Aquel hombre se jactaba de que nunca se había jactado de nada...hasta que le hicieron ver que se estaba jactando.
Otro estaba orgulloso de su humildad...hasta que se dio cuenta de que eso era una contradicción.
Y es que lo mejor para el hombre es aceptarse tal cual es y entregarse en las manos de Dios, buscando cada día, con sencillez y sinceridad, cumplir su voluntad.
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