No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cielo. Por tanto, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Tú, por el contrario, cuando ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo amigo. Hazlo en secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa. Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.
Las prácticas pueden quedarse en simples prácticas. O lo que es peor, en actos para aparentar, para vanagloriarnos, para hacernos ver. Es el fallo en el que cayeron los fariseos. Primeramente, nuestros actos deben ser de Amor. Nuestra caridad sólo debe saberla el Padre. Nuestra oración es para que la oiga el Padre. Todo lo que hacemos para aparentar no sirve de nada. Ni siquiera para aparentar, porque todo el mundo se acaba dando cuenta de nuestras verdaderas intenciones.
"Este evangelio se lee desde hace siglos el miércoles de Ceniza, al comienzo de la Cuaresma. Habla de la limosna, la oración y el ayuno como los tres instrumentos que puede o debe usar el cristiano para vivir una Cuaresma que le ayude a prepararse para la mejor celebración de la Pascua. Pero hoy no es miércoles de Ceniza ni estamos empezando la Cuaresma. Así que mejor nos fijamos en la primera frase que quizá nos ofrece una buena pista para nuestra reflexión.
Dice Jesús que tenemos que tener cuidado de no practicar nuestra justicia para ser visto por los hombres. Dicho en otras palabras, que no hagamos lo que hacemos para la galería, porque así quedamos bien ante los demás, sino por auténtico convencimiento, independientemente de que nos vean o no, de que piensen bien o mal de nosotros. Y aquí chocamos con un problema que es habitual y, hasta cierto punto, normal. Es que a todos nos gusta tener una buena imagen, que los demás tengan una buena opinión de nosotros. Y para eso, muchas veces, demasiadas en ocasiones, nos revistemos de una coraza, que funciona como protección ante los demás y que nos proporciona una imagen adecuada a lo que los demás esperan de nosotros. Pasa que a veces la imagen está lejos, muy lejos, de la realidad. Y terminamos viviendo dos vidas. Nos convertimos en algo parecido, sin llegar al extremo, a la famosa historia de Robert L. Stevenson “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”.Creo que sería bueno que fuésemos capaces de quitarnos esa coraza que nos cubre y que, a veces, supone una cierta mentira en nuestras vidas. Sería bueno que dejásemos de hacer lo que hacemos para que nos viesen y empezásemos, aceptando con sencillez nuestras limitaciones y miserias, tratar de hacer lo que tenemos que hacer sin pensar tanto en el qué dirán. No se trata tanto de pensar en la recompensa que podemos recibir cuanto en vivir con más autenticidad y sencillez. Luchando por el Reino, por la fraternidad y la justicia, pero aceptando al mismo tiempo que no siempre conseguimos hacer lo que es nuestro deseo y deber como discípulos de Jesús."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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