Jesús decía: ¿A qué se parece el reino de Dios y a qué podré compararlo? 19 Es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo, y que crece hasta llegar a ser como un árbol tan grande que las aves anidan entre sus ramas.
También dijo Jesús: ¿A qué podré comparar el reino de Dios? Es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para que toda la masa fermente.
A veces creemos que tenemos que hacer grandes cosas; eventos de masas, para luchar por el Reino, para expandir el Reino de Dios. Jesús nos dice que los gestos sencillos son los verdaderamente importantes. Ese esforzarnos cada día es como la semilla que se convierte en árbol y la levadura que hace fermentar toda la masa. Ese mostrar amor, atención, cuidado, a quienes nos rodean, es más importante que actos espectaculares, que son fuegos de artificio. El trabajo sencillo pero constante de cada día, es el que puede transformar nuestro mundo y llevarlo a Dios.
"“No somos nadie”, decimos a veces. Lo decimos con frecuencia cuando nos sentimos impotentes ante situaciones de la vida, o ante la propia muerte física. Y seguramente es verdad. La semilla de mostaza es minúscula. Y así, solita, verdaderamente, es nada. La masa de harina, con tres o veinte medidas, no sube si no es por la levadura y el amasamiento paciente y esforzado.
La semilla se tiene que plantar para que sea un arbusto frondoso donde incluso los pájaros puedan anidar. La masa se tiene que amasar. Podemos ponernos en el papel de sembradores o amasadores, o en el papel de la propia semilla y la masa. En ambos casos, la cosa es trabajosa, y muy sacrificada, pero el resultado es sorprendentemente abultado. Y en ambos casos, no somos quienes plantamos o amasamos, ni quienes somos semilla o masa… La comparación está hecha en términos del Reino. Es el “reinante”, el Rey, quien siembra y quien amasa. La cosa es dejarse sembrar o amasar. Y eso es lo más difícil. Dejarse sembrar significa a veces desaparecer; renunciar a muchas comodidades y aceptar mucho sacrificio. Dejarse amasar significa aceptar los golpes de la vida, seguir formándose y moldeándose a menudo a costa de la propia inclinación y el propio gusto.
Sembrar la semilla requiere una confianza absoluta en que los esfuerzos y los sacrificios tendrán fruto si se deja al “reinante” reinar. Aunque no los veamos. Amasar significa tener la paciencia y la perseverancia de seguir trabajando incansablemente, aún cuando haya que esperar mucho a que la masa fermente.
Frecuentemente, cuando se habla de “construir el Reino” inmediatamente se piensa en lucha por la justicia. Eso también, claro está. Hay que buscar el Reino de Dios y su justicia. Pero no es simplemente una lucha de activistas contra la pobreza, la injusticia o los derechos humanos en este mundo. No se trata de una ONG más. “Construir el Reino”, o mejor dicho, dejar que Dios reine, siempre pasa por “no ser nadie”; por ser semilla y masa dócil. Por ser sembrador confiado y amasador paciente. Nada fácil. Pasar por el sacrificio y la muerte diaria con una confianza inquebrantable. El Rey hará lo que tenga que hacer con esta insignificancia."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)
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