Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: "Soy yo, no temáis." Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.
En los momentos difíciles, Jesús nos dice que no tengamos miedo. Él está a nuestro lado. Sólo debemos tener Fe. Creer de verdad en Él. Saberlo ver.
"Jesús, como nuevo Moisés, es enviado por Dios para libertar al pueblo y conducirlo por el desierto hasta la tierra prometida. Con este paralelismo, el evangelista Juan lanza un claro mensaje a su comunidad, que vive profundos conflictos: están camino de su liberación, como el pueblo de Israel en tiempos de Moisés. No hay hambre que pueda comprometer este camino, ni mar que no pueda ser superado: la presencia de Moisés, antiguamente, y de Jesús, ahora, son garantías de que las dificultades no detendrán el proceso de liberación. Hoy también enfrentamos dificultades de todo tipo: injusticias sociales, perjuicios, racismo, indiferencia, guerras, corrupción, violencias, exclusiones, etc. Parece que el mal habla más alto que el bien y que la acción de los cristianos es insuficiente o débil. La fe nos tiene que llevar a afrontar los vientos contrarios con paciencia y firmeza. Dios siempre va a nuestro lado y nos salva en las dificultades, no sin ellas. Creer eso revigorizará nuestros pasos. ¡Oremos para ser valientes testigos y servidores!"
(Koinonía)
No hay comentarios:
Publicar un comentario