Os aseguro que ningún sirviente es más que su señorn y ningún enviado es más que el que lo envía. Dichosos vosotros, si entendéis estas cosas y las ponéis en práctica.
No me estoy refiriendo a todos vosotros: yo sé a quiénes he escogido. Pero tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: ‘El que come conmigo se ha vuelto contra mí.’ Os digo esto de antemano, para que, cuando suceda, creáis que yo soy. Os aseguro que quien recibe al que yo envío me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me ha enviado.
Jesús, da ejemplo a sus discípulos lavándoles los pies. Luego les dice lo que han de hacer: servir y acoger a los demás. Quien sirve y acoge al otro, sirve y acoge a Jesús, sirve y acoge a Dios. Amando a los demás amamos a Dios. Ese es el camino para encontrarlo.
"El Evangelio de hoy nos muestra el breve discurso que Jesús hace nada más terminar de lavar los pies a sus discípulos, donde nos vuelve a hablar del servicio para poder recibirle a Él. También lo sintió el santo madrileño que hoy recordamos, san Isidro. Un labrador de profunda fe y oración diaria que ayudaba a los pobres con sus escasos recursos. Testigos que nos recuerdan que estas promesas del Señor son verdaderas.
Hoy le pedimos al Señor en nuestra oración, que no nos falte el alimento de su carne y sangre, de la eucaristía, para nuestros combates interiores y rogamos por todos aquellos que amamos y no conocen al Señor, para que algún día puedan encontrarse con el Pan Vivo bajado del cielo."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)
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