lunes, 15 de septiembre de 2025

MARIA DOLOROSA


 El padre y la madre de Jesús estaban admirados de lo que Simeón decía acerca del niño. Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús:
– Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan y muchos se levanten. Será un signo de contradicción que pondrá al descubierto las intenciones de muchos corazones. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que te atraviese el alma.
(Lc 2,33-35)
"Hoy hacemos memoria de los Dolores de la Santísima Virgen. En la Misa puede leerse la Secuencia Stabat Mater. La Madre estaba al pié de la cruz, llevando a cumplimiento la profecía de Simeón: “una espada de dolor atravesará tu corazón”. La devoción tradicional nos habla de más de una espada (siete dolores), pero en la vida de María, como en la de cualquier madre, el dolor por un hijo puede aparecer mucho más que siete veces. Como en toda vida humana hubo momentos y momentos, alegrías y penas. Y el momento más duro y estremecedor fue, claro, el de la Cruz.
Cuando rezo los misterios dolorosos del rosario, en el primero, la oración de Jesús en el huerto, ya me parece que ese comienzo de la Pasión para María constituyó un tormento insufrible. El temor de los días anteriores se condensa en una noche en la que no cabe esperar más que angustia sin escapatoria: no es posible poner a salvo, proteger, defender al hijo. Estoy segura de que muchas mujeres y también varones han vivido ese dolor y esa impotencia de saber que no pueden hacer nada por el hijo amenazado, herido, enfermo, dañado… María, en vela toda la noche, con la primera luz del día hizo lo único posible: estar. Y, al pie de la Cruz, recibió una certeza y una misión: Jesús promete la resurrección a Dimas. ¡En el calvario se realiza la redención y la victoria sobre la muerte y el mal! Jesús le encomienda una misión. ¡Y nos la da como Madre!
Para comprender su sufrimiento no es necesaria una imaginación portentosa: basta haber vivido, porque todos, en alguna medida, hemos pasado o quizá pasemos ahora por sufrimientos sin salida aparente. Pero hay que estar. En lo más próximo y en lo lejano de un mundo que en algunos sitios es un océano de dolor. Hay que estar como María y, si en verdad no podemos hacer nada, implorarle a Ella para que alimente nuestra fe y nuestra esperanza y para que socorra a tantos que sufren."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda) 

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