Porque os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado.’ Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno.
Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.
Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.
"(...) Jesús nos dice que la reconciliación con el otro es anterior a las ofrendas y a las oraciones. El otro día leíamos que "lo que hacéis a unos de esos pequeños, a mi me lo hacéis..." No tiene sentido ofrecer sacrificios, oraciones...si estamos enfadados, en discordia con el otro, que es donde encontramos a Jesús hoy. Si no amo al otro, es que no amo a Dios. En el Evangelio, en aparente contraste, Jesús pone condiciones porque necesitamos conocer, con plena conciencia y con rigor extremo, nuestros delitos: llamar necio al hermano merece la condena de la gehena… Diversas interpretaciones de este término indican que puede referirse a la condena para siempre, el infierno o al purgatorio. En uno y otro caso situaciones temibles…
Tal como leemos en el texto de hoy, insultar a cualquier prójimo es culpa que merecería un castigo muy fuerte. Pero solemos hacerlo. A ves con términos muy groseros utilizados sin paliativos y escasos escrúpulos. Me acojo al dictamen de Don Luis Cencillo, sacerdote y filósofo, que quitaba un poco de hierro al asunto, con la expresión “exageraciones retóricas”. Estas exageraciones abundaban en la predicación de Jesús recogida en los Evangelios y también en otros textos de la Biblia. Por ejemplo, poner la otra mejilla puede entenderse más que como una acción física como una disposición a no responder a la violencia con violencia. Cuando Jesús fue abofeteado, según el relato evangélico, no devolvió el golpe, pero pidió explicacioes: “Por qué me golpeas”.
Sin embargo, creo que Jesús no exagera al pedirnos que estemos reconciliados como condición inexcusable si queremos presentarnos ante el Él con ofrendas. Es decir, para un católico ir a Misa sin haber procurado la reconciliación con el hermano, pidiendo perdón y perdonando, es una contradicción insoportable. La reconciliación previa, la restauración del vínculo fraterno debe producirse antes de llegar ante el altar. No es cosa distinta a la que decimos en el Padrenuestro: Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quien nos ofende. “Si no amas al hermano a quien ves cómo vas a amar a Dios a quien no ves” leemos en la primera epístola de Juan (4.20). Reconciliémonos con aquellos que vemos para presentarnos ante Aquel a quien no vemos y decimos amar."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)
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