¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros blanqueados, hermosos por fuera pero llenos por dentro de huesos de muerto y toda clase de impurezas. Así sois vosotros: por fuera, ante la gente, parecéis buenos, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y maldad.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que construís los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos funerarios de los hombres justos, y luego decís: ‘Si hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros antepasados, no los habríamos ayudado a matar a los profetas.’ Con esto, vosotros mismos os reconocéis descendientes de aquellos que mataron a los profetas. ¡Acabad de hacer, pues, lo que vuestros antepasados comenzaron!
Los evangelios de estos días son muy duros. Fuera de la expulsión de los mercaderes del templo, nunca vemos a Jesús enfadado. No soporta que "utilicemos" la religión. No quiere que cuidemos las apariencias y nuestro corazón esté lleno de maldad. No quiere que exijamos a los demás, lo que nosotros somos incapaces de hacer. No quiere que utilicemos a Dios para dominar a los demás.
Si algo nos dicen estos evangelios, es que debemos ser sinceros. Que demos aceptarnos tal como somos, pecadores. Aceptando nuestra realidad, podremos pedir el perdón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario