domingo, 30 de abril de 2023

SER REBAÑO SIN ABORREGARSE


 

Jesús añadió:
- Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que se mete por otro lado, es ladrón y salteador. El que entra por la puerta, ese es el pastor que cuida las ovejas. El guarda le abre la puerta, y el pastor llama a cada oveja por su nombre y las ovejas reconocen su voz. Él las saca del redil, y cuando ya han salido todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque reconocen su voz. En cambio no siguen a un extraño, sino que huyen de él porque no conocen la voz de los extraños.
 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir.
 Volvió Jesús a decirles: “Os aseguro que yo soy la puerta por donde entran las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí fueron ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que por mí entra será salvo; entrará y saldrá, y encontrará pastos.
El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

"Hablar de «rebaños», y de «ovejas» y de «corderos» para referirse hoy a las personas o grupos suele provocar malestar y rechazo, en general. En la sociedad civil, no se usa este lenguaje. Y entre los creyentes... pues quizá por la costumbre, por la tradición bíblica, y por los esfuerzos que hacemos para comprender su significado... seguimos usándolo... pero realmente... no es una terminología que nos agrade gran cosa. Y algunos, abiertamente, lo dicen: ¡Nada de ovejas, ni de borregos, ni de rebaños manejados por los «pastores»...!
En los últimos tiempos nos hemos ido acostumbrando a ser protagonistas y responsables, y en muchísimos ámbitos (no en todos) procuramos elegir a quienes nos han de guiar o representar o hacerse cargo de responsabilidades. Y además les exigimos que sean coherentes, honestos, éticos, que cumplan sus programas y compromisos, que sepan dialogar y negociar para bien de la mayoría...
Hoy más que nunca nos rebelamos contra todos los que manipulan a las personas o intentan aprovecharse de ellas, o engañarlas o anteponer oscuros intereses. Y nunca como ahora hemos estado más controlados y espiados por todo tipo de tecnologías. Nos vamos enternado que grandes cadenas de televisión, periodistas y locutores, programas de radio y televisión, prensa, políticos de todos los colores... inventan y difunden bulos, manipulan datos, seleccionan las noticias que les interesan...
Por una parte nos irrita y enfada que quien sea intente imponernos su forma de pensar, o de hacer, o nos mientan, o nos escondan la realidad... Pero por otra... parece que no pocos renuncian a pensar por sí mismos, a ser críticos, a contrastar informaciones y prefieren ser «la voz de su amo» (un político, una emisora, un periódico, el grupo de amigos, etc)... En general, nos angustia la masificación y nos repele el borreguismo y la mentira.
Sin embargo, el rebaño es un símbolo usado con frecuencia por la Escritura para referirse al pueblo de Dios, que anda como «ovejas sin pastor», o incluso sometido a malos pastores. Y que reserva la imagen de «Buen Pastor» para referirse exclusivamente a Dios.
Lo que nunca hace la Biblia al usar este lenguaje, estas comparaciones, es proponer nada que pudiera sonar a borreguismo, docilidad pasiva, manipulación, dependencia, absolutización de la autoridad de los Jefes, o renunciar a la propia libertad. Y nada de esto aparece en el discurso del Buen Pastor, del que hoy hemos leído un fragmento. Más bien en él se recalca la libertad de los ovejas que siguen a uno y huyen de otros, según reconozcan o no su voz; que no hacen caso a ladrones y bandidos que pretenden entrar no por la puerta, sino por cualquier otro lugar con intenciones de dañar al rebaño.
Jesús señala la diferencia entre el Buen Pastor y el contratado, entre el buen líder que está al servicio de la comunidad, del grupo, y el que sólo busca su propio beneficio. El contexto en el que Jesús pronuncia estas palabras es polémico. En la fiesta de la Dedicación del Templo, está contraponiendo la puerta de entrada al Templo (es decir, el acceso y la comunión con Dios) con él mismo, que es la Puerta de las ovejas = único medio de acceder y entrar en comunión con Dios. Y a la vez se presenta como el Buen Pastor cuyo signo distintivo es que da la vida por las ovejas, creando una unidad y comunión con ellas, como la que él mismo tiene con el Padre que le ha enviado. Los demás pastores no son así y ya no valen para el nuevo culto y la nueva relación con Dios que él nos trae.
Los cristianos deseamos que los Pastores que están al frente de la Iglesia sean auténticos «testigos del Evangelio», empeñados en servir, en crear comunión (que para nada se confunde con uniformar), que escuchen mucho los sufrimientos y esperanzas del pueblo de Dios, que acompañen y caminen delante abriendo camino, que se manchen con el barro y las zarzas entre las que andan casi siempre las ovejas. Que cuenten realmente con los laicos, no como simples «ayudantes» que están por debajo, sino «sinodalmente», caminando todos juntos sin sentirse «dueños» del rebaño.
El Buen Pastor es exclusivamente Jesús, y nadie puede pretender asumir o atribuirse su representación, su autoridad o cualquier otro aspecto. Jesús mismo dijo: «entre vosotros, todos hermanos», a nadie llaméis «señor, ni maestro, ni director, ni padre....»... porque todo eso le corresponde a Dios. El que quiera ser primero que sea servidor.
Todos necesitamos aprender mucho del Buen Pastor: padres, sindicalistas, políticos, empresarios, educadores, agentes de pastoral...  Pero no para tener éxito o sumar votos o clientes, sino para «servir»:
Por ejemplo:
1) Conoce a los suyos.  Eso significa dedicar tiempo, estar cerca, prestar atención, poner interés huyendo de rutinas, expresar afecto, cambiar lo que sea necesario para una mejor y mayor comunión...
2) Los «defiende» pero no en plan paternalista, sino haciendo causa común con ellos, poniéndose a su lado, arriesgándose con ellos, «oliendo a oveja» como repite el Papa Francisco. Particularmente a los más indefensos y vulnerables. Y se atreve a reprochar y defender la verdad, como hace Pedro en la 1 lectura, caiga quien caiga, aunque caiga él mismo. Camina con ellos, y con ellos pasa frío y calor, amenazas e incomodidades, cansancio y escasez (preguntadle a San Pablo que de esto tiene mucho que contarnos)...
3) «Da la vida» por todos; es decir, no se deja comprar por nadie ni está especialmente pendiente de quienes mejor le pueden corresponder, obedecer, pagar sus servicios. «Dar la vida» son palabras mayores. Se refiere no sólo a la cruz, sino también a la vida que hay en él: a la vida del Espíritu, a su experiencia profunda de Dios, a las fuentes donde él bebe y que le ayudan a ser feliz y a vivir de un determinado modo.
5) No recluye a los suyos (una iglesia en salida). No los aísla de los demás, ni está todo el tiempo pendiente de los de siempre, de los que ya están. Procura no estar siempre en medio; delega, confía, sabe retirarse... Incluso deja a las «99 ovejas» en el redil, para irse a buscar una sola que anda perdida. Y es que «el buen líder es aquel que se hace progresivamente innecesario» (Thomas Carruthers). 
4) «Reúne» en la unidad (capacidad de dialogar con los distintos) a los que están dispersos, los atrae, los reconcilia, facilita que sepan estar juntos, crea conciencia de fraternidad; es decir, lucha contra el individualismo, las divisiones y marginaciones sean del tipo que sean: todos tienen un sitio en el rebaño, un sitio especial, distinto...
Podríamos también reflexionar sobre la «buena oveja», pero lo dejamos para otra ocasión.
A pesar de todas las dudas e incertidumbres, de todas las cañadas oscuras, el creyente va experimentando a Dios como  alguien que sostiene, acompaña, protege y defiende su vida, incluso en los peores momentos. Alguien que nos da fuerzas para comenzar siempre de nuevo, alguien que alimenta en nosotros una esperanza indestructible cuando la vida parece apagarse para siempre;  «yo doy la vida para que tengan vida y la tengan en abundancia». A menudo lo hará a través de «buenos pastores» -¡que los hay!-, incluso pastores de otros «rediles»." 

(Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf )


sábado, 29 de abril de 2023

SANTA CATALINA DE SIENA: LA SENCILLEZ

  

Por aquel tiempo, Jesús dijo: 
- Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.

El evangelio de hoy se aplica totalmente a Santa Catalina de Siena. Modelo de sencillez y humildad, pero que fue capaz de ser voz de Jesús incluso ante dos Papas.

"Hay una mujer sencilla, muy alejada en el tiempo, que pertenece al grupo de los que han recibido la revelación de Dios. Se llama Catalina de Siena. En un siglo en el que estamos viviendo la “revolución de la mujer”, necesitamos figuras que encarnen la manera femenina de seguir a Jesús. En Catalina se dan los rasgos que aparecen en la oración de Jesús:
Ella fue una mujer sencilla. No sabía leer ni escribir. No tuvo, por tanto, ninguna formación académica.
Ella fue una escogida por Dios. En los 33 años de su existencia, se dejó seducir por Jesucristo, hasta el punto de que, renunciando a cualquier otra relación, se desposó con él y recibió el don místico del desposorio espiritual.
Catalina representa un espíritu fuerte en tiempos muy convulsos para la sociedad y para la Iglesia. Su criterio evangélico ayudó a muchos, incluyendo dos Papas, a encontrar el verdadero camino. Fue como un faro en medio de la tormenta.
En el origen de esta actitud está su relación especial con Jesús y su vinculación a la dulce Madre, la Virgen María. Estas relaciones fuertes le permitieron abordar una vida de extraordinaria penitencia y, sobre todo, las múltiples persecuciones y calumnias de que fue objeto.
Cuando, contemplando a Catalina, dirigimos la mirada a nuestro tiempo, podemos hacernos una pregunta simple: ¿Cómo contribuir a encontrar el camino evangélico en tiempos tan complejos como los que nos ha tocado vivir? La respuesta es sencilla, aunque en absoluto fácil:
Viviendo relaciones fuertes con quienes pueden sostener una vida: Jesús y su Madre.
Aceptando “entregar la vida” para que otros puedan vivir. Esta entrega de la propia vida tiene que ver con la aceptación de muchas cosas que no nos gustan, pero que sirven para que los demás crezcan. Y, naturalmente, tiene que ver con la incomprensión, el desprecio y la prueba." (Ciudad Redonda)


viernes, 28 de abril de 2023

VIVIR PARA SIEMPRE


 Los judíos se pusieron a discutir unos con otros:
– ¿Cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo?
 Jesús les dijo:
– Os aseguro que si no coméis el cuerpo del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día último. Porque mi cuerpo es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él. De la misma manera, el que me coma vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron vuestros antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. El que coma de este pan, vivirá para siempre.
 Jesús enseñó estas cosas en la reunión de la sinagoga en Cafarnaún.

Los judíos no lo entendieron y supongo que los discípulos tampoco. Es con la Última Cena y la Resurrección, cuando, como los discípulos de Emaús, lo reconocieron al partir el pan.
Comer el cuerpo y la sangre de Jesús es hacerse uno con Él. Es hacerse uno con los hermanos. Por eso no tiene sentido una misa sin comunión o una misa en que ignoramos a los que están a nuestro alrededor. A pesar de que se nos diga que la Fe es algo personal, que la religión se vive en privado, para un cristiano esto no tiene sentido. Vivimos la Fe, la espiritualidad, para unirnos a Dios y a nuestros hermanos; para hacer una sociedad en que todos nos amemos y avancemos todos juntos hacia Él. Esto es vivir para siempre. 

jueves, 27 de abril de 2023

NUESTRA SEÑORA DE MONTSERRAT


  
Por aquellos días, María se dirigió de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se movió en su vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte, dijo Isabel:
– ¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Tan pronto como he oído tu saludo, mi hijo se ha movido de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!
 María dijo:
 Mi alma alaba la grandeza del Señor.
 Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

En Catalunya hoy celebramos la festividad de Nuestra Señora de Montserrat. Este es el evangelio de esta celebración litúrgica.
María es nuestro modelo de discípulos de Jesús. Acaba de recibir la noticia del ángel de su maternidad y de la de su prima Isabel. Ella lo deja todo para ir a ayudarla. El servicio es una de las principales cualidades que ha de tener un discípulo. 
Buscar la voluntad de Dios y seguirla es otra de las cualidades. Por eso recibe el elogio de Isabel: "¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho! Nuestra Fe, como la de María, ha de consistir en saber ver esta voluntad y cumplirla. María, como nos dice el evangelio en otro lugar, guardaba todas las cosas, todo aquello que veía y oía de los labios de Jesús, en su corazón.
Pidamos a María que haga que seamos como ella.  

miércoles, 26 de abril de 2023

SER SAL Y LUZ


Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la calle y la gente la pisotea.
Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse; y una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo.

Nuestra sociedad está confundida, triste y apagada. Necesita alguien que le realce el sabor y que le dé luz. Jesús quiere que nosotros seamos la sal que devuelva el gusto a esta sociedad. Que dé a las personas sentido para vivir, para avanzar. Jesús quiere que seamos luz. Que ayudemos a los demás a ver a Dios a su alrededor. Luz para ver quién nos necesita. Luz que ilumine las tinieblas que nos envuelven.
Si nosotros somos sosos y obscuridad, no debemos extrañarnos de que las iglesias se vacíen y de que no haya vocaciones. De que la sociedad sea cada vez más egoísta y cerrada en ella misma. 


martes, 25 de abril de 2023

ANUNCIAR LA BUENA NUEVA

 
Y les dijo: “Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado. Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas; cogerán serpientes con las manos; si beben algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los sanarán.”
 Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Los discípulos salieron por todas partes a anunciar el mensaje, y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas.

Jesús nos envía a anunciar la buena nueva. Tenemos la seguridad de que Él estará siempre a nuestro lado para protegernos. 
Anunciar la Buena Nueva no es solamente predicarla, sino practicarla. Y sabemos que en otro pasaje del Evangelio Él nos dice que la Buena Nueva es, que los cojos andan, los ciegos ven...Son nuestras obras con los más necesitados, pobres y perseguidos lo que será nuestra mejor predicación, nuestro mejor apostolado.

lunes, 24 de abril de 2023

TODOS UNIDOS A JESÚS


 
Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos.

Hoy en Catalunya celebramos la liturgia de San Jorge que no pudimos celebrar ayer. Este evangelio nos invita a permanecer unidos a Jesús. Él y todos nosotros, formamos la verdadera Comunidad del Reino. Sólo si permanecemos unidos a Él podemos dar fruto. Con Jesús formamos una Unidad. Lo que también llamamos el Cuerpo Místico. Por más que oigamos que la religión es algo personal, no somos cristianos si no nos sentimos comunidad. La Eucaristía es esa viña en la que todos nos unimos al Jesús que recibimos y a los hermanos que lo recibimos todos juntos.  

domingo, 23 de abril de 2023

RECONOCERLO A NUESTRO LADO

 


 Dos de los discípulos se dirigían aquel mismo día a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban hablando de todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. Pero, aunque le veían, algo les impedía reconocerle. Jesús les preguntó:
– ¿De qué venís hablando por el camino?
Se detuvieron tristes, y uno de ellos llamado Cleofás contestó:
– Seguramente tú eres el único que, habiendo estado en Jerusalén, no sabe lo que allí ha sucedido estos días.
 Les preguntó:
– ¿Qué ha sucedido?
Le dijeron:
– Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él fuese el libertador de la nación de Israel, pero ya han pasado tres días desde entonces. Sin embargo, algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro y no encontraron el cuerpo; y volvieron a casa contando que unos ángeles se les habían aparecido y les habían dicho que Jesús está vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres habían dicho, pero no vieron a Jesús.
 Jesús les dijo entonces:
– ¡Qué faltos de comprensión sois y cuánto os cuesta creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado?
 Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas.
 Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse, diciendo:
– Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche.
Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció. Se dijeron el uno al otro:
– ¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?
 Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos. Estos les dijeron:
– Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
 Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan.

El deseo de los evangelistas, cuando recogieron este pequeño número de relatos que solemos llamar«apariciones», no era tanto el contarnos unas experiencias extraordinarias que sólo ellos tuvieron, y que no son verificables de ninguna manera (te las crees o no te las crees), y que nos dejan -junto con algunas claves de fe- no pocas preguntas e incertidumbres... Digo que su objetivo era más bien darnos pistas, a los que no seríanos contemporáneos suyos, a tantos que no pudimos conocer físicamente a Jesús, ni vamos a«ver» al Señor Resucitado en persona... para que comprendamos y purifiquemos la «experiencia de la fe», esto es, esa experiencia personal de «encuentro» con Cristo Resucitado y que no depende de nuestros sentidos corporales (recordemos a Tomás, por ejemplo, el domingo pasado). Nuestra fe no se reduce simplemente a «creer que se apareció» hace mucho tiempo a unos pocos discípulos y durante un tiempo limitado... sino que -como está vivo, porque «ya no muere más»- de alguna manera podamos relacionarnos con él, que es lo esencial de la fe cristiana. Desde aquí es como debemos acercarnos a los relatos «pascuales», como el de hoy.
             La escena que nos relata San Lucas está protagonizada por dos discípulos que se parecen mucho a nosotros. Podrían representar a cualquier creyente, a todos los creyentes. Algunos especialistas en la Escritura indican que no fue un «despiste» de Lucas el que uno de los dos caminantes no tenga nombre. Uno se llama Cleofás, pero ¿y el otro? Según interpretan, Lucas tuvo cuidado de no indicar su nombre para que nosotros, al leerlo, pudiéramos ocupar su lugar, sentirnos identificados con él.
     Sea como fuere, ¿cómo son estos dos personajes/discípulos, qué les pasa, y sobre todo, qué tienen que ver conmigo, cómo me ayuda su experiencia a comprender y profundizar la mía? 
         Los dos caminantes han pasado por una experiencia de dolor, de muerte, de fracaso, de decepción... Expectativas tronchadas, amistades terminadas, sueños rotos... Y se alejan de la ciudad, sumidos en su tristeza. La cosa tiene que ver con un compañero de camino, un amigo llamado Jesús... que ya no está. Y al faltar él, el grupo del que ambos formaban parte se ha dispersado. 
          Aquellos dos discípulos se pueden parecer a tantos hermanos que se acercan a nuestra comunidad cristiana buscando a Dios, y todo lo que se nos ocurra e intentemos decirles... no les convence, no les sirve. Como las palabras con las que intentaron consolarles a ellos y darles esperanza la mujeres que fueron al sepulcro, y el resto de compañeros... les parecieron rumores, chismes, fantasías...
       Total que se apartan del grupo, vuelven a su casa y a sus cosas, aunque no dejen de darle vueltas a lo ocurrido, intentando comprenderlo... Se van entristecidos, a su aldea de «Emaús». Se trata de una especie de «baño de realidad» después de haberse dejado ilusionar por aquel Mensaje de Jesús que quedó en nada. La ausencia y la muerte de quienes han formado parte importante de nuestra vida nos ayudan a entender e identificarnos con los sentimientos y estado de ánimo de estos dos discípulos. Se resume todo en un «ya no»...
Pero...
          ♠ Lo primero que hay que subrayar es que estos discípulos van comentando, compartiendo entre ellos sus sentimientos, su dolor, sus frustraciones. Hay entre ellos una comunicación seria. Lucas no ha mencinonado que fueran amigos, o que tuvieran una gran confianza entre sí o.... No. Sólo que eran discípulos, es decir: tenían en común el haber conocido y seguido a Jesús. Y eso ya sería suficiente para hablar y contarse y abrir el corazón y compartir la vida... Aunque esto no les saque de su confusión... es un primer paso importante y necesario.
             ♠ ¿De qué hablan?  Hablan de que se han sentido desencantados con Jesús. «Nosotros esperábamos... pero...». Habían puesto en él su esperanza. Esperaban que él diese respuesta a sus deseos profundos, y que liberase a Israel de sus problemas políticos y religiosos. Habían escuchado su mensaje (Evangelio), le habían admirado y querido, habían convivido con él. Aún después de su muerte vergonzosa, todavía lo consideran un gran personaje, «un profeta». Pero... «no habían llegado a la fe», no habían descubierto realmente quién era Jesús. Tenían una imagen suya equivocada, distorsionada por su deseos y expectativas... Cuando le ven fracasar y sufrir, y ser rechazado por todos, y entregado por las autoridades religiosas al considerarlo un blasfemo, un falso profeta... no han sabido cómo encajarlo.
           Esta experiencia no es tan ajena para muchos de nosotros. ¿Quién no se ha sentido alguna vez  desconcertado, decepcionado, lleno de dudas, cuando ha confiado en que Dios le ayudase, cuando se han dirigido a él en su oración... y no han obtenido la respuesta que esperaban, o incluso ninguna respuesta? ¿O cuando nos ha visitado la enfermedad, el dolor, la muerte de un ser querido... y Dios no ha hecho nada de lo que esperábamos y necesitábamos y le habíamos pedido...?
             No resulta extraña entonces la decisión de «alejarse» y procurar olvidarlo todo cuanto antes. Esto de la fe parecía bonito... pero son «chismes y rumores», deseos y «fantasías»: ¿ángeles, apariciones, sepulcros vacíos?...
         ♠ Se les acerca un Caminante. No lo reconocen de entrada. ¿Cómo es posible para un discípulo no darse cuenta de que es el propio Jesús quien les sale al camino y les acompaña? Lucas no ha dado ningún rasgo físico de él. Sólo «uno que va en la misma dirección». Pero ¿no es así tantas veces en nuestra vida? Alguien (un hermano en la fe, un catequista, un sacerdote, una religiosa...), que hace las veces del Señor Resucitado, saliéndonos al paso y caminando y reflexionando con nosotros?
         El Caminante se interesa por sus vidas, por la conversación que traen por el camino. Y aunque para ellos es un perfecto desconocido, le abren el corazón. He aquí un segundo elemento importante en el proceso de la fe: Abrirse, confiar, desahogar el corazón. Y por tanto un rasgo indispensable en el pastor y acompañante: Interesarse por la vida de la gente, preguntar, escucharles, saber de qué hablan por el camino. 
           ♠ La respuesta de aquel Caminante ante todo lo que ha escuchado es iluminarlo con las Escrituras. La vida, el dolor, el fracaso, el sinsentido necesitan de una luz nueva. Y Jesús repasa con ellos todo lo que tenía que ver con él: Es su testimonio personal. Es éste un tercer elemento importantísimo en el camino de la fe: Conocer las Escrituras. ¿Acaso aquellos dos judíos no la conocían? Todo buen judío se preciaba de conocer a fondo la Ley y los Profetas. Pero... no habían sido capaces por sí mismos, de ponerlo en relación con lo que estaban viviendo
          Esa conversación (podemos llamarla muy bien «catequesis») les hace sentir bien. Pero las palabras compartidas, el estudio de la Escritura, la reflexión y la confianza surgida no son suficientes. Y con toda naturalidad les brota la hospitalidad: invitan al Caminante a quedarse con ellos a esas horas ya oscuras. No se suele invitar a casa a cualquier desconocido. Ni lo invitan por haberse dado cuenta de quién era... Sencillamente les ha llegado su mensaje, se han sentido escuchados y comprendidos, y les apetece seguir todavía en su compañía. Sus palabras son realmente una oración, sencilla, breve, pero con corazón sincero y agradecido: «Quédate con nosotros». Y cuando le ven tomar el pan, pronunciar la bendición, partirlo y entregárselo... algo pasa: Se dan cuenta de que, desde que habían comenzado a caminar con él, había empezado toda una "liturgia" que apuntaba y culminaba en la Fracción del Pan. 
               ♠ Podríamos concluir: Haber «visto» en persona a Jesús (cosa que no está ya a nuestro alcance) y haber escuchado/leído su mensaje/evangelio... Es importante pero no es suficiente. Formar parte de un grupo de discípulos y compartir la vida, y escuchar sus testimonios personales, es importante pero tampoco es suficiente. Repasar nuestra vida a la luz de las Escrituras y de la experiencia de Jesús crucificado (catequesis/revisión de vida) también es importante y necesario. Pero sigue siendo insuficiente para reconocer vivo al Señor: Es necesario partir juntos el pan, celebrar la Eucaristía, hacer posible la «comunión» interpersonal. Una fe sin Eucaristía no es fe. No se nos abren los ojos. Nos «dejamos fuera» de casa al Señor. Y si celebramos «bien» la Eucaristía... necesitaremos «volver» a buscar al resto de los hermanos. Regresaremos a la Comunidad con una experiencia de fe que compartir. Por fin habremos comprendido a las mujeres, a Pedro, a Tomás... porque tendremos una experiencia común con ellos. Seremos con verdad una Comunidad-Iglesia.
            Que estas sencillas reflexiones nos animen a refrescar, profundizar y cuidar nuestra fe pascual en el Señor Resucitado, ¡el Señor de nuestros caminos! Que seamos capaces de anunciar a quien quiera escucharnos que «es verdad, el Señor ha resucitado y nosotros lo hemos reconocido al partir el Pan». Y si nos marchamos un día a Emaús... que podamos volver con el corazón ardiendo.

(Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf)

sábado, 22 de abril de 2023

ESTÁ CON NOSOTROS


 Al llegar la noche, los discípulos de Jesús bajaron al lago, subieron a una barca y comenzaron a cruzarlo en dirección a Cafarnaún. Era completamente de noche, y Jesús todavía no había regresado. En esto se levantó un fuerte viento que alborotó el lago. Ellos, cuando ya habían recorrido unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús que se acercaba a la barca andando sobre el agua y se llenaron de miedo. Él les dijo:
– ¡Soy yo, no tengáis miedo!
 Entonces quisieron recibirle en la barca, y en un momento llegaron a la orilla adonde iban.

Nuestra sociedad, como la barca de los discípulos, se encuentra en medio de la tormenta. Guerras, injusticias, abandono de las creencias, pobreza, cambio climático...Y nosotros no sabemos ver a Jesús que camina por encima de todas esas cosas. Él es quien puede calmar las aguas bravas. Es Él quien nos trae la paz y nos quita el miedo; pero hemos de saber reconocerlo. En un momento llegaremos a la orilla de la calma, de la paz, de la tranquilidad. Debemos buscar momentos para estar con Él. Sólo allí encontraremos la verdadera Paz.

viernes, 21 de abril de 2023

COMPARTIR

 

Después de esto, Jesús se fue a la otra orilla del lago de Galilea (también llamado de Tiberíades). Mucha gente le seguía porque habían visto las señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a un monte y se sentó con sus discípulos. Ya estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar la vista y ver la mucha gente que le seguía, Jesús dijo a Felipe:
– ¿Dónde vamos a comprar comida para toda esta gente?
 Pero lo dijo por ver qué contestaría Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que había de hacer. Felipe le respondió:
– Ni siquiera doscientos denarios de pan bastarían para que cada uno recibiese un poco.
 Entonces otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
– Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?
 Jesús respondió:
– Haced que todos se sienten.
Había mucha hierba en aquel lugar, y se sentaron. Eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó en sus manos los panes, y después de dar gracias a Dios los repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los peces, dándoles todo lo que querían. Cuando estuvieron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
– Recoged los trozos sobrantes, para que no se desperdicie nada.
 Ellos los recogieron, y llenaron doce canastas con los trozos que habían sobrado de los cinco panes de cebada. La gente, al ver esta señal milagrosa hecha por Jesús, decía:
– Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo.
 Pero como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez a lo alto del monte, para estar solo.

El secreto es compartir. Si en vez de acaparar, pensáramos en los demás, habría seguramente mucha menos , o ninguna, pobreza en el mundo. Aquél niño dio una lección a toda la multitud. Y Jesús, como hace siempre, aprovechó nuestros pocos méritos, para hacer mucho. Es el lema de PROYDE: "Mucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, en lugares pequeños, puede cambiar el mundo.

"¿Cuántos millones de euros o de dólares harían falta para alimentar a todos los que tienen hambre en el mundo? Ciertamente no demasiados pero no se terminan de poner. Y sigue habiendo mucha gente son saciar su hambre, sin cubierto el mínimo de necesidades naturales.  Jesús no solucionó el problema de aquellas gentes. Como mucho dio de comer a unos pocos y un día. Al día siguiente volvieron a sentir la punzada del hambre. 
Y, sin embargo, el milagro de la multiplicación de los panes tiene un profundo significado. Nos habla en primer lugar de la compasión de Jesús. El dolor de la gente, el hambre, la miseria, todo eso afecta a Jesús. Su corazón se llena de compasión. Eso vale para entonces y para ahora. Hoy, Jesús sigue estando cerca de todos los que sufren. No puede evitar su dolor. Pero sí puede alargar la mano para acompañar, para compartir, para sentir con. Toda una forma de estar al lado de los demás. Es la forma de estar de Dios. Porque precisamente al estar así es como Jesús nos revela a Dios. 
En segundo lugar, la multiplicación de los panes indica que Jesús hace lo que puede. Pero ese poder pasa por compartir lo que se tiene. No es broma. El milagro tiene su punto de partida en la aparición de un chico que fue capaz de abrir su mochila y poner en común lo que tenía. A partir de ahí se produce el milagro. Y hasta sobra. El milagro no nace de cero sino de la capacidad de los que están allí de abrirse a los demás y compartir lo que tienen. En este caso se compartió unos panes y unos peces. He visto en mi vida auténticos milagros que han sido fruto de compartir simplemente un rato, unos minutos, con otra persona. Se ha vencido la soledad y se ha creado un hueco para la sonrisa y la esperanza. 
Y, en tercer lugar, el milagro de Jesús produce la abundancia. Es la abundancia del Reino de Dios. Se terminó la penuria, la miseria, la pobreza, la angustia, la muerte. Y nace la esperanza, la vida, el amor, la fraternidad. Los que estaban separados y aislados, pensando cada uno en su hambre, comienzan a levantar la vista y descubren en Jesús al profeta que les abre la puerta a una nueva forma de vivir. Por un momento, al compartir los panes y los peces, lo han experimentado. Igual que nosotros en la Eucaristía experimentamos por un momento que Jesús hecho Eucaristía hace de nosotros una familia. Y podemos seguir comprometidos con el sueño del Reino. 
No hacen falta millones de euros. Lo que hace falta es voluntad de compartir y de crear fraternidad como Jesús nos enseñó. Y el milagro se producirá." 
(Fernando Torres cmf)

jueves, 20 de abril de 2023

DAR TESTIMONIO

  


Al llegar, los llevaron ante la Junta Suprema, y el sumo sacerdote les dijo:
– Os habíamos prohibido terminantemente enseñar nada relacionado con ese hombre. Y vosotros, ¿qué habéis hecho? ¡Habéis llenado toda Jerusalén con vuestras enseñanzas, y encima queréis echarnos la culpa de la muerte de ese hombre!
Pedro y los demás apóstoles contestaron:
– Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, el mismo a quien vosotros matasteis colgándolo de una cruz. Dios lo ha levantado a su derecha y le ha hecho Guía y Salvador, para que la nación de Israel se convierta a Dios y reciba el perdón de sus pecados. De esto somos testigos nosotros, y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a quienes le obedecen.
Al oir esto, se enfurecieron y querían matarlos.

Los apóstoles, a pesar de ser perseguidos, dieron testimonio de Jesús. Anunciaron sus palabras y vivieron como Él. Eso debemos hacer también nosotros. Sobre todo con nuestra vida, dedicada a los más pobres, los perseguidos, los que nuestra sociedad ningunea.

"Dar testimonio no es exactamente ir por la calle con una banderola que diga “soy cristiano” o con una cinta en la frente que diga “Yo amo a Jesús”. Todo eso puede estar bien en un determinado momento. Pero la verdad es que Jesús no se colocó ninguna ropa distintiva. No tenemos ninguna información de nada parecido. Lo mismo de los apóstoles. Y lo mismo durante muchos siglos de historia del cristianismo. 
Es interesante conocer, por ejemplo, la historia del hábito en la vida religiosa. Lo que empezó siendo una obligación auto-impuesto de vestirse al estilo de los más pobres de la sociedad de su tiempo (benedictinos, franciscanos y tantas otras congregaciones religiosas masculinas y femeninas) se fue convirtiendo en un hábito. Y cuando los pobres fueron cambiando su modo de vestir –no a uno más rico sino simplemente a otro diferente– religiosos y religiosas siguieron apegados a aquellas ropas ya convertidas en “hábito”.
El verdadero testimonio no está en la ropa. Ni siquiera está en la forma de hablar. Hay que recordar la anécdota de Francisco de Asís enviando a dos de sus frailes a evangelizar en tierra de musulmanes y diciéndoles aquello de “Evangelizad siempre y hablad sólo en caso de que sea necesario.” Predicar la buena nueva, dar testimonio de Jesús se hace mucho más con la forma de comportarse, con el estilo de vida que con la palabra. A veces será necesaria la palabra pero siempre habrá que comportarse evangélicamente. Ahí está la clave. 
Los apóstoles se sentían testigos ante el pueblo de todo lo que habían visto y oído y procuraban transmitirlo por todos los medios posibles. ¡No había forma de callarlos! Lo intentaron los jefes del pueblo pero no lo consiguieron. Porque el Espíritu de Jesús hervía en su interior y les era imposible no obedecerlo. Gracias a ese testimonio hoy hemos recibido nosotros el tesoro del Evangelio. 
Hoy somos nosotros los testigos. Gracias a la mediación de los apóstoles y de tantos otros a lo largo de la historia cristiana hemos creído en el testimonio de Jesús que nos habla y comunica el amor del Padre. Hoy somos nosotros los que tenemos que dar testimonio de ese amor. Con nuestra forma de vivir, de relacionarnos, de comprometernos con la justicia, de estar cerca de los pobres y oprimidos, de reconciliar, de perdonar, de acoger a los marginados, será como demos a entender a todos que el amor de Dios está en nuestros corazones."
(Fernando Torres cmf)

miércoles, 19 de abril de 2023

LUZ PARA EL MUNDO

 




“Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que creek en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios. Los que no creen ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo. Pero los que viven conforme a la verdad, se acercan a la luz para que se vea que sus acciones están de acuerdo con la voluntad de Dios.”

"La conversación de Jesús con Nicodemo debió ser muy interesante. Lo que ha llegado a nosotros son palabras que comunican lo más central de nuestra fe. Si el otro día Jesús nos decía que había que nacer de nuevo, hoy nos recuerda algo que, desgraciadamente, hemos olvidado muchas veces. Tanto que hemos convertido nuestra fe en Dios en una especie de tribunal justiciero ante el que tenemos casi todas las posibilidades de ser condenados. 
Sin embargo, Jesús deja claro a Nicodemo que “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él.” Estoy seguro de haber comentado y meditado ya muchas veces este texto. Pero me sigue pareciendo igual de nuevo a mis oídos. Y me sigue produciendo un estremecimiento en el corazón. Ese “tanto amó Dios al mundo” me conmueve, me hace sentirme realmente querido. Más allá de las manifestaciones afectivas hay un signo de amor increíble: Dios se abaja, se hace uno de nosotros, se entrega a sí mismo para que tengamos vida y la tengamos abundante. No hay amor más grande. 
Y para los que le siguen dando vueltas al juicio, Jesús también dejó claro que “Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” El juicio de Dios no es de condenación. Ni siquiera es, como los de nuestro mundo, uno de esos juicios imparciales donde el juez con la ley en la mano dicta sentencia apoyado en los datos objetivos. Nada de eso. El juicio de Dios está hecho de misericordia, de amor, de comprensión, de perdón, de reconciliación. El juicio de Dios no es imparcial sino muy parcial. El juicio de Dios está basado en el prejuicio de mucho amor que nos tiene. El juicio de Dios es de salvación. El juicio de Dios no cierra las puertas de la celda tras nuestro paso sino que nos abre la esperanza a un horizonte de libertad y de vida. 
Los apóstoles lo entendieron así. Por eso predicaban con libertad. Y ante su predicación no podían nada ni los grilletes de las prisiones ni los barrotes de las celdas. El pueblo sencillo también lo entendía así y acogía su palabra. Nosotros tenemos que recuperar para nuestro corazón ese “tanto amó Dios al mundo” y escucharlo muchas veces y meditarlo más, hasta que sintamos en lo más profundo de nuestro ser el abrazo cálido del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús." (Fernando Torres cmf)