El joven seguidor se acercó preocupado al Anacoreta y le dijo:
- Acabo de leer en un libro de un teólogo actual, que buscar el olvido de sí mismo para avanzar en la vida espiritualidad es un error. Que la psicopedagogía dice todo lo contrario: la plenitud consiste en llegar a ser uno mismo. ¿Por qué hablas tú del olvido de sí?
Reflexionó unos instantes el anciano y respondió:
- Dicho así, tiene razón el teólogo. La destrucción de nuestro yo no puede ser querida por Dios. Pero no es a eso a lo que me refiero cuando hablo de olvidarse de uno mismo.
Volvió a guardar unos instantes de silencio antes de proseguir:
- Naturalmente que hemos de progresar en el conocimiento de nuestro yo y hacer crecer nuestras cualidades. A eso me refiero cuando te hablo de interioridad. Pero nuestra personalidad no debe ser narcisista. No hemos de conocernos ni crecer para estarnos mirando siempre a nosotros mismos. Nuestro yo ha de servir para salir de nosotros e ir hacia los demás. Ese ver nuestra plenitud en la entrega a los demás, es lo que yo llamo olvidarse de sí...
Miró al joven seguidor a los ojos y concluyó:
- Pero, naturalmente, para entregarnos totalmente a los demás, debemos enriquecernos a nosotros. No podemos dar lo que no tenemos.
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