En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos."
Jesús es claro en su afirmación: no podemos tener dos amos. La disyuntiva es meridiana: o Dios, o el dinero.
El dinero lo inventó el hombre cuando el trueque se hacía difícil para obtener lo necesario para vivir. Pero inmediatamente apareció el ansia de acumularlo. Guardar grandes cantidades de carne o de grano, a la larga era improductivo. Se acababa deteriorando y se quedaba en nada. Sin embargo, el dinero no se destruye, y, tenerlo, significa poder. Hasta el punto que hemos hecho del dinero un Dios ante el que todos nos inclinamos. Y parodiando la ley física decimos que el dinero ni se crea ni se destruye, sólo cambia de bolsillo; y por desgracia se acumula en unos pocos bolsillos.
Algo está fallando en nuestra sociedad si permitimos las enormes desigualdades que existen en nuestro planeta. Algo está fallando en los cristianos si olvidamos o "dulcificamos" las palabras de Jesús, para seguir acumulando riquezas.
Jesús nos pide que busquemos el Reino de Dios y su justicia. Un Reino que ya comienza en este mundo. Un Reino que no es un sueño etéreo, sino que comporta la igualdad de todos los hombres, la justicia. Un Reino de Amor, que no es algo melífluo, sino la auténtica lucha por la justicia y la hermandad del género humano.
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