dan los que son del mundo. No os angustiéis ni tengáis miedo. Ya me oísteis decir que me voy, y que vendré para estar otra vez con vosotros. Si de veras me amaseis os habríais alegrado al saber que voy al Padre, porque él es más que yo. Os digo esto de antemano, para que, cuando suceda, creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el que manda en este mundo. Él no tiene ningún poder sobre mí, pero así ha de ser, para que el mundo sepa que yo amo al Padre y que hago lo que él me ha encargado.

Los romanos decían: "si quieres la paz, prepara la guerra". Hoy seguimos pensando lo mismo. Ante las crueles guerras de Ukrania y Gaza (y muchas otras de las que no se habla), la solución que nos proponen es rearmarnos, gastar más en armamento. 
La verdadera Paz nos la da Jesús. Es la Paz del Amor, de la entrega. 

"La expresión clásica es “opus iustitiae pax”: la paz es la obra de la justicia. Pío XII la adoptó como lema de su pontificado. La expresión es muy afortunada: una paz, es decir, una ausencia de violencia, que no está fundada en la justicia, es en realidad una apariencia de paz, basada en el miedo, la violencia, o es sencillamente la paz de los cementerios.
Pero todos sabemos lo frágil que es la justicia humana. Con mucha frecuencia son los encargados de impartir justicia los que cometen atropellos, como los ancianos del libro de Daniel, que condenaron a Susana, o los que juzgaron a Jesús en un juicio lleno de mentiras. Naturalmente, hay también buenos jueces, pero es una triste verdad que con demasiada frecuencia se impone la apariencia de justicia de los más fuertes, no importa del signo que sean.
Jesús nos da una paz verdadera, que tiene raíces mucho más profundas que las de la justicia (son, en realidad, la raíces de la verdadera justicia). No está basada en la fuerza, sino en una aparente debilidad. Y es que Jesús nos da su paz justo antes de entregar su vida en la cruz. Es una paz que se basa en el amor, y que se muestra más fuerte que la muerte. Por eso, Jesús exhorta a sus discípulos (a todos nosotros) a no temer, a afrontar con la paz que nos ha dado las dificultades de la vida, también las que proceden del compromiso por la extensión del evangélico, del testimonio de fe. 
(...) Vivimos tiempos de turbación y confrontación (y ¿cuáles no lo son?). Y esto nos tienta a impartir justicia, la que a nosotros así nos parece, levantando la espada. Pero Jesús que nos da su paz nos enseña otro camino: el camino de la entrega por amor, hasta el final; y, siguiendo el ejemplo de Pablo, el camino de un testimonio de fe que no se arredra ni se arruga ante las dificultades."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)

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