No penséis que yo he venido a traer paz al mundo: no he venido a traer paz, sino guerra. He venido a causar discordia: a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra; de modo que los enemigos de uno serán sus propios familiares.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá la recompensa que merece un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá la recompensa que merece un justo. Y cualquiera que dé aunque solo sea un vaso de agua fresca al más humilde de mis discípulos por ser mi discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa.
Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y anunciar el mensaje en los pueblos de aquella región.
Este texto nos puede parecer extraño. ¿No es Jesús todo Amor, misericordia, sencillez?¿Por qué nos dice que ha venido a traer la guerra, no la paz? La guerra a la que se refiere Jesús no es la de las armas. Es la lucha contra el mal, contra la injusticia. Y esto genera incomprensión. Quiso que los apóstoles y nosotros, comprendiéramos, que al igual que Él murió incomprendido y crucificado, a nosotros nos puede pasar lo mismo si seguimos su vida de entrega y de lucha.
"La Palabra de hoy nos ofrece una serie de sentencias de Jesús, con las que pretende instruir a sus amigos más cercanos. No siempre estará con ellos. Por ello, deberán aprender, para cuando él no esté, permanecer en su vida y en su misión.
Jesús nace como príncipe de la paz. Pero ser fiel a su Palabra puede traer el conflicto. Le pasó a Él mismo, cuando sus parientes no le entendían. Y les pasará, tarde o temprano a sus seguidores.
Jesús viene a dar vida. Pero para ello ha de dar su vida. Y a sus seguidores nos deja esa paradoja: “El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará”. Toda un programa de vida.
Jesús se irá. Pero se queda en varias presencias: la Eucaristía, la Palabra… También en los que hablan en su nombre y aman en su nombre. Porque, donde hay amor, allí está Dios.
Señor Jesús, aquí me tienes.
Dos mil años después,
necesito que me recuerdes tu Palabra,
para vivir centrado en lo importante,
sin perderme en lo urgente.
Dame un oído dócil y un corazón despierto. Amén."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)
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