lunes, 3 de noviembre de 2025

AMOR GRATUITO

 


Dijo también al hombre que le había invitado:
– Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán, y quedarás así recompensado. Al contrario, cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos; así serás feliz, porque ellos no te pueden pagar, pero tú recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten.

(Lc 14,12-14)

Para Jesús el banquete simboliza toda la vida. Nos está diciendo, que debemos entregarnos a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos. Es decir a aquellos que no cuentan nada en nuestra sociedad. Aquellos que no pueden darnos nada a cambio. Nuestro amor siempre debe ser gratuito.

"Va a ser que nosotros, habitualmente, hacemos lo contrario, exactamente lo contrario de lo que dice Jesús. Y se entiende. Si vamos a celebrar una fiesta invitamos a los conocidos, a la familia (aunque a veces a alguno de la familia preferiríamos que no estuviera…), a los amigos. Es lo normal. Es lo lógico. Invitar a desconocidos, pone un punto de dificultad en la celebración de la fiesta. Esto se entiende y creo que lo entendería el mismo Jesús.
Sucede que Jesús, cuando habla y en su vida, se sitúa en otra onda. Para empezar, Jesús rompe todas esas barreras que nos encanta poner a nosotros. Por la sencilla razón de que, desde su perspectiva, todos somos hermanos, hijos e hijas del mismo Dios y Padre de todos. Esas fronteras que nosotros ponemos con los que hablan una lengua diferente o tienen tradiciones o culturas diversas de las nuestras o formas de pensar opuestas… no existen para Jesús. No significa que no existan esas diferencias. Eso Jesús no lo niega. Lo que deja claro Jesús es que esas diferencias no marcan ni mucho menos fronteras insalvables. Esas diferencias de ningún modo rompen la fraternidad básica entre hombres y mujeres en este mundo. Esas diferencias no son nada frente al hecho de ser hijos e hijas de Dios, hechura de sus manos. La fraternidad del Reino no conoce las fronteras, ninguna frontera.
Pero hay algo más. Jesús nos dice que nos acordemos de invitar a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dicho en otras palabras, a lo último, a los que no quiere nadie, a los que no lucen en ninguna fiesta, a los que no pueden llevar traje de fiesta (porque no tienen para comprarlo), a los que, casi seguro, no se saben comportar educadamente en la mesa ni saben con qué cubiertos se come el pescado ni en qué copa se bebe el vino. ¿A esos hay que invitar? Pues sí, porque invitar a esos es precisamente la prueba de que nuestra mesa, la mesa del Reino, está abierta a todos sin excepciones. Porque, y volvemos al principio, todos somos hijos e hijas del Padre común, de Dios."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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