Se me mostró un jardín. En él lucía un árbol precioso que todos admiraban; pero era artificial. A su lado crecía un árbol feo si se le comparaba con el otro; pero al llegar la primavera, se llenó de flores y luego dio unos hermosos, dulces y perfumados frutos. El artificial permaneció sin cambio alguno. Y escuché estas palabras:
- No hagas caso de las apariencias de las personas. No sea que todo se quede en eso, en mera apariencia. Espera a observar los frutos.
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