Los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas. Jesús les contestó:
- A vosotros, Dios os da a conocer los secretos de su reino; pero a ellos no. Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden. En ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías:
‘Por mucho que escuchéis, no entenderéis;
por mucho que miréis, no veréis.
Pues la mente de este pueblo está embotada:
son duros de oído
y han cerrado sus ojos,
para no ver ni oir,
para no entender ni volverse a mí
y que yo los sane.’
Pero dichosos vosotros, porque tenéis ojos que ven y oídos que oyen. Os aseguro que muchos profetas y gente buena desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oir lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
Debemos luchar para librarnos de nuestra sordera. La que no nos deja oir el lamento de los que sufren, de los pobres, de los perseguidos, de los desahuciados, de los inmigrantes...La misma sordera que no nos deja oir a Jesús, a su Palabra, es la que nos impide oir a los débiles, al prójimo. Lo mismo nos ocurre con la ceguera. No vemos al necesitado, porque no sabemos ver a Jesús en él.
"Dice el refrán popular que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Digo yo que algo así es lo que Jesús nos quiere decir en el evangelio de hoy. Parece ser que había gente que no entendía las parábolas con las que hablaba Jesús. Quizá mejor pensar que la historia de la parábola la entendían –son historias realmente simples– y que lo que no entendían era a cuento de qué venía esa historia, lo que Jesús quería decir con ellas. Dicho en otros términos, parece que había gente que no entendía la indirecta o el mensaje de fondo de la parábola.
Pero Jesús tiene claro que entre sus oyentes hay personas que tienen los oídos cerrados. Son de aquellos que no quieren oír el mensaje de la buena nueva. Son de los que terminan diciendo que Jesús expulsa demonios con el poder de Belcebú, como se dice en otro pasaje evangélico. Son los que no solo no creen sino que no quieren creer. Y, si van a escuchar a Jesús, es porque le quieren pillar en falta, quieren encontrar alguna contradicción que les permita decir que todo el mensaje de Jesús es una tontería, que no hay que hacerle caso y que pueden seguir a su vida, a lo de siempre con mucha tranquilidad.
Esos son los que “son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.”
Jesús nos invita a abrir los oídos y los ojos, a creer en él abriéndole nuestro corazón. Porque solo así nos podrá curar, sanar, reconciliar. Y nos abrirá a una nueva existencia en la esperanza y el amor fraterno. Eso es el Reino. Pero para eso tenemos que salir de nuestras casillas, de los caminos de siempre y entrar por los caminos nuevos del Reino. Jesús nos invita a seguirle, a convertirnos, a curarnos, a entrar en la vida nueva del Reino."
Pero Jesús tiene claro que entre sus oyentes hay personas que tienen los oídos cerrados. Son de aquellos que no quieren oír el mensaje de la buena nueva. Son de los que terminan diciendo que Jesús expulsa demonios con el poder de Belcebú, como se dice en otro pasaje evangélico. Son los que no solo no creen sino que no quieren creer. Y, si van a escuchar a Jesús, es porque le quieren pillar en falta, quieren encontrar alguna contradicción que les permita decir que todo el mensaje de Jesús es una tontería, que no hay que hacerle caso y que pueden seguir a su vida, a lo de siempre con mucha tranquilidad.
Esos son los que “son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.”
Jesús nos invita a abrir los oídos y los ojos, a creer en él abriéndole nuestro corazón. Porque solo así nos podrá curar, sanar, reconciliar. Y nos abrirá a una nueva existencia en la esperanza y el amor fraterno. Eso es el Reino. Pero para eso tenemos que salir de nuestras casillas, de los caminos de siempre y entrar por los caminos nuevos del Reino. Jesús nos invita a seguirle, a convertirnos, a curarnos, a entrar en la vida nueva del Reino."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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