jueves, 23 de octubre de 2025

EL FUEGO DEL AMOR



“He venido a encender fuego en el mundo, ¡y cómo querría que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar por una terrible prueba, ¡y cómo he de sufrir hasta que haya terminado! ¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues os digo que no, sino división. Porque, de ahora en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra.”

Este texto puede sorprendernos, pero el fuego del que habla Jesús, es el fuego del Amor. Un Amor que se opone al odio, a la violencia, al poder, a la injusticia...Esta es la guerra de Jesús: Amor contra odio. Esta es la división que provoca: Bien contra Mal.

"¿No es acaso Jesucristo el Príncipe de la Paz? ¿No ha venido al mundo a reconciliarnos con Dios y entre nosotros, a extender el perdón, a renovar nuestras relaciones por medio del mandamiento del amor? ¿Cómo entender entonces las expresiones del evangelio de hoy, tan duras y aparentemente contradictorias con esos ideales?
En realidad, no hay aquí contradicción alguna, sino, al contrario, una lógica profunda. Jesús nos sitúa frente a una decisión fuerte: elegirlo a él como Señor y Mesías, y hacer de él y del seguimiento de su persona el eje real de nuestra existencia. Se trata de una decisión radical porque no admite medias tintas: si no lo elegimos, entonces lo estamos rechazando. Es una elección de fe, pero que se expresa y refleja en todas las facetas esenciales de nuestra existencia: la relación con el prójimo, la existencia consciente y en vela, la responsabilidad y la disposición al servicio. En todas ellas se expresa la actitud de escucha y acogida de la Palabra encarnada que es su persona. La decisión es radical porque, en definitiva, todas estas actitudes se resumen en una: la disposición a dar la vida. Eso es precisamente lo que está haciendo Jesús: una vida consagrada a su Padre y al bien de sus hermanos, y que culmina en un “bautismo”, que no puede no generar tensión y angustia: su muerte en Cruz, el fuego purificador de un amor total que vence al pecado y a la misma muerte.
Jesús no es un Maestro “blando”, que ha venido a traernos azúcar para edulcorar falsamente las durezas de la vida. Realmente, edulcorando la imagen que nos hacemos de él, estamos falseándolo, a él y a su mensaje. Jesús, Maestro y Mesías, es un hombre de decisiones fuertes, que comportan renuncias difíciles. Eligiendo el camino de la Cruz, no eludiendo las dimensiones más duras y oscuras de la vida humana, consecuencia del pecado y del alejamiento de Dios, Jesús está haciendo suyas esas renuncias que suponen rechazar los falsos caminos de salvación, esos que con tanta insistencia se nos proponen cada día: el mero disfrute de la vida, como el único bien posible, y, en consecuencia, la riqueza, el egoísmo, la exclusión de los “otros”, y, si se tercia, la violencia como medio eficaz de defensa y autoafirmación. Igual que existe una imagen blanda (y falsa) de Jesús y del cristianismo, que quiere evitar todo conflicto por medio de un irenismo imposible, existe un pacifismo igualmente blando, el pacifismo de los débiles lo llamaba el filósofo E. Mounier, que tras el “no a la guerra”, el “no quiero matar” y “la paz a cualquier precio”, deja oír la voz temblorosa que dice: “a mí que no me maten” y “mi vida a cualquier precio”. Aquí la paz significa, más o menos, “que me dejen en paz”, que yo no estoy dispuesto a dar la vida por nada.
Si Jesús es el Príncipe de la Paz lo es, ciertamente, de otra manera, encarnando el ánimo sereno de morir sin matar, como llamaba Mounier al pacifismo de los fuertes. Porque la disposición a dar la vida por la Verdad y el Bien supone un ánimo fuerte y la capacidad de tomar decisiones difíciles, incluso si eso provoca conflictos y riesgos para la propia tranquilidad y bienestar. De esos conflictos habla Cristo hoy, cuando se refiere a la división y la espada que ha venido a traer a la tierra. La elección de fe, la decisión de seguirle hasta el final implica con frecuencia ir contra corriente, atraerse la enemistad del entorno, pues esas decisiones son, al mismo tiempo, una denuncia difícil de soportar.
Es natural que Jesús hable hoy de fuego, de espada y de división. Nos está llamando a una libertad suprema, capaz de realizar esa decisión de fe, que supone tantas veces romper con el ambiente que nos rodea y afrontar la enemistad incluso de los más cercanos. Pero esa decisión no es contra ellos, sino a su favor, porque eligiendo a Jesús por encima de todo, rompemos con el pecado, purificamos nuestra capacidad de amor y damos frutos de santidad que llevan a la vida eterna."
(José María Vegas cmf, Ciudad Redonda"

miércoles, 22 de octubre de 2025

VIVIR RESPONSABLEMENTE

  


Y pensad que si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría que se la abrieran para robarle. Estad también vosotros preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperéis.
– Señor, ¿has contado esta parábola sólo para nosotros, o para todos?
Dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y atento, a quien su amo deja al cargo de la servidumbre para repartirles la comida a su debido tiempo? ¡Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, encuentra cumpliendo con su deber! De verdad os digo que el amo le pondrá al cargo de todos sus bienes. Pero si ese criado, pensando que su amo va a tardar en volver, comienza a maltratar a los demás criados y a las criadas, y se pone a comer, beber y emborracharse, el día que menos lo espera y a una hora que no sabe llegará su amo y lo castigará. Le condenará a correr la misma suerte que los infieles.
El criado que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni le obedece, será castigado con muchos golpes. Pero el criado que por ignorancia hace cosas que merecen castigo, será castigado con menos golpes. A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más.

Jesús nos dice que debemos vivir con responsabilidad. Dios nos ha dado mucho. Por eso nos pedirá más que a aquellos que la vida, tanto espiritualmente como económicamente, les ha dado menos.
Debemos ser responsables y estar atentos. 

"Jesús continúa con su enseñanza sobre la vida cristiana como una vida responsable y en vela. Pero esta enseñanza tiene, en realidad, un alcance universal. Todos los seres humanos, independientemente de si son creyentes o no, de si creen o no en Cristo como el Mesías y el Hijo de Dios, están llamados a vivir conscientemente, con los ojos abiertos, con responsabilidad, es decir, dispuestos a responder de sus propios actos, si no ante Dios, sí, al menos, ante la propia conciencia, que, como se decía antes (y debería tal vez volver a decirse) es la voz de Dios en nosotros. Así pues, Jesús responde a la pregunta de Pedro confirmando que lo que dice lo dice por todos. Pero añade un importante matiz: todos somos responsables, pero no todos lo somos en la misma medida. Esto hay que subrayarlo también para recordar que ser cristiano significa haber recibido más que los demás: más en gracia, en conocimiento de la voluntad de Dios, en capacidad de comprensión del verdadero sentido de la vida y de su destino final. Pero este plus de gracia aumenta nuestra responsabilidad. Nuestra fe no es un privilegio que nos pone orgullosamente por encima de los demás (en una suerte de fariseísmo cristiano), sino un don que nos debe llevar a amar más, a entregarnos con más generosidad, a ser mejores servidores de nuestros hermanos, a perdonar con un corazón ensanchado a los que (a veces creyendo servir Dios o quién sabe a qué fin) nos ofenden o persiguen.
Los dones de la fe y la gracia nos hacen libres precisamente para amar. Pablo, que entendió como nadie la gran novedad de la fe en Cristo, nos da hoy una lección magistral sobre la verdadera libertad. Se suele entender la libertad en sentido negativo, como eliminación de toda limitación, incluidos los límites morales, para hacer lo que nos viene en gana. Pero ese es el camino de la esclavitud. No suelen ser las ganas buenas consejeras. La verdadera libertad nos hace mirar y caminar hacia arriba, y ello conlleva esfuerzos y renuncias, que nos dan alas precisamente para superar el pecado, hacer el bien y amar con un corazón no dividido. La libertad de los hijos de Dios a la que nos exhorta Pablo hoy es el mejor modo de vivir en vela, con agradecimiento por el don de la fe en Cristo, y con responsabilidad, respondiendo con amor al amor que de Dios recibimos."
(José María Vegas cmf, Ciudad Redonda)

martes, 21 de octubre de 2025

LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS.

 



Estad preparados y mantened vuestras lámparas encendidas. Sed como criados que esperan que su amo regrese de una boda, para abrirle la puerta tan pronto como llegue y llame. ¡Dichosos los criados a quienes su amo, al llegar, encuentre despiertos! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se dispondrá a servirles la comida. Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a medianoche o de madrugada.

Jesús nos pide que estemos siempre atentos, con las lámparas encendidas. Sería estar "siempre a punto" como el lema de los scouts. Es el permanecer siempre en la presencia de Dios, en ser conscientes de ello. Tener las lámparas encendidas es saberlo ver todo a la luz de la Fe. Así Él nos encontrará "despiertos", preparados, sea la hora que sea. No somos discípulos de Jesús a ratos. Lo somos siempre. Por eso hemos de ser conscientes de su presencia, de que está a nuestro lado, presente en el otro. Si sabemos amar constantemente, Él se sentará con nosotros y nos servirá. Esa es nuestra esperanza. 

"(...) Vivir responsablemente es vivir ceñidos, con los ojos abiertos y las lámparas encendidas, es vivir en vela. Esto no significa añadir una causa más de stress a nuestra ajetreada vida. No significa que no podamos descansar ni relajarnos. Significa que trabajando o descansando, en los buenos y en los malos momentos, debemos inclinarnos siempre del lado del bien, luchar por alejar de nosotros el mal, y vivir, a tenor de la parábola de Jesús, con espíritu de servicio."
(José María Vegas cmf, Ciudad Redonda)



lunes, 20 de octubre de 2025

EL DINERO NO DA LA FELICIDAD

  

Uno de entre la gente dijo a Jesús:
– Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
Jesús le contestó:
– Amigo, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
También dijo:
– Guardaos de toda avaricia, porque la vida no depende del poseer muchas cosas.
Entonces les contó esta parábola: “Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: ‘¿Qué haré? ¡No tengo donde guardar mi cosecha!’ Y se dijo: ‘Ya sé qué voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes en los que guardar toda mi cosecha y mis bienes. Luego me diré: Amigo, ya tienes muchos bienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y goza de la vida.’ Pero Dios le dijo: ‘Necio, vas a morir esta misma noche: ¿para quién será lo que tienes guardado?’ Eso le pasa al hombre que acumula riquezas para sí mismo, pero no es rico delante de Dios.”

Uno de los "valores" importantes para la nuestra sociedad, junto al poder, es el dinero. Sin embargo el dinero nos hace esclavos. Y al final de nuestra vida lo perderemos todo. No nos lo llevaremos. La importancia, el valor del dinero, está en compartirlo. Acumularlo nos esclaviza y no nos hace más felices. Compartirlo con los necesitados nos da la felicidad de hacer felices a los otros. Hablando a una clase de niños con necesidades especiales de los niños en África, al mostrarles una foto de un grupo de niños cargados con sus cacharros para ir a buscar agua a un pozo, uno de los alumnos exclamó: si no tienen nada, ¿por qué están sonriendo y felices? Otro de los niños con necesidades le respondió: porque la felicidad no está en tener muchas cosas, sino en sentirse amado. Y es que Dios revela estas cosas a los sencillos.

"En la cortante respuesta que Jesús le da al que le pide que intermedie ante su hermano por la herencia nos avisa claramente acerca de lo que no hemos de pedir a Dios en la oración. No podemos pretender que Dios nos resuelva los problemas que son objeto de nuestra exclusiva competencia. Dios respeta nuestra autonomía, y quiere que la ejerzamos. No podemos ni debemos pedirle a Dios lo que Él nos pide a nosotros, convirtiéndolo en el remedio mágico de aquellos asuntos, para cuya resolución nos ha dado los recursos necesarios. Dios, que nos ha dado la libertad, quiere que la ejerzamos, quiere que seamos autónomos. Y, por eso, el mejor modo de ayudar al necesitado, es promover su propia autonomía. Esto implica hacer un uso responsable de los bienes de la tierra. Pero como la autonomía no es autosuficiencia, es necesario tener la sabiduría para dar a esos bienes su justo valor: no absolutizarlos, como hizo el rico necio, que creyó haber alcanzado una seguridad definitiva y para siempre. Se hizo rico de bienes que no podía llevarse a la tumba, y se olvidó de hacerse rico para Dios. Pero esto no significa que debamos contraponer excesivamente los bienes de la tierra y los del cielo, como si para conseguir unos haya que renunciar completamente a los otros. Unos y otros son obra de Dios, y el mismo Jesús, que daba de comer a los hambrientos y curaba a los enfermos, nos enseñó a pedir en la oración el pan de cada día.
El hombre de la parábola que Jesús nos narra hoy tuvo un golpe de suerte y se hizo inmensamente. Pero podría haberse hecho también rico delante de Dios si, en vez de acumular vanamente esas riquezas sólo para sí, hubiera abierto sus graneros para compartir esa riqueza con los hambrientos. Esa misma noche hubiera tenido que entregar igualmente su vida, sin poderse llevar su fortuna, pero se habría presentado ante Dios adornado con la riqueza del deber cumplido de justicia, la libertad de la generosidad, la madurez del amor y, también, del agradecimiento y la bendición de los pobres saciados con esos bienes efímeros, pero que, transfigurados por estos bienes de allá arriba, en modo alguno resultan vanos."
(José María Vegas cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 19 de octubre de 2025

MISIONEROS DE ESPERANZA

  

Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar siempre y no desanimarse. Les dijo: “Había en un pueblo un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Y en el mismo pueblo vivía también una viuda, que tenía planteado un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero finalmente pensó: ‘Yo no temo a Dios ni respeto a los hombres. Sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, le haré justicia, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia.’ ”
El Señor añadió: “Pues bien, si esto es lo que dijo aquel mal juez, ¿cómo Dios no va a hacer justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Os digo que les hará justicia sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?”

Hoy unimos el evangelio del domingo con el Domund. Jesús nos anima a rezar siempre, a no desanimarnos, a tener esperanza como la viuda ante el juez injusto. Este es precisamente el lema de este año del DOMUND."Misioneros de esperanza entre los pueblos". El mundo anda revuelto y podemos caer en la desesperanza. Con nuestra vida, debemos contribuir a recuperar esta esperanza. Esta fuerza la conseguiremos rezando sin cesar.

"(...) En la parábola de esta semana encontramos a un juez que, en vez de defender los intereses de los pobres, no teme ni a Dios ni a los hombres y no cumple con su función. Enfrente, una viuda, que busca que se le haga justicia. Sabemos que las viudas eran personas indefensas, prácticamente sin derechos. Y, sin medios para su defensa, sólo le queda insistir a tiempo y a destiempo.
Podemos ver cierto paralelismo entre la situación de la viuda y la que experimentamos en nuestros días. El mal parece triunfar, y Dios no interviene. ¿Qué podemos hacer en esta situación? Orar. Ser “pesados”. Porque la oración es el medio para no perder la cabeza, en medio de la confusión y de las dificultades. Pero no es fácil.
Rezar siempre no consiste sólo en repetir rezos, que ayudan, pero en cuya repetición, a veces, nos distraemos. La oración que quiere Jesús es la que mantenía Él con su Padre, en constante diálogo para conocer su voluntad. Una conversación frecuente, que permite valorar la realidad, los sucesos de la vida con los criterios de Dios. Permite adaptar nuestros pensamientos, proyectos y reacciones a los planes de Dios. Se trata de hacer, como Jesús, una pausa, antes de tomar las decisiones importantes, para preguntar a Dios qué quiere de nosotros.
Así pues, recibimos en este domingo una invitación para toda la comunidad: no reducir solamente la vida cristiana a devociones, a la repetición de ritos y ceremonias religiosas, sino también a dar una mayor importancia, cada día más, al estudio y a la meditación de la sagrada Escritura. Y a tener un contacto frecuente y personal con Dios.
La Palabra, la oración y los sacramentos – momentos especiales de encuentro con Dios – son los medios que Él nos ha dado para mantener un constante diálogo con Él y con el mundo, de una manera muy especial con los más pobres y necesitados. Cuando vivimos estas tres dimensiones: la Palabra, la oración y los sacramentos, Dios nunca quedará arrinconado en la caja fuerte de nuestro corazón para que nadie nos lo quite. Jesús quiere repartirse a todos y para todos, de ahí que nos dejara su Palabra, su vida, su cuerpo que se da por toda la eternidad.
El que de verdad intenta seguir a Cristo debe tener un corazón lo suficientemente grande para que en él quepa toda la humanidad, y una vida lo suficientemente conectada con Dios para que, a través de lo que haga, se abra una ventana al cielo para que las personas descubran a Cristo.
También tenemos que confiar en los plazos de Dios. Cuando rezamos el Padrenuestro decimos «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». No podemos olvidarnos de estas dos dimensiones donde Dios actúa siempre para nuestro bien, aunque en un determinado momento creamos que no es así.
El domingo 19 de octubre la Iglesia celebra el DOMUND, la Jornada Mundial de las Misiones, organizada por Obras Misionales Pontificias (OMP). Es el día en el que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones. Se celebra en todo el mundo el penúltimo domingo de octubre, el “mes de las misiones”. Este año el lema elegido para la celebración de esta Jornada es “Misioneros de esperanza entre los pueblos».
El lema de este año para el “Domund”, viene dado en el mensaje del papa Francisco para este Día. En él, recordaba a cada cristiano, y a la Iglesia como comunidad de bautizados, su vocación fundamental a ser mensajeros y constructores de esperanza. Esta vocación necesita el apoyo del resto de la Iglesia. ¿Cómo? Hay tres formas de cooperación misionera: personal, espiritual y económica. No se trata sólo de colaborar con la misión, sino de participar en ella. Cada uno, en lo que pueda y como pueda."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

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sábado, 18 de octubre de 2025

TODOS SOMOS VIÑADORES

 


 Después de esto escogió también el Señor a otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir.
Les dijo: Ciertamente la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por eso, pedidle al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla. Andad y ved que os envío como a corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni monedero ni sandalias, y no os detengáis a saludar a nadie en el camino. Cuando entréis en una casa, saludad primero diciendo: ‘Paz a esta casa.’ Si en ella hay gente de paz, vuestro deseo de paz se cumplirá; si no, no se cumplirá. Y quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, pues el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa. Al llegar a un pueblo donde os reciban bien, comed lo que os ofrezcan; y sanad a los enfermos del lugar y decidles: ‘El reino de Dios ya está cerca de vosotros.
(Lc 10,1-9)

El evangelio de hoy, festividad de san Lucas, corremos el riesgo de aplicarlo a los religiosos y sacerdotes; más hoy dia con la falta de vocaciones. Sin embargo, este evangelio va dirigido a todos. Todos debemos ser obreros para recoger la miel. Todos debemos dirigirnos, como los 72 discípulos, por los caminos del mundo a proclamar la paz, con una vida sencilla y humilde. Sin creer que lo importante son los medios y olvidar, que es con nuestra vida con la que debemos anunciar el Reino.  

"¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia! (Is 52,7, cf. Rm 10,15). Hoy celebramos la fiesta de san Lucas evangelista. Hasta hoy, casi dos mil años después nos ha llegado su obra y nos sigue anunciando la buena nueva del amor de Dios para todos nosotros. Los estudiosos de la Biblia, cuando nos hablan de la formación de los evangelios, explican que más que ser la obra de una persona, los evangelios son la obra colectiva de las comunidades cristianas que primero fueron transmitiendo de forma oral los relatos sobre Jesús, sus historias, sus palabras, sus gestos y que solo con el paso del tiempo se fueron poniendo por escrito todas esas historias y discursos hasta que poco a poco se fueron formando los Evangelios tal como hoy los conocemos.
Esto nos habla de muchas personas, los miembros de aquellas primeras comunidades cristianas que valoraron y atesoraron en su memoria y en su corazón todo lo que se decía y contaba de Jesús, porque éste se había convertido en el centro de su vida y en la fuente de su esperanza. No solo eso, se esforzaron porque esa buena nueva llegase hasta nosotros y fuese también para nosotros fuente de vida y esperanza.
Generación tras generación, esa palabras, primeros pronunciadas y luego escritas, han ido llegando al corazón de tantas personas que han hecho de Jesús el centro de su vida y hoy nos dan testimonio de que Jesús fue mucho más que un héroe de la antigüedad o un luchador por la justicia y la igualdad. Es todo eso y mucho más. Es el hijo de Dios, es el que nos habló del Reino. Y por él vale la pena dejarlo todo y seguirle.
Hoy es día para dar gracias. Por Lucas, por todos los que colaboraron con él en la escritura de su Evangelio y por todos los que a lo largo de estos dos mil años han puesto todo su esfuerzo para que las palabras, los gestos y la vida y muerte de Jesús llegasen a nuestro conocimiento y también a nuestro corazón. ¡Gracias!
(Fernando Torres fsc, Ciudad Redonda )

viernes, 17 de octubre de 2025

NO TENER MIEDO

 


Se juntaron entre tanto miles de personas, que se atropellaban unas a otras. Jesús comenzó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, es decir, de su hipocresía. Porque no hay nada secreto que no llegue a descubrirse, ni nada oculto que no llegue a conocerse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en la oscuridad se oirá a la luz del día; y lo que habéis dicho en secreto y a puerta cerrada será pregonado desde las azoteas de las casas.
A vosotros, amigos míos, os digo que no debéis tener miedo a quienes pueden matar el cuerpo, pero después no pueden hacer más. Os voy a decir a quién debéis tener miedo: tened miedo a aquel que, además de quitar la vida, tiene poder para arrojar en el infierno. Sí, tenedle miedo a él.
¿No se venden cinco pajarillos por dos pequeñas monedas? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos. En cuanto a vosotros mismos, hasta los cabellos de la cabeza los tenéis contados uno por uno. Así que no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos.
(Lc 12,1-7)

Jesús sigue diciendo que los fariseos son aquellos que dicen pero no hacen. Y estos suelen tener el poder. Pero también nos dice que no tengamos miedo. Él está a nuestro lado. El Padre nos cuida y no se olvida de nosotros. Esto no significa que ante los problemas debemos mirar hacia otro lado. Debemos luchar para que la Iglesia vaya adelante, para tener vocaciones, para que los jóvenes se acerquen a Jesús. Pero debemos hacerlo sin angustia, sin miedo, porque Él está a nuestro lado y se hará siempre su voluntad-
 
"Me encuentro a veces con cristianos que viven en el miedo, en el temor. Se sienten amenazados. Es como si todo lo que nos rodea hoy en nuestro mundo fuese una amenaza para la Iglesia. Piensan que ésta está siendo perseguida como nunca la fue. Para ellos, el tiempo de las persecuciones en el Imperio Romano en los primeros siglos de nuestra era no es nada comparado con la situación actual. Son capaces de aceptar que no es una persecución en sangre y muerte pero dejan claro que es una persecución más sutil porque va corroyendo los fundamentos de nuestra fe, porque la presencia cristiana no es ya tan viva como antes… Hasta la falta de vocaciones al sacerdocio se interpreta como una señal del fin que ya está cerca.
A todos los que piensan y sienten así habría que recordarles con fuerza las palabras de Jesús en el texto evangélico de hoy: “No tengáis miedo”. La Iglesia no es más que la forma concreta como se ha ido anunciando el Evangelio de Jesús a lo largo de estos veinte siglos. Lo importante, lo verdaderamente importante, no es la Iglesia en su forma actual (parroquias, diócesis, sacerdotes, obispos, cardenales…). Lo importante de verdad es el amor de Dios manifestado en Jesús y en la buena nueva del Reino. Lo importante es la voluntad salvadora del Dios de la Vida que se manifestó en Jesús. Una voluntad universal y hecha de amor, de misericordia, de compasión. Y eso es obra del mismo Dios que va guiando esta historia nuestra hacia esa salvación, hacia la instauración del Reino, de su Reino.
No es tiempo para sentirnos deprimidos ni decepcionados. La esperanza y la confianza en Dios, en nuestro Dios, es, debe ser, la marca distintiva del cristiano, que siempre es capaz de ver, hasta en las situaciones más difíciles y complicadas, la acción gratuita de Dios que va llegando al corazón del hombre y abriéndonos a la Vida de verdad."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)