Aquel hombre se dirigió con sorna al Anacoreta y le dijo:
- No sé de qué Dios nos hablas. Me he pasado la vida buscándolo y no lo he encontrado.
El anciano lo miró con profundidad, lo hizo sentar y le dijo:
- Quizá lo has buscado en un lugar inadecuado.
El hombre rió y contestó:
- Lo he buscado en iglesias, catedrales, conventos...y allí no estaba.
Sonrió el Anacoreta y con voz suave dijo:
- Lo que te decía. Lo has buscado en lugares inadecuados. Y en las iglesias y conventos sólo lo encuentran los que ya lo han encontrado previamente. A Dios no lo encontrarás en construcciones filosóficas y teológicas. Tampoco lo encontrarás en ritos y ceremonias.
Hizo un silencio y luego prosiguió:
- A Dios lo encontrarás en el rostro del pobre, del niños, del que sufre. Lo encontrarás en la luz del amanecer y en un cielo estrellado. Lo encontrarás en tu prójimo. Lo encontrarás, cuando logres hacer silencio, en tu interior. Entonces descubrirás que en Él vivimos, respiramos, nos movemos y existimos. Sólo entonces podrás encontrarlo en las iglesias y en los conventos.
Hola Joan Josep.Estoy pensando que si la Iglesia la formamos los cristianos, si no encontramos a Dios en el prójimo, logicamente no lo encontraremos en el Templo.
ResponderEliminarUna abraçada, Montserrat