viernes, 30 de junio de 2023

ÉL PUEDE LIMPIARNOS

 

Cuando Jesús bajó del monte, le seguía mucha gente. En esto se le acercó un hombre enfermo de lepra, que se puso de rodillas delante de él y le dijo:
– Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad. Jesús lo tocó con la mano, y dijo:
– Quiero. ¡Queda limpio!
Al momento, el leproso quedó limpio de su enfermedad. Jesús añadió:
– Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.

"Si quieres, puedes limpiarme. La fe mueve montañas, dicen. Eso sí, hace falta fe, aunque sea como un granito de mostaza. A este leproso de hoy, fe le sobraba. Busca a Jesús, aunque en su estado, seguro, le costó hasta Él, se pudo de rodillas, y pidió al Maestro que le devolviera la salud. Es un gran don sentirse limpio. Los que disfrutamos de la ducha cada día, lo sabemos. Imagínate lo que puede ser estar no solo limpio por fuera, sino por dentro. Que la piel deje de caerse a pedazos, para volver a sentirte íntegro. Y volver al seno de la comunidad. Dejar de ser un marginado. Formar parte de algo que te ha estado prohibido muchos años.
Para ese enfermo, el encuentro con Jesús, gracias a su fe, le cambió la vida. Seguro que, desde ese momento, fue uno más de los creyentes en Él. Quizá no le siguió directamente, puede que volviera a su casa, con los suyos, y en medio de la masa, fuera levadura. Nosotros, también creyentes, allá donde nos encontremos, podemos también sentirnos limpios, gracias a nuestra fe. Y si no te sientes así, acude al Maestro, y dile: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Acude al sacramento de la Reconciliación, dile al Señor que quieres que te limpie, y siente la alegría del perdón.
“Si quieres, puedes limpiarme”. Esta petición se la hacemos al Señor desde nuestra debilidad, una vez más. Y es que necesitamos curarnos de tantas heridas que, en esas luchas personales, hemos ido gestando. No por ello seremos considerados en menos ante Sus ojos. Todo lo contrario, es lo que Dios está esperando por nuestra parte, porque el “bálsamo” que sale de Su corazón es el único capaz de cicatrizar lo que tanto nos hace sufrir y lamentarnos. ¿Qué importa lo que otros puedan pensar, si tenemos aquello que nunca muere y sana para siempre?
Para el pacto de Abrahán eran necesarios sacrificios y, además, la circuncisión física. Ahora, con Jesucristo, ya no hace falta nada de eso. Cristo ha sido el último sacrificio, el que nos permite ver la vida de otra manera. El que nos limpia, cuando, movidos por la fe, acudimos a Él. ¿Quieres limpiarte? ¿Qué vas a hacer?"

(Alejandro Carbajo, cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 29 de junio de 2023

¿QUIÉN ES JESÚS PARA NOSOTROS?

 


Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
 Ellos contestaron:
– Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún profeta.
Y vosotros, ¿quién decís que soy? –les preguntó.
 Simón Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.
Entonces Jesús le dijo:
– Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo.

¿Quién es Jesús para nosotros? Nos llamamos cristianos, seguidores de Jesús, pero tenemos claro quién es Él? Estamos en una sociedad en la que oímos con frecuencia: "Soy cristiano, pero no practico". "Creo en Jesús pero no en la Iglesia". Seguir a Jesús es seguir la Palabra, la Buena Nueva, el Evangelio. Es creer que es el Hijo de Dios. Es creer que debemos seguirlo en Comunidad. Es seguir su ejemplo de vida. 
Tenemos la tentación y la sociedad nos ayuda, en relegar la religión a algo personal, algo que vivimos en particular, en nuestra intimidad. Pero Jesús nos invita a pertenecer a una Comunidad, a la Iglesia. Que ciertamente tiene defectos, porque está formada por hombres. A nosotros nos corresponde hacerla viva, fiel a Jesús, camino hacia el Padre.
Hoy vemos a Jesús llamando a Simón, piedra, fundamento sobre el que edificar su Iglesia. Sigamos al Espíritu, que nos ayudará a vivir con Amor, a vivir formando Comunidad, a dejar de lado los defectos humanos y exclamar como Pedro: "Tu eres el Mesías , el Hijo del Dios vivo."  

miércoles, 28 de junio de 2023

LOS BUENOS FRUTOS

 

¡Cuidado con los falsos profetas! Vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Por sus frutos los conoceréis, pues no se recogen uvas de los espinos ni higos de los cardos. Así, todo árbol bueno da buen fruto; pero el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar mal fruto, ni el árbol malo dar fruto bueno. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. De modo que por sus frutos los conoceréis.

Jesús nos dice que a las personas se las conoce por sus frutos, sus obras, no por sus palabras. ¿Cuáles son esos frutos? Él nos da ejemplo con los suyos: amor, misericordia, entrega, paz, humildad, sencillez... Es en el Evangelio, siguiendo la Vida de Jesús que los encontramos. Es mirando con ojos nuevos que sabremos encontrarlos. Fariseos y escribas, buscaban poder, importancia, hacerse ver, dominar, orgullo, riqueza...Esos son los malos frutos que debemos evitar. Por desgracia, son los que dominan en nuestra sociedad. Son los que queremos dar habitualmente. Son los malos frutos que nos alejan de Dios y de nuestro prójimo. 

martes, 27 de junio de 2023

LA PUERTA DE LA VIDA

 

No deis las cosas sagradas a los perros, no sea que se revuelvan contra vosotros y os hagan pedazos. Y no echéis vuestras perlas a los cerdos, para que no las pisoteen.
Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas.
Entrad por la puerta estrecha. Porque la puerta y el camino que conducen a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos; pero la puerta y el camino que conducen a la vida son estrechos y difíciles, y pocos los encuentran.

"¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos. Jesús nos avisa de algo que, parece, ya era un peligro en su tiempo. Es muy fácil descuidarse, o mejor, creer que vamos por el camino correcto. Nos convencemos con mucha facilidad de que “no pasa nada” si un viernes como carne, o si hace ya tres meses (o tres años) que no me confieso, o que reenviar un mensaje no muy agradable sobre un “amigo” es lo normal, todos lo hacen… Nos acostumbramos a no cumplir con cosas pequeñas y, al final, dejamos de cumplir con las grandes. Total, una más… Decía mi maestro de novicios que el primer pecado es el que más cuesta, los demás vienen solos. Algo de eso, me parece, hay.
¿Por qué no vemos la puerta de la Vida? ¿Por qué nos parece tan duro el camino de la Vida? Será que nos falta perspectiva. Quizá porque vivimos a corto plazo, tenemos muchas seguridades, y no le damos espacio a Dios en nuestras vidas. Abrán, en este sentido, puede ser para nosotros un ejemplo. En camino, en escucha, dispuesto a renunciar a lo suyo, buscando el acuerdo con Lot…
Dios ha hecho de todo para que entremos por la puerta de la Vida. Al final, hasta a su Hijo nos envió. Lo que hace falta es estar atento, aceptar su ayuda y llamar a esa puerta que, a diferencia de las nuestras, siempre se abre, para dejarnos pasar. Es verdad que no todos están dispuestos. A ti se te ha dado la posibilidad de ser feliz, yendo por el camino estrecho. Aunque cueste. ¿Qué vas a hacer?"
(Alejandro Carbajo,cmf. Ciudad Redonda)

lunes, 26 de junio de 2023

NO JUZGAR




No juzguéis a nadie, para que Dios no os juzgue a vosotros. Pues Dios os juzgará de la misma manera que vosotros juzguéis a los demás; y con la misma medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros. ¿Por qué miras la paja que tu hermano tiene en su ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si tú tienes un tronco en el tuyo, ¿cómo podrás decirle a tu hermano: ‘Déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’¡ ¡Hipócrita!, sácate primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

"Continúa Jesús desgranando su “programa” de vida. Hoy nos da también donde muchas veces más nos duele: en los juicios. Sacar la oposición para ser juez en los tribunales es complicado. Exige la carrera de Derecho y luego las oposiciones. Convertirse varias veces al día en juez de los demás es facilísimo. Como que estuviera en el ADN de cada uno.
Cuesta mucho quitarse las gafas de ver los defectos de los demás. Es que nos sale solo, eso de ver lo que no hacen bien los otros, y el pensar que “yo lo haría mejor” o “yo nunca habría hecho eso”.
Tenemos que revisarnos la vista, operarnos, si hace falta las cataratas con el láser de la reconciliación, para ver a los demás como los veía el mismo Jesús. Donde nosotros vemos defectos, Él veía oportunidades. Donde nosotros tenemos la agenda negra de los enfados y las ofensas, Cristo tiene una página en blanco, para que cada uno pueda escribir su historia, sin arrastrar el peso del pasado. Eso de vete y no peques más.
La carta del apóstol Santiago, en su capítulo 4, nos dice: Uno solo es el legislador y juez, el que puede salvar y condenar. ¿Quién eres para juzgar al prójimo?
También aquí las palabras de san Antonio María Claret, siguen siendo actuales. Tendré para con Dios corazón de hijo, para conmigo mismo corazón de juez, y para con el prójimo, corazón de madre. Pues eso."
(Alejandro Carbajo, cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 25 de junio de 2023

NO HAY QUE TENER MIEDO

 


No tengáis, pues, miedo a la gente. Porque nada hay secreto que no llegue a descubrirse ni nada oculto que no llegue a conocerse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz del día; lo que os digo en secreto, proclamadlo desde las azoteas de las casas. No tengáis miedo a quienes pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede destruir el cuerpo y el alma en el infierno.
¿No se venden dos pajarillos por una pequeña moneda? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que vuestro Padre lo permita. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de la cabeza los tenéis contados uno por uno. Así que no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos.
Si alguien se declara a favor mío delante de los hombres, también yo me declararé a favor suyo delante de mi Padre que está en el cielo; pero al que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en el cielo.

"Estar bautizado es algo que se consigue con cierta facilidad, y (a pesar de la gran descenso numérico) todavía es bastante frecuente entre nosotros. Aunque las motivaciones para hacerlo son muy variadas, y no siempre aceptables. 
          Con frecuencia, la familia de los niños (si es que son niños) piensa «misión cumplida» en cuanto le han echado el chorrillo de agua sobre la cabeza. ¡Ya está, ya no hay nada más que hacer! Pero no es cierto: el bautismo significa y exige empezar a vivir como discípulo de Jesús. Y lo que define a un discípulo de Jesús no es acudir a las procesiones, o llevar algún colgante religioso o... Y ojalá no llegue el triste momento de «soy cristiano pero no practico»... Pasar de bautizados a discípulos, requiere un camino que no todos recorren, aunque sí los hay que caminan, avanzan y  retroceden como buenamente pueden, con su mejor voluntad.
           Ser discípulo es difícil, e incluso arriesgado. No pocos han pagado con su vida -lo más importante que tenemos- por mantenerse fieles a Jesús. Y por eso advertía Jesús: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo».
            Este aviso tiene mucha miga, porque cuando uno se toma en serio lo de ser discípulo, será fácil que se encuentre con la incomprensión, la burla, la sensación y la experiencia de estar remando contra corriente, de ser un bicho raro en medio de la sociedad, e incluso que te hagan el vacío hasta los tuyos. ¿Por qué si no, tantos se guardan la fe en lo escondido, como si fuera una especie de secreto o asunto privado, y tienen miedo de proclamar su fe, o la «adaptan» a lo que hace y piensa la mayoría para ser «modernos», y no tener problemas o no desentonar?
                ¿Cómo entender esas palabras de Jesús que hablan de la confianza con la ingenua imagen de los pajarillos, de los cabellos de nuestra cabeza, y de la promesa interceder ante el Padre a quienes apuesten por él? Parecen cosas poco creíbles hoy día. Poniendo la mano en el corazón, y con toda nuestra sinceridad, ¿podemos decir que estas ideas -¡experiencias!- de Jesús nos convencen y nos llevan a un determinado estilo de vida? ¿Podemos decir que nos complicamos la vida por culpa del Evangelio? ¿Adónde quiere ir Jesús a parar con tanta ingenuidad? ¿No será que el mundo que él vivió hace dos mil y pico años era menos complicado que el nuestro? ¿Podemos tomarnos en serio su mensaje?
            Fijaos en Jeremías: un tipo sensible, delicado, apasionado, un poco sentimental y hasta poeta, muy encariñado con su tierra y con su gente. Procura vivir tranquilo y llevarse bien con todo el mundo. Y Yahveh se mete por medio y le encomienda una palabra cortante, que quema, que echa por tierra las seguridades, que denuncia y amenaza. Antes siquiera de haber intentado anunciar ese mensaje, ya se siente mal. No le va ir de aguafiestas, de pájaro de mal agüero. Y cuando por fin se ponga a ello, le van a venir encima calumnias, acusaciones, denuncias, persecuciones (incluso de sus parientes y amigos)...
             Cuando Dios se empeña en sacudir la tranquilidad de cualquiera, se acaba esa vida sin sobresaltos y complicaciones que tan esforzadamente procurábamos llevar. Suena bonito eso de que Dios está con Jeremías «como fuerte soldado», pero no parece que le amortigüe los golpes que le toca recibir.
                Claro que al propio Hijo de Dios le ocurrió algo parecido, y el Padre Dios no corrió para librarle de la Cruz, ni fulminó como escarmiento a sus verdugos, ni hizo perder el puesto a los Sumos Sacerdotes y autoridades políticas que lo condenaron. Ante Cristo crucificado descubrimos a un Dios «impotente», débil, que no se hace respetar, que se limita a seguir amando y esperando. Pero es que el amor nunca triunfará a base de venganzas, fuerza o poder.
        Por tanto, que nos quede claro que no se trata de espantar el miedo porque Dios nos vaya a resolver las dificultades. Ni Dios tiene la culpa de que se nos caigan los pelos de la cabeza, ni de que un gorrión acabe vendido en un puesto del mercado. Nosotros quisiéramos un Dios escudo, pararrayos, refugio blindado, acolchado para amortiguar los golpes, un Dios que haga de impermeable... Pero como esto no suele ocurrir, acabamos prescindiendo de Él y de sus llamadas. Entonces, ¿dónde hay que buscar el motivo para que no temamos, visto lo que «hace» Dios?
Dice Eduardo Galeano:
El miedo se ha convertido en principio rector de la vida y de la convivencia: 
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. 
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. 
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida. 
Los automovilistas tienen miedo de caminar, y los peatones tienen miedo de ser atropellados. 
La democracia tiene miedo de recordar, y el lenguaje tiene miedo de decir. 
Los civiles tienen miedo a los militares, y los militares tienen miedo a la falta de armas,
y las armas tienen miedo a la falta de guerras. 
Es el tiempo del miedo. 
Miedo de la mujer a la violencia del hombre, y del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar. 
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir...   (E GALEANO, Patas arriba. Ed Siglo XXI, Madrid)
         Y nos convencemos o nos han hecho creer que la seguridad nos viene de tener un dinero ahorrado, un seguro de vida, un título debajo del brazo, una casa en propiedad, a algunas personas para las que seamos importantes y que estén pendientes de nosotros... Pero no por eso se van los miedos: porque podemos perder el dinero, porque hay muchos parados con título, porque las casas se deterioran, porque las personas nos fallan...
          Jesús se atrevió a decir que la felicidad está en confiar fielmente en Dios, porque entonces no temeremos ni envidiaremos a los que tienen poder, dinero, influencia... o lo que sea. Esto suena muy raro en este mundo donde la desesperanza, la envidia y el miedo han tomado posesión de nuestros corazones. Cuando uno tiene cosas que proteger o defender, automáticamente se presenta el miedo a perderlas. Pero Jesús pretende que sus seguidores nos compliquemos más la vida en otras cosas, y estemos más pendientes de proclamar su mensaje con la Palabra y con la vida. Los miedos son una pista clave para que sepamos que algo nos tiene esclavizados.
             Es peligroso y nadie desea que le quiten la vida («matar el cuerpo»). Se lo podemos preguntar a cualquiera de los que andan en cualquiera de las guerras que están teniendo lugar hoy mismo. O a tantos desplazados, refugiados, hambrientos, explotados, etc.
             Pero sí debemos tener temor «al que puede llevar a la perdición alma», es decir a perder la identidad personal, la libertad interior. Tengamos temor a tener una conciencia intranquila, a arrastrarnos con una vida gris y sin objetivos. Tengamos miedo a quien nos pueda quitar la dignidad como seres humanos, como hijos de Dios. Nos preocupa mucho perder lo que ahora tenemos, y en cambio, nos inquieta y ocupa mucho menos cuidar ese tesoro que somos y que es cada ser humano. Pues la única garantía para conservar todo esto está en nuestro Padre del cielo.
           Dice el texto evangélico que «ni un solo gorrión cae al suelo sin que lo disponga nuestro Padre y que hasta los cabellos de la cabeza tenemos contados». «Y que valemos más que muchos gorriones». Como Jesús tuvo ocasión de experimentar, a Dios se le encuentra especialmente en la cruz que nos cargan por ser fieles al Evangelio. El Padre Dios estará ahí para recogernos, abrazarnos y devolvernos la vida, la Vida. Podemos decir con san Pablo: «Sé de quién me he fiado». Porque nuestra vida es suya y nada ni nadie la puede arrebatar de su mano... aunque nos maten. Esta es nuestra fuerza.
   Seamos pues valientes con la misión que cada discípulo tenga encomendada por Dios... que él ya se encargará de todo lo demás. Valemos mucho más que los gorriones."
(Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf. Ciudad Redonda

sábado, 24 de junio de 2023

EL PRECURSOR

  


 

Al cumplirse el tiempo en que Isabel había de dar a luz, tuvo un hijo. Sus vecinos y parientes fueron a felicitarla cuando supieron que el Señor había sido tan bueno con ella. A los ocho días llevaron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero la madre dijo:

– No. Tiene que llamarse Juan.
 Le contestaron:
– No hay nadie en tu familia con ese nombre.
 Entonces preguntaron por señas al padre del niño, para saber qué nombre quería ponerle. El padre pidió una tabla para escribir, y escribió: “Su nombre es Juan.” Y todos se quedaron admirados. En aquel mismo momento, Zacarías recobró el habla y comenzó a alabar a Dios. Todos los vecinos estaban asombrados, y en toda la región montañosa de Judea se contaba lo sucedido. Cuantos lo oían se preguntaban a sí mismos: “¿Qué llegará a ser este niño?” Porque ciertamente el Señor mostraba su poder en favor de él.

El niño crecía y se hacía fuerte espiritualmente, y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se dio a conocer a los israelitas.

 Su nombre será Juan: regalo de Dios. Permanecerá sin llamar la atención hasta el momento de anunciar a Jesús. Juan es esa persona que anuncia, que nos lleva a Dios. Se prepara llevando una vida austera. Cuando comience a predicar, será la "voz que clama en el desierto" que había anunciado Isaías. Juan es modelo de los que han de anunciar a Jesús. Se ha de hacer desde una vida austera y sencilla. Él pedía aplanar los caminos, y eso se hace con el ejemplo, más que con palabras. Nuestra sociedad se ha alejado de Dios. Cada día es más indiferente a la espiritualidad. Necesita "juanes" que anuncien al Señor, que nos indiquen el camino. Precursores que nos muestren a Jesús con sus vidas. Que clamen en el desierto de nuestra sociedad.

viernes, 23 de junio de 2023

LA RIQUEZA DE AMAR


No acumuléis riquezas en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Acumulad más bien vuestras riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye, ni las cosas se echan a perder, ni los ladrones entran a robar. Porque donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.
Los ojos son como la lámpara del cuerpo. Si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo será luminoso; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo será oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra no será la propia oscuridad!

La riqueza del seguidor de Jesús es el Amor. Saber mirar con ojos buenos, es mirar con Amor todas las cosas y a todas las personas. Si sabemos mirar así, llenaremos de luz todo nuestro alrededor. 
Vivimos empeñados en acumular. Creemos que debemos tener muchas cosas que creemos indispensables. Pero todas ellas se destruiran y no nos las llevaremos el dia de nuestra muerte. Pero sí podremos mostrar ante Dios nuestras manos llenas de Amor. Esta es la verdadera riqueza.

jueves, 22 de junio de 2023

CÓMO ORAR

 

Y al orar no repitas palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido. Vosotros debéis orar así:
‘Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
 Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra
así como se hace en el cielo.
 Danos hoy el pan que necesitamos.
 Perdónanos nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos
a quienes nos han ofendido.
 Y no nos expongas a la tentación,
sino líbranos del maligno.’
Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis.


Hoy Jesús nos enseña a orar. Ayer nos hablaba de la sinceridad, de no hacerlo para aparentar, para que se hable de nosotros y se nos elogie. Hoy nos da un modelo de oración. En el que alabamos al Padre. Pedimos por nuestras necesidades. Pedimos perdón y que nos libre del mal. Subrayando la necesidad del perdón. Rezar a Dios estando peleados, despreciando a los otros, es pura hipocresía. 
Fijémonos que la oración está en plural. Ayer nos decía lo importante de la oración personal; pero los cristianos vivimos nuestra Fe en Comunidad. Por eso es necesario que oremos también en Comunidad. Las dos oraciones debemos practicarlas. Y hacerlo desde lo hondo de nuestro corazón.

miércoles, 21 de junio de 2023

LIMOSNA, ORACIÓN Y AYUNO

 

No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cielo.
Por tanto, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Tú, por el contrario, cuando ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo amigo. Hazlo en secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.

Cuando ayunéis, no pongáis el gesto compungido, como los hipócritas, que aparentan aflicción para que la gente vea que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que la gente no advierta que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está a solas contigo, y él te dará tu recompensa.

Ayudar, rezar, hacer penitencia...son coses que no debemos hacer de cara a la galería. Debemos empezar por nuestro interior. Es entonces cuando saldrá de nosotros el Amor a los demás. Un Amor que hará que ayudemos al otro. Un Amor fruto de nuestra oración. Un Amor que hará que nos sacrifiquemos por los demás.

"Jesús, a propósito de las prácticas del ayuno, la limosna y la oración, menciona hoy los tres ámbitos esenciales de relación de nuestra vida: la relación con nosotros mismos, regida por el principio ascético o de autocontrol; la relación con los demás, regida por el principio de justicia y compasión; y la relación con Dios, regida por el principio de piedad y veneración. Y nos recuerda que en esos tres ámbitos lo importante no es sólo lo que hacemos, sino también cómo lo hacemos, la autenticidad de nuestras motivaciones. Porque supuesto (lo que es suponer no poco) que hacemos lo que debemos (el control de nuestras inclinaciones, nuestros deberes para con los demás y para con Dios), es verdad que podemos “usar” esas acciones indebidamente, de manera hipócrita. Para poder realizar el bien que Dios quiere, el que nos une con Él (que esa es la recompensa del bien, el fruto de nuestras buenas inversiones), tenemos que hacer lo correcto y debido, e incluso más, pero hacerlo con generosidad y con recta intención."

(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)



martes, 20 de junio de 2023

EL AMOR MÁS GRANDE

 

También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así! Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así! Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.


Amar a los que nos aman es fácil. Amar a aquellos para los que somos indiferentes, lo hacemos muchas veces; pero amar a aquel que nos persigue, que nos hace daño, que es nuestro enemigo, se nos hace casi imposible. Sin embargo, es la única forma de romper el círculo vicioso de la venganza, de la violencia mútua. No es fácil, pero debemos intentarlo, porque es el Amor más grande. Es el Amor con que Dios ama a todos. A los que le siguen y a los que le insultan. A los que se consideran sus hijos y a los que lo persiguen y atacan.

"La superación de la ley del talión que escuchamos ayer, y el paso a una ética del amor, que nos presenta exigencias radicales, nos puede parecer un hermoso ideal, pero, en la práctica, de imposible cumplimiento. Sin embargo, no debemos entender las palabras de Jesús sobre todo en clave moral, que pone a prueba nuestra capacidad de renuncia. Estas palabras de Jesús, en que va desgranando la nueva ley del Evangelio, hay que leerlas a la luz de las Bienaventuranzas, que manifiestan el don que Dios nos hace en Jesucristo. Por tanto, más que una lista de exigencias morales, es una revelación del modo en que Dios se relaciona con nosotros. No se trata, sobre todo, de lo que debemos hacer (con un esfuerzo casi sobrehumano), sino de lo que Dios está ya haciendo con nosotros, por medio de su hijo Jesucristo. Con su enseñanza, Jesús está corrigiendo nuestra imagen de Dios (que manda, amenaza y castiga), y trasmitiéndonos su rostro paterno y, por tanto, su propia experiencia filial. Dios hace el bien incondicionalmente, y lo hace además con todos por igual.
El amor de Dios no es sectario, no establece fronteras: raciales, nacionales, morales, confesionales… La colecta organizada por Pablo en favor de los necesitados en Jerusalén y Judea es un buen ejemplo de ese amor que traspasa fronteras. Si nuestro amor ha de ser reflejo e imagen de ese amor que nosotros recibimos de Él, no podemos rebajarlo a una simpatía partidista, que acepta o excluye, según los gustos o los prejuicios personales. Es verdad que nos llama a hacer el bien, pero no por imposición, sino por atracción positiva, por contagio, podríamos decir
Así que, antes de ponernos esforzadamente a cumplir esas difíciles exigencias, que están de hecho por encima de nuestras débiles fuerzas, tenemos que pararnos a mirar al Dios en el que creemos, el que nos revela Jesucristo, que es su Hijo precisamente porque es semejante a su Padre. Solo en la contemplación asidua de su santidad amorosa y cercana, podremos empezar a sintonizar con ella, con la perfección contagiosa Dios."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 19 de junio de 2023

BIEN CONTRA EL MAL

 

Habéis oído que antes se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la túnica, déjale también la capa. Y si alguien te obliga a llevar carga una milla, ve con él dos. Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado.


Nos cuesta entenderlo. Ofrecer bien al que nos hace daño. En nuestra sociedad, la justicia se basa en el ojo por ojo y diente por diente. Jesús nos pide  poner la otra mejilla, dar la capa si nos quitan la túnica. Lo que nos dice, es que debemos retornar con el bien al mal que nos hacen. La forma de despertar el bien que hay en el interior del que nos hace mal, es haciéndole el bien a él, a pesar de lo que nos ha hecho. La forma de que el otro cambie es amándolo, ofreciéndole Amor y bondat. La venganza nos encierra en un círculo cerrado lleno de violencia y del que no podemos salir.
"La fe en Cristo, en verdad, nos abre a un mundo nuevo, en el que, dejada a atrás la voluntad de venganza, incluso de una justicia estrecha que devuelve mal por mal, es capaz de responder al mal con el bien, a la violencia con el valor y la fortaleza de la paciencia, a la injusticia con la generosidad. No se trata de exigencias morales de imposible cumplimiento (y, para muchos, incluso indeseables), sino de la expresión de cómo Dios se comporta con nosotros; y que nosotros, los que hemos creído en Él, debemos reflejar en nuestra propia vida, para testimoniar que “ahora es tiempo favorable, ahora es tiempo de salvación”."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 18 de junio de 2023

ENVIADOS A CURAR

 


Viendo a la gente, sentía compasión, porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos:
– Ciertamente la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por eso, pedid al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla.
 Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.
 Estos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado también Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo;  Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el que cobraba impuestos para Roma; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el cananeo, y Judas Iscariote, el que traicionó a Jesús.
Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones:
– No os dirijáis a las regiones de los paganos ni entréis en los pueblos de Samaria; id más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca. Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad de su enfermedad a los leprosos y expulsad a los demonios. Gratis habéis recibido este poder: dadlo gratis.


  "Los comienzos de la Escritura nos cuentan que Dios puso su mirada en un grupo muy heterogéneo de esclavos en Egipto. Y se «fijó» en su sufrimiento y «escuchó» sus lamentos y gritos. Y decidió «bajar» para liberarlos, buscando como «instrumento» suyo  Moisés. Más adelante, a los pies del Sinaí, aquella «muchedumbre» de fugitivos a los que había ido guiando y purificando, recibió una promesa:“Vosotros seréis mi pueblo”. Dejarán de ser «muchedumbre» para convertirse en pueblo de la nueva alianza, propiedad de Dios. Y es que las muchedumbres suelen ser fácilmente manipulables, funcionan más a golpe de afectividad y contagio, que de lógica o razonamientos; están formadas por personas anónimas e indiferentes entre sí, aunque estén juntas, pero que tienen algún problema o necesidad común... No es «eso» con lo que quiere tratar Dios. Él quiere construir un pueblo donde unos a otros se miren, se respeten,  se cuiden, se apoyen y se acompañen (por eso llegarán los Diez Mandamientos).
           También Jesús anda mirando a las gentes. Se deja impresionar, afectar, cuestionar por lo que vive la muchedumbre.  No es una mirada para acusar, reprochar o escandalizarse. Es una mirada para comprender: Quiere captar su mundo interior, lo que sienten, lo que sufren, lo que necesitan, lo que esperan.  Una mirada «compasiva», que le toca en lo más hondo de su corazón. De algún modo, hace suyo lo que le llega. No quiere imaginar ni deducir, ni tiene ideas previas. Jesús escucha, se interesa, pregunta y trata de comprender. No sabemos si aquella gente era buena, si su vida estaba moralmente en regla, si eran o no pecadores... Podemos  suponer que habría de todo. Pero parece que tienen algo en común: es gente que sufre. Ésta es la primera percepción de Jesús. Y Jesús se «compadece» de ellos, es decir, participa de su sufrimiento y decide (como hizo Dios con Israel) hacer algo por ellos, en su favor.
            Andaban extenuadas y abandonadas, como ovejas sin pastor. Pero pastores tenían, y en abundancia. Todo el gremio de sacerdotes, con su milimétrico cuidado del culto del templo, los letrados y fariseos, bien formados, con la doctrina clara, precisa y minuciosa, como para resolver todas las situaciones que pudieran plantearse y marcar lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo inmoral. Expertos en casuística (aunque no en personas), se consideraban portavoces cualificados de la voluntad de Dios. 
             Cuando más adelante Jesús llama a los cansados y agobiados y les habla de su yugo llevadero y su carga ligera probablemente se refiera a que estos pastores y su forma de tratar al rebaño son la causa de ese agobio y cansancio, de ese estar extenuados y abandonados. Aquellas gentes no necesitan pastores que multipliquen las normas, que excluyan a los que no cumplen la voluntad de Dios, que lo regulen todo y que parezca que la Alianza (1ª lectura) - un pacto de amor y entrega por el que Dios se había convertido en libertador de un pueblo para hacer de ellos un pueblo de sacerdotes y una nación santa- consiste en un código de obligaciones y prohibiciones que no les hacía ni más felices, ni más hermanos ni más libres. Aquellos pastores andaban escasos de misericordia y desentendidos de los sufrimientos del pueblo, sin presentarles alternativas ni ayudarles a salir de su penosa situación.
            Cuando los pastores no son lo que deberían ser, cuando las estructuras sofocan la vida, cuando lo que importa es el reglamento, cuando el funcionamiento y el orden y el conformismo prevalecen sobre la espontaneidad y la originalidad, cuando las personas son objeto de imposiciones que llueven desde la cima de la pirámide, cuando no se les educa en el ejercicio de la libertad, cuando se tiene miedo de la conciencia y del cerebro, cuando se siente un gran respeto por la opinión pública, pero sólo en los documentos oficiales, cuando no queda espacio para una verdadera creatividad, entonces el rebaño tiene la impresión -y no sólo la impresión- de que no tiene pastores, sino funcionarios, y que no cuentan para nada.  (A. PRONZATO, Sólo tú tienes palabras)
                  Por eso, llama a «otros». A los que han escuchado el mensaje de las bienaventuranzas y están dispuestos a vivir de un modo diferente, y que convierten su relación con Dios en un camino de felicidad, donde el que está mal es el centro principal del Reino, de la relación con Dios, donde nadie que excluido. 
           Son un grupo de Apóstoles/pastores que reciben un bello y difícil encargo: «proclamad, curad, resucitad,  limpiad echad demonios». Como se ve por todos estos imperativos, se trata en primer lugar de anunciar con gozo (sin riñas, ni amenazas, ni obligaciones) la cercanía, presencia y compromiso de Dios (eso es el Reino). Y esa presencia, para que no se quede en palabras vacías (de las que ya están muy hartas las ovejas) se comprobará en que éstas irán siendo reintegradas en la comunidad, se harán conscientes de su dignidad y su preferencia por parte de Dios, se les aliviará su sufrimiento, se luchará contra las causas de sus heridas, de su suciedad, de su falta de vida, de sus sufrimientos. En definitiva: se trata de que pasen de ser «muchedumbre» a ser «comunidades» donde se aman, lo tienen todo en común y se atiende a cada cual según sus necesidades. Yo entiendo que esta sería la misión principal de cualquier Obispo, párroco o agente de pastoral (con la implicación de todos los demás, claro).
          Lo que marca la pertenencia a esta comunidad no son unas normas rituales o religiosas, sino el compromiso de acoger, compadecer,  compartir y aliviar la carga de los otros.  El Reino de Dios está cerca cuando los que hemos conocido a Jesús ponemos en el centro de nuestra relación con Dios, en el centro de nuestras inquietudes y preocupaciones a los que están peor.  Sin imponerles, sin juzgarles, sin reñirles, sin reprocharles, sin ponerles condiciones (tampoco económicas: lo nuestro ha de ser gratis). 
            La «autoridad» o «poder» que nos concede el Señor es para la lucha contra el mal. Una lucha que no es exclusiva de los que tienen responsabilidades pastorales en la Comunidad Cristiana, sino de todos los que se han sentido llamados e ilusionados por el Mensaje de las Bienaventuranzas, de los que hemos aprendido que la Gloria de Dios es el cuidado y la felicidad del hombre, llevar a lo más alto, en alas de águila, a los caídos al borde del camino, de los que estamos dispuestos a ser un pueblo sacerdotal que se arrodilla a lavar los pies cansados del camino, y que sabe que comulgar en la Eucaristía significa comulgar en el servicio y en la entrega de la propia vida en favor incluso de los que no son justos (2ª lectura) como hizo el propio Jesús, y como espera que nosotros hagamos. Seguramente también tendremos que llamar a otros muchos, porque la tarea (la mies) es inmensa, y los caminos y ciudades que nos aguardan son incontables. 
             Eduquemos, pues, nuestra «mirada» para ser capaces de compadecer, convocar, proclamar, sanar, limpiar, resucitar, curar y desterrar demonios de modo que seamos una Iglesia misionera, una Iglesia compasiva y misericordiosa, una Iglesia humanizadora, una Iglesia acogedora e integradora, una Iglesia sinodal, una Iglesia de personas felices, portadoras de una misericordia y una fidelidad que ha de llegar a todas las generaciones."

(Quique Martínez de la Lama-Noriega cmf, Ciudad Redonda)