Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Como ayer, os pongo el evangelio del miércoles de la segunda semana de Pascua. En Cataluña tenemos liturgia especial, de Nuestra Señora de Montserrat.
Juan nos indica la verdadera misión de Jesús: salvar, no juzgar. Y nos hace la comparación entre la luz y las tiniebla . Jesús es la luz, y los hombres, muchas veces preferimos las tinieblas. Jesús es la luz, que la verdad y que es vivir en el Amor. No nuestro egoísmo, insolidaridad, manipulación de los demás...que son las tinieblas. Hagamos obras de Amor. Así llegaremos a la Luz de Cristo.
"La muerte de Jesús en la cruz es, para el evangelista Juan, garantía de Salvación para esta vida y la eternidad. Esto significa que quien entrega su vida por amor, como Jesús, encuentra el camino de la humanización plena. Es así como queda abolido el sacrificio cotidiano del templo por la incapacidad de generar vida nueva; el sacrificio cultual queda desautorizado por el sacrificio vital de Jesús. Si antes en el Templo y en el altar alguien se sacrificaba sin comprometer la vida, hoy Jesús es ese verdadero Templo y altar que se sacrifica por amor. Llegar a la comprensión de esta entrega total, nos tiene que cuestionar nuestras innumerables celebraciones que poco generan compromiso de transformación. Dios, entregando a su Hijo, nos mostró el camino para salvarnos de la inhumanidad. La cruz aparece en el horizonte no más como un instrumento de muerte sino como manifestación de amor total y verdadero de quienes se sacrifican para que el otro viva. ¿Somos capaces de sacrificarnos desinteresadamente? ¡Ama como Dios te ama! " (Koinonía)
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