lunes, 1 de septiembre de 2025

HOY SE HA CUMPLIDO

 


Jesús fue a Nazaret, al pueblo donde se había criado. Un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso en pie para leer las Escrituras. Le dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado
para llevar la buena noticia a los pobres;
me ha enviado a anunciar libertad a los presos
y a dar vista a los ciegos;
a poner en libertad a los oprimidos;
a anunciar el año favorable del Señor.
Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los presentes le miraban atentamente. Él comenzó a hablar, diciendo:
– Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
Todos hablaban bien de Jesús y estaban admirados de la belleza de su palabra. Se preguntaban:
– ¿No es este el hijo de José?
Jesús les respondió:
– Seguramente me aplicaréis el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo', y me diréis: 'Lo que oímos que hiciste en Cafarnaún, hazlo también aquí, en tu propia tierra.'
Y siguió diciendo:
– Os aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Verdaderamente había muchas viudas en Israel en tiempos del profeta Elías, cuando no llovió durante tres años y medio y hubo mucha hambre en todo el país. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de las viudas israelitas, sino a una de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón. También había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, que era de Siria.
Al oir esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira. Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús. Lo llevaron a lo alto del monte sobre el que se alzaba el pueblo, para arrojarle abajo. Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue.


"Está claro que Jesús sabe lo que hace y lo que quiere hacer de su vida. Está claro cuando el evangelista pone en sus labios el texto del profeta Isaías y hace que Jesús lo comente con lo que podríamos decir que es la homilía más corta de la historia: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
Los que no lo tienen nada claro son los que le escuchan. Ciertamente se admiran de lo que dice Jesús. Lo aprueban y se alegran. Pero luego van a lo suyo. Es decir, quieren arrimar el ascua a su sardina, como, de alguna manera, queremos hacer todos. Dicho en otras palabras, quieren un profeta que anuncie la palabra de Dios pero que también, sobre todo, les solucione los problemas prácticos: que cure a los enfermos del pueblo como ha hecho en otras partes, que mejore las cosechas, etc. Y como Jesús no va por esos caminos, terminan por desautorizarle. No puede ser profeta porque no nos cura, porque no soluciona nuestros problemas. Esa es la verdadera razón del rechazo. Pero lo que dicen no es eso sino que Jesús no puede ser profeta porque es el “hijo de José”, porque le conocen de toda la vida, porque ya saben de sus manías y las de su familia, etc.
Pasa que los habitantes de Nazaret, quizá como nosotros mismos tantas veces, no buscamos a un Dios que nos abra camino de esperanza, que nos acompañe en el esfuerzo por crecer como personas libres y responsables. Preferimos un Dios que nos ayude a aprobar los exámenes, que nos cure de nuestros males, que nos solucione los problemas prácticos que nos encontramos en el día a día (¿no es eso lo que tantas veces llevamos a la oración y pedimos a Dios?). Preferimos un Dios al que podamos manipular, que sirva a nuestros intereses a corto plazo, que nos haga los favores que queremos que nos haga. Pero nada más. Luego preferimos que no moleste, que nos deje vivir nuestra vida sin darnos la vara.
El Dios de Jesús no es así. Es libre y nos enseña a ser libres. Nos quiere ayudar a crecer como personas, a hacernos responsables de nuestras vidas, a lidiar como adultos con nuestros problemas."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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