sábado, 23 de agosto de 2025

DECIR Y HACER.

 


Después de esto, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés. Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas. Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros.
Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo. Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.

Decir y hacer. Por desgracia muchas veces decimos pero hacemos lo contrario. Nos gusta, como a los fariseos, aparentar. Además queremos estar por encima de los demás. 
Jesús quiere que seamos sencillos. A nosotros nos gustan los títulos. Él nos pide que seamos humildes. Entonces seremos verdaderamente grandes.

"Qué fácil es “ponernos por encima” de los demás. Cuando sabemos algo más que otros, o si tenemos algo más de experiencia en algún aspecto de la vida… nos creemos superiores y tratamos a los demás como inferiores.
Eso les pasaba a muchos escribas y fariseos del tiempo de Jesús: se creían de primera categoría, mientras los demás serían de segunda clase. Y, además, se permitían “decir y no hacer”. Por eso Jesús los critica con dureza.
Ponerse por encima de otros es una tentación muy humana. También el decir y no hacer. El Espíritu del Señor viene en ayuda nuestra para darnos cuenta de estos peligros y evitarlos. Porque, como dijo el papa Francisco, la única forma legítima de mirar a alguien de arriba hacia abajo es para ayudarlo a levantarse. Y estamos llamados a la autenticidad, que es más que la coherencia: ser coherentes entre lo que decimos y hacemos siempre que podamos, y ser capaces, a la vez, de reconocer nuestras fragilidades. Porque nadie es perfecto. Y el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad.
Lo opuesto a ponerse por encima es “ponernos por debajo”, en sometimiento o dependencia. Y esto tampoco es cristiano. En Cristo somos hermanos, hijos de un mismo Padre, llamados a cuidar y hacer crecer la fraternidad y a cuidar nuestra casa común para nosotros y para las próximas generaciones. Ni por encima ni por debajo: mirándonos a los ojos, como nos mira el Señor.
Y, en caso de duda, ponerse al servicio de los demás, desde una libertad interdependiente: “el primero entre vosotros será vuestro servidor”. Porque “el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Señor Jesús,
ayúdame a mirar a los demás como tú les miras.
Y que pueda servir y desvivirme, desde la libertad,
contigo y como tú."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

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