Los seguidores de Juan el Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron: – Nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia: ¿Por qué tus discípulos no ayunan? Jesús les contestó: – ¿Acaso pueden estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Pero llegará el momento en que se lleven al novio, y entonces ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un trozo de tela nueva, porque lo nuevo encoge y tira del vestido viejo, y el desgarrón se hace mayor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos, para que se conserven ambas cosas. (Mt 9, 14-17) El ayuno, la tristeza, son para cuando perdemos a Jesús. Y debemos buscarlo mirando hacia adelante. Con odres nuevos. Con tejidos nuevos. Buscando cual es la voluntad de Dios en cada momento. Dejar nuestro egoísmo de lado, este es el verdadero ayuno. "Como en tantas ocasiones, Jesús pone ejemplos tomados de la vida cotidiana. Como un buen pedagogo utiliza siembras, cosechas, lámparas, vestidos, monedas o banquetes para apoyar en imágenes su enseñanzas. El Evangelio de hoy presenta dos cosas que no hay que hacer: echar vino nuevo en odres viejos o reparar un manto viejo con un retazo de lienzo nuevo. Seguramente sus padres o su parientes y vecinos se lo explicaron cuando era niño. Los comentaristas suelen detenerse más en el primer ejemplo. Parece más fuerte el espectáculo de un odre reventado que el de un manto echado a perder y, total, los dos ejemplos dicen lo mismo… No estoy tan segura. Está muy claro que un odre viejo no puede contener vino nuevo y que para recibir el mensaje de salvación de Jesucristo tenemos que convertirnos. Radicalmente, como en la conversación con Nicodemo: hay que nacer de nuevo por el Espíritu. Esto, creo, entusiasma a muchos: es revolucionario, supone un cambio radical, deja atrás prácticas anquilosadas, rigideces absurdas, miedo a la novedad, inmovilismos… No sé si somos conscientes de que esa conversión radical no es exactamente un acto de voluntad humana (cuyo concurso es necesario, por supuesto) sino un don del Espíritu Santo. Don que hay que pedir humilde y perseverantemente. El ejemplo del lienzo nuevo en manto usado aporta un matiz distinto: es lo nuevo lo que, de algún modo, tiene que procurar alguna semejanza con lo antiguo, hay que remojarlo antes para que al coserlo no tire del tejido gastado y lo rasgue. Tengo la impresión que Jesús puso este segundo ejemplo para que los que se resisten (en buena medida nos pasa a todos) a esa conversión radical por miedo a perder lo que nos parece una riqueza; abandonemos todo temor y pidamos sinceramente que el Señor envíe su Espíritu y nos haga odres nuevos." (Virginia Fernández, Ciudad Redonda) |
sábado, 5 de julio de 2025
EL VERDADERO AYUNO
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