Señor: somos una chispa surgida del fuego de la creación que tu Espíritu sopla y mantiene desde los orígenes, y por unos instantes hemos de iluminar lo que nos rodea.
No nos pides ser lumbreras ni soles, ni que nuestra luz sea brillante y cegadora; solo que vivamos con lucidez en tu casa, que es la creación entera que canta y gime, que está de parto y se recrea, cada día.
No hemos de desesperar si todo nuestro esfuerzo solo consigue iluminar y calentar unos pocos espacios y rincones, pues tú te alegras ya con nuestros intentos de lucidez y conmoción, que nos llevan a reconocer, testificar y amar todo lo que existe, nos rodea y acompaña.
Pero la superficialidad, la rutina, la pasividad o la indiferencia, la inercia y la repetición, la falta de novedad o el aburrimiento, el olvido, el cansancio... están ahí, y nada que venga de fuera tiene el suficiente poder para librarnos de ello.
Solo el gozo de la lucidez responsable, del caminar vigilante, del despertar consciente, del amor desinteresado que nos abre y expone es capaz de librarnos del tedio y de conducirnos por el camino de la vida. Pues quien vive desde su propia necesidad se cierra a la novedad y riqueza de la inmensidad que tú nos ofreces, sus anhelos y proyectos se hacen pequeños y carentes de sorpresa y el mundo y la vida se vuelven rígidos, dogmáticos, tediosos y aburridos...
Tú nos propones otro estilo de vida: tomar las riendas, aquí y ahora, en tu ausencia, vivir lúcida y responsablemente más allá de nuestras propias necesidades y esperar, vigilantes, la novedad que viene en la noche... o cuando menos se espera.
(F. Ulibarri)
No hay comentarios:
Publicar un comentario