sábado, 6 de septiembre de 2025

LAS NORMAS HAN DE SERVIR AL HOMBRE

 


Un sábado pasaba Jesús entre los sembrados. Sus discípulos arrancaban espigas de trigo, las desgranaban entre las manos y se comían los granos. Entonces algunos fariseos les preguntaron:
– ¿Por qué hacéis algo que no está permitido en sábado?
Jesús les contestó:
– ¿No habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y tomó los panes consagrados, comió de ellos y dio también a sus compañeros, a pesar de que solamente a los sacerdotes les estaba permitido comer de aquel pan.
Y añadió:
– El Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado.

A los fariseos no les importaba el hambre de los apóstoles, porque ellos tenían saciada la suya. Lo mismo nos pasa hoy. Mueren los niños de hambre en Gaza, pero también pasan hambre en nuestros países y no reaccionamos. Pasamos las leyes, los ritos por delante de las necesidades de nuestro prójimo.

"Hace muchos años leí una frase que si mal no recuerdo la había escrito un místico ruso de principios del siglo pasado. Tampoco me acuerdo de las palabras textuales pero sí del contenido, que me pareció muy cierto. Venía a decir que el pan material que necesita mi hermano hambriento es la realidad más espiritual que puedo imaginar. Me ayuda esta frase a explicar y entender el Evangelio de hoy.
Los discípulos tienen hambre. Es una necesidad bien simple. Muy material. Pero absolutamente necesaria para la vida. Sin comida no hay vida. Así de sencillo. Frente a esa urgencia no hay norma que valga.
Pero los fariseos están en otra onda. Para empezar, probablemente ellos no sentían hambre. Desde esa posición, más cómoda que la de los que tienen hambre, miran y juzgan a los discípulos que se están saltando las normas. Porque en sábado no está permitido trabajar y parece ser que en sus precisiones rigoristas de la ley, frotar las espigas para sacar el grano limpio y comerlo ya era trabajar. De ahí a la condena por incumplir la ley no va nada.
Esto pasaba en tiempos de Jesús pero, seamos realistas, no hace mucho –uno o dos siglos– los párrocos del mundo rural perseguían y acusaban a los labradores que en domingo iban a cuidar sus campos. Daba lo mismo que la cosecha se perdiera y que el hambre amenazase a la familia. Lo importante era cumplir la ley de “santificar las fiestas”.
Menos mal que Jesús tiene claro que las normas están para servir al hombre y no al revés. Menos mal que Jesús sabe que en el reino lo más importante, lo más urgente, lo más espiritual, es atender la necesidad del hermano que tiene hambre. A todos los que se sienten encantados de refugiarse en la mística, en la contemplación pura, en el silencio meditativo, conviene recordarle que no hay nada más espiritual que el pan que necesita mi hermano para satisfacer su hambre."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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