lunes, 7 de abril de 2025

JESÚS ES LA LUZ

 


Jesús se dirigió otra vez a la gente, diciendo:
– Yo soy la luz del mundo. El que me siga tendrá la luz que le da vida y nunca andará en oscuridad.
Los fariseos le dijeron:
– Tú estás dando testimonio a favor tuyo; ese testimonio no tiene valor.
Jesús les contestó:
– Mi testimonio sí tiene valor, aunque lo dé yo mismo a mi favor, pues yo sé de dónde procedo y a dónde voy. En cambio, vosotros no lo sabéis. Vosotros juzgáis según los criterios humanos. Yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es conforme a la verdad, porque no juzgo yo solo, sino que el Padre, que me envió, juzga conmigo. En vuestra ley está escrito que cuando dos testigos dicen lo mismo, su testimonio es válido. Pues bien, yo mismo soy un testigo a mi favor, y el Padre, que me envió, es el otro testigo.
Le preguntaron:
– ¿Dónde está tu Padre?
Jesús les contestó:
– Vosotros no me conocéis, ni tampoco a mi Padre; si me conocierais, conoceríais también a mi Padre.
Jesús dijo estas cosas mientras enseñaba en el templo, en el lugar donde estaban las arcas de las ofrendas. Pero nadie le apresó, porque todavía no había llegado su hora.
(Jn 8,12-20)

Jesús dice que Él es la luz; pero los fariseos no la ven y siguen a oscuras. Jesús es la luz que nos muestra al Padre. Los fariseos siguen pensando en un dios omnipotente, terrible, dominador. Jesús les muestra un Dios que es Padre, misericordioso, bondadoso, que nos perdona. 
Si miramos nuestro mundo, tras dos mil años, seguimos en la oscuridad. Como nos hemos alejado de Jesús, no vemos a Dios. Unos no creen y otros estamos lejos de un Dios que es Amor.



domingo, 6 de abril de 2025

TODOS SOMOS PECADORES

 


Pero Jesús se dirigió al monte de los Olivos, y al día siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él, sentándose, comenzó a enseñarles.
Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús:
– Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio. En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?
Preguntaron esto para ponerle a prueba y tener algo de qué acusarle, pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió:
– El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.
Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó:
– Mujer, ¿Dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Contestó ella:
– Ninguno, Señor.
Jesús le dijo:
– Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.

Somos muy duros con los demás. Los juzgamos según la letra de la ley, pero no tenemos en cuenta la realidad de cada persona. En cambio, para nosotros, tenemos mil excusas y razones para no cargar con nuestras culpas. Jesús nos lo dice claramente: el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra.
Todos somos pecadores. Nadie es perfecto. No se trata de ser permisivos con el mal, pero sí con las personas. Debemos saber perdonar y dar una segunda oportunidad ( y una tercera, y una cuarta y...), que es lo que hace Dios con nosotros.

" (...) Hoy la escena del Evangelio está descrita casi como el guion de una película. Podemos imaginarnos la tensión del ambiente, el calor, el ruido, los gritos, quizá el llanto de la mujer, que se sabía en una situación poco envidiable, y delante de todos ellos, Jesús. El adulterio de esta mujer es solo una excusa para ponerle una trampa. Colocan a la mujer en el medio, el mal en el centro de atención y frente a esta maldad quieren que se pronuncie. Se confrontan dos formas de hacer justicia, la de los escribas y fariseos y luego la de Jesús. Él conoce la intención de los que le presentan a esa mujer “pecadora”. En esa escena tan cinematográfica, Jesús se inclina y escribe algo en el suelo. Quizá lo hace para que los exaltados se calmen, para que dejen de gritar, y en el silencio, puedan ver las cosas como Él las ve.
Como la multitud sigue insistiendo, Jesús los mira y pronuncia esa frase que ha trascendido las fronteras de los creyentes: “El que esté libre de pecado, que le tire la primera piedra”. Qué gran enseñanza para los que allí estaban – que se fueron marchando, empezando por los más ancianos, tenían mala intención, pero también conciencia, por lo visto – y para todos nosotros, a los que no nos cuesta mucho convertirnos en jueces de los demás. Se nos olvida aquello de “no juzguéis y no seréis juzgados” y “con la medida que midáis a los demás, seréis vosotros medidos”. Es más fácil ser acusadores que defensores, y ver las circunstancias agravantes más que las atenuantes.
Probemos a cambiar el punto de vista, a ser benévolos a la hora de juzgar. O casi mejor, dejemos que sea Dios quien emita su juicio justo, y seamos siempre misericordiosos, para que el Señor lo sea con nosotros, que buena falta nos hace. Que nosotros, como cristianos, busquemos siempre lo que Jesús ofreció a esta mujer, su compasión y comprensión. Qué bien nos vendría una reflexión al hilo de este tiempo cuaresmal: ¿Cómo nos posicionamos frente a los defectos de los demás, cómo jueces o como personas que saben comprender y arrimar el hombro?
La frase de Jesús cuando todos se fueron – yo tampoco te condeno – suena tan fuerte que, en muchos evangelios, sobre todo en los primeros siglos del Cristianismo, omitían esa página. Jesús no aprueba el mal que se ha hecho, no justifica el pecado; el adulterio es un pecado grave, hace mucho daño a los que lo cometen y puede tener consecuencias dramáticas, puede romper familias con efectos que luego repercuten en los hijos y en los hijos de los hijos. Su moral sexual es muy exigente, lo sabemos. Pero Jesús también nos dice que no hay que condenar a las personas cuando se desvían y cometen errores, sino ayudarlas a recuperarse en la vida. Esto es hacer justicia, no ajusticiar.
Hoy es ocasión de preguntarnos en qué podemos mejorar alguna situación en mi vida personal, en las relaciones paterno-filiales y conyugales, laborales y económicas, políticas y sociales. Siempre se puede intentar algo. Estamos empezando la última semana de Cuaresma, enfilando ya la recta final hacia la Pascua. Aprovechemos esta oportunidad de conversión y vivamos la experiencia del amor y misericordia de Dios en el sacramento de la penitencia, si aún no lo hemos hecho. Él nos ofrece un perdón ilimitado. Mucho podría cambiar en la convivencia humana si cada uno aportara un poquito de amor, alegría y esperanza. Como hace Dios en nosotros."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 5 de abril de 2025

LA GENTE SE DIVIDIÓ

 


Entre la gente se encontraban algunos que al oír estas palabras dijeron:
– Seguro que este hombre es el profeta.
Otros decían:
– Este es el Mesías.
Pero otros decían:
– No, porque el Mesías no puede venir de Galilea. La Escritura dice que el Mesías ha de ser descendiente del rey David y que procederá de Belén, del mismo pueblo de David.
Así que la gente se dividió por causa de Jesús. Algunos querían apresarle, pero nadie llegó a ponerle las manos encima.
Los guardias del templo volvieron a donde estaban los fariseos y los jefes de los sacerdotes, que les preguntaron:
– ¿Por qué no lo habéis traído?
Contestaron los guardias:
– ¡Nadie ha hablado nunca como él!
Los fariseos les dijeron entonces:
– ¿También vosotros os habéis dejado engañar? ¿Acaso ha creído en él alguno de nuestros jefes o de los fariseos? Pero esta gente que no conoce la ley está maldita.
Nicodemo, el fariseo que en una ocasión había ido a ver a Jesús, les dijo:
– Según nuestra ley, no podemos condenar a un hombre sin antes haberle oído para saber lo que ha hecho.
Le contestaron:
– ¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que ningún profeta ha venido de Galilea.
Cada uno se fue a su casa.

"Si hay algo que nos gusta a todos es vivir tranquilos, con unas ciertas rutinas que nos hagan la vida más agradable. Es lo que los psicólogos llaman hoy la “zona de confort”, que viene a ser lo mismo que aquello, dicho de una manera más tradicional, de que como en casa en ningún sitio. De hecho, no hay cosa peor que “nos saquen de nuestras casillas”. Eso nos altera y nos deja confusos. Preferimos volver a casa, a lo de siempre.
Pues la fe es precisamente algo que nos sacar de nuestra zona de confort, que nos saca de nuestras casillas, de lo que habitualmente nos ha parecido bueno para llevarnos a otra dimensión. No se trata solo de reconocer que Dios existe. Es mucho más. Descubrir de repente que todos son hermanos míos porque Dios es nuestro Padre, nos fuerza a cambiar la relación con ellos. Descubrir que Dios es mi padre y creador, que ya  no es juez controlador y fiscal de cada uno de mis actos, cambia mi relación con él. Todo eso cambia también la relación conmigo mismo, con mi vida.
Son muchos cambios. Y no es fácil asimilarlos. De hecho, el cambio, cualquier cambio, es lo que más nos cuesta en la vida. Darnos cuenta de que las cosas ya no van a ser como eran, nos pone muy nerviosos. Porque en el fondo nos encantan las rutinas, hacer lo de siempre y como siempre.
Los judíos tuvieron ese problema con Jesús. Su presencia, su forma de hablar y de actuar, les sacaba de sus casillas, les obligaba a repensar, rehacer y reconstruir su relación con Dios y con los demás, judíos y no judíos. Les sacaba de sus casillas de lo que siempre habían pensado, de lo que les habían enseñado de pequeños. Y les abría a un mundo nuevo, que, como a nosotros la novedad, les daba miedo. Lo más fácil era condenar a Jesús, el agente provocador del cambio, y así librarse de él. Para dejar las cosas como estaban y todos poder volver a sentirse cómodos.
Nosotros también estamos ante ese dilema: asumir la presencia viva de Jesús en nuestras vidas, con todo lo que eso significa, o volver a lo de siempre, a nuestros prejuicios, a nuestros rosarios y nuestras misas…"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 4 de abril de 2025

LOS TESTIMONIOS DE JESÚS

 

Algún tiempo después andaba Jesús por la región de Galilea, pues no quería seguir en Judea porque los judíos lo buscaban para matarlo. Pero como se acercaba la fiesta de las Enramadas, una de las fiestas de los judíos, subieron a Jerusalén  sus familiares.

Sin embargo, cuando ya se habían ido sus hermanos, también Jesús fue a la fiesta, aunque no lo hizo públicamente sino casi en secreto.
Hacia la mitad de la fiesta entró Jesús en el templo y comenzó a enseñar.

Algunos de los que vivían en Jerusalén empezaron entonces a preguntar:
– ¿No es a este a quien andan buscando para matarle? Pues ahí está, hablando en público, y nadie le dice nada. ¿Será que verdaderamente las autoridades creen que este hombre es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene.
Al oir esto, Jesús, que estaba enseñando en el templo, dijo con voz fuerte:
– ¡Así que vosotros me conocéis y sabéis de dónde vengo! Pues yo no he venido por mi propia cuenta, sino enviado por aquel que es digno de confianza y a quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él me ha enviado.
Entonces quisieron apresarle, pero nadie le echó mano porque todavía no había llegado su hora.
(Jn 7,1-2.10.14.25-30)

A Jesús se le acerca el tiempo en que ha de entregar su vida por nosotros. Está dispuesto a cumplir su misión por la que ha sido enviado. ¿Aceptamos nosotros nuestra misión, aunque comporte dificultades y la entrega total por los demás?

"Lo que más llama la atención de este Evangelio es la capacidad de Jesús de controlar los tiempos. Jesús, por lo que dicen los Evangelios, debía tener claro que su enfrentamiento con las autoridades religiosas de los judíos no tenía más que un fin posible: su apresamiento y ejecución. En el mismo Evangelio de hoy ya aparece que los judíos le intentaban matar. Pero eso no iba a suceder de improviso sino cuando Jesús viese que era conveniente. Jesús controla los tiempos y da los pasos que él quiere y cuando él quiere. No es cuestión baladí. Habla de una grandísima libertad y responsabilidad sobre su propia vida. Tiene una misión y la va a ir realizando paso a paso, como él quiere y determina. No va a dejar que otros tomen decisiones por él. Casi hasta podríamos decir que, cuando llega el momento de la pasión, el momento final, a Jesús no le matan sino que él se entrega.
En los tiempos que vivimos hoy no sé si todos somos así los dueños de nuestra propia vida, de nuestras decisiones, o si dejamos que sean otros los que decidan por nosotros lo que tenemos que hacer, cuáles son nuestras urgencias. Vivimos pendientes del móvil y de sus mensajes. Todo es urgente. Y el último mensaje que recibimos o la última llamada es la que determina que dejemos lo que estamos haciendo para empezar otra cosa. Son otros los que nos marcan la agenda.
Quizá tendríamos que pensar en aprender de Jesús y decidir nosotros sobre nuestra vida. Cuando es tiempo de trabajar, hay que trabajar. Cuando es tiempo de estar con la familia, hay que estar con la familia (no echando un ojo continuamente al móvil). Cuando es tiempo para orar, hay que orar. Y así irnos haciendo nosotros los responsables de nuestra vida y los que determinamos como usar nuestro tiempo y de fijar las prioridades y urgencias. Y lo que vivimos, sea trabajo, descanso, oración… vivirlo en plenitud, con total atención. Para no ser marionetas movidos siempre por las manos y urgencias de otros. Para ser dueños de nuestra vida."
(Fernando Torres cmf, Ciudad redonda)



jueves, 3 de abril de 2025

ANUNCIAR SÓLO A JESÚS



 Si yo diera testimonio en favor mío, mi testimonio no valdría como prueba; pero hay otro que da testimonio en mi favor, y me consta que su testimonio sí vale como prueba. Vosotros enviasteis a preguntarle a Juan, y lo que él respondió es cierto. Pero yo no dependo del testimonio de ningún hombre; solo digo esto para que vosotros podáis ser salvos. Juan era como una lámpara que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis gozar de su luz un poco de tiempo. Pero tengo a mi favor un testimonio de más valor que el de Juan. Lo que yo hago, que es lo que el Padre me encargó que hiciera, prueba que de veras el Padre me ha enviado. Y también el Padre, que me ha enviado, da testimonio a mi favor, a pesar de que nunca habéis oído su voz ni lo habéis visto ni su mensaje ha penetrado en vosotros, porque no creéis en aquel que el Padre envió. Estudiáis las Escrituras con toda atención porque esperáis encontrar en ellas la vida eterna; y precisamente las Escrituras dan testimonio de mí. Sin embargo, no queréis venir a mí para tener esa vida.
Yo no acepto honores que vengan de los hombres. Además os conozco y sé que no amáis a Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me aceptáis; en cambio aceptaríais a cualquier otro que viniera en nombre propio. ¿Cómo podéis creer, si recibís honores unos de otros y no buscáis los honores que vienen del Dios único? No creáis que yo os voy a acusar delante de mi Padre. El que os acusa es Moisés mismo, en quien habéis puesto vuestra esperanza. Porque si vosotros creyerais a Moisés, también me creeríais a mí, porque Moisés escribió acerca de mí. Pero si no creéis lo que él escribió, ¿cómo vais a creer lo que yo os digo?

Debemos anunciar solamente a Jesús. A veces caemos en el error de anunciarnos a nosotros mismos. Mostrar la Palabra y apartarnos a un lado. Esta es nuestra misión. Debemos transmitir vida, pero la Vida es Jesús. Se trata de acompañar a los demás hacia Jesús. Esto es transmitir Vida, esto es anunciarlo.

"Jesús mismo es el testigo de Dios. A Dios, al inaccesible, al trascendente, al que no conoce nadie, lo vemos, se nos hace transparente en Jesús. Son las obras y las palabras de Jesús, su estilo de vida, su forma de relacionarse, lo que nos muestra como es Dios de verdad.
Y no hay más testigo que Jesús. Ni más líderes, ni más guías, ni mas timoneles. Cualquiera que se pretenda colocar en medio, entre Jesús y la persona, no hace más que estorbar. Lo malo es que da la impresión de que necesitamos siempre alguien visible al que mirar como nuestro líder, que se termina colocando en medio y que acaba por oscurecer a Jesús.
Miremos sencillamente la historia. Ya desde el principio surgieron las divisiones entre los mismos cristianos. Recordemos el texto de la primera carta a los Corintios en el que Pablo dice “me he enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros. Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo». ¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?” (1,11-13). Aquellos habían confundido el dedo del tonto que señala a la luna con la misma luna. Seguramente que Pablo y Apolo y Cefas eran buenos mensajeros de Jesús. Pero ellos no eran Jesús. Ellos eran solo mediadores. Lo suyo era anunciar y quitarse de en medio para que sus oyentes se encontrasen con Jesús.
A lo largo de la historia han surgido otros muchos profetas que, es posible que sin querer, se han ido colocando en medio. Una pena porque de ahí han venido tantas divisiones en los que deberíamos formar una sola familia en torno a Jesús, como hermanos y hermanas, sentados a la mesa única del Padre."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 2 de abril de 2025

DIOS PADRE



 Pero Jesús les dijo:
– Mi Padre no cesa de trabajar y yo también trabajo.
Por eso los judíos tenían aún más ganas de matarle, porque no solo no observaba el mandato sobre el sábado, sino que además se hacía igual a Dios al decir que Dios era su propio Padre.
Jesús les dijo: Os aseguro que el Hijo de Dios no puede hacer nada por su propia cuenta; solo hace lo que ve hacer al Padre. Todo lo que el Padre hace, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace; y le mostrará cosas aún más grandes, que os dejarán asombrados. Pues así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, también el Hijo da vida a quienes quiere dársela. Y el Padre no juzga a nadie, sino que ha dado a su Hijo todo el poder de juzgar, para que todos den al Hijo la misma honra que dan al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre, que lo ha enviado.
Os aseguro que quien presta atención a mis palabras y cree en el que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, pues ha pasado de la muerte a la vida. Os aseguro que viene la hora, y es ahora mismo, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí mismo, y le ha dado autoridad para juzgar, por cuanto que es el Hijo del hombre. No os admiréis de esto, porque va a llegar la hora en que todos los muertos oirán su voz y saldrán de las tumbas. Los que hicieron el bien resucitarán para tener vida, pero los que hicieron el mal resucitarán para ser condenados.
Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Juzgo según el Padre me ordena, y mi juicio es justo, porque no trato de hacer mi voluntad sino la voluntad del Padre, que me ha enviado.

Jesús nos muestra cómo debemos tratar a Dios. Como Padre, tal como Él también lo hacía. Dios es ese Padre que nos busca, que nos protege, que nos ama...A veces se nos ha enseñado un Dios terrible, todopoderoso, cuando lo que es en realidad es "todoamoroso"...

"En principio, los judíos (ya sabemos que en el Evangelio de Juan esto de los judíos no se refiere a todos los judíos sino a sus líderes: fariseos, saduceos…) están enfadadísimos con Jesús porque no cumple con las normas básica del judío: ¡No respeta el sábado! Por esa razón Jesús era un impuro y un pecador. Ya era suficiente para condenarle.
Pero es que Jesús no para ahí. Y el escándalo de los judíos va a mas, aunque parezca difícil. ¡Es que Jesús habla de Dios como su Padre! Y eso sí que es ya intolerable porque Jesús se está haciendo igual a Dios. Pensemos que en el mundo judío, incluso hoy por lo que se, a Dios ni siquiera se le puede llamar por su nombre. Es un nombre tan santo que la única forma de referirse a él es pronunciando sus consonantes o utilizando otras palabras. Así se marca la distancia entre Dios y los hombres. Dios pertenece al ámbito de lo sagrado.
Frente a esa concepción, Jesús nos muestra algo que es fundamental, esencial, en su mensaje: Dios es Padre, Dios es su Padre, su Abbá. Como dice la Wikipedia, Abbá “era el nombre cariñoso que usaban los niños arameos (III A.C – III D.C) al referirse a sus padres, y combina algo de la intimidad de la palabra española “papá” con la dignidad de la palabra “padre”, de modo que es una expresión informal y a la vez respetuosa. Por lo tanto, más que un título, era una forma cariñosa de expresarse y una de las primeras palabras que un hijo aprendía a decir.”
Esto nos habla no sólo de cómo Jesús se refería a Dios. Nos habla de cómo Jesús se relacionaba con Dios. Por extensión, nos habla de cómo los cristianos entendemos a Dios y nos relacionamos con él. Así lo vemos en la oración sencilla que Jesús enseñó a sus discípulos cuando estos le pidieron que les enseñase a orar y que comienza diciendo “Padre nuestro”. No es fácil el cambio de perspectiva. Podemos entender que a muchos les cueste entender así a Dios y mantengan en el fondo de sus corazones la imagen de un Dios todopoderoso, controlador, vigilante, amenazador y juez. Pero Jesús nos enseña a ver a Dios, a nuestro Abbá, de otra manera. Y desde ahí todo el Evangelio se entiende de una forma nueva. Porque Dios es mi “papá” y a partir de ahí todo se ve de otra manera."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 1 de abril de 2025

EL AMOR POR ENCIMA DE LA LEY

 


Algún tiempo después celebraban los judíos una fiesta, por lo que Jesús regresó a Jerusalén. En Jerusalén, cerca de la puerta llamada de las Ovejas, hay un estanque llamado en hebreo Betzatá. Tiene cinco pórticos, en los que, echados en el suelo, se encontraban muchos enfermos, ciegos, cojos y tullidos.
Había entre ellos un hombre enfermo desde hacía treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio allí tendido y supo del mucho tiempo que llevaba enfermo, le preguntó:
– ¿Quieres recobrar la salud?
El enfermo le contestó:
– Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se remueve el agua. Para cuando llego, ya se me ha adelantado otro.
Jesús le dijo:
– Levántate, recoge tu camilla y anda.
En aquel momento el hombre recobró la salud, recogió su camilla y echó a andar. Pero como era sábado, los judíos dijeron al que había sido sanado:
– Hoy es sábado; no te está permitido llevar tu camilla.
El hombre les contestó:
– El que me devolvió la salud me dijo: ‘Recoge tu camilla y anda.’
Ellos le preguntaron:
– ¿Quién es el que te dijo: ‘Recoge tu camilla y anda’?
Pero el hombre no sabía quién le había curado, porque Jesús había desaparecido entre la multitud. Después, en el templo, Jesús se encontró con él y le dijo:
– Mira, ahora que ya has recobrado la salud no vuelvas a pecar, no sea que te pase algo peor.
El hombre se fue y dijo a los judíos que Jesús era quien le había devuelto la salud. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
(Jn 5,1-3.5-16)

Para los fariseos el cumplimiento de los preceptos y de las normas estaba por encima de todo. No entendían, que lo que está por encima de todo es el Amor y el bien de la persona. Por eso no pueden entender n aceptar a Jesús. Miremos de no caer nosotros en el mismo defecto. Pongamos el bien de los demás en el lugar que le corresponde: el primero. El verdadero mandamiento: amar a Dios y a los otros.

"Vamos a ir por partes. Quizá de lo menos importante a lo más. Lo primero es señalar en esta historia la intervención de los judíos (en el Evangelio de Juan esta denominación genérica “judíos” se refiere a los fariseos de los otros evangelios). Se encuentran con el hombre al que ha curado Jesús después de 38 años de enfermedad llevando a hombros su camilla, el signo de su postración y enfermedad. Y lo único que se les ocurre decirle es que “hoy es sábado y no se puede llevar la camilla”. La frase demuestra una cortedad de vista impresionante. Están ante un hombre que vuelve a la vida activa, que se integra de nuevo en la sociedad, y lo único que le dicen es que está cometiendo una falta porque eso de llevar pesos no se puede hacer en sábado. ¿Se puede dar semejante fijación en las normas mínimas que lleguen a ocultar la maravilla de la acción de Dios que salva y redime y rescata? Me cuesta pensar que la intervención de los judíos fuese mala voluntad. Los fariseos y otras gentes de aquella época no eran malos. Ellos querían ser fieles a Dios y cumplir su ley. Pero al fijarse en los detalles nimios habían perdido la perspectiva. La habían perdido tanto que eran incapaces de alegrarse por el bien de aquel hombre. ¡Ojalá no nos pase esto a nosotros! ¡Ojalá sepamos alegrarnos cuando veamos la acción de Dios que salva a la persona, porque es lo que más le interesa: el bien de sus hijos e hijas, y no nos perdamos en el cumplimiento de normas que a veces no son fruto más que de la tradición y de la cultura!
Y queda para el final subrayar la acción de Jesús. En él vemos a Dios actuando en medio de nosotros. Cuando se acerca al hombre enfermo no le pone condiciones. Simplemente se acerca a un hombre que sufre y le atiende, le acompaña en su dolor, le cura. No le dice que luego se tiene que convertir o seguirle o ir a confesarse. Nada. Solo le cura. Y le empuja a entrar de nuevo en el torrente de la vida: “toma tu camilla y echa a andar”. Sólo más adelante, al final, le recomienda que no peque más. Pero lo primero es salvar, tender la mano, curar. Sin condiciones.
Y termina el texto con los judíos que siguen enfadados. Ahora porque Jesús cura en sábado. De nuevo con las normas, perdidos en ellas. Dejando de la lado lo fundamental: el bien de la persona que está por encima de cualquier norma."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)