martes, 15 de julio de 2025

RECONOCER NUESTRA DEBILIDAD



 Entonces comenzó Jesús a reprender a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque la gente no se había convertido a Dios. Decía Jesús: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre vosotras, ya hace tiempo que su gente se habría convertido a Dios, cubierta de ropas ásperas y de ceniza. Por eso os digo que, en el día del juicio, vuestro castigo será más duro que el de la gente de Tiro y Sidón. Y tú, Cafarnaún, ¿crees que van a levantarte hasta el cielo? ¡Hasta lo más hondo del abismo serás arrojada! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, esa ciudad habría permanecido hasta el día de hoy. Por eso te digo que, en el día del juicio, tu castigo será más duro que el de los habitantes de la región de Sodoma.

Este evangelio de hoy, debemos meditarlo profundamente, los que venimos de familias cristianas, hemos sido educados en la Fe e incluso nos hemos hecho religiosos o sacerdotes. ¿Verdaderamente escuchamos la Palabra y la seguimos? Quizá nos creemos más que los que no son cristianos. Hemos de ser humildes y reconocer que muchos no cristianos se entregan y aman a los demás más que nosotros. Debemos pedir cada día perdón por no ser verdaderamente fieles. No creernos mejores que los demás y tener la humildad de reconocer que, seguir a Jesús es un trabajo de cada día. Y que, aunque creamos seguir a Jesús, es Él quien este siempre a nuestro lado.


"A lo largo del Evangelio, Jesús suele tener palabras de consuelo y apoyo con casi todos. Sólo hay algunas excepciones, curiosamente con los que podríamos considerar más “cercanos”. A los más religiosos, les recrimina su manera de vivir la religión. Y a la gente de su región, les echa en cara su falta de fe.
A éstos últimos se refiere la Palabra de hoy. Corazaín, Betsaida y Cafarnaún eran pueblos a la orilla del Lago de Galilea, donde Jesús había estado predicando y haciendo el bien durante un tiempo. Y, sin embargo, sus gentes mayoritariamente no daban muestras de confiar en Jesús.
Algo así como cuando uno conoce mucho a una persona, y no la valora. O lleva mucho tiempo viviendo en una ciudad, y no es capaz de descubrir sus rincones más valiosos. Algo así nos puede pasar con la fe: acostumbrarnos a la Palabra y a los Signos del Maestro, que ya no nos interpelen, ni nos fortalezcan, vividos en una rutina en la que otras cosas van ganando el corazón.

Señor Jesús,
hoy me reconozco entre aquellos
que habiendo recibido mucho,
pueden despreciarlo todo.
Despiértame para reconocerte
en los signos y las palabras
en los que Tú quieres hacerte presente."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 14 de julio de 2025

LUCHAR CONTRA EL MAL Y LA INJUSTÍCIA

 


No penséis que yo he venido a traer paz al mundo: no he venido a traer paz, sino guerra. He venido a causar discordia: a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra; de modo que los enemigos de uno serán sus propios familiares.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá la recompensa que merece un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá la recompensa que merece un justo. Y cualquiera que dé aunque solo sea un vaso de agua fresca al más humilde de mis discípulos por ser mi discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa.
Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y anunciar el mensaje en los pueblos de aquella región.

Este texto nos puede parecer extraño. ¿No es Jesús todo Amor, misericordia, sencillez?¿Por qué nos dice que ha venido a traer la guerra, no la paz? La guerra a la que se refiere Jesús no es la de las armas. Es la lucha contra el mal, contra la injusticia. Y esto genera incomprensión. Quiso que los apóstoles y nosotros, comprendiéramos, que al igual que Él murió incomprendido y crucificado, a nosotros nos puede pasar lo mismo si seguimos su vida de entrega y de lucha.

"La Palabra de hoy nos ofrece una serie de sentencias de Jesús, con las que pretende instruir a sus amigos más cercanos. No siempre estará con ellos. Por ello, deberán aprender, para cuando él no esté, permanecer en su vida y en su misión.
Jesús nace como príncipe de la paz. Pero ser fiel a su Palabra puede traer el conflicto. Le pasó a Él mismo, cuando sus parientes no le entendían. Y les pasará, tarde o temprano a sus seguidores.
Jesús viene a dar vida. Pero para ello ha de dar su vida. Y a sus seguidores nos deja esa paradoja: “El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará”. Toda un programa de vida.
Jesús se irá. Pero se queda en varias presencias: la Eucaristía, la Palabra… También en los que hablan en su nombre y aman en su nombre. Porque, donde hay amor, allí está Dios.

Señor Jesús, aquí me tienes.
Dos mil años después,
necesito que me recuerdes tu Palabra,
para vivir centrado en lo importante,
sin perderme en lo urgente.
Dame un oído dócil y un corazón despierto. Amén."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 13 de julio de 2025

HACER LO MISMO

  


Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó:
– Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó:
– ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
El maestro de la ley respondió:
– ‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo.’
Jesús le dijo:
– Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida.
Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús:
– ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le respondió:
– Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente pasó un sacerdote por aquel mismo camino, pero al ver al herido dio un rodeo y siguió adelante. Luego pasó por allí un levita, que al verlo dio también un rodeo y siguió adelante. Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él. Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó. Luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él.
 Al día siguiente, el samaritano sacó dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso.’  Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos?
El maestro de la ley contestó:
– El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo:
– Ve, pues, y haz tú lo mismo.

La última línea del Evangelio de hoy la dbemos tener siempre presente: "Haz tú lo mismo".
Si queremos seguir a Jesús, debemos hacer lo mismo que hizo Él. Vivir para los demás. Entregarnos totalmente. AMAR.

"La vida eterna. Una pregunta que siempre ha preocupado a los buenos creyentes. Porque de la respuesta a esa pregunta depende la felicidad (o la desgracia) eterna. Merece la pena planteársela, porque no es cosa de broma. Es para siempre.
Además, hay un peligro muy grande, cuando encontramos textos tan conocidos como la parábola del buen samaritano: el de no prestar atención a los detalles, y creer que ya lo sabemos todo. Porque aquí hay muchos detalles.
Por ejemplo, el principio. Empieza fuerte el letrado. La vida eterna. ¡No pide nada este letrado! ¿Es que se puede hacer algo para heredarla? ¿No es un don de Dios que no podemos conseguir, por mucho que nos esforcemos?
Es, además, una pregunta que también nosotros nos podemos plantear. ¿Qué tengo yo hoy que hacer para heredar la vida eterna? ¿Qué le estaba diciendo Jesús a la gente de su tiempo, y cómo traducirlo aquí y ahora? Porque algo está claro, también hoy hay mucha gente tirada en la cuneta.
Para encontrar la respuesta a la pregunta del letrado, sólo hay que amar. Es algo teóricamente muy sencillo, porque a todos nos gusta ser amados, y reaccionamos mejor al amor que a los gritos. Eso lo sabemos. Pero es difícil. Y si a alguno se le ocurre decir que no puede, escuchamos de nuevo la primera lectura. El precepto que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas. Es curioso.
La historia se repite. También los primeros judíos sintieron que seguir al Señor era difícil. Que no podían. No corrían buenos tiempos para los creyentes. Como quizá tampoco corran hoy para nosotros. Pero hay una cosa básica: querer volverse al Señor con todo tu corazón y toda tu alma. Basta querer. También hoy hay siempre posibilidad de volverse al Señor. Siempre hay cobertura, para llamar al teléfono de Dios. La pregunta es: ¿quieres heredar la vida eterna o no? ¿te lo quieres plantear, por lo menos?
Se trata, en el fondo, de ser un poco como Dios. De amar como Dios nos ha amado. Volvernos conscientes de este don de Dios, de que él nos ha amado primero. Y nos ha mostrado su amor en Jesús, porque Jesús, como también dice la carta a los Colosenses, es el rostro de Dios. Es, si queréis, el documento de identidad de Dios, sus huellas digitales en nuestra historia humana. Así vistas las cosas, amar a Dios es antes un don que un mandamiento. Es un mandamiento porque es un don. «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti», decía san Agustín.
Jesús es el primogénito. Nosotros somos hijos en el Hijo. Y si somos hijos, somos también herederos. Herederos de Dios y coherederos con Cristo. Y, sin embargo… Sin embargo, lo que has heredado de tus padres, conquístalo para que te pertenezca. Hay que poner algo de nuestra parte, no se puede vivir de las rentas.
No se nos pide nada del otro mundo. Para conquistar la vida eterna, haz esta vida posible a los otros, particularmente a los que están tirados en la cuneta. Y se nos pide que nos mostremos agradecidos a nuestro prójimo, a todo el que nos ha visto más o menos tirados en la cuneta y nos ha hecho de nuevo la vida posible. Lo fundamental, lo más importante de todo, es volvernos más conscientes del amor de Dios, el primero que nos ha hecho la vida posible; de la manifes¬tación de este amor en Jesús, y de la necesidad de amar a los demás, en la medida de lo posible, de la misma manera.
Otro detalle. El doctor de la ley, al responder a Jesús, no dice la palabra “samaritano”. Habla de “el que lo trató con misericordia”. Ese pagano supo hacerse el prójimo. Porque el que sabe convertirse en prójimo, el que se acerca y es capaz de amar, ése demuestra haber asimilado el comportamiento del mismo Dios. A veces nos da miedo pronunciar ciertas palabras, porque podemos hacer realidad aquello que significan y que no queremos ver.
Quizá el final del texto, otro de los detalles que a lo mejor se nos escapa, porque ya nos lo sabemos, nos dé una pista. Vete y haz tú lo mismo. No dice entiéndelo o estás de acuerdo. No se trata de saber muchas cosas teóricamente, o de estudiar muchos libros, o de cumplir las normas sin más. Se trata de amar a Dios y de amar al prójimo. Lo dice san Pablo, si no tengo amor, nada soy. De nada valen los rezos del sacerdote que bajaba por el camino, pero no atendió al herido (aunque la profesión quede un poco perjudicada), o la oración del levita, que tampoco hizo nada. Lo dice la carta de Santiago, muéstrame tu fe sin obras, que yo por mis obras te mostraré mi fe. Vale más el gesto del samaritano, porque demuestra amor.
Hazte prójimo de quien está en necesidad y heredarás la vida. La parábola lleva un mensaje explosivo: quien ama al prójimo ama ciertamente también a Dios (cf. 1 Jn 4,7). Quizás lo rechace de palabra, pero en realidad no está rechazando a Dios sino solamente a una falsa imagen suya. Los “samaritanos” que aman al hermano, quizás sin saberlo, están adorando a Dios.
Y que no se nos olvide: El precepto que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas. Basta querer. Pero quererlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas nuestras fuerzas, y pedírselo a Dios. ¿Quieres heredar la vida eterna?"
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)


sábado, 12 de julio de 2025

DIOS NOS CUIDA

 


Ningún discípulo es más que su maestro y ningún criado es más que su amo. El discípulo debe conformarse con llegar a ser como su maestro, y el criado, como su amo. Si al jefe de la casa llaman Beelzebú, ¿cómo llamarán a los miembros de su familia?
No tengáis, pues, miedo a la gente. Porque nada hay secreto que no llegue a descubrirse ni nada oculto que no llegue a conocerse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz del día; lo que os digo en secreto, proclamadlo desde las azoteas de las casas. No tengáis miedo a quienes pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede destruir el cuerpo y el alma en el infierno.
¿No se venden dos pajarillos por una pequeña moneda? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que vuestro Padre lo permita. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de la cabeza los tenéis contados uno por uno. Así que no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos.
Si alguien se declara a favor mío delante de los hombres, también yo me declararé a favor suyo delante de mi Padre que está en el cielo; pero al que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en el cielo.

Dios nos cuida; por eso en el Evangelio, Jesús nos dice muchas veces: "no tengáis miedo..." Debemos enraizar nuestra vida en Dios. Debemos confiar; porque incluso aquello que puede parecernos una desgracia en nuestra vida, puede, más tarde, ser positivo. Las dificultades nos ayudan a crecer. Confiemos en Él. Dios nunca nos abandonará.
  
" (...) El Evangelio sigue el discurso misionero de Jesús a sus discípulos. Tres veces repite Jesús la expresión “no tengáis miedo”. Es la recomendación de nuestro Señor, pues bien sabe Él lo que el miedo es capaz de hacer cuando se instala en nuestro corazón: paraliza, acobarda, desanima, cansa… Nos hace vernos de manera disminuida; agiganta y exagera la realidad haciéndola ver como el monstruo que no es; nos impide mirar hacia adelante, con perspectiva; nos hace creer que no somos capaces de afrontar nuestros retos más complejos. Si nos dejamos arrastrar por el miedo, quedamos anulados.
Qué bonita esta expresión que dice: “el miedo llamó a mi puerta, salió a abrir la fe, y no había nadie”.
Que la Virgen María, a la que recordamos hoy, como todos los sábados, interceda por nosotros en el combate contra nuestros miedos. Ella, la Madre de la fe y la esperanza."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 11 de julio de 2025

DARLO TODO




 Pedro entonces añadió:
– Nosotros, que hemos dejado cuanto teníamos y te hemos seguido, ¿qué vamos a recibir?
Jesús les respondió:
– Os aseguro que cuando llegue el tiempo de la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, vosotros, que me habéis seguido, os sentaréis también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todos los que por causa mía hayan dejado casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras, recibirán cien veces más, y también recibirán la vida eterna.

El Evangelio de hoy nos invita a dejarlo todo. Jesús nos promete cien veces más de lo que hemos dejado. Pero no podemos malinterpretar este texto. Si lo dejamos todo, no ha de ser con el sentimiento egoísta de recibir mucho más, sino por imitar a Jesús que lo dejó todo por nosotros, para salvarnos. Debemos dejarlo todo para amar con toda nuestra vida a los demás. Debemos dejarlo todo, para que, libres de equipaje y obstáculos, podamos entregarnos totalmente. Dar nuestra vida a los demás. Quien da Amor, recibe Amor.

jueves, 10 de julio de 2025

DAR LO QUE HEMOS RECIBIDO

 

Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca. Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad de su enfermedad a los leprosos y expulsad a los demonios. Gratis habéis recibido este poder: dadlo gratis.
No llevéis oro ni plata ni cobre ni provisiones para el camino. No llevéis ropa de repuesto ni sandalias ni bastón, pues el obrero tiene derecho a su sustento.
Cuando lleguéis a un pueblo o aldea, buscad a alguien digno de confianza y quedaos en su casa hasta que salgáis de allí. Al entrar en la casa, saludad a los que viven en ella. Si la gente de la casa lo merece, la paz de vuestro saludo quedará en ella; si no lo merece, volverá a vosotros. Y si no os reciben ni quieren escucharos, salid de la casa o del pueblo y sacudíos el polvo de los pies. Os aseguro que en el día del juicio el castigo de ese pueblo será más duro que el de los habitantes de la región de Sodoma y Gomorra.


Hoy leemos la continuación del evangelio de ayer. Jesús dice a sus apóstoles es de comunicar a los demás lo que Él les ha comunidad. Las cualidades y virtudes que poseemos no son para nosotros solos. Son para compartirlas. Para hacer de los demás otros trabajadores en la viña del Señor. Para conseguir que todos le sigan e implantar el Reino aquí.

" (...) El Evangelio nos habla de practicar la gratuidad, sin esperar nada a cambio: “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Este mensaje de Jesús sigue chocando contra la imperante mentalidad mercantilista donde todo tiene un precio. Se nos cuela la falsa creencia de que dar gratis es de tontos y que lo gratuito no tiene valor por ser gratuito. Sin embargo, las realidades más valiosas de nuestra existencia como el amor, la salud, la amistad, la felicidad o la propia vida, no se pueden comprar ni vender. Se compran y venden sucedáneos de estas realidades, pero no las auténticas. Lo más valioso se nos ha dado gratuitamente, como un regalo.
Jesús nos invita a dar nuestra vida como donación, a no medir en nuestra entrega y, si no somos reconocidos ni valorados, no olvidemos sus palabras de hoy: “si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros”."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 9 de julio de 2025

LOS ELEGIDOS

 


Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado también Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el que cobraba impuestos para Roma; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el cananeo, y Judas Iscariote, el que traicionó a Jesús.
Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones:
– No os dirijáis a las regiones de los paganos ni entréis en los pueblos de Samaria; id más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca.
(Mt 10,1-7)

Jesús elige a los doce. Jesús nos elige también a nosotros. Y, como a ellos, nos da el poder sobre el mal y el poder de curar a los demás. Si realmente nos consideramos sus seguidores, es con nuestra entrega, haciendo el bien a todos, ayudando a los que más lo necesitan, como lo demostraremos. Así lograremos que el Reino llegue a nosotros.

" (...) El Evangelio nos muestra la elección de los doce. Algunos lo traicionarán más adelante. ¿Qué hizo el Señor? ¿Se vengó de ellos?“La venganza es un plato que se toma frío”, dicen algunos. ¿Merece la pena servirlo? ¿Produce una satisfacción profunda y duradera vengarse? No te dejes arrastrar por la venganza. Como reza una de las estrofas del salmo 32 que hoy recitamos en la liturgia: “Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia”
Dejemos que el Espíritu Santo actúe en nosotros, permitiéndonos ver no solo con los ojos físicos, sino también con los ojos del corazón, abiertos a la belleza y la verdad de la creación divina, donde la venganza, tan presente en nuestro mundo, no tiene lugar."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)