martes, 6 de junio de 2023

DAR A DIOS LO QUE ES DE DIOS

  


Enviaron a Jesús a unos de los fariseos y del partido de Herodes, para sorprenderle en alguna palabra y acusarle. Estos fueron y le dijeron:
– Maestro, sabemos que tú siempre dices la verdad, sin dejarte llevar por lo que dice la gente, porque no juzgas a los hombres por su apariencia. Tú enseñas a vivir como Dios ordena. ¿Estamos nosotros obligados a pagar impuestos al césar, o no? ¿Debemos o no debemos pagarlos?
 Pero Jesús, que conocía su hipocresía, les dijo:
– ¿Por qué me tendéis trampas? Traedme un denario, que lo vea.
 Se lo llevaron y Jesús les dijo:
–¿De quién es esta imagen y el nombre aquí escrito?
Le contestaron:
– Del césar.
 Entonces Jesús les dijo:
– Pues dad al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios.
Esta respuesta los dejó admirados.


Al César lo que es del César. Al mundo lo que es del mundo. Seguir a Jesús no nos dispensa de nuestras obligaciones sociales; pero a Dios debemos entregarle lo que es suyo: el Amor y nuestra Vida.

"¿Pagamos o no pagamos?
Esta es la pregunta que los fariseos dirigen a Jesús. Esta pregunta no nace de una sana inquietud ética, sino de un corazón cerrado, de alguien que no vive a Dios como lo mejor de su vida (como "el tesoro") sino que lo ve como a alguien a quien hay que tener a raya para que no descargue su ira contra nosotros. La respuesta de Jesús es contundente: "Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios, a Dios". Jesús no se deja atrapar. En lenguaje de hoy, diríamos que reconoce la autonomía de las realidades seculares y no quiere reducir a Dios a un contrincante político." (Ciudad Redonda)

lunes, 5 de junio de 2023

NUESTRA VIÑA


 Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas. Les dijo: 
Un hombre plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una torre para vigilarlo todo. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de viaje. A su debido tiempo mandó un criado a pedir a los labradores la parte de cosecha que le correspondía. Pero ellos le echaron mano, le golpearon y lo enviaron con las manos vacías. Entonces el dueño mandó otro criado, pero a este lo hirieron en la cabeza y lo insultaron. Mandó otro, y a este lo mataron. Después mandó otros muchos, pero a unos los golpearon y a otros los mataron.
 Todavía le quedaba uno: su propio hijo, a quien quería mucho. A él lo mandó el último, pensando: ‘Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero los labradores se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero; matémoslo y la viña será nuestra.’ Así que lo cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Pues irá, matará a aquellos labradores y dará la viña a otros.
 ¿No habéis leído lo que dicen las Escrituras?:
‘La piedra que despreciaron los constructores
es ahora la piedra principal.
 Esto lo ha hecho el Señor
y nosotros estamos maravillados.’ 
 Quisieron entonces apresar a Jesús, porque sabían que la parábola iba contra ellos. Pero como tenían miedo de la gente, le dejaron y se fueron.

Dios nos ha dado a cada uno de nosotros una viña para cuidar. ¿Qué hemos hecho de ella? ¿Nos hemos creído los amos y hemos utilizado el dominio, la fuerza, la soberbia, para cuidarla? Quizá nos la hemos hecho tan nuestra, que hemos olvidado que es la viña del Padre y que los frutos son para Él, no para nosotros. Quizá la hemos olvidado y han crecido en ella las malas hierbas. Quizá hemos eliminado al Hijo, para hacerla nuestra...  

"La parábola del evangelio de Marcos es la respuesta de Jesús a las preguntas insidiosas de los "sumos sacerdotes, letrados y senadores". En lenguaje cifrado, Jesús habla de su origen (el "hijo querido") y de su final ("lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña"). Y también de las actitudes de quienes lo conocen. Me gusta la frase redaccional de Marcos: "Veían que la parábola iba por ellos". ¿En qué sentido la parábola va hoy por mí, por ti?" (Ciudad Redonda)

domingo, 4 de junio de 2023

PARA TENER VIDA


 
Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
 El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios.


 Ponerme a escribir algo sobre la Trinidad no me resulta nada sencillo. Enseguida empiezan a rondarme por la cabeza frases como «Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero», que si «de la misma naturaleza y dignidad sin que se confundan entre sí», etc... No me sería tan difícil redactar unos párrafos con conceptos muy elevados... pero la mayoría no entendería nada, o ni siquiera seguiría leyéndolos.
      En fiestas como la de hoy, pienso a menudo que los hermanos que acuden a la celebración litúrgica se sientan ahí, en el banco, a ver lo que les cuenta el cura... sin haberse planteado antes una pregunta personal: ¿Qué significa para mí eso de «creo en un solo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo»
           Nuestras liturgias están llena de referencias trinitarias, a menudo escuchadas y repetidas más o menos mecánicamente. Eso de «Por Cristo, con él y en él, a ti Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo...», o cuando nos santiguamos o bautizamos «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», o proclamamos el Gloria... ¿qué queremos expresar? ¿Tienen algo que ver con nuestra vida, con nuestra experiencia de fe? Detenerse sobre estos asuntos tiene su importancia, pues nos remiten al núcleo central de la fe cristiana, justamente aquello en lo que nos distinguimos de todas las demás religiones.
         Como tantas cosas importantes de la vida (la libertad, la esperanza, la amistad, el amor, la belleza, la misericordia, etc...) antes de teorizar sobre ellas es necesario haber experimentado, vivido, sentido algo. Así ocurre con respecto al Dios-Trinidad: antes de intentar comprender y madurar lo que significa, necesitamos preguntarnos  cómo está presente, cómo he experimentado en mi vida al Dios Padre, al Dios Hijo, al Dios Espíritu Santo...
EL DIOS DEL PUEBLO 
          - Es un Dios que hace al hombre a su imagen y semejanza,  poniendo todo lo creado a su disposición y cuidado. Por eso nuestra fe nos llama a vivir descubriendo detrás de cada ser humano un espejo de Dios (a veces un poco o un mucho empañado, pero espejo en definitiva).  Me dice que puedo mirar el mundo y la creación como un regalo exquisito para mí, que es mío y lo debo cuidar.  Así que no estoy en el mundo por casualidad, sino porque un Dios ha querido que yo exista y me ha encargado una tarea que yo intento descubrir y llevar a la práctica. Nuestra vida tiene sentido.
         - Es un Dios que busca al hombre, que me busca, que quiere encontrarse conmigo y nos sale al paso de manera especial cuando andamos perdidos en los muchos «Egiptos» de la vida. Un Dios que tiene un oído especial para percibir el sufrimiento y la falta de libertad de los hombres y se empeña en liberarlos (Moisés y la zarza).  Por eso el sufrimiento, la injusticia y la falta de libertad son siempre tareas nuestras. A este Dios le gusta «hacer salir», «quitar cargas», desenmascarar y ridiculizar faraones y manipuladores de todo tipo, y conducirnos siempre hacia la tierra de la libertad. Que tiene preferencia por el pobre, el huérfano, la viuda y el emigrante, y protesta contra quienes les dañan, manipulan o desprecian.
        - Es un Dios presente en la historia de un pueblo y le habla y le ayuda a interpretar cada uno de los acontecimientos que le van sucediendo. También yo puedo descubrir su presencia cuando me bloqueo con ese Mar Rojo que me parece mi fin, y él me ayuda a atravesarlo. Cuando recibo cada día el pan y el agua que me ayudan a caminar por mis desiertos, pero también me descubre que no sólo a base de pan llegaré a ser la persona que puedo y debo ser. Que me invita a subir al Monte para encontrase conmigo y hablarme al corazón. Que va situando en mi camino a muchos «Moisés» y «profetas» que me orientan y animan para no perderme, ni caer en las garras de tantos dioses falsos que quieren confundirme y apresarme. En los acontecimientos y encrucijadas nos está haciendo llamadas, señales, guiños que podemos ir descubriendo con ayuda (el Espíritu).
EL DIOS QUE SE HACE PUEBLO 
          - Cuando yo creo que el sentido de mi vida es vivir y ser como Jesús, y creo lo que Jesús me ha enseñado: que puedo llegar a ser perfecto como el Padre celestial. Cuando yo sé que el amor a los demás hasta entregar la vida por ellos merece la pena y tiene sentido... ¡Estoy creyendo en Jesús! Cuando oro no con muchas palabras como lo paganos, sino que dejo que Jesús me enseñe a orar para sentirme profundamente hijo amado por el Padre y para buscar su voluntad en todas las cosas, me voy haciendo profundamente humano... y estoy siendo un pequeño dios en la tierra. Estoy creyendo en el Hijo.
UN DIOS QUE HABITA EN EL PUEBLO 
         - Si al escuchar en silencio lo más profundo de mí mismo, siento un eco que grita «Abba, Padre» y me hace descubrirme como Hijo... es que el Espíritu anda por ahí dentro. Sí: Dios dentro.
         - Si me considero propiedad personal de Dios, y vivo consagrado a Él, dejando que ese Dios se exprese por medio de mis palabras, mis miradas, mis manos y mis pies, si dejo que mi corazón lata al ritmo del Amor... es que tengo experiencia del Espíritu.
         - Si siento la urgencia de contar a otros lo que Dios ha hecho conmigo, si busco hacer nuevos discípulos, si he descubierto que tengo una tarea evangelizadora para hacer cada día... es que creo en el Espíritu de Dios.
        - Si siento una fuerte llamada a ir cambiando mi vida, a no cansarme de luchar para crecer, a desterrar el pecado que se me agarra en el alma, si siento que 70 veces 7 Dios me perdona, me hace hombre nuevo, me dice «vete en paz»... es que sé quién es el Espíritu Santo.
Como la fe la hemos recibido de otros, es una fe heredada y luego asumida, podemos aprovechar la invitación de Moisés (Dt 4, 32ss): «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos a ver qué te cuentan sobre Dios» y así remontarnos a los orígenes y esencia de nuestra fe, qué nos cuentan las Escrituras sobre Dios.
- Y lo primero que encontramos es a un Dios que habla para crear. Que tiene una Palabra creadora, ordenadora y renovadora.  La fe nos dice que todas y cada una de sus palabras han sido recogidas porque tienen la capacidad de hacerme nuevo, de darme vida.  Y por eso las escucho con reverencia y estremecimiento, para que me llenen de vida, de luz, de bendición. Un Dios que me habla y un Dios con el que puedo yo hablar. No es una energía, sino un Tú que dialoga. 
- Es un Dios empeñado en construir un pueblo universal, fraterno, justo. Todo lo que suene a «construir comunidad» y ponerse al servicio de los hermanos viene de Él.  Y siempre está al lado porque para eso se llama «Yahveh»: el Dios que está y me acompaña, me protege, me guía...
- Jesús es ya una locura de amor del Dios Padre: «Tanto amó Dios al mundo...».  Fue el modo elegido por Dios para experimentar en «carne» propia todas nuestras cosas. Jesús es sobre todo una invitación a ser una persona que merezca la pena. Hemos sido creador para ser felices, y así nos lo explica con las Bienaventuranzas, parábolas, milagros, etc. Él mismo luchó a brazo partido contra el Mal bajo todas sus formas. Podemos deducir entonces: ¡Cuánto tiene que valer el hombre, cuánto tengo que valer yo, para que todo un Dios descienda de su cielo y se haga en todo como nosotros (menos en el pecado)! ¡Que se deje rechazar, despreciar y matar! Y a pesar de todo, nos pone la resurrección, la plenitud, la eternidad a nuestro alcance, como un regalo para quien quiera recibirlo. 
- Si cada vez que participo, por ejemplo, en una Eucaristía, experimento que eso no es un «recuerdo» de algo pasado, sino un acontecimiento actual del que yo soy protagonista... es que el Espíritu anda por medio. 
        Tenemos un Dios tan rico que va delante, está al lado, en medio y dentro de nosotrosEn el somos, nos movemos y existimos, de Él venimos y hacia Él vamos. Quien ha experimentado en su vida algunas de estas cosas quizá no sepa explicar el Misterio de la Trinidad, pero lo estará viviendo, que en definitiva es lo más importante.
          Me ha salido hoy una reflexión que merece ser repasada y orada unas cuantas veces... El Espíritu se encargará de abrirme caminos para madurar y amar más.
(Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf)

 

sábado, 3 de junio de 2023

LA AUTORIDAD DE JESÚS



Después de esto regresaron a Jerusalén, y mientras Jesús andaba por el templo se acercaron a él los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos, y le preguntaron:
– ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado la autoridad para hacerlas?
 Jesús les contestó:
– Yo también os voy a hacer una pregunta: ¿Quién envió a Juan a bautizar: Dios o los hombres? Contestadme. Si me dais la respuesta, yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
 Ellos se pusieron a discutir unos con otros: “Si respondemos que lo envió Dios, va a decir: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’ ¿Y cómo vamos a decir que le enviaron los hombres?..." Y es que tenían miedo de la gente, pues todos creían que Juan era verdaderamente un profeta. Así que respondieron a Jesús:
– No lo sabemos.
Entonces Jesús les contestó:
– Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.


"En el Evangelio de hoy le preguntan a Jesús “con qué autoridad” hacía las cosas y “quién le había dado tal autoridad”. Cuando la autoridad nace del cargo que uno ocupa, del poder que tiene, del dinero que posee y de la fama, normalmente esta autoridad se impone y busca el dominio del otro; intenta subyugarlo, controlarlo y tenerlo amarrado. El poder, el dinero y la fama buscan privilegios, e incluso intentan controlar a Dios.
Hay también otra autoridad que busca la dignificación y la promoción de las personas; su objetivo es el crecimiento y desarrollo de las personas; y se ejerce en servicio a los demás sin buscar su propio beneficio personal y social. Es la autoridad de quien ha comprendido que “mandar es servir” y la ejerce con amor sin usar la fuerza y buscando convencer más que imponer.
Existe además la autoridad moral: el propio testimonio de vida. Jesús decía “si no me creen a Mí, crean a mis obras, pues ellas hablan de Mi”. Es la autoridad de quien ha hecho de su vida un servicio desinteresado a los pobres y excluidos, e incluso ha dado su propia vida por su liberación total. Es la autoridad del testimonio verdadero y nítido de la persona de bien que se conoce por sus obras, porque “un árbol bueno no da frutos malos, y un árbol malo no da frutos buenos”.
En este mundo de las comunicaciones globales qué importantes son los gestos de bondad, misericordia y amor; producen espontáneamente reacciones y sentimientos positivos. Ya se dice que “un gesto vale por mil palabras”. Es la evangelización más convincente porque como decía el Beato Pablo VI “el mundo de hoy escucha con más gusto a los testigos”. San Pablo decía a los cristianos de Tesalónica: “ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien”.
Amiga y amigo lector: nuestra fuerza –autoridad- está en el amor y en hacer el bien. Ojalá también hoy puedan decir de nosotros, cristianos del siglo XXI, lo mismo que decían de los cristianos del siglo primero “Mirad cómo se aman. Hermanos qué tenemos que hacer para ser como vosotros”. El libro del Eclesiástico decía de los hombres de bien: “Hagamos el elogio de los hombres de bien…Hay quienes no dejaron recuerdo y acabaron al acabar su vida, fueron como si no hubieran sido… No así los hombres de bien: su esperanza no se acaba, sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasa de hijos a nietos… Su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará” (44, 1.9-13)." (Ciudad Redonda)

viernes, 2 de junio de 2023

LA VERDADERA RELIGIOSIDAD

 


Entró Jesús en Jerusalén y se dirigió al templo. Miró por todas partes y luego se fue a Betania con los doce discípulos, porque ya era tarde.
 Al día siguiente, cuando salían de Betania, Jesús sintió hambre. Vio de lejos una higuera que tenía hojas y se acercó a ver si también tenía fruto; pero no encontró más que las hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces dijo a la higuera:
– ¡Nunca más coma nadie de tu fruto!
Sus discípulos lo oyeron.
 Después que llegaron a Jerusalén, entró Jesús en el templo y comenzó a expulsar a los que allí estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas, y no permitía que nadie atravesara el templo llevando objetos. Se puso a enseñar, diciendo:
– Las Escrituras dicen: ‘Mi casa será casa de oración para todas las naciones’, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones.
 Al oir esto, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley empezaron a buscar la manera de matar a Jesús, porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba admirada de su enseñanza. Pero al llegar la noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.
 A la mañana siguiente, pasando junto a la higuera, vieron que se había secado de raíz. Entonces Pedro, acordándose de lo sucedido, dijo a Jesús:
– Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
 Jesús les contestó:
– Tened fe en Dios. Os aseguro que si alguien dice a ese monte: ‘¡Quítate de ahí y arrójate al mar!’, y no lo hace con dudas, sino creyendo que ha de suceder lo que dice, entonces sucederá. Por eso os digo que todo lo que pidáis en oración, creed que ya lo habéis conseguido y lo recibiréis. Y cuando estéis orando, perdonad lo que tengáis contra otro, para que también vuestro Padre que está en el cielo os perdone vuestros pecados. 


"Marcos presenta dos signos para expresar la sequedad y la esterilidad de la religiosidad del pueblo de Israel; signos que expresan la infidelidad del pueblo elegido a la Alianza con su Dios. Estos signos son: -la higuera que no tenía frutos cuando Jesús “sintió hambre” y fue a buscar en ella higos para comer; -la expulsión de los vendedores del templo, que expresa la destrucción de los ritos vacíos y materialistas del culto judío. Ambos signos ponen de relieve la falta de fe y verdadera religiosidad. Ya los Profetas habían denunciado el culto ”vacío” y estéril cuando decían “este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí”. Y Jesús incluso “maldice” la higuera para expresar la sequedad y esterilidad radical de este pueblo elegido para llevar adelante los planes de Dios.
San Juan dice: “quien dice que ama a Dios y no cumple sus mandamientos es un mentiroso”; Santiago “la fe sin obras está muerta”, y “la religión verdadera a los ojos de Dios es ayudar a las viudas y los huérfanos”. Mateo “por su obras los conoceréis; un árbol bueno no da frutos malos”. No sirve una religión de solos rezos, de devociones, de asociaciones religiosas, de movimientos apostólicos… si no contribuyen a solucionar los problemas de los pobres y marginados. No basta tampoco dar pan al hambriento, bebida al sediento y vestido al desnudo, sino trabajamos por la dignificación de estas personas. Como dice el slogan “no dar solo el pescado, sino enseñar a pescar”. No es suficiente una caridad asistencial, si no va acompañada de una caridad promocional y de desarrollo. La verdadera caridad es la que ayuda a las personas a sentirse y ser personas y miembros activos de la sociedad.
Jesús curaba, sanaba, perdonaba, defendía a los pobres, es decir practicó una solidaridad efectiva y eficaz, no de palabras y mero consuelo. Para Jesús recuperar la dignidad de las personas era lo prioritario y fundamental. Así es como damos verdadero fruto y ofrecemos un culto agradable a Dios, “en espíritu y verdad”.
Para no caer en la sequedad y esterilidad Marcos nos recomienda: la fe sin reservas en Dios Padre, la oración confiada y el perdón que favorece la comunidad fraterna, es decir la unión vital con Jesús (“sin mí ustedes no pueden hacer nada”) y la comunión en la comunidad cristiana (“tenían todos un solo corazón y un alma sola, y pensaban y sentían todos lo mismo”) y así “entre ellos no había necesitados porque lo compartían todo”." (Ciudad Redonda)



jueves, 1 de junio de 2023

EL SACERDOCIO DE JESÚS

 

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:

«Tomad, esto es mi cuerpo».
Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

"Celebrando la fiesta de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, reconocemos en la comunidad el significado real que el mismo Jesús dio a toda su vida, modificando incluso el sentido del sacerdocio cultual del primer testamento. La primera lectura nos remite a una nueva alianza que Dios sella con su pueblo, inscrita en los corazones, que contiene como única ley, la del amor
El sacerdocio de la antigua alianza perdió su significación, por convertirse en un culto externo, incapaz de comprometer la vida del oferente y de los fieles, con el agravante que era un animal, la víctima (o chivo expiatorio), que se sacrificaba para agradar a Dios y conseguir de él favores o gracias. Tal práctica terminó degenerándose hasta que se convirtió en un espacio de manipulación religiosa y exclusión de personas. Por eso los mismos profetas arremeterán contra esta clase de culto (Am 5, 21-23)
Todo sacrificio pierde su sentido real sino queda comprometida la vida de las personas y es aquí donde Jesús es fiel reflejo de esa vida coherente y sacrificada por amor. Si algo tenemos claro es que Jesús no estaba de acuerdo con el proceder de la clase sacerdotal y se enfrentó de tal manera con esa estructura que terminaron condenándolo y crucificándolo. Perfectamente se define la vida entregada de Jesús cuando se dice: «quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar» (Prefacio Pascual V), manifestando no sólo la coherencia de su vida sino la comprensión que él tenía del verdadero sacrificio agradable a Dios: el amor ágape. Un amor que lo condujo a la entrega total de la vida de manera gratuita, desinteresada y en libertad
La invitación que recibimos en una fiesta como la de hoy es a reconocer el sacerdocio común que nos acompaña a todos los fieles desde nuestro bautismo y que nos invita a ser mediadores o puentes entre Dios y su pueblo. Si nos tomamos en serio lo de ser puentes que comunican y acercan, sabremos con facilidad que nuestra vida está llamada a ser una «eucaristía» viva, como el pan partido y repartido que se entrega por amor a todos." (Ciudad Redonda)   

miércoles, 31 de mayo de 2023

PONERSE EN CAMINO CON ALEGRÍA

 


 Por aquellos días, María se dirigió de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se movió en su vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte, dijo Isabel:
– ¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Tan pronto como he oído tu saludo, mi hijo se ha movido de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!
 María dijo:
“Mi alma alaba la grandeza del Señor.
 Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
 porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava,
y desde ahora me llamarán dichosa;
 porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
¡Santo es su nombre!
 Dios tiene siempre misericordia
de quienes le honran.
 Actuó con todo su poder:
deshizo los planes de los orgullosos,
 derribó a los reyes de sus tronos
y puso en alto a los humildes.
 Llenó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
 Ayudó al pueblo de Israel, su siervo,
y no se olvidó de tratarlo con misericordia.
 Así lo había prometido a nuestros antepasados,
a Abraham y a sus futuros descendientes.”
 María se quedó con Isabel unos tres meses, y después regresó a su casa.

Siempre me ha llamado la atención. Lo primero que hace María al recibir a Jesús en su seno, es ponerse en camino, servir, ayudar a su prima Isabel. Es la clave para saber si tenemos a Jesús con nosotros: si hacemos de nuestra vida una entrega a los demás.

"Son muchísimas las alusiones directas de la Palabra a la alegría, al júbilo, al regocijo, al gozo, al grito, a saltar, a danzar, a ser dichosos
La Palabra de hoy inflama el corazón de agradecimiento, impulsando no sólo a contar la experiencia de Dios sino más bien a CANTAR las maravillas que realiza en sus hijos
En María podemos contemplar la plenitud de esta alegría, de esta jubilosa ALABANZA que le hace ponerse en pie, ponerse en camino y atravesar aprisa regiones montañosas cual arca de la Nueva Alianza, como esperada nueva Hija de Sión y, de este modo, hacer posible y actual la continua visita de Dios a su pueblo, un Dios que se goza en sus hijos
¿Cómo es que la Madre de mi Señor viene a mí?... Viene siempre. María en medio de nuestras regiones montañosas viene a traernos la alegría porque lleva en su seno a Aquel que es la misma ALEGRÍA!
Su Magníficat es ante todo un estallido de alegría. Y ¿de dónde nace su alegría?: de la experiencia de haberse sentido MIRADA por Dios. Para nuestra mentalidad occidental no es fácil entender lo que para un oriental significa “ser mirado por Dios”. Para éste la santidad la transmiten los santos a través de su mirada. La mirada de un hombre de Dios es una bendición. ¡Cuánto más si el que mira es Dios! María da una importancia enorme a este acontecimiento por eso dice que todas las generaciones la llamarán bienaventurada… porque no hay nada más grande que pueda acontecer en la vida de una persona que SER MIRADA POR DIOS!!!
Todo ello nos conduce a activar esos “ojos del corazón” que saben ir más allá de las apariencias y permiten captar esa realidad esencial que permanece invisible a la percepción de la mente, ya que sólo puede alcanzarse con el amor. Donde reina el amor allí hay ojos que saben ver (Ricardo de San Víctor). Sólo conoce el que ama. En efecto, la capacidad de amar está en disposición de ir más allá del umbral inmediato de los acontecimientos, como ocurre con una lente de aumento o un microscopio, haciendo percibir horizontes que de otra manera serían imperceptibles.
Ojalá nuestra vida sea también un canto nuevo y bello por las maravillas que dejamos hacer a Dios en  nuestra humillación; un canto audaz, valiente, comprometido, un canto capaz de transformar en sinfonía el grito disonante de un mundo que todavía pide pan." (Ciudad Redonda)