Hacía meses que no llovía en la ciudad. Por fin amaneció nublado y al poco rato caía una lluvia fina, pero constante.
El Anacoreta dijo a su joven seguidor:
- Fíjate. Todo el mundo lleva paraguas, chubasqueros...Todos evitamos mojarnos.
- Claro - respondió el joven - es muy molesto andar por ahí con la ropa empapada.
Sonrió el anciano y comentó:
- Sí, pero en África, el día que caía la primera lluvia de la estación, los niños salían a la calle riendo y saltando a mojarse y a chapotear en los charcos.
Guardó unos instantes de silencio y luego concluyó:
- En la vida espiritual nos pasa algo semejante. Pasamos mucho tiempo secos, sin ganas de rezar, sin acordarnos de Dios...Y el día que se nos abren los ojos de la espiritualidad, intentamos por todos los medios protegernos. No nos gusta que nos empape. Sólo los que son como niños, se dejan empapar por ella, ríen, saltan, chapotean...Ya lo dijo Jesús: "Si no os hacéis como niños..."
Así es.
ResponderEliminarUn abrazo.