Decía que había trabajado toda su vida para los demás y nadie se lo había agradecido. Envidiaba a los demás. Los cargos que habían tenido, sus estudios, los viajes, lo que los demás decían de ellos...Era un amargado.
El Anacoreta se sentó junto a él y le dijo:
- ¿No será que en vez de trabajar por los demás has trabajado por ti? A veces, nuestra intención no es recta. Decimos que trabajamos por los demás y lo hacemos para que nos vean, para que nos alaben, para que digan ¡qué bueno eres! Envidiamos de los demás cosas que nosotros tenemos, pero no valoramos lo que tenemos. Nos sabe mal lo que permiten hacer a los otros, pero no tenemos la humildad de pedir o la voluntad de conseguirlo. En el fondo nos falla la autoestima, no nos queremos a nosotros mismos y eso nos lleva a no querer a los demás.
Miró a los ojos a aquel hombre y concluyó:
- Deja de mirarte a ti mismo y descubrirás que te han dado las gracias mil veces, que te valoran y te quieren mucho más de lo que crees...
ainsss, hay gente que nunca valora nada. Un besazo.
ResponderEliminarEsperamos que algunas vez también nos visites tu y nos dejes tu opinión sobre lo que colgamos, nos gustaría saber más para poder mejorar.
Con una sonrisa , una mirada ,un abrazo, un gesto, una expresión de paz y una palabra se puede demostrar agradecimiento y amor , sin ostentaciones.Y en todo caso en la satisfacción de ayudar a los demás, sin pregonarlo...reside la mayor recompensa.Un abrazo.
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