Al oir todo esto, muchos de los que seguían a Jesús dijeron:
– Su enseñanza es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede hacerle caso?
Jesús, dándose cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó:
– ¿Esto os ofende? ¿Qué pasaría si vierais al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? El espíritu es el que da vida; el cuerpo de nada aprovecha. Las cosas que yo os he dicho son espíritu y vida. Pero todavía hay algunos de vosotros que no creen.
Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién el que le iba a traicionar. Y añadió:
– Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no lo trae.
Desde entonces dejaron a Jesús muchos de los que le habían seguido, y ya no andaban con él. Jesús preguntó a los doce discípulos:
– ¿También vosotros queréis iros?
Simón Pedro le contestó:
– Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros sí hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
(Jn 6, 60-69)
En los tiempos de Jesús, al igual que hoy día, nos cuesta aceptar a Jesús. y algunos lo abandonan. Seguir a Jesús es exigente. No es fácil ser el último, entregarse totalmente, amar al enemigo, al que nos hace daño...Pero como dijo Pedro: ¿a quién iremos? En Él está la Verdad y la Vida.
"Hace unos domingos, al terminar la Eucaristía, uno de los que habían participado en ella me dijo que Jesús no nos lo había puesto fácil ese domingo. Es que el Evangelio había repetido con insistencia que había que amar a los enemigos y orar por los que nos persiguen. Aquel hombre se había tomado el Evangelio en serio y se había dado cuenta de que Jesús, la Palabra de Dios, nos ponía ante un reto formidable. Comulgar con Jesús era comulgar con su palabra. Y no resultaba para él nada fácil llevar a la práctica el compromiso asumido al participar en la Eucaristía.
Es que comulgar es una cosa muy seria. Y lo mismo se puede decir de ir a misa. O mejor dicho, de participar en la Eucaristía. No podemos ir a misa como el que va a hacer una devoción o a rezar un rato. A la misa, a la Eucaristía, vamos a participar, a escuchar la Palabra y a compartir el pan de vida que es el mismo Jesús. La misa nos compromete, nos desafía, nos llama a vivir de otra manera. Y no siempre es fácil.
Algo así es lo que les pasó a los discípulos de Jesús después de oír a Jesús en los evangelios que hemos leído estos días pasados. El Evangelio de hoy tiene como tres tiempos. Lo primero es la afirmación de los discípulos de que el modo de hablar de Jesús es duro y exigente. Lo segundo es la constatación de que muchos discípulos se echaron atrás y abandonaron a Jesús. Lo tercero es la afirmación de Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.” No todos se fueron. Algunos, aun conscientes de sus debilidades y limitaciones, decidieron quedarse. Gracias a ellos, hoy estamos aquí. Con sus dudas, con sus pobrezas, siguieron a Jesús y se hicieron mensajeros del Reino.
Hoy nos toca a nosotros pensar en qué grupo nos situamos. Es, como toda decisión de fe, una decisión personal que tiene su riesgo. Pero, en adelante, cada vez que vayamos a participar en la Eucaristía tenemos que saber a lo que nos comprometemos y poner toda la carne en el asador para tratar de ser consecuentes con nuestra fe. Ahora ya sabemos lo que significa comulgar con Jesús."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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