martes, 22 de julio de 2025

LA LLAMÓ POR SU NOMBRE

 


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:

– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!


María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:
– Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
– Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó:
– Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:
– Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.
Jesús entonces le dijo:
– ¡María!
Ella se volvió y le respondió en hebreo:
– ¡Rabuni! (que quiere decir “Maestro”).
Jesús le dijo:
– Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.
Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también lo que él le había dicho.

María Magdalena llora y no reconoce a Jesús hasta que la llama por su nombre. Nosotros lamentamos la ausencia de Dios. Sin embargo, Él nos llama por nuestro nombre. El problema es que no lo oímos. Estamos rodeados del ruido de mundo. Para escucharlo debemos hacer el silencio. Entrar en nuestro interior. Cuando estemos desanimados, nos sintamos fracasados...hagamos el silencio en nuestro espíritu y lo oiremos a Él. La Paz y la alegría llenaran nuestro ser.
 
"Aquí tenemos a la María Magdalena hecha una campeona. Porque no sólo es una santa que celebramos todos los años en la liturgia en este día. Es que además en el texto evangélico de hoy se nos muestra como la elegida por Jesús resucitado para ir a anunciar a los demás discípulos su resurrección. Vamos que es una santa de categoría.
Un castizo diría, y con mucha razón, que quien la ha visto y quien la ve. Porque de María Magdalena se dice en otra parte de los evangelios que Jesús había expulsado de ella siete demonios (Lc 8,2). Ni uno ni dos, siete demonios. Vamos que la chica había sido una rapaza de mucho cuidado. Y como siempre que pensamos en una mujer pecadora pues lo relacionamos generalmente con el sexo, terminamos pensando que había sido una prostituta de mucho cuidado. O quizá no hubiese sido una prostituta pero con esos siete demonios dentro está claro que había sido muy peligrosa.
Pues aquí la tenemos, una de las primeras personas elegidas por Jesús para ser testigo de su resurrección y, más tarde, elevada a los altares. Esto no quiere decir más que una cosa: que Dios siempre nos da una segunda oportunidad (y tercera y cuarta y quinta…). Esto es lo grande de un Dios que es amor infinito, que es Amor, acogida, misericordia, paciencia, ternura.
A nosotros nos cuesta dar esa segunda oportunidad (no digamos la tercera o la cuarta o la quinta… eso ya nos resulta imposible). Nos cuesta dar esa segunda oportunidad a los demás, cuando, por la razón que sea, nos han fallado. Y también nos cuesta darnos a nosotros mismos esa segunda oportunidad. Nos dejamos llevar por el desánimo, el desaliento, la pura depresión. ¡Menos mal que Dios no es así!
Hoy es día para alegrarnos con María Magdalena. No sabemos lo que fue antes de encontrarse con Jesús. Tampoco nos importa mucho. Lo cierto es que al encuentro con el Maestro aprendió a vivir de otra manera. Aprendió a amar y a amar mucho y sin medida. Ojalá nosotros también aprendamos lo mismo!"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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