jueves, 24 de diciembre de 2020

EL ANACORETA Y LA NAVIDAD



Este texto lo escribí hace bastantes años; pero lo he vuelto a publicar casi todos los años. Creo que vamos perdiendo el verdadero sentido de la Navidad. Puede ser que este año, la pandemia nos ayude un poco a recobrarlo. A descubrir que la familia es más importante que los lujos. Que Dios nace en los pobres. Estoy contento, porque nuestros alumnos se han volcado en la campaña de Navidad y nunca se habían recogido tantos alimentos. Que el amor nazca estos días en nuestro corazón.

 "El Anacoreta marchó a la ciudad para asistir a la Misa del Gallo. Cuando vio tantas luces, cantos, frases bonitas...se quedó perplejo. Y se preguntó:
- ¿Qué hago yo en el desierto si estos están más cerca de Dios que yo?
Junto a unos grandes almacenes vio un viejo gordo con una larga barba blanca y vestido de rojo, que, haciendo sonar una campanilla, decía:
- ¡Jo, jo, jo! ¡Feliz navidad!
El Anacoreta se acercó admirado y le preguntó:
- Oiga, buen hombre ¿Qué es la Navidad?
El viejo orondo le miró con desprecio y le espetó en la cara:
- ¡Una m....! Pasar un frío de los c.... haciendo el payaso en esta puerta por un contrato basura.
Y volvió a su cantinela de jo, jo, jo...
El Anacoreta pensó que el lenguaje de los hombres había variado un poco desde que él se fue al desierto, y siguió caminando.
Luces, música, escaparates multicolores, algún borracho que otro (no muchos porque era demasiado pronto), pero empezó a notar una ausencia...Dios.
Entró en la iglesia. Todas las luces estaban encendidas. Por los altavoces sonaban villancicos, pero...¡qué raro! se dijo el Anacoreta:
- ¿No es en la iglesia donde está Dios?
Por más que miraba no lograba verlo.
Empezó la ceremonia. Cantos. Un sermón del cura que no se acababa nunca...y Dios no aparecía por ningún lado.
El pobre Anacoreta, triste, aturdido, salió de la iglesia. Emprendió tristemente el camino a su desierto, pensando que había tenido una mala idea al creer que podría celebrar la Navidad en la ciudad.
Se encontraba ya en los suburbios, cuando alguien tiró de su raída manga. Era un pequeñajo desnutrido, vestido tan pobremente como él, pero con la sonrisa más bella del mundo.
- Abuelo, abuelo, venga conmigo.
El Anacoreta se dejó arrastrar hacia una casucha de lata y cartones. Allí, alrededor de un pequeño fuego, estaba una pobre familia.
- Venga, venga, abuelo. Que hoy es Nochebuena y nadie puede quedarse solo.
Allí, el Anacoreta tomó la mejor sopa de huesos mil veces hervidos, que nunca había probado.
Allí, el Anacoreta comió el plato de arroz con piedras mejor del mundo.
Allí, el Anacoreta bebió un café de marro recogido de las basuras de un restaurante, que le supo a gloria.
Allí el Anacoreta, mientras le resbalaban las lágrimas por las mejillas, vio, sentado y riendo con los niños , meneando la cabeza delante del abuelo que andaba un poco trompa, a Dios.
Y dicen que aquella noche, una estrella acompañó al Anacoreta de regreso a su cueva..." 


1 comentario:

  1. Sin duda esos huesos cocidos y recocidos.... Esas ñapas, como diría mi hija , de madre que hace imposibles , son lo único que merece la pena . Lo malo y grave es que hay brujas ,como yo, que se enfadan con la que montan los que dicen tener a Dios en la mano.....
    Está bruja se pone de los nervios .
    Te deseo un buen lugar lejos del condenado bicho y la paz que , a veces, logramos como regalo de la vida .

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