jueves, 30 de abril de 2020

EL ANACORETA Y LA COMIDA CHINA


Alguien le explicó al Anacoreta, que el secreto de la comida china consistía en una sabia combinación de lo agrio y lo dulce.
- Como la vida - afirmó el Anacoreta.
- ¿?
- Sí, como la vida. Si pretendemos buscar tan solo la felicidad, nunca la encontraremos. Hemos de aceptar que la vida, es una mezcla de situaciones malas y buenas a la vez. Incluso cuando estás pasando un momento extraordinariamente feliz, como una chispa, te aparecerá el recuerdo de aquellas personas que amas y que no pueden compartir ese instante contigo, porque ya no están.
El Anacoreta bajó la cabeza, tomó un poco de arena y la dejó escurrir entre sus dedos, mirando al horizonte como era su costumbre. Luego siguió:
- La verdadera felicidad es una mezcla agridulce, como la cocina china. Si nos empeñamos en buscar únicamente la felicidad, seremos muy desgraciados.
Y el Anacoreta se puso a pensar en otra cosa, porque no era prudente ponerse a pensar en Rollitos de Primavera, Gambas con Pijama, Pato a la Laca y otras cosas semejantes, cuando sólo tenía en la despensa unos cuantos dátiles y unas acelgas...

miércoles, 29 de abril de 2020

EL ANACORETA Y LA PACIENCIA


Alguien mostró un día al Anacoreta a un hombre sentado, impasible, frente a su casa.
- Este hombre es el modelo de la paciencia - le dijeron -Todo se ha torcido en su vida. Se ha quedado sin trabajo, su mujer le ha dejado, sus hijos ni se acuerdan de él y parece que su salud no es muy buena. Sin embargo nadie ha oído una palabra de queja en su boca. Ahí está, impasible, sentado junto a la puerta de su casa.
El Anacoreta no dijo nada. Tomó por el brazo a su interñocutor y lo llevó frente a un hormiguero.
- ¿Qué ves? - le preguntó el Anacoreta.
- Pues veo hormigas - respondió desorientada aquela persona - unas salen del hormiguero y otras entran.
- ¿Pero qué hacen? - insistió el Anacoreta.
- Unas entran con una semilla en la boca y las que salen, supongo que y han depositado la semilla y van en busca de otra. Lo corriente en cualquier hormiguero.
- Pues eso es paciencia - afirmó el Anacoreta con la voz soñadora que empleaba cuando reflexionaba - Paciencia no es esperar a que algo acontezca. Paciencia no es esperar a que otro haga algo. Paciencia es vivir el momento presente con plenitud, nunca refugiarse en un futuro incierto. La impaciencia nos hace escaparnos de donde estamos. Aquella persona desgraciada, impasible ante lo que sucede, no es paciente. Simplemente huye de la realidad. Piensa que el mañana será diferente, será mejor; pero no hace nada para que eso sea así. Las hormiguitas viven el momento presente y preparan pacientemente su futuro. Esa es la verdadera paiencia...
Y como siempre, su mirada se perdió en el horizonte...

martes, 28 de abril de 2020

EL ANACORETA Y EL FUTURO


Un grupo de personas, preocupadas por el mañana, fueron a encontrar al Anacoreta. Le preguntaron:
- ¿Qué ocurrirá los próximos años?¿Cuál es el futuro de esta humanidad?
El Anacoreta guardó silencio. Por unos momentos pareció perder su calma habitual. Pero, después, con su sonrisa habitual en los labios, les dijo:
- ¿Por qué me preguntáis sobre el mañana? Yo no soy adivino. Nadie es adivino. Con estar seguros de dar con firmeza nuestro próximo paso ya tenemos suficiente.
Guardó silencio unos momentos mirando al horizonte y prosiguió:
- Saber vivir consiste en disfrutar de lo que podemos ver y no quejarnos de lo que permanece en la oscuridad. Preocupaos de lo que tenéis que hacer en cada instante. El pensar demasiado en el futuro os paralizará. Si hiciéramos caso de los científicos que hablan del efecto mariposa, nunca haríamos nada.
- ¿El efecto mariposa? - preguntaron extrañados.
- Sí. Dicen que el suave batir de las alas de una mariposa, por efecto multiplicador, puede transformarse en un ciclón en otra parte del mundo.
Tomó un poco de arena del desiert en su mano y siguió:
- Si somos capaces  de dar el próximo paso con la confianza de que sabremos dar después otro más, nos sorprenderá lo lejos que somos capaces de llegar. Sí...hay que dar un paso tras otro y no preocuparse de nada más...
Y su mirada se perdió en la lejanía del desierto...

lunes, 27 de abril de 2020

A MIS AMIGOS PERUANOS



Dedicado especialmente a los de Manos de Dios en San Juan de Lurigancho y a los del CEBE La Salle de Abancay. Que en estos momentos difíciles no pierdan la esperanza. Vencerán. Un abrazo.

EL DÍA QUE LLEGÓ EL DISCÍPULO


Se acercó un día un joven a la cueva del Anacoreta y le dijo:
- Déjame quedarme contigo.
- ¿Por qué? - le preguntó el Solitario.
- Porque quiero ser como tú.
El Anacoreta lo miró con dulzura y en su rostro se dibujó aquella sonrisa, llena de paz, que tanto impresionaba a la gente. Luego, se sentó en la piedra que usaba para contemplar el desierto y le dijo:
- Había dos montañas. Una era altísima; hecha de rocas blancas que brillaban con el sol al amanecer. Junto a ella había una mucho más pequeña. Una colina marrón y con verdes plantas. Aquella pequeña montaña siempre miraba con envidoa a la alta y pensaba: '¿Por qué no soy como ella, alta, de roca blana y brillante a los rayos del sol...Pero un día llegaron unos excursionistas cargados con sus mochilas y sus tiendas de cmpaña. Al ver las montañas, sin dudarlo, se dirigieron a la más alta. Cuando llegaron a la cima quedaron asombrados del paisaje. Pero cuando quisieron montar las tiendas de campaña les fue imposible. Todo era roca y no había forma de hundir los clavos. Así que bajaron hasta la montaña más pequeña. Allí no tuvieron ningún problema para montar las tiendas; por lo que se quedaron una buena temporada. Plantaron verduras, flores y algunos árboles. Desde aquel día todos los excursionistas, tras subir a la montaña grande, acampaban en la pequeña. Aquella mntaña pequeña ya no volvió a mirar con envidia a su vecina.
Guardó un rato de silencio con la vista perdida en el desierto. Luego prosiguió:
- Con mucha frecuencia miramos a los demás y nos preguntamos por qué no somos ricos, sabios, generosos o santos como ellos.Esto nos paraliza. Nuestra vocación está allí donde estamos y en aquello que somos. Cada uno de nosotros es un ser único y tenemos una llamada especial en la vida, una misión a la que debemos responder. Y sólo podemos responder nosotros. Si quieres quedarte en el desierto, quédate; pero no intentes ser como yo. ¡Sé tu mismo!
Y no volvió a hablar más...















domingo, 26 de abril de 2020

RECONOCERLO EN LA SOLIDARIDAD


"Dos de los discípulos se dirigían aquel mismo día a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban hablando de todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. Pero, aunque le veían, algo les impedía reconocerle. Jesús les preguntó:
– ¿De qué venís hablando por el camino?
Se detuvieron tristes, y uno de ellos llamado Cleofás contestó:
– Seguramente tú eres el único que, habiendo estado en Jerusalén, no sabe lo que allí ha sucedido estos días.
Les preguntó:
– ¿Qué ha sucedido?
Le dijeron:
– Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él fuese el libertador de la nación de Israel, pero ya han pasado tres días desde entonces. Sin embargo, algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro y no encontraron el cuerpo; y volvieron a casa contando que unos ángeles se les habían aparecido y les habían dicho que Jesús está vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres habían dicho, pero no vieron a Jesús.
Jesús les dijo entonces:
– ¡Qué faltos de comprensión sois y cuánto os cuesta creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado?
Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas.
Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse, diciendo:
– Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche.
Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció. Se dijeron el uno al otro:
– ¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos. Estos les dijeron:
– Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan."


Hay que saberlo reconocer. Ante la pandemia que nos azota, muchos reaccionamos como los dos discípulos de Emaús. Sólo vemos lo negativo. Basta releer los múltiples artículos de diarios y revistas y los post de internet. El gobierno lo hace mal. Nos quitan las libertades. La gente se muere desatendida...Si lo supiéramos reconocer, veríamos la solidaridad de la gente. No sólo de los sanitarios, sino también de personas anónimas que ayudan a sus vecinos. Padres que están pasando horas con sus hijos y que hablan con los adolescentes. Hay que saberlo reconocer...
"En el evangelio, dos discípulos, que no eran del grupo de los once (v. 33) se dirigen a Emaús. Probablemente se trata de un hombre y una mujer, casados, (también había mujeres discípulas), que regresaban a su pueblo natal frustrados por los últimos acontecimientos de la capital. Mientras conversaban, Jesús se acerca y comienza a caminar con ellos, al fin y al cabo es el Emmanuel. Pero ellos no pueden reconocerlo, sus ojos están cerrados. ¿Por qué? Porque en el fondo todavía tenían la idea de un mesías profeta-nacionalista, que conquistaría el mundo entero para ser dominado por las autoridades de Israel, un mesías necesariamente triunfador... Por eso, estaban viendo en la cruz y en la muerte del maestro, el fracaso de un proyecto en el cual habían puesto sus esperanzas.
Serán las Escrituras las primeras gotas que Jesús echa en los ojos del corazón de estos discípulos, para que puedan ver y entender que no es con el triunfalismo mesiánico, sino con el sufrimiento del siervo de Yavé, como se conquista el Reino de Dios; un sufrimiento que no es masoquismo, sino un cargar conscientemente con las consecuencias de la opción de amar a la humanidad, actitud difícil de entender en una sociedad dominada por un poder de dominio que mata a quien se interpone en su camino. Por la vida, hasta dar la misma vida, es el testimonio de Jesús ante sus dos compañeros.
El relato de los discípulos de Emaús es una pieza bellísima, evidentemente teológica, literaria. No es, en absoluto, una narración ingenua directa de un hecho tal como sucedió. Es una composición elaborada, simbólica, que quiere dar un mensaje. Y como todo símbolo, que no lleva adjunto un manual de explicación, permanece «abierto», es decir, es susceptible de múltiples interpretaciones. Y desde cada nuevo contexto social, en cada nueva hora de la historia, los creyentes se confrontarán con ese símbolo y extraerán nuevas lecciones..."(Koinonía)


sábado, 25 de abril de 2020

EL ANACORETA Y LAS MANOS


El joven seguidor que se jabía retirado al desierto siguiendo al Anacoreta, pasó varios dias intentando hacer un pequeño huerto junto a su cueva. Tras muchas horas de cavar, sus manos se llenaron de ampollas y heridas.
Acudió al Anacoreta y, mientras le aplicaba unos ungüentos de fabricación propia, le dijo:
- ¡Qué importantes son las manos! Gracias a ellas, podemos relcionarnos con el mundo. Sirven para exrendernos, tomar contacto, palpar...Con ellas podemos comer y trabajar. Podemos tenerlas llenas o vacías. Son espaciod de plegaria o de egoísmo. Pueden dar o recibir.
Guardó unos momentos de silencio y prosiguió:
- Las manos son la prolongación de nuestro proyecto. Son las ramas de nuestros ideales. Son los frutos de nuestra generosidad. Son las hojas de imagen bonita y superficial. Son la significación de nuestra multiplicación.
Sonrió dulcemente y, mirando a los ojos de su discípulo, añadió:
- Con las manos expresamos nuestra felicidad o el fuego de nuestra soledad. Manos que saludan. Manos que aplauden y felicitan lo bueno de los demás. Manos que corren para perdonar. Manos que se abren para darse. Manos que quedan en el anonimato cuando hacemos regalos. Manos que se esconden y se avergüenzan. Mnos que miden y guardan lo malo de los demás. Manos que odian, pegan,azotan, hieren, matan...
Miró al horizonte y suspiró:
- Que nuestras manos sirvan siempre para acariciar, para bendecir, para dar, para consolar, para curar...Que nuestras manos sean la prolongación de las manos de Dios...
Auella noche, cuando el discípulo rezó antes de dormir, miró sus manos, las vió llenas de luz. Y de su corazón brotó tan sólo una plegaria:
-  Señor, gracias por mis manos.

viernes, 24 de abril de 2020

EL ANACORETA Y EL CAMINO DE LA ORACIÓN


Después de que el Anacoreta quitara importancia a los libros de oraciones, quedaron sus discípulos un poco desorientados. Los momentos de oración, salvo el Oficio que se hacía con el Libro de las Horas o Lucernario, se les hacían largos e insoportables. Wl Solitario los observaba, pero no decía nada. Así, que decidieron ellos preguntarle directamente:
- Maestro, ¿cómo podemos saber si avanzamos en la oración?
El Anacoreta los miró desilusionado.
- No es esa la primera pregunta. Primeramente deberíais tener muy claro qué es oración. Pero ya que habéis empezado por preguntarme sobre el camino, sobre si avanzáis o no, os daré unas primeras pistas.
Y se sentó con sus discípulos junto al pequeño hilillo de agua que era su fuente.
- Lo primero que debéis tener claro es que no hay camino. ¿Hay caminos sobre el mar? No. Cada barco ha de buscar el suyo. Encontraréis mil libros que os hablarán de la oración, que os enseñarán las técnicas más sofisticadas...Si vosotros no encontráis vuestro propio camino no os servirán de nada.
Se miraron los discípulos y el más antiguo preguntó:
- Sí, pero ¿cómo podemos saber que estamos en nuestro camino?
Sonrió el Anacoreta y dijo:
-¿Cómo sabe el marinero que está en su camino? Las estrellas, mirad las estrellas...Si cada vez necesitáis menos palabras para orar; si os encontráis orando en cualquier momento...es que vais por buen camino. Pero siempre tendréis que fiaros de Él...
Los miró con afecto y concluyó:
- Por hoy quedaos con esto. Seguiremos hablando estos días de la oración...
Y se fue a quitar malas hierbas de su pequeña huerta...  

jueves, 23 de abril de 2020

EL ANACORETA Y EL TIEMPO


Contemplaban ambos solitarios la belleza de una puesta de sol. El Anacoreta, sin dejar de mirar el horizonte y el cielo, dijo:
- ¡Qué gran suerte tenemos de estar en el desierto! Aquí dejamos transcurrir el tiempo con naturalidad. No miramos el reloj cuando estamos haciendo algo.
- Ya - dijo el discípulo - porque no tenemos reloj...
Rió el Anacoreta y siguió:
- Porque damos al tiempo su justo valor. Rezamos, contemplamos, preparamos el desayuno, desayunamos, trabajamos, volvemos a rezar...Lo hacemos todo viviendo el momento presente y sin estar acuciados por lo que viene después.
Siguió mirando aquel rojo sol ya casi oculto tras el horizonte:
- En la ciudad, el trabajo se hace casi siempre porque hay que ganar dinero. No se disfruta el momento. Se está pensando en su finl...para tener tiempo libre.
Dejó de hablar porque en ese momento el cielo cambiaba de color rojo a violeta entrando en la noche.
- Y ese tiempo libre, en vez de usarlo para contemplar, descansar, escuchar, leer, crear...se llena de mil y una actividades. De tal manera, que se acaba el día diciendo: no tengo tiempo para nada...El tiempo es un regalo de Dios. Y lo importante no es lo que hacemos, sino hacerlo conscientemente y, hacerlo viviendo la presencia de Dios...Así, todo lo que se hace se transforma en VIDA, en tiempo vivido plenamente...
Y se retiraron a su cueva porque ya era negra noche...

miércoles, 22 de abril de 2020

EL ANACORETA Y LA UNIDAD


El Anacoreta empezó a comportarse de manera extraña. Tomaba un puñado de arena en sus manos, lo obervaba detenidamente, dejaba deslizar los granos entre sus dedos. Miraba las piedras, las lechugas, las acelgas y las coles del huerto...Luego dirigiéndose a su discípulo dijo:
- ¿Te has fijado? No hay dos granos de arena iguales, ni dos piedras, ni dos lechugas, ni dos coles, ni dos acelgas...No hay dos cosas iguales en la naturaleza...
El discípulo, que había ido a la universidad, dijo:
- Hoy hay unos tomates trangénicos , cuidados en cultivo hidropónico, que todos son iguales.
Rió con gusto el Anacoreta.
- Sí, pero dudo que tengan algo de natural esos tomates. Seguro que hasta el gusto (mejor dicho, el no gusto), es igual en todos.
Guardó silencio y prosiguió:
- En espiritualidad hablamos diempre de Unidad, sin embargo no hay dos cosas iguales. Conseguir la Unidad no es hacernos todos iguales...La vida se caracteriza por los contrates, por la diversidad. La vida es un equilibrio entre el movimiento y la estática, del todo y la parte, lo inmanente y lo transcendente, la creatividad y la noma...La vida es bipolar. Me gusta la imagen zen del Ying y el Yang. Somos un equilibrio de luz y de sombra, de bien y de mal, de hombre y mujer, de...La vida está en equilibrio... La Unidad está en el equilibrio. Tendré que meditar más profundamente en esto...
Y siguió observando la naturaleza a su alrededor...

martes, 21 de abril de 2020

EL ANACORETA Y EL SER, SIN MÁS.


Aquel hombre llegó realmente preocupado:
- He seguido mil y un cursos de crecimiento personal. He leído las lecciones de los maestros espirituales más serios. Y cada día me encuentro más inquieto y más descontento conmigo mismo.
El Anacoreta lo miró con afecto. Lo llevó bajo la palmera. Se sentarn y le dijo:
- Hijo mío. No debes empeñarte en ser lo que no eres. Has de ser, sin más, lo que eres y hacer lo que haces...
Aquel hombre miró al Solitario con cara extrañada. Este prosiguió:
- Quiero decirte, que el peor error que podemos cometer es intentar ser como otro. Dios te pide que seas como eres tú. Si haces cursos, han de ser para descubrirte a ti mismo. Si miras a tu alrededor pensando que aquello es mejor o es peor que lo tuyo, estás cayendo en mundo dual erróneo. Has de buscar la unidad en tu interior. Allí verás, que tanto lo que consideras virtudes, como lo que consideras defectos, unificados, son factores de crecimiento. Esta es la verdadera ascesis: poner tu alma en todo lo que haces.
Lo miró profundamente a los ojos y le dijo:
- Por favor. Hazme caso. Detente. Sólo así podrás ver, concentrarte y unificarte...y descubrirás tu ser.

lunes, 20 de abril de 2020

EL ANACORETA REFLEXIONA SOBRE LA LIBERTAD O DE CÓMO SE PUEDE MEDITAR DESGRANANDO GUISANTES


Caía la tarde y nuestros solitarios, bajo la palmera, desgranaban unos guisantes que un alma caritativa les había regalado. Y el Anacoreta se puso a reflexionar en voz alta:
- El hombre siempre ha estado preocupado por la libertad. Se cree preisionero de muchas cosas y, otras veces, como los existencialistas, piensa que está condenado a ser libre. Pienso que no se puede hablar de libertad sin reflexionar antes sobre la responsabilidad.
El discípulo callaba y desgranaba guisantes.
- Ser libre no siempre es hacer lo que queremos. Imagínate que eres médico. Estás realizando una operación complicada. Suenan las ocho en el reloj. La hora en que acaba tu jornad laboral. Si eres un buen médico, alguien responsable, ni siquiera oirás el reloj. Hasta que no acabes con éxito aquella operación, no te irás a casa. Y no se te ocurrirá pensar que no has sido libre.
Calló otro momento mientras miraba la espléndida puesta de sol...
- Responsabilidad viene de responder. Ser responsable es la capacidad que teneos de responder de nuestros actos...De responder ante la vida. Si nuestra respuesta es seguir la corriente, dejarnos llevar por lo que dice todo el mundo...no somos responsables. Si respondemos de dentro de nosotros mismos; si respondemos con los otros, pero de forma madura y reflexiva; si respondemos desde valores meditados; si respondemos al Absoluto...entonces somos libres. Ser libre es poder responder de nuestros actos. Poder aceptar lo que hacemos, aunque la vida nos lo imponga.
Volvió a pararse otra vez contemplando la pequeña línea roja que se pintaba en el horizonte...
- Por eso el cartujo que se encierra en su convento como respuesta a la llamada de Dios, es más libre que el cree que hace lo que quiere, pero no hace más que seguir la corriente...
Y el discípulo sonrió por dentro, pensando:
- Sí, sí. Mucho reflexionar sobre la libertad, pero yo he desgranado el doble de guisantes que él...

domingo, 19 de abril de 2020

RECONOCERLO EN SUS LLAGAS


"Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo:
– ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros.
Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió:
– Recibid el Espírituñ Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.
Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después le dijeron los otros discípulos:
– Hemos visto al Señor.
Tomás les contestó:
– Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo creeré.
Ocho días después se hallaban los discípulos reunidos de nuevo en una casa, y esta vez también estaba Tomás. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, y poniéndose en medio de ellos los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Luego dijo a Tomás:
– Mete aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, sino cree!
Tomás exclamó entonces:
– ¡Mi Señor y mi Dios!
Jesús le dijo:
– ¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!
Jesús hizo otras muchas señales milagrosass delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo."


A Jesús se le reconoce y se le ve en sus llagas. Es decir en los pobres, los que sufren, los perseguidos, los encarcelados, los sin techo, los inmigrantes...
 "Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo, es decir, si la Resurrección no tuviera como sentido final la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo orden, entonces eso de la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso, tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la Resurrección.
Las fallas, los tropiezos y las caídas en el proceso de construcción de una comunidad igualitaria y justa no hay que verlos como la demostración de que no se puede lograr esa construcción; esos aspectos negativos se pueden percibir como el signo de que ciertamente no es fácil, pero en todo caso no es imposible, máxime si hay plena conciencia de que ése es el proyecto de Dios y que por ese proyecto Jesús hasta derramó su sangre y entregó su vida. Pero, también por ese proyecto, el Padre lo resucitó, para que quienes confesamos ser seguidores suyos veamos si nos comprometemos o no con ese “su” proyecto que él quiere compartir con nosotros y que ciertamente él respalda y acompaña en todo momento. Ese es el principal sentido de la Resurrección y eso es lo que los discípulos no entienden de manera inmediata.
Justamente el evangelio de hoy nos da la pista para entender que el descubrimiento de los efectos y alcances de la resurrección de Jesús no se comprenden rápidamente, de un momento a otro. Aunque los dos discípulos han comprobado que Jesús “no está” en la tumba y una vez que María Magdalena les anuncia que Jesús está vivo y que ha hablado con él (cf. Jn 20, 1-18), los discípulos siguen encerrados. Dos veces en el pasaje de hoy escuchamos estas dos expresiones, “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” (v. 19) y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa” (v. 26), lo cual es signo de que esto es un proceso de maduración de la fe. No nos dice el evangelista que los discípulos “no creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión, está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada discípulo.
Tal vez a nosotros, como creyentes de este tiempo, nos hace falta madurar aún mucho más el aspecto de la fe; tal vez nuestros conceptos tradicionales aprendidos sobre Jesús y su evangelio no nos permiten ver con claridad cuál es el horizonte de esa fe cristiana que confesamos tan folclóricamente y que, por tanto, no impacta a nadie. Valdría la pena hacer el ejercicio de desaprender; vaciar completamente nuestro ser, nuestro corazón, hacer lo de Tomás, viendo el caso de Tomás desde la óptica más positiva, claro está; es decir, si no lo juzgamos de entrada como “el incrédulo”, sino como el que quiere creer y poner en práctica su fe, pero que desde su vacío interior necesita ser llenado por la presencia de su Señor. Éste es el camino que estamos llamados nosotros hoy a recorrer." (Koinonía)




sábado, 18 de abril de 2020

EL ANACORETA Y EL GLOBO


Trabajaban los solitarios en su huerto cuando pasó por el cielo un globo aerostático. Se lo miró el Anacoreta y dijo:
- ¿Ves ese globo? No hace mucho estaba tirado en el suelo. Ahora vuela a gran altura y lleva tres personas en su cesta. ¿Qué lo hace volar?
El discípulo, recordando sus cursos de física, respondió:
- El aire caliente que producen los quemadores. Es menos denso y tiende a subir empujando el globo hacia arriba.
Se quedó pensativo el Anacoreta y luego dijo:
- Como nosotros. Si no fuera por el Espíritu, no podríamos elevarnos hacia Dios. Estamos tumbados como el globo antes de encender los quemadores... Es la oración y la cntemplación la que nos empuja hacia arriba. ¿Te das cuenta de las reflexiones para nuestra vida espiritual que podemos sacar de este globo?
Y ambos siguieron con la vista el globo que se alejaba en el cielo...

viernes, 17 de abril de 2020

EL ANACORETA Y LA SINFONÍA


A causa de una tormenta de arena, ambos solitarios estaban refugiados en la cueva del Anacoreta.
Entonces dijo:
- Si todos tocáramos el mismo instrumento, el mundo sería muy aburrido.
El discípuo pensó que el Anacoreta, a veces decía cosas muy raras. Además, en la cueva no había ningún instrumento musical.
- Es más - prosiguió el anciano - pretenden que todos toquemos la misma nota. ¡Menudo dolor de cabeza!
Seguía el discípulo interrogando con la mirada a su Maestro. Este sonrió y continuó:
- Esto es lo que pretenden los poderosos de este mundo. Y cuando digo "poderosos" me refiero a todos: los que tienen el poder religioso; los que tienen el poder económico; los que tienen el poder político...Para ellos lo ideal sería que todo el mundo tuviera un pensamiento único, las mismas reacciones, los mismos gustos y siguieran como corderos las mismas indicaciones.
Se detuvo un momento y añadió:
- La vida ha de ser una sinfonía. Instrumentos diversos y notas diferentes que, entre todos, formemos una bella melodía. ¿Te imaginas que el violín pretendiera que todos han de ser violines? Cada instrumento es importante y cada músico ha de amar el instrumento que toca. ¿Sabes cuál es el problema?
El discípulo no supo que responder.
- Que todos debemos aceptar el mismo director de orquesta. Si descubrimos a Dios, al Uno, al Trascendente..., no importa como lo llamemos cada uno, podríamos tocar entre todos la Gran Sinfonía de la Vida...
Y volvió a guardar silencio...

jueves, 16 de abril de 2020

EL ANACORETA Y EL PERDERSE...


Meditaban nuestros solitarios sobre el anonadamiento. Leían aquel pasaje que dice: "Si el grano de trigo no muere, no da fruto": El discípulo dudaba de los místicos que decían que hay que vaciarse...¿No iba eso contra el crecimiento personal?¿No era eso una contradicción?
El Anacoreta mirando al horizonte le dijo:
- Curiosamente, eso que tanto miedo te da, lo dicen los místicos de las diferentes religiones. Te contaré una preciosa historia de un maestro budista japonés: "El prior de un templo de Kioto envió al fundador de la ceremonia del té, un ramo de crisantemos como regalo. El joven novicio que llevó el presente se puso nervioso al entrar en la presencia del famoso maestro, tropezó y cayó de bruces. El ramo se deshizo y los pétalos de los crisantemos se dispersaron por el suelo de la habitación. Pero el maestro lo tranquilizó y le hizo pasar a la sala de té, en la que colocó un búcaro vacío. Recogió algunos pétalos y los dispuso entorno al jarrón vacío, configurando un armonioso diseño. Ambos contemplaron en silencio durante unos instantes la belleza simple de un cuadro tan natural. Por fin habló el maestro: Tu ramo de flores era hermoso. La apariencia es la apariencia, como dice el sutra del corazón. Al esparcirse por el suelo, las flo
res dejaron de ser flores. Pero la apariencia es el vacío. Bastan unos pétalos entorno de un jarrón para lograr tanta belleza de tanta nada. El vacío se hace transparente a todo..."
Guardó el Anacoreta un tiempo de silencio y luego prosiguió:
- Cuando hablamos de vaciarnos, se trata de abandonar nuestro yo aparente, para que surja nuestro verdadero yo... Vaciarse no es sino pasar de la opacidad a la transparencia...Morir a todo lo que no somos, a todo lo que aparentamos, para realmente SER...No tengas miedo. Salir de sí, morir a nosotros mismos, equivale a salir del yo engañado, superficial, para descubrir lo mejor que hay en nosotros.
Y siguieron meditando en silencio...
(La historia del budista japonés ratá sacada del libro "El otro Oriente" del jesuíta Juan Masiá.)

miércoles, 15 de abril de 2020

EL ANACORETA Y LA SANTIDAD


El Anacoreta y su discípulo contemplaban una bella puesta de sol. El discípulo dijo:
- ¡Qué santidad la de los misioneros que entregan su vida en países llenos de peligros o la de aquellas personas que se dedican a curar leprosos y enfermos contagiosos.
Esperó unos instantes el Anacoreta y respondió:
- La santidad no consiste en dejarse matar ni en besar leprosos. La santidad consiste en cumplir la Voluntad de Dios.
Miró extrañado el discípulo a su maestro, ya que siempre le hablaba de la entrega. Preguntó:
- ¿Entonces los mártires no son santos?¿Los que entregan su vida no son santos?
Sonrió el Anacoreta y respondió:
- No he dicho eso. El misionero es santo si el serlo es la voluntad de Dios y no su capricho o sus ganas de destacar, de ser diferente...A algunos, ciertamente, Dios les pedirá ser héroes. Pero a la mayoría nos pide amar a los que están a nuestro alrededor: nuestra familia, nuestros compañeros de trabajo, nuestros amigos, nuestros vecinos...Verlo a Él en el prójimo. Y esto, no vayas a creer que a veces es realmente heroico.
Y siguieron contemplando la puesta de sol...

martes, 14 de abril de 2020

EL ANACORETA, LOS BORREGOS, FANS Y OTROS ELEMENTOS...


Estaban nuestros solitarios comentando la meditación. Y dijo el Anacoreta:
- Jesús empleaban imágenes de la vida corriente en su entorno para elaborar las parábolas. Hablaba de mujeres que perdían una moneda y barrían la casa para encontrarla (posiblemente se lo vio hacer a María, que en casa no sobraba el dinero); de campos de trigo en los que crecían malas hierbas; de viñas e higueras; de pastores y ovejas...Y mira por donde, en nuestra Iglesia, eso de los pastores y las ovejas ha calado hondo. Tanto, que casi nos convertimos en borregos...
El discípulo  miró algo asustado a su maestro y dijo tímidamente:
- Quizá tendríamos que traducir las parábolas al lenguaje de hoy...
Sonrió el Anacoreta:
- Sí, ¿pero qué imágenes? ¿Yo soy el presidente y vosotros los miembros del partido? ¿Yo soy la estrella y vosotros mis fans?
El discípulo respondió rápidamente:
- Estas comparaciones no arreglan nada. Sigue habiendo alguien al que se le sigue como borregos...Quizá, ¿yo soy la enfermera y vosotros los pacientes?
Rió otra vez el Anacoreta:
- Sí, esto me gusta más. Quizá no sea tanto cuestión de imágenes, como de conceptos. Cuando Jesús habla del Buen Pastor, de lo que quiere hablar es, de que Él se ocupa personalmente de cada uno de nosotros. Y sí, somos los perdidos que el va a buscar. La lástima es, que nosotros usamos estas imágenes para decir que unos mandan y los otros han de obedecer... Está bien lo de la enfermera. Ellas se cuidan de todos y especialmente de los más enfermos. Además me gusta que hayas dicho la enfermera y no el enfermero...¿Por qué nos referimos siempre a Dios en masculino?
Reflexionó un instante y añadió:
- Y también hay que evitar la idea del paternalismo. El enfermo, si no pone nada de su parte, difícilmente podrá ser curado por la enfermera... 

lunes, 13 de abril de 2020

EL ANACORETA Y LA LUZ


 El Anacoreta y su discípulo salían de meditar y estaban preparando su frugal desayuno. El Anacoreta dijo:
- El otro día meditábamos sobre el precioso símbolo del agua. Hoy sobre la luz.
- Sí- respondió el discípulo - Los que creían ver eran los verdaderos ciegos...
Siguieron andando y el Anacoreta comentó:
- ¿Sabes lo que más me llama la atención en el evangelio de la curación del ciego? La forma como la realiza. Con saliva y tierra hace barro y se lo coloca en los ojos. ¡Menuda medicina!
Rieron los dos un rato. Luego el Anciano añadió:.
- El barro, lo despreciable...eso es lo que cura. Quizá nos quiere decir que en los problemas, las dificultades, las miserias, los desechos de la sociedad...es donde encontramos la verdadera luz...lo que nos ayuda realmente a VER.
Y empezaron a desayunar...

domingo, 12 de abril de 2020

RESUCITAR


"El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó. Y es que todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar."

"El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.
La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.
La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.
Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.
Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.
Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección." (Koinonía)



sábado, 11 de abril de 2020

EL SILENCIO DE DIOS


El Sábado Santo nos hace patente el silencio de Dios. El de la ausencia de Dios. Incluso la Eucaristía se quita del sagrario y se guarda en la sacristía.
Es el tiempo de todas esas personas que han perdido a Dios, de todos los que en algún momento de nuestra vida, no sabemos dónde agarrarnos. Es el tiempo de la SOLEDAD ABSOLUTA. Todavía suena en nuestros oído, grito desgarrador: "Padre, por qué me has abandonado". Pienso en aquella joven que acaba de perder a su novio víctima del cáncer. Todas sus ilusiones, sus planes y proyectos se han hundido en un instante. Y está sola...y sin Ti, en la soledad más absoluta. Yo no sé ayudarla. ¿Qué le puedo decir? ¿Darle mi mano? Ella añora la mano de su novio y la mía le sonaría a violación...Sólo Tu puedes hacerlo...haciéndole ver, que tras el Sábado Santo, viene la Resurrección. Que esta soledad acabará...No sé cómo lo harás, pero sé que puedes hacerlo... 

viernes, 10 de abril de 2020

LA MUERTE DE JESÚS


El Evangelio de hoy es la Pasión según San Juan. Os dejo la referencia por si tenéis que buscarlo en los evangelios: Jn 18, 1-19,42

"La muerte ha sido el gran misterio que ha preocupado al ser humano a través de toda su historia. Porque aunque éste ha pretendido negar todas las verdades, sin embargo hay una que siempre le persigue y nunca ha podido rechazar: la realidad de la muerte. Ni siquiera los ateos más recalcitrantes se han atrevido a negar que ellos también han de morir.
Para el pagano la muerte era toda una tragedia; no tenían ideas claras sobre el más allá, por eso no obstante que admitían una existencia más allá de la tumba, dicha existencia estaba rodeada de oscuridad y enigmas. Además, no todos admitían una vida después de la muerte, porque ésta era un desaparecer total, el fin de todas las esperanzas, la frustración de todos los anhelos. Los mismos judíos aceptaban la resurrección, pero la posponían hasta el fin de la historia.
Para los discípulos la situación era muy desalentadora; ellos esperaban un Mesías terreno que iba a revivir las glorias del reinado de David y Salomón y he aquí que sus ilusiones se desvanecieron como la espuma. Esa sensación de desaliento está claramente expresada en uno de los discípulos de Emaús:
Nosotros esperábamos que sería él quien rescataría a Israel; mas con todo, van ya tres días desde que sucedió esto (Lc 24,21).
La muerte de Jesús había sido un acontecimiento trágico; sus enemigos habían logrado lo que querían, quitarlo de en medio. Los fariseos, porque había desenmascarado su hipocresía, los sacerdotes porque había denunciado la vaciedad de un culto formalista; los saduceos porque había refutado la negación de la resurrección; los ricos porque les había echado en cara la injusticia de sus actuaciones; los romanos porque pensaron que era un sedicioso.
Jesús murió abandonado por todos; sus discípulos huyeron, los judíos lo despreciaron; el Padre se hizo sordo a su clamor; esa tarde en la cruz colgaba el cuerpo de un ajusticiado, condenado por la justicia humana y rechazado por su pueblo. Parecía que el odio hubiera vencido sobre el amor; el poder sobre la debilidad de un hombre; la tinieblas sobre la luz; la muerte sobre la vida. Aquella tarde cuando las tinieblas cayeron sobre el monte Calvario parecía que todo había terminado y los enemigos de Jesús podían por fin descansar tranquilos.
Pero he aquí que, en lo más profundo de los acontecimientos, la realidad era distinta. Jesús no era un vencido, sino un triunfador; no lo aprisionaba la muerte, sino que se había liberado de su abrazo mortal; lo que parecía ignominia se transformó en gloria; lo que muchos pensaban que era el fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación. La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse en el trono de gloria del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza es ahora una diadema de honor.
Al morir Jesús dio un nuevo sentido a la muerte, a la vida, al dolor. La pregunta desesperada del hombre sobre la muerte encontró una respuesta. Pero esto no significa que podamos cruzarnos de brazos y contentarnos con enseñar que la muerte de Jesús significó un cambio en la vida de la humanidad. Ese cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque él no aceptó su muerte con la resignación de quien se somete a un destino ineludible, sino como quien acepta una misión de Dios. Por eso su muerte condena la injusticia de los crímenes y asesinatos, pero nos pide hacer algo contra la injusticia porque no solo condena la explotación de los oprimidos, sino que nos pide mejorar su situación; la muerte de Jesús no solo es un rechazo del abandono de las muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos al desvalido.
Su muerte no es solamente un recuerdo que revivimos cada año, sino un llamado a mejorar el mundo, a destruir las estructuras de pecado; a restablecer las condiciones de paz; a construir una sociedad basada en la concordia, la colaboración y la justicia.
Jesús sigue muriendo en nuestros barrios marginados, en los soldados y guerrilleros que yacen en las selvas, en los secuestrados y prisioneros, en los enfermos y en los ignorantes. A nosotros nos toca hacer que se grito de desesperación que Jesús pronunció cuando dijo “Padre, por qué me has abandonado” se convierta en el grito de esperanza: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”."(Koinonía)