Se le veía inquieto. No sabía esperar. Todo tenía que obtenerlo de inmediato, si no, protestaba ruidosamente. El Anacoreta lo hizo sentar y le dijo:
- La impaciencia es una enfermedad de nuestra sociedad. Todo lo queremos al instante. No aceptamos la espera. Sin embargo, saber esperar es conveniente. La espera nos permite saborear las cosas antes de que se produzcan. La espera nos ayuda a reflexionar y a que, cuando suceda, valoremos realmente lo que nos ocurre. Vivimos acelerados y eso no nos hace ningún bien.
Le miró a los ojos y concluyó:
- Saber esperar y saber detenerse cuando ya has obtenido lo que querías, te ayudará a interiorizar y a profundizar las cosas.
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