martes, 8 de julio de 2025

SORDOS Y MUDOS

 


Mientras los ciegos salían, algunas personas trajeron a Jesús un mudo que estaba endemoniado. Jesús expulsó al demonio, y en seguida el mudo comenzó a hablar. La gente, asombrada, decía:
– ¡Nunca se ha visto cosa igual en Israel!
Pero los fariseos decían:
– El propio jefe de los demonios es quien ha dado a este el poder de expulsarlos.
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Viendo a la gente, sentía compasión, porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos:
– Ciertamente la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por eso, pedid al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla.

En el evangelio los sordos y los mudos simbolizan a aquellos que no escuchan ni transmiten la Palabra. En este texto, el que no la transmite es a causa del mal que lleva en su interior. Jesús los cura a todos. No sólo a estos, si no a todos los que encontraba en su recorrido por pueblos y aldeas. Nos dice el evangelio que se compadecía de todos. Si queremos ser sus seguidores, debemos hacer lo mismo. Ayudar a todo el mundo a oir y proclamar la Palabra. A curar a todo el mundo. A ser obreros que recogemos la mies.


"A menudo combatimos contra circunstancias que, en nuestra vida, nos plantan batalla: una enfermedad, una traición, un fracaso afectivo, una quiebra laboral o económica, un desencuentro… No nos faltan combates ni frentes en los que batallar. Así contemplamos hoy a Jacob, en esa batalla que sostiene hasta el amanecer, con ese personaje misterioso.
Sabemos que la vida no es fácil. Pero, al igual que le pasó a Jacob, estas situaciones de combate nos ayudan a replantearnos la dirección de nuestra vida si nos apoyamos en Dios. En el caso de Jacob, hubo una transformación: pasó de llamarse Jacob (“el que suplanta”) a Israel (“el que lucha con Dios” -no contra-). Las pruebas de la vida deberían ayudarnos a crecer, a madurar, y a dejar atrás actitudes victimistas, para convertirnos en personas fuertes gracias a la fuerza de Dios.
El verano es una oportunidad para, en medio del descanso, revisar nuestra vida. Cuando lo hacemos, es frecuente que lo primero que nos venga a la mente y al corazón, sean aquellos ámbitos de nuestra existencia que no van bien. Solemos ver primero lo negativo, la sombra que hay en nosotros, porque esas heridas claman con fuerza. Sin embargo, es necesario hacerlo y no rehuir de este ejercicio sano de introspección, para poder ver la semilla de bien y potencialidad que hay en nuestro interior y que suele aparecer en segundo lugar. Hoy, la Palabra nos recuerda que Dios también combate a nuestro lado, nos auxilia en nuestras batallas, si le dejamos.
De nuevo una curación en el Evangelio de hoy. Un sordomudo endemoniado, no sé si se puede ser más desgraciado. Una vez más, Jesús se compadece, no lo abandona. Y por si no queda claro, el texto de Mateo nos dice: “Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”.
Al estilo de Jesús, ten tú también compasión de tus semejantes, como el Señor la tiene contigo. Y recuerda: sé más bueno de lo necesario, porque todas las personas que encuentras en tu camino están luchando alguna batalla."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

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