viernes, 26 de julio de 2024

SER BUENA TIERRA

 


Oíd, pues, lo que significa la parábola del sembrador: Los que oyen el mensaje del reino y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el maligno y les quita el mensaje sembrado en su corazón. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y al pronto lo reciben con gusto, pero, como no tienen raíces, no pueden permanecer firmes: cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fracasan en su fe. La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de este mundo les preocupan demasiado y el amor a las riquezas los engaña: todo eso ahoga el mensaje y no le deja dar fruto en ellos. Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden, y dan una buena cosecha: son como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla.

Cuando leemos este texto, tenemos tendencia a clasificar a las personas. Las que son camino, pedregal, terreno de malas hierbas o la tierra buena y productiva. Pero quizá nos iría bien pensar que todos somos, un momento u otro, cada una de estas tierras.
Somos camino y dejamos que pisoteen las semillas o se las coman los pájaros. Somos terreno pedregoso, que aceptamos la Palabra, pero no la regamos, no la meditamos y no puede crecer. Somos tierra de malas hierbas, llenos de defectos, porque nadie es perfecto, y nuestros vicios ahogan la semilla. 
Creo, que, si somos conscientes de ello, lograremos, poco a poco, transformarnos en tierra fértil. Este es el trabajo de nuestra vida espiritual: quitar las piedras, espantar a los pájaros, limpiarnos de malas hierbas...Él está junto a nosotros y nos acompañará en nuestro camino. 





jueves, 25 de julio de 2024

LA GRANDEZA DE SERVIR

 


La madre de los hijos de Zebedeo se acercó con ellos a Jesús, y se arrodilló para pedirle un favor. Jesús le preguntó:
– ¿Qué quieres?
Ella le dijo:
– Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu reino uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Jesús contestó:
– No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa amarga que voy a beber yo?
Le dijeron:
– Podemos.
Jesús les respondió:
– Vosotros beberéis esa copa de amargura, pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Será para quienes mi Padre lo ha preparado.
Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:
– Sabéis que, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos y los grandes descargan sobre ellos el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que entre vosotros quiera ser grande, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.

 La madre quería lo mejor para sus hijos, pero no se había enterado de nada. Los otros apóstoles se enfadaron porque tampoco habían entendido nada. La grandeza no está en el poder, en estar a la derecha o a la izquierda. La grandeza es tener a Jesús en nosotros y vivir como Él vivió. La grandeza está en servir.
 
   "Hoy es la fiesta del Patrón de España, Santiago. Él y su hermano Juan, hijos de Zebedeo que, en Betania, iniciaro su camino con Jesús “a eso de las cuatro de la tarde”, según relata Juan, su hermano (Jn 1, 39).
Hay un Santiago rodeado de leyenda y ligado a España desde los comienzos de la predicación de los apóstoles. El de la batalla de Clavijo, el que fue alentado por Santa María a orillas del Ebro, el del sepulcro señalado por una luz misteriosa en Compostela… La historia resulta medio disparatada e inverosímil, sin embargo una tradición que data del II s. está asentada en indicios arqueológicos e históricos que podrían confirmar, al menos, la realidad de que ciertamente su cuerpo y su cabeza están sepultados en donde se venera al apóstol, es decir, en Santiago de Compostela, el tercer lugar, después de Jerusalén y Roma, meta de peregrinos de la Cristiandad y de todo el mundo, aún hoy.
Pero hay otro -quien sabe si el mismo- del que sabemos algo con certeza y es el Santiago de los relatos del Nuevo Testamento, el primero de los apóstoles mártir, decapitado por Herodes en Jerusalén. A él y a su hermano, Jesús les puso el apodo de “hijos del trueno” por su vehemencia y, tal vez, arrogancia. Recordamos como pedían que fuego bajado de lo alto aniquilara a las aldeas donde el Maestro no fuera bien recibido…
Santiago, con su hermano y con Pedro y Andrés formaba parte de un pequeño grupo, un tanto especial entre los doce. Santiago es citado expresamente en la Transfiguración, en la resurreción de la hija de Jairo y en el huerto de los olivos. El pasaje de la Lectura de hoy es un expresivo retrato de los impulsivos hermanos cuando responden al unísono: “podemos”. ¿Y si hoy el Señor nos preguntase si podemos beber el cáliz que Él bebió? ¿Nos atreveríamos a decir que podemos? Creo que solo con una humildad verdadera y con un gran amor. Y solo sabiendo que es Él quien puede hacerlo en nosotros."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)



miércoles, 24 de julio de 2024

ACOGER LA SEMILLA

 


Aquel mismo día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del lago. Como se reunió mucha gente, subió Jesús en una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo: Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta. Los que tienen oídos, oigan.

El sembrador es Dios y nosotros somos los diferentes terrenos, los que debemos acoger su Palabra. Unos camino pisoteado, tierra llena de espinas y malas hierbas, pedregal árido, o tierra buena... Pero Jesús quiere que todos seamos sembradores. En La Missa de cada Dia de Ed. Claret, leía este comentario: "Para sembrar debe primero llevarse semilla. Antes de anunciar el evangelio debemos acogerlo en nosotros"
Los religiosos estamos cerrando Comunidades por falta de vocaciones, por falta de relevo. Ante este problema tendemos a culpar al terreno. Los jóvenes de hoy no son buena tierra...La sociedad es terreno árido para la espiritualidad. Los jóvenes han perdido los valores. Parte de esto es cierto. Pero...¿no será que no tenemos semilla?¿No será que hemos perdido nosotros la  espiritualidad que debemos comunicar?¿No será que ni siquiera salimos ya a sembrar?¿No será que no estamos acogiendo la Palabra en nuestro interior? Para cosechar hay que sembrar...y sembrar con ilusión y esmero. Si no cuidamos nuestra propia tierra, no podemos exigir productividad a la de los demás. 

martes, 23 de julio de 2024

ESTAR UNIDOS A JESÚS

 


Yo soy la vida verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos.

La unión hace la fuerza. Las personas solitarias, sufren mucho. Todos necesitamos estar unidos a alguien: una familia, una Congregación, un grupo de amigos...
Jesús nos muestra con las palabras de hoy cómo hemos de estar unidos sus seguidores. Utiliza la imagen de la vid. Esa planta que el viñador debe cuidar todo el año para dar mucho fruto a su tiempo.
Debemos estar unidos entre nosotros y con Él. Formar una sola planta, una vid, para dar fruto. Todos los frutos. 
Los hombres no somos felices porque no estamos unidos. Buscamos nuestro bien sin pensar en los demás. El día que estemos unidos a Jesús y formemos una unidad todos, obtendremos el fruto de la felicidad, de la alegría, de la paz....el fruto del Amor.

lunes, 22 de julio de 2024

APOSTOL DE LOS APOSTOLES

 


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:
– Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
– Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó:
– Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:
– Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.
Jesús entonces le dijo:
– ¡María!
Ella se volvió y le respondió en hebreo:
– ¡Rabuni! (que quiere decir “Maestro”).
Jesús le dijo:
– Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.
Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también lo que él le había dicho.

Cuando queremos reducir a la mujer, a la que sirve a los sacerdotes, limpia la iglesia y poca cosa más, deberíamos fijarnos en María Magdalena. Porque es ella la que tras la Resurrección anuncia Jesús a los apóstoles. Ella va a decirles que ya no está en la tumba, pero vuelve otra vez a buscarlo. Como nos pasa a todos, lo tiene a su lado pero no lo reconoce. Nosotros tampoco sabemos verlo en el otro, y menos, en el necesitado. ¿Si viésemos a Jesús en el inmigrante que se acerca a nuestras costas, los convertiríamos en un meros objetos políticos?
Jesús la llama por su nombre y entonces lo reconoce. Y María se siente enviada a hablar a los apóstoles en nombre de Jesús. Como dijo Santo Tomás de Aquino, se convirtió en apóstol de los apóstoles. 
Como María, muchas mujeres reconocen a Jesús y son enviadas a anunciarlo. ¿Cuando reconoceremos el gran papel de la mujer en la Iglesia?

domingo, 21 de julio de 2024

COMO OVEJAS SIN PASTOR

  


Después de esto, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo:
– Venid, vosotros solos, a descansar un poco a un lugar apartado.
Porque iba y venía tanta gente que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer. Así que Jesús y sus apóstoles se fueron en una barca a un lugar apartado. Pero muchos los vieron ir y los reconocieron; entonces, de todos los pueblos, corrieron allá y se les adelantaron. Al bajar Jesús de la barca vio la multitud, y sintió compasión de ellos porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.

Jesús invita a sus discípulos a descansar. Pero no siempre es posible. Cuando llegan al lugar de descanso ya les esperaban. Jesús ve las necesidades de esas personas y siente compasión por ellos. El texto de hoy no nos dice que no debemos descansar, sino que debemos estar siempre atentos a las necesidades de los demás. La humanidad está desorientada. Como ovejas sin pastor. En la medida de nuestras posibilidades debemos ayudar a orientarse a los demás. Estar a su lado para darles ánimos y ayudarles a encontrar su camino. Y no olvidemos que Jesús siempre está a nuestro lado para sostenernos.

"La Palabra de Dios siempre tiene algo que ver con nuestra vida. Conmigo en concreto. Pero ante lecturas como el Evangelio de hoy, tendemos a pensar que esto va por otros: por los misioneros, los catequistas, los religiosos o las autoridades religiosas que se dedican al anuncio del Evangelio. Y esto no es muy acertado, porque entonces tendríamos que ser consecuentes y deducir que todo el Evangelio es para ellos, que son quienes reciben las enseñanzas de Jesús y le acompañan durante toda su vida. Esto sería un gran reduccionismo.
Para colocar cada cosa en su sitio, debiéramos mirar a los apóstoles como aquellos que encarnan lo que también nosotros estamos llamados a vivir. Es decir: ver en los apóstoles el modelo de cristianos que nosotros debemos ser. Con esta introducción, quizá ya podamos acercarnos al Evangelio.
El evangelista Marcos, unos capítulos más atrás, nos decía que Jesús eligió a doce apóstoles «para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar demonios». Tendríamos aquí dos elementos que definirían el «ser cristiano»: estar con él y ser enviados. Y enviados fueron los Discípulos.
Después de la expedición misionera de los Apóstoles, su “bautismo”, por así decirlo, vuelven al calor del hogar, al lado de Jesús. Seguro que llegaron cargados de historias, con ganas de compartir todo lo vivido. Se pisarían los unos a los otros, hablarían todos a la vez… Lo que suele pasar cuando se juntan familiares o amigos que hace tiempo que no se ven.
Pero Jesús, que siempre sabe lo que nos conviene, antes de nada, los calma y los invita a reposar, a asimilar todo lo vivido con la perspectiva que da saberse siervos inútiles, y no superhéroes.
Siervo inútil se consideraba Pablo. Haciendo lo que debía hacer. A tiempo y a destiempo. Este domingo, hemos escuchado cómo les recuerda a los cristianos de Éfeso, paganos en su mayoría, que ya se han convertido a Cristo – gracias a Pablo y a su predicación – y pueden vivir de otra manera, cerca de Dios. De este modo, consiguieron la vida y la paz los que eran “hijos de las tinieblas”.
“Ahora estáis en Cristo Jesús”. Se lo dice Pablo a los de Éfeso, y a cada uno de nosotros, también. Vivir cerca de Dios implica ser consecuente, sentir su mirada bondadosa y serena, optimistas y alegres, por un lado, y vigilantes y temerosos, por otro lado. Todo porque estamos siempre cerca de Dios. Y podemos vivir guiados y protegidos por Cristo.
Él, Jesús, es el “pontífice”, el que derribó el muro que cortaba el paso, el abismo sin fondo, que separaba a los judíos de los paganos. Los hijos de Abrahán que iban a heredar el cielo, el pueblo sagrado, y, del otro lado del muro, los demás, los que no tenían esperanzas, los sin Dios. Sólo la muerte de Cristo en la cruz posibilitó el fin de la separación y la unión de todos los pueblos. La familia de Dios ya no depende de la sangre, únicamente de la fe. Una fe viva, llena de amor y esperanza, es lo que permite convertirse en hijo de Dios. Todos, con el mismo Espíritu.
Volviendo al Evangelio, hablamos del descanso de Jesús y los discípulos. Es un Buen Pastor, que se preocupa por sus ovejas. Por todas. Por los cercanos y por los desconocidos. También en verano podemos comprobar cómo va nuestra compasión ante el dolor ajeno. Que, a menudo, se nos desajusta, porque nos acostumbramos a ver todo tipo de desgracias en directo, y cambiamos de canal.
Modelo de empatía fue Jesús, que encarna la figura de la que nos habla la profecía de Jeremías. Ése que es capaz de dar la vida por las ovejas. Que está siempre atento, contando el rebaño, saliendo a buscar a las perdidas, para traerlas de vuelta. Es un pastor según la voluntad de Dios. Sabe ser cercano, manso, humilde de corazón, pero firme, derribando los muros, abriendo un paso seguro a sus ovejas. De Él todas reciben vida. En nuestro caso, esa vida es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Un pastor que imite a Jesús debe, pues, ser humilde. Porque en todos está la gracia de Dios, y hay que saber descubrirla. Además, debe saber reunir en torno a sí al rebaño, agrupar, y no disgregar ni separar. Escuchando a todos, con talante sinodal. Incluso, si es preciso, deberá renunciar a lo suyo, como Jesús cambió su descanso y el de los discípulos por la predicación a las masas… Capaz de cambiar sus planes, sobre la marcha. Planificador y estratega. Y siempre con amor y con calma, sin prisas, sin favoritismos, haciendo que todos se sientan importantes. Para esas multitudes que vemos a nuestro alrededor debemos tener la mirada y el amor que mostró Jesús.
¿Por qué son tan importantes los pastores? Porque marcan el camino. Y la forma de vivir. Si el pastor es malo, las ovejas irán por “mal camino” y, quizá, acaben siendo malas. Si el pastor es bueno, las ovejas, los fieles, serán buenas personas. Por eso es importante el pastor. Que sepa vivir para las ovejas. Siempre, en todo momento y lugar.
No sólo los pastores, sino todos debemos ser conscientes del tiempo que vivimos. El verano, si tenemos más tiempo libre, es un período para hacer otras cosas, estar con la familia y los amigos y, por qué no, también para dedicarle más tiempo a nuestra vida interior y a Dios. Él nos ha regalado la vida, y no sabemos cuánto más viviremos, así que debemos aprovechar cada día. Es que el ser hijos de Dios y portarnos como tales no admite vacaciones. Es decir, para ser honrados y honestos, no hay interrupción ni descanso. Nuestra condición de cristianos ha de ser algo permanente e inherente en nosotros mismos.
Así pues, recordar siempre que estamos cerca de Cristo, vivir en sintonía con los pastores, rezar por ellos y ser sensibles a las necesidades de los demás, como Jesús. Algunas de las enseñanzas que podemos sacar de las lecturas de este domingo de verano. Que las sepamos aplicar en nuestras vidas. Repitiendo a menudo eso de que “el Señor es mi pastor, nada me falta”."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 20 de julio de 2024

NO QUEBRARÁ LA CAÑA CASCADA

  


Sin embargo, los fariseos, al salir, comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.
Jesús, al saberlo, se marchó de allí; mucha gente le seguía, y él sanaba a todos los enfermos, pero les ordenaba que no hablaran de él públicamente. Esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el profeta Isaías:
“Este es mi siervo, a quien he escogido;
mi amado, en quien me deleito.
Pondré sobre él mi Espíritu
y proclamará justicia a las naciones.
No disputará ni gritará;
nadie oirá su voz en las calles.
No romperá la caña quebrada
ni apagará el pábilo que humea,
hasta que haga triunfar la justicia.
Y las naciones pondrán en él su esperanza.”

Jesús no nos destruye. Intenta salvarnos hasta el final. Espera nuestra conversión, porque Él es Amor. Nosotros utilizamos la justicia para condenar. Él, como veíamos ayer, la utiliza en beneficio de la persona, para salvar. Siempre espera que cambiemos, que dirijamos nuestros ojos a Él. Lo mismo debemos hacer nosotros con nuestro prójimo. No destruirlo, sino intentar salvarlo.

"Mientras que los fariseos buscan a Jesús para matarlo, la gente, “muchos”, lo buscan para que les dé vida. Estas dos reacciones tan opuestas son las respuestas a un mismo hecho: Jesús, contraviniendo la ley del sábado, ha curado en la sinagoga a un hombre con la mano atrofiada. A propósito de este caso, Mateo presenta de un modo muy gráfico el enorme contraste entre dos concepciones religiosas: la que usa la ley para condenar, perseguir, incluso matar (recordemos las palabras de los sumos sacerdotes durante el proceso de Jesús: “Nosotros tenemos una ley, y según esta ley este hombre debe morir” – Jn 19, 7); y, por el otro lado, la que, llevando la ley a su perfección, hace presente el amor de Dios Padre, creador de la vida, y que, en consecuencia, acoge, perdona, cura, restaura lo que está caído.
Miqueas levanta la voz contra los que traman maldades y anuncia castigos para ellos. Pero Jesús, víctima de esas maquinaciones, lejos de amenazar o usar su poder para castigar, se retira y usa su poder para dar vida. Como indica Mateo, en él se cumple la profecía del Siervo de Yahvé, que no elige el camino de la violencia para combatir el mal, sino el de la entrega de la propia vida para restaurar lo que está a punto de morir: “la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”.
También nosotros nos sentimos con frecuencia confrontados con la necesidad de elegir entre dos caminos contrapuestos: el camino de la violencia y la destrucción de lo que consideramos malo (combatir el mal con el mal), o el del servicio, la paciencia y la restauración de lo que está a punto de morir: es el camino elegido por Cristo, el camino de la cruz, de la entrega generosa de la propia vida."
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)