lunes, 31 de julio de 2023

EL REINO NACE DE LO PEQUEÑO


 
Jesús les contó también esta parábola: “El reino de los cielos se puede comparar a una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es sin duda la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es más grande que las otras plantas del huerto; llega a hacerse como un árbol entre cuyas ramas van a anidar los pájaros.
 También les contó esta parábola: El reino de los cielos se puede comparar a la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para que toda la masa fermente.
 Jesús habló de todo esto a la gente por medio de parábolas, y sin parábolas no les hablaba, para que se cumpliera lo que había dicho el profeta:
“Hablaré por medio de parábolas;
diré cosas que han estado en secreto
desde la creación del mundo.”

"Seguro que alguna vez, tras la lectura del Evangelio, le diste vueltas a ese estribillo que se repite en el capítulo 13 de Mateo, ¿verdad?
Ese “sucede con el reino de los cielos…” es el motivo central. Nos habla del plan de Dios, del Sueño de Dios; muy especialmente del modo y manera con que Dios quiere actuar en la historia humana.
Sí. De eso van las parábolas.
De eso va también la de hoy.
Y nos sorprende. Y nos cuestiona. Y nos descoloca. ¿O no?
Siendo sinceros, en muchas ocasiones, esperamos más de “todo un Dios”. Esperamos más en fuerza, en poder, en energía, en planteamientos, en estrategias…
Y resulta que va y Él nos sale con eso de lo pequeño, lo germinal, lo poco, lo casi (o del todo) insignificante…
Con cara de “descolocados” intentemos soltar esas nociones, ideas y valoraciones “paganas”; que, por cierto, nos cuesta bastante dejar.
Abrámonos con confianza en su propuesta, y dejémonos convertir (mejor: seducir) por ese bendito modo de hacer del Señor con su Proyecto.
Dame ojos, Señor, para ver la fuerza de las semillas.
Dame corazón, Señor, para amar la fuerza de los pequeños gestos.
Dame entendimiento, Señor, para ser levadura y fermento.
Dame discernimiento para no dejarme engañar por el espejismo de lo grandioso, de lo poderoso, de lo aparentemente efectivo y perfecto.
Amén."
(Juan Carls Rodriguez cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 30 de julio de 2023

LAS PARÁBOLAS DEL REINO

 


El reino de los cielos se puede comparar a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y vuelve a esconderlo allí mismo; lleno de alegría, va, vende todo lo que posee y compra aquel campo.
También se puede comparar el reino de los cielos a un comerciante que anda buscando perlas finas; cuando encuentra una de gran valor, va, vende todo lo que posee y compra la perla.
Puede compararse también el reino de los cielos a una red echada al mar, que recoge toda clase de peces. Cuando la red está llena, los pescadores la arrastran a la orilla y se sientan a escoger los peces: ponen los buenos en canastas y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos, y arrojarán a los malos al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes.
 Jesús preguntó:
– ¿Entendéis todo esto?
– Sí, Señor – contestaron ellos.
 Entonces Jesús añadió:
– Cuando un maestro de la ley está instruido acerca del reino de los cielos, se parece a un padre de familia que de lo que tiene guardado saca cosas nuevas y cosas viejas.

"Podemos afirmar que el tema central y principal de la actividad misionera de Jesús es «el Reino» de los cielos o Reino de Dios, que es exactamente lo mismo. Sin embargo, pocos cristianos serían capaces de explicar de qué se trata esto del Reino. Lo más frecuente es relacionarlo con la otra vida, con lo que vendrá después, con el más allá, con el cielo...
Dice el Papa Francisco:
Jesús no se preocupa en explicarlo. Lo enuncia desde el inicio de su Evangelio: «El reino de los cielos está cerca». Sin embargo se refiere a él de manera indirecta, narrando el actuar de un propietario, de un rey, de diez vírgenes tontas que se quedan sin aceite… Prefiere dejarlo intuir, con parábolas y semejanzas, manifestando sobre todo los efectos: el reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo, como la levadura oculta en la masa; es pequeño y humilde como un grano de mostaza, que sin embargo se volverá grande como un árbol... y otras como las de hoy.
La intención de Jesús no era darnos detalles sobre la otra vida, y mucho menos abstraernos o evadirnos de «esta» vida, que es lo que en realidad más nos importa ahora. Jesús pretende ayudar a la gente a vivir su vida de aquí desde unas claves que derivan del proyecto amoroso de su Padre Dios: con ilusión, con esperanza, con sentido... Más que hablar de «la otra vida», quiere que «esta vida sea otra», aunque -eso sí es cierto- tenga continuidad, y alcance su plenitud más allá de la muerte.
- El Reino de Dios o de los cielos es «aquello que pertenece a Dios» y que Jesús nos propone como proyecto, como sentido, como objetivo para nuestra existencia. Se trata de todo un «contenedor» de valores que nos vienen de Dios o del cielo... para que construyamos los andamios de nuestra vida personal y de nuestra sociedad aquí en la tierra. 
- El Reino de Dios se refiere a cómo son las cosas cuando Dios anda por medio, cómo son las personas cuando se dejan hacer y guiar por Dios. Es decir: cómo es el mundo cuando nada se opone a la voluntad amorosa de Dios. Por eso es lógico identificar el Reino con la persona de Jesús: alguien que es pura y absoluta obediencia y entrega al Padre. 
O sea que hablar del Reino es lo mismo que hablar de la «felicidad profunda» a la que aspira cualquier ser humano, y que Dios mismo ha tomado como su primera ocupación y su principal empeño y objetivo para con nosotros. Por eso nos importa mucho conocer cómo es ese Reino de Dios, cómo es ese proyecto de Dios, cómo puedo encontrarme con el Dios que me busca y se preocupa por mi plenitud/felicidad aquí, y también después. ¡Esto sí que es un tesoro, o una perla preciosa!
Las parábolas de hoy nos presentan a dos personajes, que son dos formas de encontrar a Dios y entregarse a Él o ponerse a su servicio, o ser sus cómplices/instrumentos.
- El primero encuentra un tesoro en un campo. No le ha caído llovido del cielo delante de los pies, ni estaba medio tapado detrás de unos arbustos. Estaba, seguramente, trabajando como jornalero, sudando, cavando, «profundizando». Me parece algo relevante. Me atrevo a decir que aquellos que llevan una vida superficial, sin remover la tierra endurecida de cada día, cómoda, a golpe de impulsos y sentimientos, sin «rumiarla» como decían los monjes antiguos... es muy probable que no se encuentre nada.
Este jornalero no dice que estuviera buscando nada, cumplía con sus actividades de cada día. Y de pronto se da cuenta de que tiene allí delante lo que le resolverá toda la vida. Simbolizaría a todos los que, de una manera u otra, con más o menos esfuerzo hemos tenido «la suerte» de encontrarnos con Dios, de conocer a Cristo, de escuchar sus palabras de vida...
Aquel tesoro -como la fe- fue algo recibido: alguien lo puso ahí. Pero podemos apropiárnoslo, podemos hacerlo nuestro, podemos aprovecharlo...
Jesús dice que el que lo encuentra, se llena de alegría. No sé por qué hemos presentado tantas veces una visión de la fe cristiana, de Dios, como alguien triste, que amarga la vida, que impone renuncias y sacrificios, con tantas normas asfixiantes y exigencias imposibles. Que hay que «merecerlo» y ganárnoslo. Pero no es así. Aquel hombre, «por la alegría» de lo que ha encontrado, considerándolo un tesoro muy valioso, no tiene inconveniente en renunciar a otras cosas. Se trata de una renuncia muy especial, pues todo lo que no sea aquel tesoro encontrado, tiene menos valor, o ningún valor. Y está dispuesto a prescindir de lo que sea necesario para que el tesoro sea realmente suyo. Como decía San Pablo: «Todo lo estimo como basura, con tal de conocer a Cristo y el poder de su resurrección». (Flp 3, 8)
Tales renuncias, ese «venderlo todo», no parecen un sacrificio, pues lo que se consigue a cambio vale mucho más. Yo no sé si para muchos la fe, nuestro seguimiento de Jesús, nuestro ponernos en las manos de Dios es algo valioso que nos llene de alegría, tanto, que dejemos de estar tan preocupados y agobiados por cosas que, en el fondo, ni nos llenan, ni nos dan la felicidad, ni nos hacen sentir mejor... a pesar de los muchos esfuerzos y sacrificios que a menudo nos suponen. Quizá sea porque el «tesoro» de nuestro campo, sigue ahí enterrado, sin que sea «nuestro», sin que vivamos de él.
El otro protagonista de las parábolas es un comerciante que encuentra una perla valiosa. También está en medio de sus tareas cotidianas de compra/venta. Parece que, de nuevo, se insiste en que se puede uno encontrar con lo más importante... sin tener que acudir a sitios raros, a experiencias raras, a esfuerzos costosos.
Ya tenía otras muchas perlas... pero seguía buscando. Ninguna de ellas, ni todas juntas, le llenaban del todo. Aquello no era suficiente. Este personaje es un buscador, como tantos que ha habido en la historia, y también en el día de hoy: No se sienten satisfechos con lo conseguido, aunque pueda ser valioso: ¡Tiene que haber algo más! Y buscan, a veces durante mucho tiempo, incansablemente, en muchos bazares y mercados... Hasta que... un día encuentran algo que merece la pena... Tanto, como para deshacerse de todo lo conseguido y apostar por aquello que acaba de encontrar, para hacerlo realmente suyo.
Es una parábola esperanzadora para todos los buscadores, para los inquietos, para los inconformistas. Según Jesús se acaba encontrando... Pero, como en el caso anterior, no se puede conseguir si no es a base de desprenderse o relativizar de todos los demás. En las cosas de Dios no vale «nadar y guardar la ropa», hacerse con aquella perla... manteniendo todas las demás. Estamos con el primer mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas. O si se quiere: Poner el proyecto de Dios, los valores de Jesús, su mensaje... por encima de todo lo demás. Jugárselo todo por el Evangelio. Estar más pendiente de los demás, que de mí mismo, mis proyectos, mi propia perfección.
-   Concluyendo:
- Hay un tesoro en mi campo. Muy valioso. Pero, quizá, todavía sin desenterrar. Habrá que buscar por ahí dentro, cavar, profundizar...
- Hay una perla preciosa que está a mi alcance. Pero tengo que ponerme a buscar y no conformarme con lo conseguido.
- Que puedo encontrar a Dios, la fe, el sentido de mi vida en medio de mis cosas de cada día. Porque es ahí donde está
- Que merece la pena, que nos llena de alegría... y que necesitamos apasionarnos un poco más con el mensaje de Jesús como para arriesgarnos del todo .
- Y que la alegría profunda es la mejor señal de que he encontrado algo/alguien que realmente merece la pena."

(Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 29 de julio de 2023

PAZ PARA RECIBIRLO

 


Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle; pero María se quedó en la casa. Marta dijo a Jesús:
– Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aun ahora yo sé que Dios te dará cuanto le pidas.
 Jesús le contestó:
– Tu hermano volverá a vivir.
Marta le dijo:
– Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.
 Jesús le dijo entonces:
– Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y ninguno que esté vivo y crea en mí morirá jamás. ¿Crees esto?
Ella le dijo:
– Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Hoy, día de santa Marta, el Papa Francisco ha querido que recordemos también a sus hermanos, María y Lázaro. Dejamos por un momento el evangelio de San Mateo, para ver en el de Juan este fragmento de la resurrección de Lázaro.
Marta confía plenamente en Jesús; y María, aunque no salga aquí también. Los tres fueron grandes amigos de Jesús y su casa fue uno de los lugares donde Jesús se refugiaba en busca de tranquilidad. ¿Nuestro interior está lleno de la suficiente paz para que Jesús se refugie en él? Nuestra vida activa no debe impedir esos momentos de meditación, de contemplación, de paz profunda en nuestro corazón. Así podemos estar seguros de que Él está en nuestro interior y nos da fuerzas, nos da la Vida, como se la dio a Lázaro.

viernes, 28 de julio de 2023

EL SEMBRADOR

 

Oíd, pues, lo que significa la parábola del sembrador: Los que oyen el mensaje del reino y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el maligno y les quita el mensaje sembrado en su corazón. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y al pronto lo reciben con gusto, pero, como no tienen raíces, no pueden permanecer firmes: cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fracasan en su fe. La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de este mundo les preocupan demasiado y el amor a las riquezas los engaña: todo eso ahoga el mensaje y no le deja dar fruto en ellos. Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden, y dan una buena cosecha: son como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla.


El otro día meditamos ya esta parábola. recordemos lo que dijimos:
"Dios siembra generosamente. La semilla cae en muchos lugares. De eso dependerá los frutos. En esa siembra del Padre nosotros somos la tierra. Debemos esforzarnos por ser buena tierra. Debemos sacar de nosotros las piedras, los cardos. Ser tierra profunda, no superficial. Dar fruto no depende de nuestra inteligencia, ni de nuestro poder...Depende de ser profundos y eliminar en medida de lo posible, el mal de nuestras vidas. Ser tierra acogedora de Dios y de nuestros hermanos."
Os pongo también este texto del Papa Francisco:

 "En la historia de la humanidad, como en cada una de nuestras vidas, hay una mezcla de luz y sombras, amor y egoísmo. El bien y el mal están incluso entrelazados hasta el punto de parecer inseparables. Este enfoque realista nos ayuda a ver la historia sin ideologías, sin optimismo estéril ni pesimismo venenoso. Los cristianos, motivados por la esperanza de Dios, no son pesimistas; tampoco viven ingenuamente en un cuento de hadas, fingiendo no ver el mal y diciendo que todo está bien'. No, los cristianos son realistas: saben que hay trigo y malas hierbas en el mundo. Mirando sus propias vidas, reconocen que el mal no sólo viene del 'exterior', que no siempre es culpa de los demás, que no hay necesidad de 'inventar' enemigos contra los que luchar para evitar mirar dentro de sí mismos. Se dan cuenta de que el mal viene de dentro, en la lucha interior que todos experimentamos. - Papa Francisco (de una homilía, 23 de julio de 2023)

jueves, 27 de julio de 2023

ABRIR LOS OÍDOS Y LOS OJOS



 Los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas. Jesús les contestó: 
- A vosotros, Dios os da a conocer los secretos de su reino; pero a ellos no. Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden. En ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías:
‘Por mucho que escuchéis, no entenderéis;
por mucho que miréis, no veréis.
Pues la mente de este pueblo está embotada:
son duros de oído
y han cerrado sus ojos,
para no ver ni oir,
para no entender ni volverse a mí
y que yo los sane.’
 Pero dichosos vosotros, porque tenéis ojos que ven y oídos que oyen. Os aseguro que muchos profetas y gente buena desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oir lo que vosotros oís, y no lo oyeron.

Debemos luchar para librarnos de nuestra sordera. La que no nos deja oir el lamento de los que sufren, de los pobres, de los perseguidos, de los desahuciados, de los inmigrantes...La misma sordera que no nos deja oir a Jesús, a su Palabra, es la que nos impide oir a los débiles, al prójimo. Lo mismo nos ocurre con la ceguera. No vemos al necesitado, porque no sabemos ver a Jesús en él.

"Dice el refrán popular que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Digo yo que algo así es lo que Jesús nos quiere decir en el evangelio de hoy. Parece ser que había gente que no entendía las parábolas con las que hablaba Jesús. Quizá mejor pensar que la historia de la parábola la entendían –son historias realmente simples– y que lo que no entendían era a cuento de qué venía esa historia, lo que Jesús quería decir con ellas. Dicho en otros términos, parece que había gente que no entendía la indirecta o el mensaje de fondo de la parábola.
Pero Jesús tiene claro que entre sus oyentes hay personas que tienen los oídos cerrados. Son de aquellos que no quieren oír el mensaje de la buena nueva. Son de los que terminan diciendo que Jesús expulsa demonios con el poder de Belcebú, como se dice en otro pasaje evangélico. Son los que no solo no creen sino que no quieren creer. Y, si van a escuchar a Jesús, es porque le quieren pillar en falta, quieren encontrar alguna contradicción que les permita decir que todo el mensaje de Jesús es una tontería, que no hay que hacerle caso y que pueden seguir a su vida, a lo de siempre con mucha tranquilidad.
Esos son los que “son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.”
Jesús nos invita a abrir los oídos y los ojos, a creer en él abriéndole nuestro corazón. Porque solo así nos podrá curar, sanar, reconciliar. Y nos abrirá a una nueva existencia en la esperanza y el amor fraterno. Eso es el Reino. Pero para eso tenemos que salir de nuestras casillas, de los caminos de siempre y entrar por los caminos nuevos del Reino. Jesús nos invita a seguirle, a convertirnos, a curarnos, a entrar en la vida nueva del Reino."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 26 de julio de 2023

SER BUENA TIERRA

 


Aquel mismo día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del lago. Como se reunió mucha gente, subió Jesús en una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo: Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta. Los que tienen oídos, oigan.

Dios siembra generosamente. La semilla cae en muchos lugares. De eso dependerá los frutos. En esa siembra del Padre nosotros somos la tierra. Debemos esforzarnos por ser buena tierra. Debemos sacar de nosotros las piedras, los cardos. Ser tierra profunda, no superficial. Dar fruto no depende de nuestra inteligencia, ni de nuestro poder...Depende de ser profundos y eliminar en medida de lo posible, el mal de nuestras vidas. Ser tierra acogedora de Dios y de nuestros hermanos. 

"Vamos a ser sinceros. No tenemos ninguna seguridad de estos santos que hoy celebramos. Está claro que la madre de Jesús, María, tuvo padres. Pero la verdad es que no sabemos nada de ellos. Ni un solo dato histórico más allá de una tradición del siglo II, es decir, una tradición que surge a muchos años de la muerte de los padres de María.
Pero María tuvo padres. La tradición ha querido que se llamaran Joaquín y Ana. Y, por aquello de que “el que a los suyos parece, honra merece”, podríamos decir que la generosidad de María cuando dijo “hágase” a la propuesta del ángel, cuando siguió a Jesús y casi podemos decir que fue su primera discípula, cuando estuvo a los pies de la cruz en el momento del mayor dolor y cuando, después de la muerte de Jesús, se reunía con los demás discípulos a orar, ya estuvo incoada en la familia en que nació.
Porque hay muchas cosas de nuestra vida que o se reciben cuando somos muy pequeños en la relación con nuestros padres o no se reciben nunca. En el español más castizo se dice que hay cosas (educación, estilo, forma de ser) que hay que mamarlas. O se aprenden en esos momentos iniciales de la vida o ya va a ser muy difícil que se aprendan o asimilen nunca.
Podemos imaginar, suponer, que María aprendió desde su más tierna infancia de sus padres cómo tenía que ser su relación con Dios. El “hágase su voluntad” de María al ángel en la Anunciación no brotó de la nada. Más bien, viene de una actitud de vida que se aprende desde la infancia, en la vida de familia, en lo que se ve en la relación de nuestros padres, en su forma de hablar, de comportarse, de ser.
Hoy es una día para pensar en nuestras familias. Y en la responsabilidad que tenemos de cuidar y educar bien a los pequeños que en ellas van creciendo a la vida. No se trata de educar a través de la palabra sino del ejemplo de vida. Es complicado educar a los hijos. Quizá es más complicado incluso en nuestros días. Pero la base necesaria será hoy y siempre el ejemplo, el testimonio de una vida construida sobre el amor, el cariño y el cuidado mutuo."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 25 de julio de 2023

UN PODER DIFERENTE

 


La madre de los hijos de Zebedeo se acercó con ellos a Jesús, y se arrodilló para pedirle un favor. Jesús le preguntó:
– ¿Qué quieres?
Ella le dijo:
– Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu reino uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
 Jesús contestó:
– No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa amarga que voy a beber yo?
Le dijeron:
– Podemos.
 Jesús les respondió:
– Vosotros beberéis esa copa de amargura, pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Será para quienes mi Padre lo ha preparado.
 Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:
– Sabéis que, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos y los grandes descargan sobre ellos el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que entre vosotros quiera ser grande, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.

"¡Qué gran contradicción entre el Evangelio de hoy y esa imagen tan tradicional en España de Santiago, vestido de guerrero y montado en un caballo saliendo a batallar contra los ejércitos musulmanes! Son imágenes difíciles de conciliar por no decir que es imposible.
Una es la imagen del poder que se impone por la violencia, por el dominio (manifestado en el soldado musulmán que se retuerce pisado por el caballo. En el fondo no es muy diferente esta imagen de lo que pedía a Jesús la madre de los Zebedeos, que sus hijos se sentasen uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús. Son posiciones de poder, de autoridad, de dominio. La madre, y quizá también los hijos, pretendía esas posiciones de poder para sus hijos, pretendía ponerles por encima de los otros apóstoles. La madre quería para sus hijos los dos primeros puestos del escalafón. Justo por debajo de Jesús. El resultado fue que los otros apóstoles se enfadaron. Más que todo porque, probablemente, ellos también aspiraban a esos puestos de poder.
Las palabras finales de Jesús nos sitúan en una realidad diferente. Jesús habla del Reino, anuncia el Reino y vive el Reino. El Reino no es de este mundo en el sentido de que no se mueve con los principios y valores de este mundo. El Reino es reino de fraternidad. No hay posiciones de poder sino de servicio. Es grande el que más sirve. Es Jesús lavando los pies a los discípulos. Es Jesús dando de comer a los hambrientos. Es Jesús poniendo en el medio a un niño como el más importante. Es Jesús haciéndose pan de vida para nosotros. Es Jesús entregando su vida en la cruz por fidelidad al Reino.
Con esa autoridad le dice a los apóstoles que el que quiera ser primero entre ellos que se haga el esclavo de todos. Esa palabra “esclavo” tuvo que sonar muy fuerte en aquella época. En nuestros días puede tener un sentido metafórico pero en el tiempo de Jesús todos sabían perfectamente lo que era un esclavo. Tuvo que sonar duro a los oídos de los discípulos. Tiene que sonar con toda su fuerza en nuestros oídos. Como el hijo del hombre que no vino para ser servido sino para servir y dar su vida por nosotros. Así debe ser el cristiano: no pensar en los primeros puestos sino en servir. Porque un cristiano que no sirve no sirve para nada."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 24 de julio de 2023

LA VERDADERA SEÑAL

 

Algunos de los fariseos y maestros de la ley dijeron entonces a Jesús:
– Maestro, queremos verte hacer alguna señal milagrosa.
 Jesús les contestó:
– Esta gente malvada e infiel pide una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches dentro de la tierra. Los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se convirtieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es más que Jonás. También en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es más que Salomón.


"Los letrados y fariseos querían un milagro para creer en Jesús. Y nosotros muchas veces también. Pensamos que con un milagro todo sería más fácil. Pensamos que, si Dios es todopoderoso, debería arreglar las cosas para que los pobres no sufrieran la pobreza, los oprimidos la injusticia ni los enfermos la enfermedad. Es algo así como si le dijéramos a Dios: demuéstranos que eres de verdad Dios, Padre, Todopoderoso, que te preocupas de tus hijos e hijas, que no eres u n muñeco de feria ni un adorno en nuestras vidas. De alguna manera, le retamos: que nos demuestre lo que es y le seguiremos, creeremos en él, cumpliremos sus normas y leyes. Pero, por favor, que nos solucione la vida, que nos libre de tantas trabajos, angustias, preocupaciones, de la enfermedad y de la muerte, del desamor y la soledad.
Pero la verdad es que nuestro Dios no ha sido pródigo en hacer grandes signos que nos dejaran apabullados. Casi podemos decir que la historia de Dios entre nosotros empezó mal: en Belén, en un pesebre maloliente, nació un niño. Frágil, vulnerable, sin poder hablar ni expresarse más que a través de sus lloros. Y no siguió mucho mejor. Es verdad que Jesús hace algunos milagros pero su eficacia es muy relativa. Cura las enfermedades de algunos pero la mayoría siguen igual. Da de comer a una multitud pero eso no es nada comparado con las muchas gentes que pasan hambre y que no llegan a fin de mes. Y, por si no era suficiente, todo terminó mal: en la cruz. El fracaso total.
Y aún así hubo un grupo, unos cuantos de sus seguidores, que se empeñaron en decir que Jesús había resucitado, que había vencido a la muerte. Vivían con una nueva esperanza. Sentían el Espíritu de Jesús en medio de ellos, compartían el pan, atendían ellos a los pobres, vivían en fraternidad, trabajaban por la justicia. Y hablaban del Reino.
El gran signo de Dios no es que se oscurezca el sol a mediodía sino los muchos hombres y mujeres que a lo largo de la historia se han dejado la piel por vivir la fraternidad, por atender y servir a los necesitados, por hacer justicia para los oprimidos. Una nube de testigos nos rodea. Basta con que abramos los ojos. Y la fe brotará en nuestro corazón."
(Fernando Torres, cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 23 de julio de 2023

LA FUERZA DE LA SEMILLA Y LA LEVADURA



 Jesús les contó esta otra parábola:
El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos estaban durmiendo, llegó un enemigo que sembró mala hierba entre el trigo, y se fue. Cuando creció el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. Entonces los labradores fueron a decirle al dueño: ‘Señor, si la semilla que sembraste en el campo era buena, ¿cómo es que ha salido mala hierba?’ El dueño les dijo: ‘Un enemigo ha hecho esto.’ Los labradores le preguntaron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancar la mala hierba?’ Pero él les dijo: ‘No, porque al arrancar la mala hierba podéis arrancar también el trigo. Es mejor dejarlos crecer juntos, hasta la siega; entonces mandaré a los segadores a recoger primero la mala hierba y atarla en manojos, para quemarla, y que luego guarden el trigo en mi granero.’ 
 Jesús les contó también esta parábola:
El reino de los cielos se puede comparar a una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es sin duda la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es más grande que las otras plantas del huerto; llega a hacerse como un árbol entre cuyas ramas van a anidar los pájaros.
 También les contó esta parábola:
El reino de los cielos se puede comparar a la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para que toda la masa fermente.
 Jesús habló de todo esto a la gente por medio de parábolas, y sin parábolas no les hablaba, para que se cumpliera lo que había dicho el profeta:
“Hablaré por medio de parábolas;
diré cosas que han estado en secreto
desde la creación del mundo.”   
Jesús explica la parábola de la mala hierba entre el trigo
 Jesús despidió a la gente y entró en la casa. Sus discípulos se acercaron a él y le pidieron que les explicase la parábola de la mala hierba en el campo. Él les respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, y el campo es el mundo. La buena semilla representa a los que son del reino; la mala hierba, a los que son del maligno; y el enemigo que sembró la mala hierba es el diablo. La siega representa el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Así como se recoge la mala hierba y se la quema en una hoguera, así sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre mandará sus ángeles a recoger de su reino a todos los que hacen pecar a otros y a los que practican el mal. Los arrojarán al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes. Entonces, aquellos que cumplen lo ordenado por Dios brillarán como el sol en el reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan.

Los judíos tenían del Reino de Dios una idea grandiosa. Sien embargo, Jesús, les dice que es algo pequeño, aunque lleno de vida. Lo compara a una semilla. Es pequeña, pero de ella puede brotar un gran árbol. O a la levadura. Una pequeña cantidad fermenta toda la mesa.
En el último Capítulo General de La Salle, hemos comenzado un proceso al que llamamos Levadura. Es cierto que cada vez somos menos. Pero esto no nos debe llevar al desánimo, sino todo lo contrario. Debemos revitalizarnos, y con nuestro sencillo trabajo, ser fermento de toda la humanidad. 
Los cristianos, hemos pensado muchas veces que, como mayores eran nuestras obras más frutos obtendríamos. Jesús nos dice que debemos ser pequeñas semillas, levadura, como lo fueron aquellos primeros doce apóstoles. Ellos fermentaron la humanidad conocida en aquella época. De ellos salió el árbol de la cristiandad.
También nos dice que no somos nadie para separar las personas buenas de las malas. Para decir quién dará fruto y quien es una mala hierba. Debemos acostumbrarnos a convivir todos. Al final nos llevaremos muchas sorpresas. Y personas que decían no creer, veremos que han estado más cerca de Dios que nosotros. Nosotros debemos intentar hacer el bien, amar, entregarnos...Eso es lo que hace crecer el Reino.

sábado, 22 de julio de 2023

MARÍA MAGDALENA, LA DISCÍPULA

 

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!

 María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:
– Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
–Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
 Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él.  Jesús le preguntó:
– Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:
– Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.
 Jesús entonces le dijo:
– ¡María!
Ella se volvió y le respondió en hebreo:
– ¡Rabuni! (que quiere decir “Maestro”).
Jesús le dijo:
– Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.
 Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también lo que él le había dicho.

"Por alguna razón de María Magdalena se tiene la imagen de que era una prostituta. Debe ser porque, como se dice de ella que era una pecadora, la única posibilidad que tiene una mujer de ser pecadora es siendo prostituta. En realidad, en el Evangelio solo se dice que de ella habían salido siete demonios (Lc 8,1-2). Pasa que se la ha identificado con la mujer adúltera del evangelio de Juan y con la pecadora que unge los pies de Jesús (Mc 14,3-8), de las que no se dice el nombre en esos textos. Vamos a dejar esta historia de lado. La mujer, como el hombre, puede ser pecadora de muchas maneras. Y lo que nos importa no es lo que fue sino en lo que se convirtió al encontrarse con Jesús. Que ninguno de nosotros puede decir que tenga un pasado impoluto y libre de toda culpa.
María Magdalena siguió a Jesús, fue discípula de Jesús. Estuvo al pie de la cruz, acompañando a María, la madre de Jesús. Y luego fue testigo de la resurrección. Uno de los primeros testigos. Y, según el evangelio de hoy, fue ella la que dio testimonio de la resurrección de Jesús a los otros discípulos. Esto es ya muy importante. Porque en aquel mundo patriarcal, el testimonio de un mujer no tenía valor. Esto nos habla ya de que en torno a Jesús se había creado una comunidad nueva, igualitaria, donde las mujeres estaban al mismo nivel que los hombres. Todos discípulos, todos creyentes, todos seguidores de Jesús. Y precisamente Jesús resucitado se aparece a María Magdalena y le pide que vaya a anunciar a sus hermanos que ha resucitado.
La situación para las mujeres en nuestro mundo, y en nuestra iglesia, ha ido cambiando. Para ser realistas, ha ido mejorando. En muchas cosas, están a un nivel de igualdad con respecto al hombre. Pero todavía queda mucho por hacer. Todavía hay culturas y sociedades donde la mujer se sitúa a un nivel inferior al hombre. O, si lo prefieren, el hombre se sabe superior a la mujer. Solo un pequeño detalle: incluso en las sociedad que creemos que son más avanzadas, a igual trabajo el salario de la mujer es habitualmente inferior al del hombre. Es solo un detalle pero ya dice mucho. María Magdalena, discípula entre los discípulos, nos hace recordar que el reino del que habló Jesús es un reino de igualdad, de fraternidad, donde todos, hombre y mujeres, estamos al mismo nivel y compartimos la misma mesa en torno al único Padre."
(Fernando Torres, cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 21 de julio de 2023

¿NORMAS O AMOR?



 Por aquel tiempo, Jesús caminaba un sábado entre los sembrados. Sus discípulos sintieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer los granos. Los fariseos, al verlo, dijeron a Jesús:
– Mira, tus discípulos hacen algo que no está permitido en sábado. Él les contestó:
– ¿No habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y comió los panes consagrados, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes. ¿O no habéis leído en la ley de Moisés que los sacerdotes en el templo no cometen pecado por trabajar los sábados? Pues os digo que aquí hay algo más importante que el templo. Vosotros no habéis entendido qué significan estas palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis sacrificios.’ Si lo hubierais entendido, no condenaríais a quienes no han cometido falta alguna. Pues bien, el Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado.

En la Iglesia, desgraciadamente, muchas veces seguimos con mentalidad de fariseos. Damos más importancia a las leyes, a las normas, a los ritos, que al Amar. Nos quedamos tranquilos porque "cumplimos" y nos olvidamos de ayudar al otro. Estamos satisfechos con nosotros mimos, mientras se ahogan los inmigrantes en el mar. Jesús se acerca a nosotros con el corazón. Ayudar, amar, ser justos, defender...es más importante que todos los sacrificios. El verdadero sacrificio es el que hacemos ayudando al prójimo.

"El evangelio de hoy nos trae uno de tantos choques como parece que se produjeron entre Jesús y los fariseos. Estos andaban muy preocupados con el cumplimiento de las normas. Lo hacían con toda la buena voluntad del mundo. Para ellos la fidelidad en el cumplimiento de hasta la más mínima de las normas y leyes del judaísmo era señal práctica y concreta de su fidelidad a Dios. Pero esa observancia tenía una consecuencia negativa: al final todas las normas tenían el mismo nivel, la misma importancia. Para entendernos en el lenguaje más de la iglesia católica, el quebrantamiento de cualquier norma, por pequeña que fuese, era siempre pecado mortal. Significa ser infiel a Dios.
Por eso, los fariseos critican a los discípulos. Al coger las espigas porque tenían hambre estaban quebrantando la ley del sábado. Estaban siendo infieles a Dios. Es una queja y crítica lógica desde su perspectiva. Esperan de Jesús que ordene a sus discípulos que paren de hacer lo que hacen y que se comporten como debe comportarse un judío: cumpliendo todas las normas.
Pero Jesús se coloca en otra perspectiva. En este mundo hay muchas normas. Pero no todas tienen la misma importancia. A veces, hay normas que chocan unas con otras. Jesús tiene claro que hay una jerarquía. Y el punto más alto de la jerarquía es el bien de la persona humana. Antes que cumplir la norma del sábado, hay que dar de comer al hambriento. Así de sencillo.
El Dios de Jesús es Dios de misericordia. Se preocupa por el bien de sus hijos e hijas. No quiere sus sacrificios. No quiere que se humillen. Quiere que vivan de acuerdo con su dignidad de hijos e hijas de Dios. Antes que ser adorado y alabado, prefiere que sacien su hambre. Porque como decía ya en el siglo II San Ireneo: “la gloria de Dios es que el hombre viva”. Por esa razón, Jesús puede decir que el Hijo del Hombre es señor del sábado y tiene autoridad para poner todas las normas al servicio del bien de la persona."
(Fernando Torres, cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 20 de julio de 2023

TU ERES NUESTRA FUERZA

  

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.

Cada texto del Evangelio nos envía varios mensajes. Uno de los que nos envía hoy, es la importancia de la oración. Sobre todo, el cristiano activo, apostólico, entregado, corre el riesgo de agobiarse, de "quemarse", si no se refugia en la oración; si no acude a descansar en Jesús, mediante momentos de meditación y silencio. Es allí donde podemos recuperar fuerzas para seguir ejerciendo nuestro apostolado. 

"El texto del evangelio de hoy es breve pero jugoso. Por si no teníamos bastante con el de ayer en el que se nos recordaba que Dios prefiere a la gente sencilla, hoy Jesús levanta la mano, abre las puertas de su corazón, para todos los que están cansados y agobiados, para todos los que sufren, para los que les ha tocado la peor suerte en esta vida.
Lo cierto es que si miramos a nuestro alrededor vemos mucho sufrimiento. Con tal de que queramos ver. Recuerdo una persona que me contó que él en toda su infancia y juventud nunca había visto la pobreza porque, a pesar de vivir en un país muy pobre, siempre que había salido de casa lo había hecho en el cochazo de su padre que tenía los cristales tintados. Por eso digo que hay que mirar con un poco de atención. Y bajar la ventanilla del coche para que nos dé el aire, para ver a las personas que nos rodean y sentir el mal olor –¿se han dado cuenta de que la pobreza también huele mal?– de la pobreza.
Hay muchos cansados y agobiados. Más de los que parece a simple vista. Todos llevamos nuestras miserias y nuestras heridas. Pasa que también todos, o casi todos, hemos aprendido a construirnos una coraza, una defensa, que nos cubre y que nos hace aparecer felices ante los demás. Pero la procesión va por dentro. Demasiadas veces.
Jesús tenía buenos ojos. Miraba también con el corazón. Y en nombre de Dios hizo de sí mismo un puerto de acogida para todos los que estaban “cansados y agobiados”.
Pero hay algo más en este evangelio. Los “cansados y agobiados” encontrarán descanso en su corazón. Por supuesto. Lo más a que me refiero es que estar con Jesús es fácil porque su yugo es llevadero y su carga ligera. Acercarse a Jesús no es como entrar en una secta, donde las normas son estrictas, donde hay tabúes, donde se multiplican las normas y las condiciones para salvarse. Acercarse a Jesús es entrar en el Reino del Padre, en una familia que se basa en el respeto, el amor y la justicia. Es una familia abierta, inclusiva, donde todos son bien recibidos, acogidos y amados en lo que son. Donde el amor fraterno no pone condiciones. Igual que el amor de Dios."
(Fernando Torres, cmf, Ciudad Redonda)