lunes, 9 de diciembre de 2024

CREER PARA SALVARSE Y SALVAR

 

Un día estaba Jesús enseñando, y se habían sentado por allí algunos fariseosi y maestros de la ley venidos de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén. El poder de Dios se manifestaba en Jesús cuando curaba a los enfermos. En esto llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico. Querían meterlo en la casa y ponerlo delante de Jesús, pero no encontraban por dónde entrar porque había mucha gente; así que subieron al techo, y haciendo un hueco entre las tejas bajaron al enfermo en la camilla, allí en medio de todos, delante de Jesús. Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo:
– Amigo, tus pecados quedan perdonados.
Entonces los maestros de la ley y los fariseos comenzaron a pensar: “¿Quién es este, que se atreve a decir palabras ofensivas contra Dios? Tan sólo Dios puede perdonar pecados.”
Pero Jesús, dándose cuenta de lo que estaban pensando, les preguntó:
– ¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados quedan perdonados’ o decir: ‘Levántate y anda’? Pues voy a demostraros que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados.
Entonces dijo al paralítico:
– A ti te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
Al momento, el paralítico se levantó delante de todos, tomó la camilla en que estaba acostado y se fue a su casa alabando a Dios. Todos se quedaron asombrados y alabaron a Dios, y llenos de miedo dijeron:
– Hoy hemos visto cosas maravillosas.

Jesús, antes de curar, siempre pide fe al que se le acerca; pero en este caso, la fe es de los que le acompañan y hacen hasta lo imposible para presentar ante Jesús al paralítico. ¿Somos conscientes de que nuestra Fe puede ayudar a los demás? Hay quien está paralizado y no se puede acercar a Jesús; pero nuestra Fe puede llevarlo a Él. Nuestro testimonio puede ayudar al encuentro con Jesús, pero también puede ser causante de su alejamiento. Si nuestro testimonio parte de una Fe sincera, no de meras palabras, será positivo. Si decimos creer unas cosas, pero hacemos otras, alejaremos al otro de Dios.

"A grandes problemas, grandes remedios. Así dice el refrán español. Y algo así se debieron decir a sí mismos aquellos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico para presentárselo a Jesús. Como no pudieron entrar por la puerta, no tuvieron dudas en meterlo en la casa donde estaba Jesús por la azotea, haciendo un agujero en el techo.
Pero la decisión de esos hombres, que les hizo remover los obstáculos que había entre el paralítico y Jesús, no era suficiente. Dice el Evangelio que Jesús estaba enseñando  y hablando con unos fariseos y maestros de la ley y que, lo más importante, el poder del Señor lo impulsaba a curar. La conjunción de estas dos fuerzas fue la que hizo posible que el paralítico volviese a andar. Las dos son importantes. Las dos son imprescindibles. La fe de aquellos hombres les ayudó a superar las dificultades que se encontraron para llegar a Jesús. Pero si Jesús hubiese sido apenas un charlatán, su acercamiento a Jesús no habría servido para nada. Más allá de la fe de aquellos hombres, estaba la realidad de que Jesús era realmente el salvador, el mesías, el hijo de Dios, el hombre lleno del poder del Señor que le orientaba y dirigía a curar, a sanar, a salvar. Esa es nuestra fe.
En este Adviento conviene que fortalezcamos nuestra fe. Conviene que nos acerquemos a Jesús y le miremos con el convencimiento de que él es el Señor, de que él es la fuente de nuestra esperanza, la fuente de nuestra vida. Ahí, en esa seguridad, que va más allá de todas las apariencias, de lo que nos digan los demás, de lo que puedan hacer o decir otros, de lo bien o mal que se porten otros cristianos, encontraremos la fuerza para acercarnos a Jesús y abrir nuestro corazón para que nos sane, para que nos ayude a volver a andar, a enfrentarnos a los conflictos y realidades de nuestra vida.
Porque el milagro, que el paralitico volviese a andar, no supuso la solución de sus problemas sino que, precisamente, le capacitó para volver a enfrentarse a ellos. La camilla era un refugio seguro. Volver a andar significó mirar de frente su vida y asumir sus responsabilidades. Eso es lo que nos hace el poder sanador de Dios: levantarnos de la postración y ayudarnos a madurar como personas libres y responsables."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 8 de diciembre de 2024

DECIR SÍ COMO MARÍA

 


A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró donde ella estaba, y le dijo:
– ¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo.
Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo:
– María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo: y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y reinará por siempre en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin.
María preguntó al ángel:
– ¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?
El ángel le contestó:
– El Espíritu Santo se posará sobre ti y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana, va a tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible.
Entonces María dijo:
– Soy la esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!
Con esto, el ángel se fue.

María es hoy un modelo para nosotros en Adviento. Ella pensaba en formar una familia con José. Pero los planes de Dios sobre ella eran otros. El ángel le revela su auténtica misión; lo que Dios quiere de ella. Aunque lo que se le está diciendo le parezca increíble, ella acepta la voluntad de Dios con su sí. El sí más importante de la historia. 
Adviento es un tiempo de espera. Un tiempo para escuchar qué es lo que Dios quiere de nosotros. Un tiempo para decir sí y recibir a Jesús en nuestro corazón y dejarnos llevar por el Espíritu.
Pidamos a María, que nos ayude a decir sí a lo que el Padre nos pide, aunque nos parezca increíble, como hizo ella. A vivir desde este momento dedicados a Jesús. Escuchando su Palabra y anunciándola a los demás.  A dedicar toda nuestra vida a amarlo.


sábado, 7 de diciembre de 2024

COMPASIÓN

 


En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

No es la única vez que el evangelio nos dice que Jesús se compadece. Esta vez se compadece de la muchedumbre sola y desorientada: como ovejas sin pastor.
Compadecerse no es mero sentimentalismo. "Padecer- con", sufrir con el otro, es lo que significa compadecer.
Jesús no se queda en el sentimiento, en las palabras. Escoge a los doce apóstoles para que trabajen con la mies; para que luchen para solucionar los problemas de los que se compadece. Los envía a curar, a limpiar, a erradicar el mal. Y todo deben hacerlo gratuitamente. 
Nuestra sociedad está más desorientada que nunca y no hay obreros para cultivarla ni pastores para orientarla. Si como Jesús, cuando abrimos el periódico, las noticias en el ordenador o en la televisión, nos compadecemos de toda la gente que sufre en las guerras, que muere de hambre, que se ahoga buscando la libertad...debemos recordar que  Él nos envía a proclamar el Reino, a curar, a limpiar, a erradicar el mal. Porque seguirle es entregarse, darse a los demás. Este mandato lo hemos recibido como Gracia de Jesús, por eso debemos ejecutarlo gratuitamente nosotros. Compadecernos, pasando a la acción.





viernes, 6 de diciembre de 2024

ABRIR LOS OJOS



  Al salir Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando:
– ¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!
Cuando entró en la casa, los ciegos se le acercaron. Él les preguntó:
– ¿Creéis que puedo hacer esto?
– Sí, Señor – le contestaron.
Entonces Jesús les tocó los ojos y les dijo:
– Hágase conforme a la fe que tenéis.
Y recobraron la vista. Jesús les advirtió severamente:
– Procurad que nadie lo sepa.
Pero en cuanto salieron, contaron por toda aquella región lo que Jesús había hecho.

Se acercan dos ciegos a Jesús y le piden que tenga compasión de ellos, que les haga ver.
Nosotros también estamos ciegos. No vemos las necesidades de los demás. Estamos centrados en nuestro ego y buscamos la felicidad sin pensar en los demás. Nuestra ceguera es más grave que la de tiempos pasados. Ahora se nos muestran las desgracias casi al instante. Nos enseñan los cayucos naufragando, los pueblos inundándose, los cadáveres de niños y civiles de las guerras, los barrios bombardeados...¿Los vemos realmente? Pidamos a Jesús que nos devuelva la visión compasiva, solidaria, que nos lleve a entregarnos, a luchar por la solución de las desgracias y las injusticias. Pero para ello debemos tener Fe, creer verdaderamente en Jesús, llevarlo en nuestro corazón. Adviento es el tiempo para unirnos a Jesús que llega, que llama a nuestra puerta. Pidámosle con Fe que abra nuestros ojos.



jueves, 5 de diciembre de 2024

¿CUAL ES NUESTRA BASE?

 


No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.

Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron 
los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!

¿Sobre qué construimos nuestra vida espiritual?  ¿Sobre nomas, prácticas, palabras vacías...? Esto es construir sobre arena. A las primeras dificultades se desmoronará todo.
Jesús nos dice que debemos construir sobre su Palabra y su ejemplo: amar al prójimo como a nosotros mismos, amar a los demás como Él nos ha amado, amar a nuestros enemigos... Es decir AMANDO. Esto es construir sobre roca. Ninguna dificultad destruirá nuestra espiritualidad. Una espiritualidad basada en la escucha de la Palabra y su puesta en práctica. Una espiritualidad edificada sobre Cristo.



miércoles, 4 de diciembre de 2024

CURAR, COMPARTIR...COMO HACÍA JESÚS.

 


Jesús, saliendo de allí, se fue a la orilla del lago de Galilea; luego subió al monte y se sentó. Mucha gente se reunió donde él estaba. Llevaban cojos, ciegos, mancos, mudos y otros muchos enfermos; los ponían a los pies de Jesús y él los sanaba. De modo que la gente estaba asombrada al ver que los mudos hablaban, los mancos quedaban sanos, los cojos andaban y los ciegos veían. Y todos alababan al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. No quiero enviarlos en ayunas a sus casas, no sea que desfallezcan por el camino.
Sus discípulos le dijeron:
– Pero ¿cómo encontrar comida para tanta gente en un lugar como este, donde no vive nadie?
Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete y unos pocos peces – le contestaron.
Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y los peces y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, se los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron siete canastas con los trozos sobrantes.

Jesús se sienta en el monte, junto al lago y le traen cojos, ciegos, mancos, mudos...enfermos. Y los cura. Luego tiene compasión de aquellas personas que llevan tres días con Él y tienen que comer. Toma los siete panes y los peces y con ellos da de comer a todos.
Tenemos a nuestro alrededor una humanidad enferma. Personas que no andan para servir a los demás. Personas que no ven las necesidades ajenas. Personas que no denuncian las injusticias...Si queremos seguir a Jesús, ser como Él, debemos curarlos. Y eso se hace entregándonos, amándolos. Compartiendo para que todos puedan alimentarse. Compartiendo la Palabra para solucionar el hambre espiritual y compartiendo lo que tenemos para aliviar el hambre física.
Adviento es un tiempo para que reflexionemos estas cosas y pongamos manos a la obra. El ayuno y la penitencia es la entrega total a los demás. Así lograremos que llegue el Reino.



martes, 3 de diciembre de 2024

LOS SENCILLOS VEN

  


En aquel momento, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer.
Volviéndose a los discípulos les dijo aparte: Dichosos quienes vean lo que estáis viendo vosotros, porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oir lo que vosotros oís, y no lo oyeron.

Vemos a Jesús lleno de alegría. El motivo: que los sencillos ven lo que los sabios no ven. Como tantas veces, Jesús elogia a los sencillos, a los que saben ver la realidad tal como es. Escribas y fariseos no veían, no lo reconocían. Eran los sencillos los que le seguían.
Ante nosotros se abre el Adviento. Si observamos con sencillez, con humildad a nuestro alrededor veremos al Señor que viene. Lo veremos en los que no tienen nada. Lo veremos en las madres que aman en silencio a sus hijos, en los voluntarios que ayudan en Valencia sin hacer ruido. Lo veremos en la gente que sufre en las guerras. Lo veremos en los misioneros que entregan su vida sin proclamarlo por todas partes, sin hacerse propaganda, sin buscar el reconocimiento...Lo veremos en nuestro corazón cuando amamos gratuitamente, cuando nos entregamos a los demás...