sábado, 6 de diciembre de 2014

PREPARAR EL CAMINO


"Principio de la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios.
El profeta Isaías había escrito:
Envío mi mensajero delante de ti
para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto:
¡Preparad el camino del Señor,
abridle un camino recto!
Sucedió que Juan el Bautista se presentó en el desierto bautizando a la gente. Les decía que debían convertirse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonase sus pecados. De toda la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén salían a oirle. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.
Juan iba vestido de ropa hecha de pelo de camello, que se sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; y comía langostas y miel del monte. En su proclamación decía:
- Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo."

El Evangelio nos presenta hoy uno de los principales personajes del Adviento: Juan Bautista.
El profeta Isaías anunciaba un precursor, un mensajero que anunciaría la llegada de Jesús. Alguien que nos invita a preparar los caminos. Alguien que quiere indicarnos el Camino del Señor.
Esa voz nos llega del desierto. En la soledad es donde mejor se escucha la voz de Dios. Juan es un personaje austero. Alguien que predica con su vida, no sólo con sus palabras. Y nos indica, que para seguir el Camino del señor debemos convertirnos. Convertirse es cambiar de vida. No es cumplir unos preceptos, creer unos dogmas, practicar unos ritos. ¿Os habéis preguntado alguna vez, por qué los romanos acusaban a los cristianos de ateos? Porque el cristianismo no empezó como una religión en el sentido tradicional, sino como un camino a seguir, como una vida. 
Desgraciadamente los cristianos hemos optado por la comodidad de reducir el camino al cumplimiento y a las creencias, y nos hemos olvidado de vivir.
Adviento es un momento fuerte para iniciar ese camino de conversión. Un camino que supone considerar a todos como hermanos. Un camino que ha de llevarnos a luchar por la justicia, a hacer de este mundo un lugar sin diferencias. Un camino que nos llevará a ver a Dios en el otro, sobre todo en el marginado. Un camino llano, sin los obstáculos que hemos ido colocando a través de los siglos. Un camino que no acabará en Adviento, porque toda nuestra vida ha de ser una lucha para que este mundo sea el Reino de Dios. 

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